Ayer tarde rezaba el Papa en San Pablo Extramuros por la unidad de los cristianos; hoy se atentaba sacrílegamente contra esa espectral unidad. Parece como una parodia irreverente, aberrante, pero al fin los anglicanos originales, los que nacieron del verraco insatisfecho Henry VIII Tudor, han consumado el pecado horrendo de ordenar obispo a una hembra, una feministona ambiciosa con antojo irreprimible de poder clerical.
Matizo que no siendo Iglesia y sin tener la potestad de conferir el Sacramento del Orden, lo que han hecho esta mañana en York es una patochada clericaloide herejética impropia, aunque le echen toda la pompa y circunstancia de la Gran Bretaña. Pero pecado hay, porque además de subsistir como tal confesión anglicana en la herejía original de su turbia fundación, los participantes, ella y sus complacientes co-jerarcas, no son ignorantes, ni inocentes. De lo que opine la suprema cabeza visible anglicana que es la Queen, no se sabe. Intuimos que mientras no peligre the Crown, la Queen firmará lo que sea donde haya que firmar y estampará su real sello, sin meterse en más complicaciones. Si unicamente ha alzado la voz en contra un clérigo discrepante y todos los demás asistentes han aprobado y el público ha aplaudido, la Queen, graciosamente, consiente y pásese página, que no están los tronos sobrevivientes como para sufrir escrúpulos religiosos. Doctores, además, tienen Oxford y Cambridge que sabrán discernir. O no. Pero qué más da, si el rito resulta políticamente femini-correcto, según la moda.
A nosotros, los católicos, la aberración nos afecta por contagio de proximidad y confusión, obra todo ello del desgraciado ecumenicismo vaticanosecundista, que degeneró muy pronto en un panfilismo de tragaderas tamaño Cloaca Máxima romana, capaz no sólo de codearse y simpatizar con lo más tradicionalmente anticatólico, sino incluso de propiciar el engendro de las convivencias inter-religiosas de Asís.
Así podemos asistir a escenas tan católicamente inimaginables como ver al Papa saludar con derroche de afectos a una hembra con traje clerical que es presidenta de no se que cosa de los herejes de no se donde. La foto es de ayer mismo, en San Paolo Fuori le Mura, donde rezaban juntos por la unidad:
Los anglicanos atentan contra el sacerdocio con toda irreverencia porque no saben qué es lo que nunca han tenido: Jerarquía sacerdotal.
Los católicos callamos...o aprobamos, consentimos o disimulamos porque estamos dejando de creer en el Sacramento del Orden, sus efectos y sus consecuencias. Por eso ya hay des-católicos a quienes les parecería bien que se ordenasen mujeres, también tenemos monjas degeneradas que lo reclaman como un 'derecho', incluso hay obispos poco-católicos que están 'abiertos' a la sacrílega ocurrencia.
El problema es de fe, de falta de fe, de pérdida de la fe católica y apostólica. El problema es eclesiológico, teológico.
Yo soy de los que todavía esperan que (como ese anglicano que se levantó y protestó) algún obispo católico, consciente de su sagrado munus episcopal-jerárquico, se desmarque de la piara episcopal silenciosa y condene y declare pecado contra el Espíritu Santo la aberración de las pseudo-ordenaciones de hembras anglicanas. Un pastor, ni más ni menos, que distinga al lobo y le quite el engañoso pellejo de oveja ecuménica.
Yo soy de los que creen y esperan y no tragan por mucho que edulcoren la pildorita venenosa con jarabe dulce de ecumenismo.
Huelga decir que si rezo por la unión, pido antes por la conversión, el arrepentimiento y la sanación espiritual de los herejes y cismáticos. Aunque lo vea cada vez más imposible, dada la falsa voluntad que demuestran perversiones como la que comento en este articulete.
Dios nos salve de la Reina y de sus hembras obispesas !!!
+T.
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martes, 27 de enero de 2015
martes, 15 de julio de 2014
Hembras en Canterbury: Dañados por aproximación
El Movimiento de Oxford fue un episodio de gracia que marcó una línea de luz. Fuera de esa luz amable que lleva a Roma, la Iglesia Anglicana actual es una repugnante caricatura de lo que puede llegar a ser la Iglesia Católica si no se re-concilia con su identidad y - entre otras cosas más - suspende radicalmente la farsa del ecumenismo vaticanosecundista.
Salvo el ecumenismo entendido como reclamo para la conversión y reintegración en la Iglesia Católica (única y verdadera Iglesia), todo movimiento ecuménico debe considerarse, sin ambages, como una equívoca relación que, más pronto o tarde, infecta y descompone.
La aberrante noticia de la admisión de las mujeres a formar parte de la pseudo-jerarquía anglicana nos viene encima cuando ya estamos aberrantemente contaminados con la admisión 'social' de las hembras clérigas anglicanas y protestantes, que hasta se han retratado con el Papa cuando han sido, irreverente e impúdicamente, admitidas en el séquito de algún pseudo-jerarca visitante (la impudicia la cometió el pseudo-obispo que las admitió; la irreverencia el monseñor romano que lo consintió).
La gente común, el catolicismo popular sub-formado y de-formado que aplaude a PP.Franciscus, no entiende ni discierne y se suma a la expectación de los des-católicos que piden el imposible de hembras en la clerecía. El sensus fidei populi no existe si no se forma, y los tiempos post-conciliares no han sido una época formativa, sino todo lo contrario: El dogma se ha substituido por la voz de la calle, a la que parece haberse sumado, incluso, la Jerarquía, que cede a la opinión y silencia la doctrina. Por esto, por falta de doctrina, hay gente poco-católica que se encandila con la aberración de las obispesas inglesas y exige la cuota de clero-hembra con el convencimiento de estar postulando un derecho y luchando contra una marginación.
Queda probado que PP Franciscus no es Papa de magisterio contundente, sino de charla-homilía y entrevistas sazonadas con off the record. De su parte no se puede esperar nada. Milagro será que no mande congratulations al mentecato mitrado de Canterbury y a su plebe, ellos y ellas (y el intermedio de género mediano, of course).
¡La Providencia nos libre de más bochorno!
Pero esto pasa porque en su momento, cuando las pseudo-ordenaciones de hembras empezaron, no se cortaron terminantemente las vías de comunicación ecuménica. De las medias sonrisas vienen estas carcajadas. De las medias tintas, estos borrones indelebles.
Lo peor es que aun estamos oficialmente en el baile del ecumenismo, que, tal y como está planteado, es una gran impostura, insostenible según una recta teología-eclesiología católica.
Liberanos, Dómine !
+T.
domingo, 29 de diciembre de 2013
Asesinato en la Catedral
El valiente campeón del honor de Dios frente al despotismo real sufrió un segundo martirio, otra vez por malevolencia impía de un monarca inglés, cuando, bajo la persecución anti-católica del infame Enrique VIII Tudor, el sepulcro del Santo Arzobispo cantauriense fue profanado y sus reliquias destruidas.
Pero la memoria del Santo Primado perduraría piadosamente en el culto católico y floreció más tarde en la Inglaterra de Pugin y Newman, como una especie de alma religiosa ancestral presente en la imaginería del neogótico y el resurgir católico. Finalmente, también los anglicanos reivindican al gran jerarca medieval incluyéndolo entre los Santos que vuelven a ser venerados. En este ambiente de la high church de la primera mitad del siglo pasado se inserta la obra de T. S. Eliot 'Asesinato en la Catedral' (1935), un denso poema dramático en torno al martirio de St. Thomas Becket.
La obra fue más tarde llevada al cine. El cineasta austriaco George Hoellering dirige una película en blanco y negro, con música del compositor húngaro Laszlo Lajtha. El film ganó el Gran Premio en el Festival de Cine de Venecia en 1951. En la versión inglesa, intervino el propio T.S. Eliot prestando voz en off, sin imagen, al cuarto tentador.
En 1957, el maestro italiano Ildebrando Pizzetti finaliza su ópera 'Assasinio nella Catedrale' (dos actos y un interludio), inspirándose en la obra de Eliot. Se estrenó el año siguiente en la Scala de Milán. Desde entonces, se ha representado muy pocas veces.
Una partitura estupenda, estupenda música, estupendo guión y un estupendo Ruggero Raimondi son estupendas razones para solemnizar el día de Santo Tomás Becket disfrutando de una también estupenda puesta en escena, en el presbiterio de la Basílica de San Nicolás, en Bari. Es una de esas raras joyas publicadas en yutube.
A partir del minuto 1:11:00 se representa la escena del asesinato, imponente. Vean esa parte, por lo menos, merece la pena.
