miércoles, 2 de abril de 2008

Memini eum

Cuando murió, iba a hacer un mes de la muerte de mi madre. Con la Semana Santa recién pasada y en plena Octava de Pascua, estaba especialmente sensibilizado. Viví aquellos días como si todo lo suyo hubiera pasado en casa, me hubiera pasado a mí.

Le conocí y estuve con él varias veces. Pero sólo esos momentos donde todo se va en impresión y mirar y escuchar y un poco hablar. Tampoco hacía falta más, porque su presencia era universal, no particular ni para particulares.

Ahora echo de menos no su ministerio, sino su persona. No por lo que era, sino por cómo fue y por los años suyos que definieron los mios, mi tiempo tan marcado por aquella breve época en la que él dejó su profunda huella.

Hoy hace tres años de su "dies natalis": Deo gratias!

+T.

lunes, 31 de marzo de 2008

Otras citas "magisteriales"


Las herejías de la antigüedad aparecieron, se desarrollaron y se extinguieron (con más o menos huella y/o eco). Por causas y en circunstancias muy variadas. Sumariamente, las herejías son parcializaciones del Credo originadas por una falta de asunción/profesión de la fe, ya sea por insuficiencia/exceso o por perversión. El cisma consumado y estructurado, confirió más estabilidad a las heterodoxias doctrinales, siendo este el caso de la pervivencia hasta la actualidad de algunos de los grandes cismas antiguos, aunque su presencia y estadísticas humanas sean, muchas veces, poco significativas.

La única herejía que se ha desarrollado y extendido - si bien degenerando constantemente desde sus propios orígenes - coincidió con un momento cultural definitivo e irreversible, marcado por la invención de la imprenta y la divulgación de la lectura y la propaganda escrita. No se entiende el luteranismo-protestantismo y sus derivados prescindiendo del fenómeno cultural anejo a su génesis: Sin libros y difusión de prensa, la reforma protestante hubiera terminado circunscrita y abortada en más o menos tiempo.

El medio de comunicación "virtual" que conecta a un mundo cada vez más ocioso y dependiente de la comunicación/intercomunicación, está suponiendo una muy particular y extensiva (la "intensidad" dependerá de personas y circunstancias) animación de las heterodoxias: Hay más gente "opinante", imbuída de un "derecho a opinar", y abundantes medios para la fácil difusión de las opiniones, con una marcada proclividad "sensacionalista" para la difusión de lo peor y más nocivo.

Cada vez es más frecuente que los seglares, sin una específica vocación personal, accedan a los estudios teológicos como a una cualquier otra formación, de la que en muchas ocasiones - dependiendo del centro de formación y sus docentes - sacarán impresiones/juicios sin referencia a la Iglesia y en contra de la fe. Igualmente aparecen nuevas publicaciones de nuevos autores, muchos de ellos sacerdotes o "gente de Iglesia", que enrarecen, desvirtúan o pervierten la teología, al margen del Magisterio (sin hablar de la competencia, información y garantías de esas publicaciones pseudo-teológicas).

Para contrarrestar el fenómeno, urge la presencia/actividad de una "ortodoxia on line". El "oportune et inoportune" paulino, nunca ha sido tan urgente; el recurso a la solidez y fecundidad de la Tradición, pocas veces tan necesario.

Dos amiguetes me han recordado una cita que han visto hace poco en inet, no recuerdan ni me saben decir dónde. Por eso he tenido que ponerme a buscarla yo, que soy el que tiene libros - no sólo de internet se nutre el enterado - y los maneja. Y ahí va la cita, a ver qué tal:


“... Pero tú hablas de «fe debilitada»... En última instancia, la fe es un acto de voluntad, inspirado por el amor. Nuestro amor puede enfriarse y nuestra voluntad deteriorarse por el espectáculo de las deficiencias, la locura, aun los pecados de la Iglesia y sus ministros; pero no creo que alguien que haya tenido fe alguna vez, retroceda más allá de su límite por estos motivos (menos que nadie, quien tenga algún conocimiento histórico).

El «escándalo» a lo más es una ocasión de tentación, como la indecencia lo es de la lujuria (a la que no hace, sino que la despierta). Resulta convincente porque tiende a apartar los ojos de nosotros mismos y de nuestros propios defectos para encontrar un chivo expiatorio... La tentación de la «incredulidad» (que significa realmente el rechazo de Nuestro Señor y Sus Demandas) está siempre presente dentro de nosotros. Una parte nuestra anhela contar con una excusa para que salga al exterior. Cuanto más fuerte es la tentación interior, más pronta y gravemente nos «escandalizarán» los demás.

