Se que es de noche, porque no amanece,
y se que es su fuego, que tan hondo quema;
pero también se que mi alma ama
con temblor de amores como nunca amaba.
Se porque lloro penitentes lágrimas,
tan dulces, punzantes, que escuecen, que lavan,
cuando de Él predico,
cuando de Él me hablan,
cuando en Él medito,
cuando sus palabras
me vienen y vuelan rondando mi casa.
Se que es mi Señor, que su voz me llama,
que mi vida encuentra si se pierde vaga,
si entre los abrojos me embosco, me calma
viendo las estrellas que su mano planta
en el cielo oscuro, que nunca se apagan.
Yo se Quien me espera, aunque yo no vaya,
sentado a la mesa con pan, vino y agua.
Yo se que se ofrece cada vez que alzan
mis impuras manos la Hostia sagrada
que en su sacrificio incruento salda
con Sangre divina mis deudas, mis faltas,
las del mundo entero que en su Cruz abarcan
sus brazos abiertos, sus plantas clavadas
que mis labios besan, que son mi esperanza
porque en ese trono gracia y paz derrama.
Y aunque sea de noche y no despunte el alba
espero su luz, su día, su llegada.
Ven pronto, Señor, que tu Iglesia aguarda
velando las noches hasta tu alborada
y tu Reino, Cristo, contigo nos traigas.
Mantén hasta entonces llama en nuestras lámparas.
+T.
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