Qui pro nobis oret
Ex Voto
+T.
martes, 20 de noviembre de 2012
Corolario a Welby
Un cometarista de la entrada anterior reclamaba un corolario y dejaba dos tópicos supuestos:
- 1: tras el cuidado de las formas está la hipocresía
- 2: más allá del cuidado de las formas está la autenticidad
Supongo que el susodicho advertirá (le estimo un comentarista inteligente) el absurdo presente en los dos enunciados, pero, de todas formas, respondo:
ad primum: la forma íntegra/perfecta (cuidada, pues) es parte del ser, so pena de que pueda perder su integridad o perfección como tal ser por incurrir en imperfección formal, por lo cual el cuidado de la forma es una necesidad; lo hipócrita sería el disimulo de la imperfección a costa de una deliberada falsedad/engaño o merma/falta en la forma
ad alterum: más allá de lo formal o está el vacío o el engaño (si la forma no se identifica con su sustancia) o la verdad de una esencia congruente con su forma (si la realidad esencial ha sido bien e integramente expuesta/representada en su forma correspondiente)
No me gustan las dialécticas, pero si hay que razonar, soy bastante razonable. Y ya puesto, como relativamente pertinente ilustración, vean estas fotos:
Cuando la forma pierde dignidad en relación con aquello que debe representar dignamente, se desliza, más o menos perceptiblemente, hacia lo ridículo y/o lo burlesco. Esta es una de las claves de lo cómico-mimético tal y como se utiliza en la pantomima, el carnaval o la sátira humorística. Ocurre siempre como consecuencia de una más o menos consciente degradación/depreciación de un concepto y su representación. Quiero decir que una devaluación conceptual de lo que es un obispo conduce a la depreciación del significado de los ornamentos episcopales y se traduce en una escena final como la de la foto: El intercambio de la mitra del obispo y el casco del policia en un contexto trivial, popularmente divertido, que, sin embargo, significa más de lo que aparenta.
La degradación de las formas afecta a la integridad de las esencias.
p.s. Un apéndice de lo mismo: La hija del arzobispo con una mitra cómica, empatizando con su muy ilustre y digno (?) papá:
Como 'ellas' son pseudo-ordenadas 'obispas' en algunas 'iglesias' de la Comunión Anglicana y el nuevo Archbishop de Cantebury parece ser partidario del engendro, su hija podría ser un día su sucesora como 'archiobispesa' y portar (¡por qué no??) esa misma extravagante mitra que luce en la foto. Así están las cosas en la (no)Iglesia Anglicana, con estos (no)obispos tan light (formal y sustancialmente).
Recordando las muchas escenas de sombrero y empatismo popular protagonizadas por el Beato Magno y también (en menor grado y con menos frecuencia) por nuestro Benedicto, debemos rezar para que no caer en la tentación (para que no caigan, es decir).
+T.
- 1: tras el cuidado de las formas está la hipocresía
- 2: más allá del cuidado de las formas está la autenticidad
Supongo que el susodicho advertirá (le estimo un comentarista inteligente) el absurdo presente en los dos enunciados, pero, de todas formas, respondo:
ad primum: la forma íntegra/perfecta (cuidada, pues) es parte del ser, so pena de que pueda perder su integridad o perfección como tal ser por incurrir en imperfección formal, por lo cual el cuidado de la forma es una necesidad; lo hipócrita sería el disimulo de la imperfección a costa de una deliberada falsedad/engaño o merma/falta en la forma
ad alterum: más allá de lo formal o está el vacío o el engaño (si la forma no se identifica con su sustancia) o la verdad de una esencia congruente con su forma (si la realidad esencial ha sido bien e integramente expuesta/representada en su forma correspondiente)
No me gustan las dialécticas, pero si hay que razonar, soy bastante razonable. Y ya puesto, como relativamente pertinente ilustración, vean estas fotos:
La degradación de las formas afecta a la integridad de las esencias.
p.s. Un apéndice de lo mismo: La hija del arzobispo con una mitra cómica, empatizando con su muy ilustre y digno (?) papá:
(ver aquí)
Como 'ellas' son pseudo-ordenadas 'obispas' en algunas 'iglesias' de la Comunión Anglicana y el nuevo Archbishop de Cantebury parece ser partidario del engendro, su hija podría ser un día su sucesora como 'archiobispesa' y portar (¡por qué no??) esa misma extravagante mitra que luce en la foto. Así están las cosas en la (no)Iglesia Anglicana, con estos (no)obispos tan light (formal y sustancialmente).
Recordando las muchas escenas de sombrero y empatismo popular protagonizadas por el Beato Magno y también (en menor grado y con menos frecuencia) por nuestro Benedicto, debemos rezar para que no caer en la tentación (para que no caigan, es decir).
+T.
domingo, 18 de noviembre de 2012
Degenerando: De Cosmo Lang a Justin Welby
Cuando ví la foto del nuevo (preconizado) Arzobispo de Canterbury, se me vino a la mente, incontinenti, la imagen de su predecesor Cosmo Lang, más concretamente el retrato que le pintó el aristocrático Laszlo. Comparen Uds. las dos estampas, y concluyan. Concluirán, por lo menos, que el estilo ha decaído, que el nuevo look es manifiestamente desmejorado y desmejorante, que tanto va de Cosmo a Justin como de un Pugin a un Moneo.
Aunque el caso podría exponerse desde la perspectiva del post hoc ergo propter hoc, como una secuencia de degeneración sucesiva, escalón a escalón, bajón a bajón, desde Lang hasta Welby, con el último en la serie, Rowan, como precedente inmediato.
El Cosmo Gordon Lang que marcó época y estilo post-victoriano fue uno de los personajes más controvertidos del stablishment de entreguerras. Yo destacaría en él cierta tendencia errática, por lo menos dubitante y contradictoria por momentos, momentos que fueron circunstancias de altísimo nivel, como corresponde al Arzobispo Primado de Canterbury, el Primado Anglicano, si no efectivo sí representativo. Me lo imagino (dsipénsenme la fantasía) como un Denethor perplejo, que viendo y sabiendo tantas cosas, desde la perspectiva encumbrada de su alta torre y la videncia del palantir, terminara desconcertado y abrumado, resolviendo (o no), dejando cuestiones marcadas (o no) que dejaban prever una deriva que sólo en la actualidad se aprecia en cuanto a sus graves consecuencias.
Por ejemplo, el Cosmo Lang tan severo durante la crisis que concluyó con la abdicación de Eduardo VIII (20 Enero 1936 / 11 Diciembre 1936), fue el mismo que un año después, en 1937, evitó oponerse efectivamente a la liberalización de la legislación divorcista argumentando que "...ya no era posible imponer por ley el estándar cristiano a una sociedad en gran parte no cristiana".
Una dialéctica claudicación en los principos que, a la larga, marcaría esa transición paulatina de la High Church victoriana a la Iglesia Anglicana que regirá el recién electo Welby, partidario de la ordenación de las 'clergy-women' y las 'obispas', del 'matrigaymonio', de los clérigos y cleriguesas gay-lesbis y de todo lo demás que se supone en un Archbishop que viste y se luce como aparece Welby en la foto.
Por cierto que el look estridente-esperpento de Welby se parece mucho al estrafalario fondo de sacristía usado por el Beato Magno en sus últimos años, cuando se impuso el estridente mal gusto del ceremoniero post-moderno Piero Marini, monseñor-dictador de moda eclesiástica.
No quiero decir con esto que el mal gusto estético-litúrgico concluya necesariamente en una degeneración doctrinal/moral/pastoral. Pero sí mantego la tesis que de vez en cuando recuerdo aquí, en ExOrbe: Que las formas significan el fondo, que lo interior asoma por debajo de lo exterior y que el continente transparenta el contenido.
+T.
Aunque el caso podría exponerse desde la perspectiva del post hoc ergo propter hoc, como una secuencia de degeneración sucesiva, escalón a escalón, bajón a bajón, desde Lang hasta Welby, con el último en la serie, Rowan, como precedente inmediato.
El Cosmo Gordon Lang que marcó época y estilo post-victoriano fue uno de los personajes más controvertidos del stablishment de entreguerras. Yo destacaría en él cierta tendencia errática, por lo menos dubitante y contradictoria por momentos, momentos que fueron circunstancias de altísimo nivel, como corresponde al Arzobispo Primado de Canterbury, el Primado Anglicano, si no efectivo sí representativo. Me lo imagino (dsipénsenme la fantasía) como un Denethor perplejo, que viendo y sabiendo tantas cosas, desde la perspectiva encumbrada de su alta torre y la videncia del palantir, terminara desconcertado y abrumado, resolviendo (o no), dejando cuestiones marcadas (o no) que dejaban prever una deriva que sólo en la actualidad se aprecia en cuanto a sus graves consecuencias.