Creo que soy tan sensible como tú (o cualquier otro cristiano) a los «escándalos», tanto del clero como de los laicos. He sufrido mucho en mi vida por causa de sacerdotes estúpidos, cansados, obnubilados y aun malvados; pero ahora sé lo bastante de mí como para ser consciente de que no debo abandonar la Iglesia (que para mí significaría abandonar la alianza con Nuestro Señor) por ninguno de estos motivos: debería abandonarla porque no creo o ya no creería aun cuando nunca hubiera conocido a nadie de las órdenes que no fuera sabio y santo a la vez. Negaría el Santísimo Sacramento, es decir: llamaría a Dios un fraude en su propia cara.

Si Él fuera un fraude y los Evangelios, fraudulentos, es decir, episodios seleccionados con la mala intención de un loco megalómano (que es la única alternativa), en ese caso, por supuesto, el espectáculo exhibido por la Iglesia (en el sentido del clero) en la historia y en la actualidad, sería una simple prueba de un fraude gigantesco. Pero si no, este espectáculo es, ¡ay!, sólo lo que era de esperar: empezó antes de la primera Pascua y no afecta a la fe en absoluto, excepto en cuanto podemos y debemos estar muy apenados.

Pero deberíamos apenarnos por Nuestro Señor, identificándonos con los escandalizadores, no los santos, sin clamar que no podemos «tolerar» a Judas Iscariote, o aun al absurdo y cobarde Simón Pedro o a las tontas mujeres como la madre de Santiago, que trató de poner a sus hijos por delante.

Exige una fantástica voluntad de incredulidad suponer que Jesús nunca realmente «tuvo lugar», y más todavía suponer que nunca dijo las cosas que de Él se han registrado (tan incapaz era nadie en el mundo de aquella época de «inventarlas»): tales como «antes de que Abraham existiera Yo soy» (Juan VIII); «El que me ha visto, ha visto al Padre» (Juan IX); o la promulgación del Santísimo Sacramento en Juan VI: «El que ha comido mi carne y bebido mi sangre tiene vida eterna».

Por tanto, o bien debemos creer en Él y en lo que dijo y atenernos a las consecuencias, o rechazarlo y atenernos a las consecuencias. Me es difícil creer que nadie que haya tomado la Comunión, aun una vez, cuando menos con la intención correcta, pueda nunca volver a rechazarle sin grave culpa. (Sin embargo, sólo Él conoce cada una de las almas singulares y sus circunstancias).

La única cura para el debilitamiento de la fe es la Comunión. Aunque siempre es Él Mismo, perfecto y completo e inviolable, el Santísimo Sacramento no opera del todo y de una vez en ninguno de nosotros. Como el acto de Fe, debe ser continuo y acrecentarse por el ejercicio. La frecuencia tiene los más altos efectos. Siete veces a la semana resulta más nutritivo que siete veces con intervalos...

A mí me convence el derecho de Pedro, y mirando el mundo a nuestro alrededor no parece haber muchas dudas (si el Cristianismo es verdad) acerca de cuál sea la Verdadera Iglesia, el templo del Espíritu, agónico pero vivo, corrupto pero sagrado, autorreformado y reestablecido.
Pero para mí esa Iglesia, de la cual el Papa es la cabeza reconocida sobre la tierra, tiene como principal reclamo el que sea la que siempre ha defendido (y defiende todavía) el Santísimo Sacramento, lo ha venerado en grado sumo y lo ha puesto (como Cristo evidentemente lo quiso) en primer lugar. Lo último que encomendó a san Pedro fue «alimenta a mis ovejas»; y como Sus palabras deben siempre entenderse literalmente, supongo que se refieren en primer término al Pan de la Vida. Fue en contra de esto que se lanzó la revolución del Oeste de Europa (o Reforma) -«la blasfema fábula de la Misa»- y la oposición entre las obras y la fe, un mero falso indicio...

...Pero me enamoré del Santísimo Sacramento desde un principio...pero, ¡ay!, no he vivido a su altura. Ahora rezo por vosotros todos, sin descanso, para que el Curador (el Haelend, como el Salvador era por lo general llamado en el inglés antiguo) corrija mis defectos y ninguno de vostros deje de nunca exclamar: Benedictus qui venit in nómine Dómini!”

Es una carta de J.R.R. Tolkien a su hijo Michael, 1 de Noviembre de 1963(cfr. J.R.R.Tolkien Cartas, selección de Humphrey Carpenter; carta 250, pp. 393-96. Minotauro, Barcelona 1993).


