miércoles, 14 de septiembre de 2011

Sub luce Crucis, oremus


Desconfio de un arquitecto que critique la perfección del Partenón. Dudo de la capacidad de un músico que odie a Bach. Declaro que no es pintor quien deteste la pintura del Trecento. Diré que es un impostor si me preguntan por un escultor que deprecie a Polícleto. Tendré a menos a cualquiera que sea que reniegue de lo auténtico en cuestión. Aplico esta regla a los católicos que desprecian a la FSSPX: O son ignorantes que no saben, o no son buenos católicos, con tendencias de des-catolicismo activas, pasivas o incubantes. Sic.

Los hechos que ha protagonizado la FSSPX podrán juzgarse como polémicos, pero habrá que reconocerle a esta institución una coherencia de intención y de acción que les define sólida y netamente católicos, con una integridad de doctrina que los católicos conscientes lamentamos ver perdida, mermada, descompuesta y falseada contínuamente dentro y fuera de la Iglesia Católica por representantes y agentes de la Iglesia Católica.

No reconocer la misión que le cabe a la FSSPX en la necesaria y urgentísima restauración y regeneración del catolicismo perdido, es permancer en la ofuscación que ha cerrado las mentes y corrompido la buena voluntad de tantos que deberían haber sido los primeros en reconocer sus méritos y posibilitar su apostolado.

La misión de la FSSPX es ad intra, en el corazón de la Iglesia Católica, para la sanación de la jerarquía y el sacerdocio, para la reconstitución de las familias y los hogares católicos, para la renovación del pueblo cristiano.

De lo que sea que pase en la cita romana de este 14 de Septiembre, nada conjeturo ni adivino. Que suceda ya es algo bueno. Esperar más, se puede; desear más, también. Pero soñar es de ilusos, y temer no es propio del que tiene la fe bien fundada y orientada.

Oremus, ergo. Con la esperanza alta, sabiendo que estamos queriendo lo mejor en un momento en que los peores, desde dentro, siguen descomponiendo y rompiendo las estructuras santas de la Sacrosanta Iglesia.

Lo que tenga que ser, será. Cuanto antes sea, mejor.


+T.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Oremus...

Y Dios lo bendiga, Padre, por la claridad y valentía de sus posts.

Madri leño dijo...

Oremos por ellos, por nosotros, por el SPBXVI y sobre todo por nuestra amada Iglesia.

Gracias.

IHS.

P. Albrit dijo...

Oremos, en verdad.
Esta noche, a eso de las 4 y media, me desperté con el come-come de esta semana... Señor, ¡que brille tu rostro y nos salve! ¡Que la Virgen reuna a los hermanos! Y así hasta las 6...

Ellos nos hacen falta, por su integridad -pero sin integrismos-, por su enérgica defensa de la verdad de siempre; pero sin Roma...

Sin Roma quedan inútiles, porque son sarmientos fecundísimos para que los coseche el Malo.

Suspendo el juicio, pero mi oración, según avanza el día, será más ferviente: que nos dén una alegría, que sean humildes (Mons. Hervás, cuando fueron a camelarselo)La alegría será de verlos sentarse con nosotros a la misma Mesa, sin rencores, sin restregarles nada... ¡Con un abrazo muy grande!

Anónimo dijo...

Amen, Amen, Amen.

párvulo dijo...

Las terribles heridas que los modernistas han infligido a la Iglesia desde el concilio ya se saben. Pero, al considerar el horror que muchos católicos de hoy sienten por la Iglesia pre-conciliar, al considerar que los enemigos de la Iglesia se apresuran siempre a tachar de pre-conciliar a cualquier posición coherentemente católica y al considerar el corte profundo y sangrante del concilio en la historia de la Iglesia, lo que yo me pregunto es: ¿cual era el problema antes del concilio? ¿por qué fue necesario? ¿para combatir qué? ¿para limpiar qué? ¿para fijar qué? ¿por qué hubo que destruir la Santa Misa? ¿Por qué hubo que tocar los sacramentos? ¿por qué hubo que destruir la catolicidad, eliminando el latín y disgregando la Iglesia Universal en conferencias episcopales? La desproporción absoluta entre los problemas de la Iglesia anterior al concilio y las soluciones planteadas me demuestran que el concilio fue no más que el asalto final, la última fase de la última fase, iniciada en el siglo XIX. El asalto desde dentro.

Que lleguen al mejor acuerdo posible, pero ruego y rezo para que no cedan ni en una tilde (iota unum) de la doctrina.