Por ejemplo, el Cosmo Lang tan severo durante la crisis que concluyó con la abdicación de Eduardo VIII (20 Enero 1936 / 11 Diciembre 1936), fue el mismo que un año después, en 1937, evitó oponerse efectivamente a la liberalización de la legislación divorcista argumentando que "...ya no era posible imponer por ley el estándar cristiano a una sociedad en gran parte no cristiana".
Una dialéctica claudicación en los principos que, a la larga, marcaría esa transición paulatina de la High Church victoriana a la Iglesia Anglicana que regirá el recién electo Welby, partidario de la ordenación de las 'clergy-women' y las 'obispas', del 'matrigaymonio', de los clérigos y cleriguesas gay-lesbis y de todo lo demás que se supone en un Archbishop que viste y se luce como aparece Welby en la foto.
Por cierto que el look estridente-esperpento de Welby se parece mucho al estrafalario fondo de sacristía usado por el Beato Magno en sus últimos años, cuando se impuso el estridente mal gusto del ceremoniero post-moderno Piero Marini, monseñor-dictador de moda eclesiástica.
No quiero decir con esto que el mal gusto estético-litúrgico concluya necesariamente en una degeneración doctrinal/moral/pastoral. Pero sí mantego la tesis que de vez en cuando recuerdo aquí, en ExOrbe: Que las formas significan el fondo, que lo interior asoma por debajo de lo exterior y que el continente transparenta el contenido.
+T.
domingo, 29 de mayo de 2011
Yes, yes, yes
Un amigo (un cómplice) me ha avisado que otro cómplice (otro amigo) ha publicado un divertido y oportuno diálogo de una serie inglesa que hizo furor allá por los ochentypico. Pego tal cual la cosa, léanla, please:
En 1987 la BBC produjo una serie de TV titulada: "Sí, ministro", y poco después su secuela "Sí, Primer Ministro" (aquí la referencia en español). Los papeles principales se asignaron a los magníficos actores Nigel Hawthorne, Paul Eddington y Derek Fowlds. Sirviendo a las similitudes que arriba cito les selecciono un fragmento del episodio “El gambito del Obispo”.
El Primer Ministro está en su despacho y conversa con sus consejeros. Le preocupa la elección que la Iglesia Anglicana le pide entre dos candidatos a obispo.
PRIMER MINISTRO.- Humphrey, ¿qué es un modernista en la Iglesia?
SIR HUMPHREY.- ¡Ah...! La palabra modernista significa: “No creyente”.
PRIMER MINISTRO.- Es decir ¿ateo
SIR HUMPHREY.- No, Primer Ministro, un clérigo ateo no continuaría cobrando sus estipendios. Así que cuando dejan de creer en Dios se llaman modernistas.
PRIMER MINISTRO.- ¿Cómo puede la Iglesia sugerirme un ateo como candidato a obispo?
SIR HUMPHREY.- Pues, muy sencillo. La Iglesia Anglicana es primordialmente una organización social, no religiosa.
PRIMER MINISTRO.- (Con ojos de asombro) ¿Sí...?
SIR HUMPHREY.- Sí. Es parte del engranaje social de esta nación. Los obispos han de ser hombres con facilidad de expresión y que sepan qué cubierto utilizar. Gente que invite al respeto.
PRIMER MINISTRO.- Así que ahora para la Iglesia el candidato ideal es un cruce entre sociable y socialista...
Entra el secretario Bernard Woolley con unos papeles, el Currículum Vitae del Candidato Stanford, que lee de inmediato.
BERNARD.- (Carraspeo) Perdón… Tras estudiar teología fue capellán del Obispo de Sheffield y, después, Consejero Diocesano de Comunidades Étnicas y Responsabilidad Social. Dio conferencias sobre nexos entre religiones, vínculos entre cristianos y marxistas y relaciones entre cristianos y las mujeres de la... ¡Hum!. Después fue ascendido a Capellán de la Universidad de Essex y Vice-Rector de la Universidad de Teología. Ahora es, como sabe, Secretario del Comité Pro-Desarme, de la Iglesia Anglicana.
PRIMER MINISTRO.- ¿Nunca ha sido vicario de una parroquia?
BERNARD.- ¡Cielo santo, no, Primer Ministro! Quienes aspiran a obispo evitan la labor pastoral.
PRIMER MINISTRO.- Por lo que dice, el canónigo Stanford es algo así como un agitador político.
SIR HUMPHREY.- No exactamente. Pero sí sería una espina en temas como huelgas, presupuestos de Seguridad Social, Urbanismo, desempleo, Defensa... Es interesante, no crea, que hoy en día los políticos hablen de ética y los obispos de política [...]
BERNARD.- (Terminando su lectura) Es también un experto en islamismo; asegura que la Biblia es una copia del Corán. [...] Diseñó una iglesia en el sur de Londres y en los planos había salas para planificación familiar y organización de manifestaciones, pero ningún lugar para la Comunión.
PRIMER MINISTRO.- ¿Habla en serio?
BERNARD.- Bueno, había un fórum multifuncional para los servicios...
PRIMER MINISTRO.- ¡Y la Iglesia lo aprobó...?
SIR HUMPHREY.- ¡Por supuesto! La Iglesia está regida por los teólogos.
PRIMER MINISTRO.- ¿A qué se refiere?
SIR HUMPHREY.- La teología es un instrumento para que los agnósticos se mantengan en la Iglesia.
PRIMER MINISTRO.- (Resuelto) No deseo que Stanford entre. (Mira suplicante a los dos) ¿Qué puedo hacer?
SIR HUMPHREY.- Podría usted rechazar a ambos candidatos, pero sería excepcional y no aconsejable.
PRIMER MINISTRO.- ¿Aunque un candidato quiere echar a Dios de la Iglesia y el otro echaría a la Reina?
SIR HUMPHREY.- La Reina es inseparable de la Iglesia Anglicana.
PRIMER MINISTRO.- ¡Ah! ¿Sí? ¿Y qué hay de Dios?
SIR HUMPHREY.- (Encogiendo los hombros) Es lo que se llama un extra opcional.
Por la tarde, en su casa, el Primer Ministro conversa con su esposa Annie. Mientras ella plancha un vestido él hojea el periódico sentado en un sofá.
PRIMER MINISTRO.- (Cerrando el periódico) He de elegir un obispo...
ANNIE.- ¡Es ridículo!
PRIMER MINISTRO.- ¿Por qué?
ANNIE.- No eres lo que se dice muy religioso.
PRIMER MINISTRO.- Soy el Primer Ministro. La religión no tiene nada que ver.
ANNIE.- ¿Ni con los obispos…?
PRIMER MINISTRO.- Nada que ver. Son como empresarios, pero disfrazados. [...]
ANNIE.- Como creyente y practicante yo prefiero que elijas a un hombre de Dios.
PRIMER MINISTRO.- Me ofrecieron uno, pero quería hacer de la Iglesia un movimiento religioso. Quieren obligarme a elegir a un modernista.
ANNIE.- ¿Marxista o ateo?
PRIMER MINISTRO.- Ambas cosas. No es que me importe que sea ateo, pero lo de marxista podría causarme graves problemas con sus discursos en la Cámara de los Lores.
ANNIE.- ¿Y no puedes rechazarlo?
PRIMER MINISTRO.- Parecería un acto político.
ANNIE.- ¿Pero no acabas de explicarme que ahora los clérigos son esencialmente políticos?
PRIMER MINISTRO.- Sí, pero no deben parecerlo.
ANNIE.- Ya... (Tras un corto silencio) Bueno, ¿por qué no lo rechazas por motivos religiosos?
PRIMER MINISTRO.- No te entiendo.
ANNIE.- ¿Cree en el cielo y en el infierno?
PRIMER MINISTRO.- Desde luego que no.
ANNIE.- ¿En la Virgen?
PRIMER MINISTRO.- (Enfático) No.
ANNIE.- ¿En la Resurrección?
PRIMER MINISTRO.- No, no... ¡En absoluto!
ANNIE.- ¿Y no es suficiente para rechazarlo?
PRIMER MINISTRO.- (Levantándose) ¡Annie...! ¡Estupendo! Rechazaré a ambos candidatos y habrán de presentarme otros. Lo que en realidad quiero es uno que guste a todo el mundo.