Me pregunto qué efecto tendrá (o no) entre los adictos-ilusos tolkienianos este texto. También si no hubiera sido mejor que master Tolkien se hubiera dedicado un poco ex profeso a la apologética, con ese estilo tan contundente que expresan estos párrafos de su epistolario familiar.

De todas formas, es un valioso testimonio de uno de los hombres que han marcado con su obra la Literatura Universal. Con plena (y afectada) conciencia, el Tolkien que se fundamenta y hace fuerte en la tradición más genuinamente católica, es un buen maestro/consejero para los perplejos: Los perplejos de buena voluntad, of course.


&.

sábado, 29 de marzo de 2008

Desiderium

El monte, el bosque fragoso, la vereda, el rumor de la brisa en las ramas, el aroma suave del aire.

Y el corazón sediento, más ansioso cuanto más cerca la fuente.

"...ipsa me deduxerunt et adduxerunt in montem sanctum tuum et in tabernácula tua..."

Et introíbo!




+T.

domingo, 23 de marzo de 2008

Emaús



Después de las horas de clavos y espinas,
de lienzo y sepulcro sellado,
después de la Cruz...

Desolada el alma, triste y temerosa,
se alejan del sitio con pena,
los ojos sin luz.

Van por el camino, andado en silencio,
recuerdos de muerte y dolores.
Y apareces Tú.

Tu paso se hace al de los caminantes,
que avivan el suyo contigo;
no saben Quién es.

Tú tampoco dices quien eres y hablas,
y haces que cuenten, que digan
aquello que fue.

Y escuchas la historia de tu Cruz contada,
amarga aprensión de derrota,
por primera vez.

!Qué torpes y necios, que poco sapientes
de salmos y de profecías,
que hablan de Ti!

Te oían, y ardían sus almas al don de tu voz
que despabilaba latidos
de un eco feliz.

Llegados al fin a la aldea te piden:
"¡Detente, vente con nosotros
y párate aquí!"

La mesa - Altar y Calvario -
el lienzo - sudario y mantel -
el cáliz - el agua y la sangre -
el pan bendecido y partido
al fin, Señor, te hacen ver.

!Emaús de los caminantes,
que en mesas y altares
se encienden de amores Contigo
cada atardecer!


+T.

Ut videamus!


Conozco su Rostro, nieve y rosales,
recién nacido.
.
También sé de su Faz, sangre y espinas,
crucificado.

Y hasta el Sudario, mirra en el lienzo,
de su sepulcro.

Pero el ansia temerosa de verle,
tocar y besar
es mi necesidad de cada día,
la esperanza
del amor de la Gloria que mantiene
activo el querer
que es mi pasión, mi aliento, mi vigilia:

Ostende mihi
- et nobis - Faciem Tuam!

+T.

jueves, 20 de marzo de 2008

Detenciones (sive stationes animae)

Soy especialmente sensible a los ciclos litúrgicos y sus momentos. Pero me molesta su transcurrir, porque no se sincronizan al ritmo de mis necesidades espirituales.
Claro que comprendo que podría haber dicho tambien "mis particularismos", "mi idiosincrasia", o "mi voluntad" espiritual(-es)...O que no me sincronizo yo. Quizá así la sinceridad confesa atinara mejor a describir el caso. Pero el caso es que me pasa.

Para que se me entienda - si alguno lo encontrara interesante - diré que, por ejemplo, el Adviento y la Cuaresma se me quedan cortos, y la Semana Santa, sobre todo. Lo de la sevillana del "tiempo detente", pero en tempo espiritual. O, más bíblico, lo del milagro del Sol en la batalla de Gabaón (Jos. 10, cfr. el caso del testarudo Galileo); o, más lugareño, lo de Garci Pérez de Vargas y el milagro de Tentudía (una especie de transposición a la Reconquista del Antiguo Testamento a la sevillana, con ribetes de cruzada). Pues eso, más o menos y a mi modo.

Esta mañana, de vuelta de mi pueblo a Sevilla, rezando las Horas del Jueves Santo, he sentido la ansiedad de otros mismos momentos de otros Juevesantos: Quisiera detenerme, fondearme con ancla profunda, en dos o tres textos, en dos o tres palabras, en un par de oraciones:

Sal 80, 2-4: Aclamad a Dios, nuestra fuerza;dad vítores al Dios de Jacob:acompañad, tocad los panderos, las cítaras templadas y las arpas; tocad la trompeta por la luna nueva, por la luna llena, que es nuestra fiesta

Hb 2, 9b-10: Vemos a Jesús coronado de gloria y de honor por haber padecido la muerte. Así, por amorosa dignación de Dios, gustó la muerte en beneficio de todos. Pues como quisiese Dios, por quien y para quien son todas las cosas, llevar un gran número de hijos a la gloria, convenía ciertamente que perfeccionase por medio del sufrimiento al que iba a guiarlos a la salvación.

