Son unas fotos del boletín de la Custodia de Tierra Santa, con imágenes del pasado Jueves, cuando la comunidad de Franciscanos celebró la vigilia de la Ascensión del Señor en la cumbre del Monte de los Olivos.
La edícula que se conserva en aquel sitio es del tiempo de los Cruzados, una rotonda que, me parece recordar, formaría parte de la antigua Eleona que cita nuestra cronista Eteria una y otra vez al describir las ceremonias y liturgias de la Jerusalén Cristiana del siglo IV-V. Hoy está en manos de unos moros que cobran a todo el que entra en el recinto, un patio con tapias de piedra caliza en cuyo centro está la capilla-rotonda.
Los Franciscanos - no sé cuánto tenndrían que pagar por la "ocupación" - se llevaron tres tiendas: Una para montar la sacristía, otra para tender unos sacos de dormir para los que tuvieran sueño, y otra que serviría como "refectorio", un pequeño comedor-cafetería de campaña. Muy práctico y muy bíblico, con resonancias taboríticas. Seguro que se estaba allí muy bien.
Como la capilla-rotonda es pequeña, instalaron asientos frente a la puerta de entrada. El interior lo ocuparon sacerdotes y frailes y fieles por turno, desde la tarde-noche de la víspera, y la madrugada hasta el amanecer, hasta la primera parte de la mañana del Jueves de la Ascensión. Empezaron con el rezo de Visperas y Completas, después siguieron las preces por turno de las vigilias, y a medianoche comenzaron las celebraciones de la Misa, en distintas lenguas y para distintos grupos, a fin de que todos los que asistieron pudieran estar dentro de rotonda. La primera se celebró en hebreo, la segunda en árabe, la tercera en alemán, la cuarta en eslovaco, la quinta en italiano, la sexta en francés, otra más en árabe para los cristianos venidos desde Nazareth, y seguro que una de las últimas de la madrugada la celebraría alguno de los franciscanos españoles de la Custodia para los españoles que estuvieron en la vigilia. Las celebraciones culminaron al amanecer, cuando el p. Vicario Custodial, fray Artemio Vítores, palentino, celebró solemnemente la Misa de la Ascensión.
En el suelo de la edícula, en su centro, un marco de piedra señala la roca viva con las huellas que dice la tradición piadosa son de las plantas del Señor, dejadas allí en el momento de ascender. Los peregrinos encienden y ponen velas a su alrededor.
Los franciscanos, donde estén, conservan como una gracia la simpática simplicidad de su Orden, un sello del poverello que les distingue. En Tierra Santa, todos llevan el hábito franciscano, que para ellos es un salvoconducto, respetado por todos porque llevan viéndolo desde el siglo XIII, sin interrupción. Desde Haifa al Sinaí, el sayal pardo y el cordón blanco son tan típicos como el turbante de los beduínos. Poseen pacíficamente y moran y custodian sin levantar discordia, en cuanto pueden, que no es facil no meterse en gresca.
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En lo que va de año, se han liado dos veces a trancazos griegos y armenios: Por Navidad en la Basílica de Belén, y hace una semana o dos, en el Santo Sepulcro. Siempre hay algún capullo fariseo que se "escandaliza!" de la división de los cristianos en tierra Santa. A mí me parecen esos escándalos majaderías de impíos que deben creer poquito y de mala calidad. Personalmente, me estimulan los trancazos de griegos y armenios, y me suenan a gloria, a historia viva, y a Iglesia con todas sus llagas, como corresponde. De verdad que tengo ganas de estar en una de esas batallas, y si me arrean con un incensario, pues mejor: Así me marcan con un chichón de Tierra Santa. Amén.
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