ANNIE.- (Asintiendo) Alguien que no tenga ideas propias sobre nada.
PRIMER MINISTRO.- Sssi, sí... Y si, además, sintiera afición hacia la Cristiandad no nos haría ningún daño.
ANNIE.-En este caso, quieres decir un pastor como los de antes.
PRIMER MINISTRO.- Eso es. Gracias cariño.
THE END ~ FIN (de esta selección del episodio) ~ CONTINUARÁ.
¿Qué tal? El autor del articulete, Pedro Rizo, teoriza sobre una de mis tesis más repetidas, passim, por este blog: Que en la Iglesia Católica actual hemos llegado a ese estadio anglicano de la subdivisión interna High Church/Low Church, con todas las consecuencias. Y nos gobiernan los hombres de media-iglesia, los moderados, los conciliadores (o los conciliaristas, según se mire). Los pasteleros, digamos, en suma.
El episodio sobre los obispos, mutatis mutandis, tiene su correlato en España y demás paises católicos (o con presencia de diócesis católicas). Nuestros episodios no tienen como escenario el despacho de un prime minister, sino que ocurren en los correspondientes salones eclesiásticos, de diverso nivel y en circunstacias variadas, pero concomitantes y/o paralelas con la del sketch cómico-dramático de esa serie inglesa.
En sustancia, muchas de las cosas que se dicen en ese diálogo, ese 'cuadro-perfil' de los seleccionables para obispos, son tal cual. O casi, sin variaciones notables: Un perfil católico mediano tirando a bajo, preferiblemente un implicado en temas sociales que un católico dogmático, mejor un gestor eficiente y políticamente descreído que un apasionado creyente, mejor un mediano que otro de estatura sobresaliente, mejor un no-problem que un problemático, mejor un hombre de diálogo que un reverendo de púlpito, mejor un discreto clergyman gris que una sotana con faja y bonete. En sustancia, decía.
Para reir y/o para llorar, según tengan Uds. el ánimo.
+T.
martes, 1 de marzo de 2011
El Discurso del Rey
Me alegro cuando las buenas películas obtienen galardones merecidos. Si el aprecio es general, mejor. Y si ganan un oscar, mejor para los óscares, esa degenerada y archi-prostituída institución. En este caso, la peli dignifica al premio.
La he visto en un cd pirata, y la he visto ya tres veces. Es un recurso casero, hasta que salga el dvd. Las pelis que me gustan, como los libros, las veo y las re-veo sin cansarme, al contrario. Terminan siendo una parte de mi pequeño mundo, imágenes, personajes, escenas, sonido y palabras. Esta, por ejemplo, ya la tengo archivada e intuyo hasta cuando me apetecerá re-verla.
El actor, Colin Firth, sólo tiene un remoto parecido con el personaje, el discreto Jorge VI; caracteriza muy bien, pero el valor de su interpretación es el mismo personaje de la película, con la propia historia base del guión. Sin embargo me ha llamado la atención la admirable caracterización que hace Elena Boham-Carter de la reina Elizabeth: Mediante una serie estudiadísima de movimientos y detalles de expresión (tics, miradas, giros de cabeza, postura de pies y manos) consigue recrear mucho más allá del guión, vestuario y maquillaje al personaje interpretado. Si a C. Firth le han dado el oscar, a la Boham-Carter se lo deben.
El doctor, bien. Los demás, también. Destacaría a Michael Gambon haciendo de Jorge V.
Pero me gustaria subrayar esto, particularmente: A la hora de valorar la peli, su contenido, se reseñan los valores que se ponen de manifiesto, superación personal, lucha contra las circunstancias y los complejos, la sinceridad de las relaciones, la cordialidad, la confianza, la amistad.
Pero junto a todo eso la peli es un intenso drama histórico-doméstico, con dos planos, o dos esferas: Un hombre y una familia que recomponen su vida personal; y la vida de una nación, de un estado/un reino puesto al borde de la quiebra de su identidad institucional por la vanidad de otro hombre que no quiere asumir su responsabilidad personal, moral, familiar, institucional y nacional, a no ser que las condiciones sean las que él propone, las suyas propias por encima de todos y de todo. Son dos conceptos, una crucial coyuntura con dos desenlaces en paralelo paradójico: La frustración de una brillante personalidad, atractiva, fascinante, pero renuente en el momento decisivo; y la afirmación de un carácter latente, doliente, consciente y responsable más allá de sus auto-reconocidas limitaciones.
Y junto al héroe, la heroina, que es la eposa, la queen Elizabeth de la Boham-Carter, tan imprescindible, tan realista, tan circunspecta, tan pragmática, tan flexible en su firmeza. No juzgo a los personajes de la historia real, sino que leo en la excelente representación que hace el film de unos tipos figurados sobre unos originales evocados: Una historia sobre un momento de la Historia en que una nación gravitaba sobre una familia y su pequeña historia: Unos abandonando con frívola vanidad, dejando un rastro de decepciones y desalientos; otros asumiendo lo que les toca con voluntad sufrida, sembrando esperanzas y alentado ánimos.
Me gusta mucho el cine inglés. Y los actores. El estilo inconfundible de sus películas, de las series de televisión, que se podrán imitar, pero no superar. Sin falsear la historia, exponen - dentro de los límites del medio cinematográfico - con veracidad, respeto y dignidad.
+T.
miércoles, 2 de febrero de 2011
Aproximación a Sir Thomas More
No recuerdo bien cuando fue la primera vez que ví el famoso retrato de More pintado por el maestro Holbein jr. , el que se conserva y expone en la Frick Collection de New York. Es una obra documental de valor singular, por el retratado y por el retratista. Yo soy un adicto holbeiniano, desde los 15 o 16 años, compulsivo coleccionador virtual de su obra.
Esta mañana me han alegrado el día enviándome muy gentilmente (¡gracias!) el link a una estupenda página de la Frick con uan exposición virtual de la obra que permite aumentar con una resolución de primerísima calidad el cuadro de Holbein, apreciándose la maestría del pintor al captar la figura de St. Thomas.
Entren y vean y disfruten Uds:
Santo Tomás Moro retratado por Hans Holbein el joven, en la Frick Collection de N. Y.
+T.
Esta mañana me han alegrado el día enviándome muy gentilmente (¡gracias!) el link a una estupenda página de la Frick con uan exposición virtual de la obra que permite aumentar con una resolución de primerísima calidad el cuadro de Holbein, apreciándose la maestría del pintor al captar la figura de St. Thomas.
Entren y vean y disfruten Uds:
Santo Tomás Moro retratado por Hans Holbein el joven, en la Frick Collection de N. Y.
+T.
sábado, 25 de septiembre de 2010
El Papa en el país de los antipapistas

El anglicanismo - velis nolis - surge de una coyuntura de pecado, un pecado muy personal de, en principio, un sólo personaje. Como una de esas costras purulentas de las piernas de Enrique VIII Tudor, poco más o menos. Del pecado de ese rey, de sus frustraciones, resentimientos, soberbias. Y de un bien rastreable complejo de inferioridad que, con más o menos consciencia, se desquitó atacando al Emperador y al Papa. Pero el Emperador no era tan "figura" como para mantenerle un pulso histórico prolongado. El Papa, sí. Por eso la identidad del cisma y la herejía anglicana se define contra Roma, contra el Papa. Ab orígine.
En el protestantismo continental de luteranos y calvinistas, la ira feroz contra Roma pierde fuelle apenas desaparecen los protagonistas primeros; pero en Inglaterra la furia anti-papal perduró activa de manera sorprendente. No es casualidad que cada siglo haya tenido sus crisis anti-papistas, el XVI de los Tudores y el XVII de los Estuardo y el XVIII de los Hannover: Todos han tenido sus capítulos de cólera anti-romana, ya sean la primeras persecuciones martiriales, o el estallido del Gunpowder Plot y Guy Fawkes, o la trama falsaria de Titus Oates. Cuando el Gran Incendio de Londres, en 1666, se acusó a los católicos: "el frenesí papista", decía la inscripción en la columna conmemorativa del incendio, en la City. Y cuando la restauración de la Jerarquía Católica, en 1850, la chusma londinense paseó y quemó un muñeco que representaba a Nicolas Wiseman, el recien nombrado Arzobispo Católico de Westminster.