Hb 4, 14-16: Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios - mantengamos firmes la fe que profesamos. Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna.
.
Jn 13, 1: Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.

Y la oración que comienza: "Nuestra salvación, Señor, es quererte y amarte..."

Y yo quisiera - yo quiero! - detenerme, estarme, quedarme en esos lugares del alma de mi alma, fijo, hasta que me llamen a vivir lo que tanto creo, siento y espero.


+T.

martes, 18 de marzo de 2008


La fiesta del Patriarca San José queda impedida este año por la Semana Santa, al caer el Miércoles Santo en 19 de Marzo (una de las fechas más extremas del calendario Cuaresmal-Pascual). A efectos litúrgicos, la Misa y el oficio de San José se trasladaron al pasado Sábado de Pasión, pero popularmente la fiesta del Patriarca será mañana, y, a pesar de ser Miércoles Santo, en Valencia arderán las fallas (y a pesar de San José, en Sevilla saldrán - Deo volente - las Cofradías del Miércoles Santo).

Tengo experiencia probada de lo serio que es el Patriarca. Dos o tres veces que le he pedido por cosas importantes que me preocupaban, intercedió con tal efectividad de "pater familias", que el remedio alcanzado fue de radical contundencia, tanto que me pienso muy bien qué le pido.

La iconografía que prefiero, de entrada, es la del calvo canoso con barba arreglada y vara florida. Con Niño, of course; aunque también tengo entre mis preferidas algunas representaciones con el Santo sólo y estante (con vara, of course). Otras representaciones más "juveniles" de San José me gustan según. Por ejemplo, las de Murillo son encantadoras y crearon un tipo en la iconografía josefina, con mil y una versiones dependientes de los SanJosés del pintor sevillano. La Sagrada Familia del Pajarito es uno de esos cuadros que espero encontrar en la Gloria, porque es un neto retrato de la Gloria (de cuando la Gloria se encarnó en Familia y habitó entre nosotros). Ese, quizá sea el San José más San José que se haya pintado jamás (sin desmerecer otros, pero sin parangón de ninguno).

El Patriarca no es corriente, porque no pudo ser corriente. Acostumbrados (mal acostumbrados) en estos último lustros a ese incrédulo minimalismo que reduce al Cristo Hijo de Dios a sólo un Jesús de Nazareth (que si dijeran Jesús Nazareno, ya sería otra cosa), la piedad indiscreta de los mal influenciados han quitado a la Virgen la corona de 12 estrellas, el manto de sol y la luna de escabel. Y para esa plebe que se des-catoliza por momentos, el glorioso Patriarca está hoy olvidado en un rincón, con más serrín encima que cuando serraba en el taller de Nazareth. Y es el que hizo de padre del Hijo del Padre, por elección expresa del Padre, que tanto se complugo en José de Belén (y después, de Nazareth).

Como la gente ya no lee lo que hay que leer, y como se escribe tanto y tanta gente escribe (verbigracia ego ipse et vos ipsi etiam), no se lee (ni se sabrá que existen) las buenas obras de gente tan admirable como fr. Reginald de Garrigou-Lagrange, que tiene un articulito titulado La Prééminence de Saint Joseph sur tout autre saint , la mar de bueno para leer y meditar.

El año pasado me regalaron ese dibujo de San José que he puesto de ilustración. Me gustó tanto cuando lo vi, que pedí una copia, que me consiguieron muy amablemente. El tipo iconográfico es murillesco, tierno, confiado y familiar, a la vez que significativamente religioso. No preciso si el Niño se restrega los ojillos porque está despertando, o porque está llorando, o porque ha llorado.

¿Y por qué ha llorado? ¿Y por qué lloraba? ¿Y cuándo lloraría? El Patriarca, su padre en la Tierra, el esposo de la Virgen - la SiempreVirgen -, su Madre, lo sabe. Y mira al Niño, su Hijo en custodia, y sonríe y contempla y se ensimisma viéndole cómo despierta de su sueño, o como llora sus penitas de Dios hecho Niño - ¡ay Dios mío!- (<--esto es un suspiro, pero no hay tecla para ponerle grafismo).
.
Nunca ha habido hombre con más poder en sus manos, en su casa, en su corazón, en sus ojos, en su pensamiento: Veía a Dios, y Dios le llamaba "padre"...y enseñó al Hijo de Dios a ser un hombre. ¡ Y qué bien lo hizo!
.
+T.