domingo, 2 de diciembre de 2012

Divagación de Adviento


El cura de mi parroquia, muy reverendo mío, tendrá virtudes, que se le suponen, pero consta que no tiene el don de la puntualidad. Clérigo tradicional, firme en sus convicciones, todas muy venerables, parece que ajusta su reloj con aquellos 10 minutos de retraso que perduraron en los horarios eclesiásticos de Sevilla hasta tiempos del Cardenal Segura (otro venerable irreductible), cuando los relojes de la Catedral, la Giralda y el Seminario de San Telmo daban la hora diez minutos retrasados con respecto al horario civil oficial.

Es así que en mi parroquia, muy frecuentemente, la Misa ferial comienza diez minutos más tarde de lo supuesto. Digo supuesto porque el cura dice que los horarios de Misa son orientativos, más o menos, porque la Misa no es el AVE ni la parroquia la Estación de Santa Justa.

Pero en el colmo de su irreductibilidad, el otro día, a una beata indiscreta que le dijo que debería ser más puntual, mi cura le espetó:

-"Mire usted, advierta y sepa que la puntualidad no es virtud, porque el Señor dijo que vendría pronto y ya ve usted lo que está tardando..."


Los que lo oímos, allí presentes, quedamos muy edificados (y divertidos).


Volverá, ciertamente y sin duda, pero no se sabe la hora.

Ap 22, 20:  "...Venio cito. Amen..."


Amén!!!

+T.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Jaja.... pues no, Jesucristo es bien puntual, viene todos los días en la Santa Misa.

Anónimo dijo...

No sabemos el día ni la hora, lo dicen los Evangelios. También los Evangelios (y epístolas de San Pablo) dicen que estemos atentos a los signos de los tiempos, y explica cuáles son estos signos, porque el acontecimiento se puede ver venir, como ocurre con las tormentas. Y claramente se han cumplido varios de estos signos en el último siglo.

Esperanza dijo...

También los horarios médicos son orientativos, y los abuelillos que se pasan en las consultas médicas media mañana, no se quejan de los retrasos... ¡y sólo es el médico del cuerpo al que esperan!

Yo lo que llevo peor de que Nuestro Señor esté tardando tanto, es la cantidad de políticos que tenemos que mantener y soportar, en este siglo XXI, y que además están resultando de lo más destructivos (y cutres).