Tampoco se olvide - que se olvida - que la nación que presume de ser cuna de las democracias occidentales mantiene la exclusión de los católicos al trono. Una ley ocasional creada ad hoc para cerrar el acceso a la corona de los herederos católicos de Jacobo II Estuardo y María de Módena, el Act of Settlement (Acta de de Establecimiento o Ley de Instauración) de 1701, sigue siendo un documento legal de primerísimo rango plenamente vigente, hasta el presente ni reformado ni oficialmente contradicho en su explícito anticatolicismo: Todo heredero real perdería sus derechos a la corona si se hiciera católico o contrajera matrimonio con un católico.
Hasta 1829, con el Roman Catholic Relief Act, no se puso fin a los Test Acts, que obligaban a todos aquellos que accedieran a un cargo oficial, funcionarios de la administración pública, los tribunales y el ejercito. Ante las autoridades competentes, tenían que rechazar bajo juramento la fe y la doctrina de la Transubstanciación, así como otras verdades católicas.
Si se han fijado, la ilustración que he puesto en el encabezamiento se comenta por sí misma: Es Churchill, con su figura rechoncha y gesto caracteristico, con casco, embutido en el mono caqui que popularizó cuando la 2ª Guerra Mundial. Con el lema de 'Desafío', se enfrenta a un monstruo terrorífico que traza con piernas cabeza y brazos la svástica nazi; pero el monstruo al que se enfrenta W. Churchill lleva puesta una tiara papal, que es lo más llamativo de la grotesca figura. El premier británico levanta la mano izquierda haciendo el signo V de victoria, y aprieta el puño derecho en ademán de golpear en los morros al monstruo de la tiara pontificia ¿El subsconciente? Quizá. Probablemente. El mosáico es obra del artista Boris Anrep, encargado y compuesto en 1952 para el hall de entrada de la National Gallery de Londres, nada más y nada menos. Anrep, un conocido poeta y artista plástico ruso afincado en Londres desde princpios de siglo, cuenta con bastantes obras de temática religiosa, incluso trabajó en la decoración de algunas capillas de la Catedral de Westminster (católica). Pero este mosáico representa esa sorprendente "alegoría", susceptible de una sugestiva interpretación en el sentido de la más rabiosa tradición antipapista británica.
El Movimiento de Oxford inició, en cierta manera, la gran reconducción del anglicanismo a sus fuentes, es decir, a Roma, es decir, al Papa. Todo esto se ha hecho realidad en los días de la visita de Benedicto XVI, recibido por todas los poderes del Reino Unido de la Gran Bretaña, desde la Reina, cabeza del Anglicanismo, a los jerarcas anglicanos, e incluso los miembros del Parlamento y los jefes de gobierno de estas últimas décadas. Me resultó especialmente emocionante la fanfarria que sonó al entrar el Santo Padre en el salón del Palacio de Westminster, como si la historia refrenada por el odio antipapal se reiniciara en aquel momento con un destello de gloria.
Aparentemente. Porque las distancias permanecen, y el viejo antipapismo esta bien reverdecido y reformulado en los moldes de la post-modernidad. Las manifestaciones de degenerados militantes, asociaciones gays y demás tropa, aportaban un toque carnavalesco, como una versión puesta al día de la noche de Guy Fawkes "remember, remember, the five of November".
Pero lo que se recordará será la visita del Papa Benedicto XVI y la beatificación de John Henry Newman, el leader del Tractarismo y el Movimiento de Oxford, un intelectual oxoniense que terminó siendo Cardenal de la Santa Romana Iglesia.
p.s. No dejan, sin embargo, de molestarme y causar malestar algunos detalles de la memorable visita papal:

1º) El saludo a las aberrantes hembras-clergywomen anglicanas. No a lugar. Absolutamente. Con la Reina (cabeza de confesión cismática y herética) bastaba. Estos rituales de equívoca cortesía ecuménica deben desaparecer. Tanto más en ocasiones como estas, cuyo protagonista es quien es.

2º) Las niñas vestidas de monaguillas asistentes a algunas celebraciones. La exclusión litúrgica de las mujeres debe ser radical y absoluta, para que no quepan ni dudas ni confusiones de ningún tipo y de ningún grado. Tratándose del Papa, mucho más. Sin disculpas.
+T.
viernes, 16 de julio de 2010
La confusión anglicana
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Me permito decir "confusión" en vez de "confesión" para referirme a la Confesión Anglicana (confusión anglicana). Toda vez que la confusión parece haberse instalado en la jerarquía anglicana, debajo de cada mitra, imponiendo un desvarío muy grave que concluye, en algunos casos, con secesión interna y formal. Pero el fenómeno no es de ahora, sino que ha sido una de las tendencias más acusadas del anglicanismo desde su institución.
Más que el protestantismo de origen luterano y calvinista, ha sido el anglicanismo la gran matriz de la diversificación de la reforma protestante y su difusión. En los mismos tiempos en que se constituye y perfila la Iglesia Anglicana y durante los siglos XVII y XVIII, surgen en Inglaterra los movimientos que tenderán hacia un protestantismo más radical, de corte continental, que serán los que se expandan por la América británica y proliferarán luego en multitud de nuevas "iglesias", fundaciones y sectas: Puritanos, congregacionalistas, evangelistas, baptistas, metodistas, cuáqueros, etc. La historia inglesa y la versatilidad del carácter británico son, en gran parte, las circunstancias que explican esta expansión/proliferación, ligada finalmente a la idiosincrasia de la nueva sociedad que se iba gestando en las antiguas colonias americanas, los hoy EEUU.
Recalco este particular histórico porque se puede rastrear perfectamente la descomposición del anglicanismo original hasta inventos tan desnaturalizados como el unitarismo del siglo XIX, el trascendentalismo o - quizá en el punto más extremo de esa evolución de la degeneración - eso que se llama "cuaquerismo no-teísta" (supongo que decir simple y llanamente "ateo" se evitó por motivos extrañamente "piadosos"). Insisto en que todo esto surgió y desvarió desde el anglicanismo anglosajón original.
Debe ser profundamete desasosegador, una constatación intraquilizante, desestabilizadora, ver que la jerarquía de la Iglesia de Inglaterra, cabeza de las "iglesias" que se reconocen como pertenecientes a la Confesión Anglicana, resuelve confirmarse en contra de su propia tradición, contemporizando con ideologías anticristianas como el feminismo y falseándose a sí misma en cuanto jerarquía aceptando la "ordenación" de mujeres. Un absurdo letal que comenzó hace unos 30 años, cuando se admitieron a las primeras candidatas, que - en consecuente lógica - ahora arriba a su último capítulo proponiendo finalmente el acceso definitivo de las mujeres al "episcopado" anglicano.
He escrito entre comillas "ordenación" y "episcopado" para señalar el relativo valor real de tales conceptos referidos al anglicanismo, puesto que no se reconocen como válidas ninguna de las ordenaciones sacramentales realizadas en el anglicanismo, un hecho definido grave y rotundamente por el Papa León XIII en su célebre carta Apostolicae curae, de 13 de septiembre de 1896:
"...al ser totalmente arrojado del rito anglicano el sacramento del orden y el verdadero sacerdocio de Cristo, y, por tanto, en la consagración episcopal del mismo rito, no conferirse en modo alguno el sacerdocio, en modo alguno, igualmente, puede de verdad y de derecho conferirse el episcopado; tanto más cuanto que entre los primeros oficios del episcopado está el de ordenar ministros para la Santa Eucaristía y sacrificio...Con este íntimo defecto de forma está unida la falta de intención, que se requiere igualmente de necesidad para que haya sacramento...Así pués...pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas..." cfr Dz 1963-1966
En el caso de las supuestas ordenaciones de mujeres, se sobreponen invalidez sobre invalidez y nulidad sobre nulidad, en una aberrante duplicidad al cuadrado, por defecto de materia-forma-ministro-persona. Pero esa es la actualidad del anglicanismo hoy, desconfigurado hasta en la misma médula de su "jerarquía", ya de por sí tan insustancial desde antes de la incorporación a ella de sus mujeres.
Por eso la reacción del anglicanismo más consciente contempla la ruptura como una absoluta necesidad, y la conversión al Catolicismo como la única salida verdaderamente digna. Yo diría que es la gran vocación desde los tiempos de los tractarianos, J.H. Newman y el Movimiento de Oxford, la única luz que se vislumbra cierta y válida desde el tunel del pasado y el presente anglicano en vistas a su futuro.
He puesto de ilustración el retrato que el aristocrático Laszlo pintó al entonces Arzobispo de Canterbury, Cosmo G. Lang, tan célebre como discutido, uno de los prelados que, yo diría, inauguró durante sus años como arzobispo, primero de York y luego de Canterbury, la deriva de la jerarquía anglicana contemporánea. A pesar de todo, la jerarquía inglesa conservó su sólida significación dentro del stablishment británico, indiscutible por obvias inclusiones institucionales/estamentales, preservando su estrecha vinculación original con la Corona y la aristocracia de pares y lores del reino. Pero desde los años '70 es un tema cada vez más discutido, incluso sometido al desgaste sufrido por la misma monarquía en general (y la Royal Family, en particular).
En contraste con aquel anglicanismo de aristocrática figura, la imagen del anglicanismo actual, con sus aberrantes impostaciones, aparece como una caricatura, una sátira quasi carnavalesca de lo que no es ni debiera ser. Miren la foto, simplemente:

No es una instantánea de un gay-pride, sino una fotografía real: Esa es la "jerarquía" mixta-unisex que se ha impuesto en las "iglesias" anglicanas de los USA y que pronto se adoptará también en la aristocrática Inglaterra. Los huesos de Cosmo Lang y sus hermanos arzobispos de Canterbury se estremecerán en sus tumbas. No es para menos.
Como cierta razón que explicaría la crisis, podría suponerse la vertiginosa atracción que la "cultura" moderna/post-moderna, imponiendo su discurso y sus parámetros a las antiguas instituciones referenciales, cuyos propios miembros están sumamente afectados (traumatizados? acomplejados?) por el poderoso síndrome de la modernidad. Quiero decir que los prelados han sucumbido, se han rendido y han quedado cautivos en el gran parque temático de la globalidad y sus innovaciones. La excusa de no ir a remolque de la historia, de no quedarse anclados al siglo que pasó, resulta siempre un argumento muy efectista cuando se arguye en un medio, el eclesiástico, que ha renunciado más o menos implícitamente a sus necesarias y fundamentales señas de identidad, arraigadas en una tradición a la que se obvia o de la que se apostata.
Este último párrafo lo he escrito con una cierta doble intención/reflexión, porque pensaba (me refería) también a la verdadera Iglesia (Católica) y sus desconcertantes circunstancias, tan pésimamente gestionadas por nuestra (salvo contadas excepciones) muy mediocre e "insuficiente" jerarquía.
Durante un tiempo, los anglicanos y sus "iglesias" fueron la gatera de escape para los malos clérigos católicos, que huían con sus barraganas y se "reconvertían" en clérigos anglicanos, con todas las "ventajas" de su muy acomodado sistema. Desde Newman, sin embargo, quedó patente el sentido del justo y recto movimiento: Es hacia Roma, la dirección señala a la Iglesia Católica como una firmísima brújula cuyo norte es invariable porque es uno, único. Y no hay otro.
Sin intención expresa, con una de esas "coincidencias" que me suelen suceder, he escrito una variación sobre el mismo tema en casi las mismas fechas que el año pasado, Julio del 2009, y el anterior, Julio del 2008. No tenía, como digo, intención, salvo que el subconsciente del blog me haya inducido a volver sobre el tema.
Necesariamente, a un par de meses de la beatificación del gran John Henry Newman, ruego para que la Divina Providencia saque bien de estos males, pues son males (del pasado y del presente) que afectan directa e indirectamente a la fe, con repercusiones que no se circunscriben al ámbito del anglicanismo, sino que expanden su onda venenosa mucho más allá, y afectan a todo el cuerpo de la Iglesia. Por contaminación, por contagio.
Bad influences anglicanas que infectan a los malos católicos. Algunos incluso han llegado a comentar que "La Iglesia de Inglaterra marca el camino". ¡Que Dios les sane el sentido, y los libre y nos libre! (a nosotros de ellos y a todos del mal). Amen.
+T.
lunes, 25 de enero de 2010
Católicos Ocultos
Católicos ocultos o católicos de corazón, que también se puede decir así. Católicos en su centro, disimulando porque les tocó un tiempo cruel, duro para la fe verdadera. Y los católicos se disfrazaban con la ropa que les obligaban a llevar. Si no no comían, y hasta podían morir denunciados por papistas, y verse en la Torre y con abono reservado para el cadalso.
Cada vez hay más pruebas que confirman lo que se sabía/intuía pero se callaba: Que Shakespeare era católico, de familia católica, y se mantuvo católico, y se le nota todavía en sus obras. Pero tuvo que camuflar su fe, porque tenía que vivir. Es el prosaico primum vivere deinde philosophare, tan crudo y realista, transportado al plano de la fe: Primero vivir, después creer; antes subisistir y la fe luego.
Así sobrevivieron en la Inglaterra de Isabel I Tudor los hijos de los católicos que sobrevivieron a Henry VIII Tudor; fueron los resistentes que tuvieron un respiro durante los años de Mary I, la esposa de Felipe II y la esperanza del restablecimiento del catolicismo inglés. Terminaron cripto-católicos en la Inglaterra de Elizabeth. Entre la política real y la posible, pudieron más los empeños afincados de monasterios y predios eclesiásticos, ya en manos de propietarios comprados por el rey a precio de abadías y tierras monacales. Es dificil vencer la causa de una fe que se traduce en tener que devolver y reponer. Así se afianzan enemigos, no se re-convierten almas; mucho menos naciones, para las que el oro sonante presente vale más que la trompeta del Juicio que sonará.
Los cripto-católicos ingleses fueron admirables señores de medio pelo y poca hacienda, Shakespeare, Tallis, Marlowe, o el Dowland semper dolens, a la sombra de la corte o de los mecenas de moda. Me los imagino con la vida de día y el rezo de noche, boca riente al sol y corazón azorado en la alcoba. Dejando suspiros piadosos en una melodía, o en un verso una huella de fe. Y a vivir creyendo en silencio.
No fueron los mejores. Los mejores fueron los valientes, los resistentes, los recusantes. Los que perdieron hacienda, vida y honra (¿quién decía que eran los tres riesgos del apóstol???); aquellos recusantes que se fueron perdiendo en sus casas de labor, en la Inglaterra católica profunda que perduró humilde y recia, no espléndida y pudiente. Fueron estos papistas mil veces perseguidos, vejados, despreciados, los que hicieron posibles el renacer del XIX, con la restauración de la Jerarquía Católica en Inglaterra. Incluso el Oxford newmaniano le debe tanto a los resistentes, a los que estaban sin ser vistos, manteniendo la fe, viviéndola y transmitiéndola.
No tienen nombre brillante, no son Shakespeare, no son Tallis, no son Dowland. Pero fueron ellos; ellos fueron el rescoldo vivo, tan necesario cuando no dejan que prenda visible la llama.
¿Y los otros, los dolientes cripto-católicos? Desaparecieron. Quedaron sus obras, los dramas de Shakespere, sus comedias, las obras de Tallis, las de Dowland...pero ya no hubo, después de ellos, una segunda generación de católicos silentes; cuando aquellos corazones (sinceros) dejaron de latir, su catolicismo latiente se fue con ellos. Sus hijos ya no fueron católicos, no tuvieron descendencia de fe. Y la fe que dejaron fue sólo una tenue luz rastreable en sus obras, como un reflejo dorado en la bella penumbra. Nada más.
La fe cuando no sale fuera se queda dentro, en el corazón, rezumando zozobras porque se teme a los hombres cuando hay luz y a Dios cuando oscurece. Sea por falta de valor, o por exceso de procuras. Y no es fértil.
+T.
martes, 29 de diciembre de 2009
Saint Thomas Becket Ep. Mar.

El asesinato-martirio del Arzobispo Thomas Becket en su Catedral de Canterbury fue el magnicidio que marcó la Edad Media, una preciosa uncial miniada con sangre que abría el capítulo de los mártires insignes que en los sucesivos siglos serían víctimas de la tensión Iglesia-estado. El caso de Thomás Becket es un preludio.
Más que un conflicto por hechos, fue una lucha de principios. La secuencia de los acontecimientos que comienzan por un litigio entre tribunales se define al poco como una oposición de fuerzas: El trono contra el Altar; o el cetro contra el báculo; o la espada contra la Cruz. Extensivamente se puede explicar como una continuación more anglico de la Querella de las Investiduras, ahora planteada como una tensión de derechos, de leyes y jueces en conflicto. Pero el motor de todo fue una brutal ambición posesiva que se desmarcó de los límites estamentales que fijaban las competencias y arbitrios de lo sacro y lo profano, lo que era del César y lo que pertenecía a Dios.
Las fuerzas estaban muy igualadas, de un lado el joven Enrique Plantagenet, por herencia y matrimonio el personaje más poderoso de la Cristiandad; del otro un Arzobispo Primado de aquel siglo dorado de la Escolástica, jerarca de la Iglesia en uno de sus más brillantes momentos, con fuertes y capaces eclesiásticos en Roma, en cada sede episcopal y en cada abadía. Hubo y habrá horas en las que la Iglesia fue y será victima de la debilidad de sus pastores, tiempos de tranqulidades mercenerias. Pero la Iglesia vivió y vivirá días de lucha cuando sus sacerdotes son fuertes. Y Thomas Becket era un campeón.
La solución de estas contiendas se salda con pecado o con Mártires, ya prevalezca la debilidad de los contemporizadores que han sido (y serán) ya se mantenga firme la ley santa, con todas sus consecuencias cruentas.
En la historia de Thomas Becket el arreglo de las partes vino después de sus muerte martirial. La Iglesia tiene que escoger, a veces, entre perpetuar una querella o ceder para mantenerse en paz. Mientras los campeones están en la arena, los pactistas observan, sopesan y miden cuánto, hasta dónde y cómo. El sacrificio del Arzobispo Tomás de Canterbury costó una penitencia pública del rey, apenas penitencia porque los grandes de este mundo rara vez cumplen nada, penitencias menos. Y la promesa de una Cruzada, que Enrique II tampoco cumplió. Y dinero para la causa de los Santos Lugares, que se pagó mal y con mala voluntad, como pagan sus deudas los reyes.
Cuando atardecía, después del canto de Vísperas de la Octava de Navidad, los nobles sicarios del rey entraron insolentes y blasfemos en la Catedral. El Arzobispo se mantuvo firme, santamente altivo, virtuosamente sereno, ante el Altar. Insultado y vejado, fue muerto cruelmente, a espada: Un golpe mortal le abrió el cráneo y otros espadazos le hirieron en el cuello, el pecho y el costado. Yació sobre el pavimento del templo, revestido con los sagrados paramentos sacerdotales, empapados en sangre.

Siglos después, cuando otro encanallado con corona rompía la unidad de la Iglesia por la que murió el gran Tomás, la memoria del Arzobispo quiso ser borrada. Sobre las losas de Canterbury los turistas (hay pocas visitas de peregrinos) ven un letrero de metacrilato que explica que una lamparilla encendida marca el sitio de la Capilla del sepulcro de Stº Tomás Becket que Enrique VIII Tudor mandó destruir.
No lo considero un santo de la "Iglesia Anglicana", porque ni son iglesia ni Thomas Becket murió por ninguna "Iglesia de Inglaterra": Murió Mártir de Cristo y de su Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica, y tiene su cabeza en Roma, ubi Petrus.
Oremus:
Deus, pro cujus Ecclesia gloriosus Pontifex Thomas gladiis impiorum occubuit: praesta quaesumus: ut omnes, qui ejus implorant auxilium, petitionis suae salutarem consequantur effectum. Per Dnum....Amen.
EX VOTO
+T.
jueves, 5 de noviembre de 2009
Remember, remenber...

Hoy me han llamado "santo" y no lo soy. Concretamente, me han dicho esto:
- "Terzio, le tomarán por un radical poco pragmático. Un iluminado vamos."
Yo antes había dicho esto:
- "Cada vez estoy más persuadido de la necesidad de una re-actualización de la teoría/doctrina del tiranicidio aplicada al sistema que nos tiraniza. Guy Fawkes for ever!!!"
Y todo venía por leer y comentar esto:
En Inglaterra nos superan hasta en las mentiras de los políticos.
Y así.
Que le llamen a uno "radical iluminado poco pragmático" es un honor, un honor que aprecio (¡gracias!). Lo que pasa es que como los tiempos que corren son de irse por las ramas, a media luz penumbrosa, y según la practicidad materialista inmanentista del pájaro en mano, definirte de los del "ciento volando" te deja en flagrante exposición al descubierto, a la intemperie, como un santo estilita en su columna excelsa, con toda su grandeza y sus grandísimas incomodidades e inconveniencias. Ita!
Pero bueno, así son los que son como a mí me han definido. Y no digo más.
Insisto, sin embargo, en mi propuesta revisionista del tiranicidio. Me objeto yo mismo: Que la fatal-democracia no es un tirano con una cabeza, sino una hydra pluricapitada con cabezas tantas como políticos ha (y encima, desde un tiempo a esta, con políticas-ellas, que también - aunque no lo parezca - tienen cabeza). Con una monstruosidad así, la re-formulación tiranicidista adquiere una complejidad evidente.
Santa razón tenía el Doctor Angélico cuando en su De Regimine Principum recomendaba al joven rey de Chipre que siempre era preferible la monarquía a la república porque siendo uno el monarca, si se corrompe se corrompe uno sólo; más cuando se trata de una república con muchos mandando, cuando se corrompen son muchos los corruptos. Evidentemente, en un caso como el nuestro, con regímenes republicanos por doquier y monarquías parlamentarias con reyes de firma y calla, y super-parlamentos y macro-gobiernos, uniones y onus, cuando la corrupción aflora tizna y pudre a una multitud de gobernantes, sub-gobernates, clientes de gobierno y dependientes gubernamentales & cia & family & parientes, amigos, vecinos et aliis etc. etc. etc.
No me gustó la peli de V-vendetta que ví hace poco en dvd, en mi retiro doméstico. La chica mona es una petarda repeída y la peli es de esas "desmejorantes-in-crescendo": Arranca bien, progresa regular y se resuelve mal. El mal cine, como las malas novelas y el mal teatro, tampoco domina el equilibrio del elemental y básico planteamiento-nudo-desenlace. Incluso me molestó que un personaje tan interesante y versionable como Guy Fawkes terminara siendo víctima del infra-genéro del cómic y el cine de 2ª clase.

Lo de Guy Fawkes fue una pena que no resultara. Un 5-N en plena Inglaterra post-isabelina hubiera sido un revulsivo digno de considerar, tal y como estaba el panorama europeo. Pero la mecha de Guy que no detonó los barriles del gunpowder plot sería, a la larga, el detonante de revoluciones en sentido contrario al de Fawkes. La primera víctima fue el exquisito y arrogante y fascinante y miope Carlos I Estuardo. Desde el cadalso de White Hall hasta el sótano de Ekaterinburgo, el destino de las monarquías se fue ejecutando cruentamente, casi sin solución de continuidad, como una hebra de sangre en la trama de la historia (¿o la mecha prende antes, en el verdugado de la enagua de Maria Estuardo?).
Fatal destino que el "radical iluminado poco pragmático" intentó modificar con unos barriles de pólvora debajo del Parlamento. Que no explotó. Don Guido Fawkes no supo las consecuencias concretas que su fracaso tendría; si no vió tampoco los efectos futuros de aquel "sistema" contra el que atentaba, se le puede conceder que, grosso modo, algo intuiría. Uno que se juega la vida implicándose en una trama que le lleva a morir desmebrado y destripado en un cadalso no es un tontoloco anecdótico.
Yo sueño - fantasear ensoñaciones es media vida - con un Guy Fawkes que le metiera pólvora y pánico a los salones europeos que multan a los Crucifijos y alientan la violencia anti-católica/anti-cristiana. Yes. Sueño con un petardazo de euro-corruptos explotando en el aire y volatilizándose en cenizas al viento, viento, viento.
Soñar no es malo, no es pecado. Soñar no se controla y es malo controlar los sueños. Lo que no sé si es malo es contar sueños y escucharlos (o escribirlos y leerlos). Conque voy a dejarlo aquí.
Mis respetos y memoria para el temerario Guy Fawkes, en fin. Y no digo nada más.

p.s. A ver si convenzo a mi cura para que le diga a Guy Fawkes una Misa en sufragio, por él y los del complot. Mi cura para estas cosas tiene "sensibilidad", y como estamos en Noviembre, casi seguro que concede (si es que no se me ha adelantado ya).
&.
martes, 20 de octubre de 2009
Anglos y católicos (o viceversa???)

No será una "prelatura" sino un "ordinariato" la estructura canónica que se les conceda a los conversos. Y conservarán sus peculiaridades, que no se sabe bien cuales sean. Sólo se apuntan las más llamativas: Los presbíteros podrán ser casados, pero los obispos deberán ser célibes, como sucede entre las Iglesias ortodoxas orientales. Más o menos, y a la espera de cómo se vaya realizando todo lo que hoy es noticia, una gran noticia.
¿Cuántos serán los que se acojan y de dónde vendrán? Tampoco se hacen estadísticas concretas. Ni yo sé decir si esta "definición canónica" que la Iglesia les ofrece animará a más o hará que otros desistan. Se ha fijado la fecha del 22 de Febrero próximo para la "apertura" de esta sólida iniciativa de "acogida".
No se debería hablar de "reconciliación", simplemente. Los siglos y distancias doctrinales que van desde Henry VIII a Benedictus XVI no han corrido en vano, y estos animosos anglicanos (anglo-católicos) no "vuelven" sino que "entran" y son recibidos. Han transitado un camino de Canterbury a Roma, jalonado por hitos tan luminosos como el Movimiento Oxford y sus protagonistas. Que todo esto esté sucediendo en vísperas de la beatificación de John Henry Newman, no es casualidad; aunque no sabría decir cuánto hay de planes humanos y cuánto de Providencia.
Sin duda que este es el recto ecumenismo, el que repara la historia con la vuelta a una misma fe en la única Iglesia; aunque no digo que sea el "ecumenismo perfecto". Particularmente, me queda el interrogante de cuántas "peculiaridades" vendrán con los anglicanos y cómo se mantendrán y cuánto nos afectarán y con qué efectos. Una "unión" como esta no ha ocurrido nunca, puesto que las Iglesias de la ortodoxia, cuando han vuelto a la unidad con Roma, lo han hecho desde otras circunstancias, con otra historia, y sin haber sufrido "afecciones" tan graves como el protestantismo que ha modelado con mucha huella la identidad anglicana.
Desde el XIX y como consecuencia, sobre todo, del movimiento tractariano, lo mejor del anglicanismo pasó a estar influenciado/atraído por Roma. Ahora me preocupa lo que ellos puedan influirnos a nosotros.
Aunque la paradoja es que los anglicanos que van a ser recibidos, son más "católicos" que muchos de los "católicos" que forman parte de la Iglesia.
Yo espero que ese definitivo "católico" sea el que prime y se imponga sobre el "anglo" que hasta ahora les ha servido de identidad.
Oremus!
+T.
martes, 21 de julio de 2009
Los contumaces errores y aberraciones anglicanos (y anglicanas)

El Anglicanismo es una "iglesia" que nace de la voluntad de un rey adúltero, esposo de seis reinas y ejecutor de dos, una anomalía histórica (además de un remedo de "iglesia"). Tardaron años en reconocerlo porque jugaron a ser el "centro" entre la Iglesia Católica y el protestantismo. Es decir, los anglicanos y su "iglesia" pretendieron ser un absurdo "híbrido" de ortodoxia y heterodoxia. Absurdo que tardaron siglos en advertir (la historia y sus hechos distraen mucho).
Pero en la cumbre de su poderosa emergencia, cuando Inglaterra era la más grande entre las grandes, desde Oxford, la sinceridad y el valor de Newman y los tractarianos pusieron la cosas en su sitio, viéndolas en la perspectiva correcta: La Iglesia Católica Romana estaba donde siempre había estado, y los que habían "cambiado" y se habían "desnaturalizado" eran los anglicanos de la "iglesia" anglicana. Una "iglesia" imposible en cuanto tal, a pesar de ser la "iglesia oficial" con un clero funcionarial-estamental muy bien mantenido por el estado, quizá el clero con mejor status de todo el "clero".
En el origen del Movimiento de Oxford, las críticas a las consecuencias del erastianismo fueron decisivas a la hora de despertar la conciencia del cómodo e indolente clero anglicano. Se les planteó el dilema de su propia identidad: ¿Qué eran, ministros eclesiásticos o funcionarios del estado? El Movimiento de Oxford despertó una conciencia que renovaría a la misma "iglesia" anglicana, agitada por la marejada de los impetuosos y contundentes tractarianos. En el fondo, el Movimiento de Oxford le sentó bien, fue un "reconstituyente" para la "iglesia" anglicana. Pero con relativos y discutibles efectos porque lo mejor del Anglicanismo se convirtió al Catolicismo, por pura e irresistible coherencia. Y así quedaron desde mediados del siglo XIX, soportando una tensión/atracción católica que transformó profundamente el perfil del anglicanismo.
Desde hace unos diez o quince años se están jugando a los dados de la modernidad la poca coherencia y credibilidad que les queda. Y todo por un asunto que en el seno del anglicanismo es un monstruo recurrente, una pesadilla de la que no acaban de despertar, un laberinto del que no saben salir: Las ordenaciones clericales...esta vez con la "variante femenina".
En los años de Leon XIII, con el Movimiento de Oxford en plena "agitación" de opinión y conciencias, el tema de las "ordenaciones anglicanas" se estudió expresamente por Roma, por mandato del Papa Pecci. ¿Eran válidas o no? ¿se había conservado y perpetuado el sacerdocio sacramental en el seno de la "iglesia" anglicana, como ellos pretendían? ¿era una "iglesia" cismática al estilo de las iglesias cismáticas del Oriente, que a pesar de la ruptura con Roma habían conservado la jerarquía sacerdotal que les garantizaba la sucesión apostólica?
Un tema de primerísimo orden y valor eclesiológico. Los expertos convocados por León XIII concluyeron que no: Desde tiempos de Eduardo VI, el hijo y sucesor de Enrique VIII Tudor, cuando se promulgó el Prayer Book que sustituyó los antiguos rituales católicos en uso hasta entonces, todas las ordenaciones de clérigos fueron nulas por un defecto de forma, materia e intención. Y cuando murió el último obispo ordenado legítima y válidamente, dejo de haber obispos en la "iglesia" anglicana. Ergo la "iglesia" anglicana no tenía jerarquía sacerdotal válida ni legítima, ni poseía la potestad sacramental para la ordenación sacerdotal, ni había conservado la sucesión apostólica.
Eso es lo que enseña y declara solemnemente León XIII en la carta Apostolicae Curae, de 13 de septiembre de 1896:
"...Así, pues, asintiendo de todo punto a todos los decretos de los Pontífices predecesores nuestros sobre esta misma materia, confirmándolos plenísimamente y como renovándolos por nuestra autoridad, por propia iniciativa y a ciencia cierta, pronunciamos y declaramos que las ordenaciones hechas en rito anglicano han sido y son absolutamente inválidas y totalmente nulas." cfr. Dz 3315-3319
Fue un golpe de tal efecto, que algunos obispos anglicanos se fueron a Grecia y se hicieron "re-ordenar" según el rito ortodoxo y re-ordenar ellos a su vez a la jerarquía naglicana. Fuera válida o no esta extraña y precipitada "búsqueda" de legitimidad, en cuanto mantuvieron el rito con sus deficiencias formales y materiales así como la ausencia de intención, las ordenaciones volvían a incurrir en los mismos defectos y volvían a ser inválidas y nulas. Hasta el dia. Y aunque les pese (y no sea "ecumenicamente correcto" decirlo), los clérigos anglicanos no son jerarquía sacerdotal ni reciben el Sacramento del Orden. Solamente son lo que define tan propiamente la Declaración Dominus Iesus:
"...las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico, no son Iglesia en sentido propio..." DI nº17
La pretensión de las mujeres de acceder a los ministerios ha extremado en grado sumo el gravísimo problema. Fuera de toda la tradición del Antiguo y el Nuevo Testamento, la reivindicación de un supuesto "sacerdocio femenino" es una aberración que sólo se concibe dentro de la descomposición interna sufrida por la confesión anglicana. Para reconocer el grado de descomposición del Anglicanismo, valga de muestra, entre los obispos de la jerarquía anglicana, el "célebre" John Shelby Spong, autor de 12 tesis a-teístas que propone como vehículo de una nueva "reforma" (es uno de los "gurús" de las vanguardias guerrilleras de "somos-iglesia"). Y como él, toda una galería de "obispos" y "presbíteros" a cual más extravagantemente des-cristianizado (los "obispos" y clérigos homosex incluídos).
Curiosamente, estamos en una situación parecida a la de los años en que surge con John Henry Newman el Movimiento de Oxford. También conoció Newman los extremos a-cristianos a los que pueden llevar los presupuestos y los efectos del liberalismo religioso. En su época universitaria, el todavía admirado intelectual oxoniense hizo amistad con nuestro José Mª Blanco-White, que acabó no se sabe bien si unitariano o simplemnte teísta indefinido. Eran aquellos tiempos anglicanos, tan cercanos en su confusión, casi dos siglos después, a los que vivimos.

Lo que ahora nos podría afectar a los católicos no es el mal interno que descompone y desarticula la confesión anglicana, allá ellos con sus males y con sus pseudo-ministras y pseudo-obispas. Por cierto que a la aberración doctrinal que padecen se le añade el ridículo estrambote de esas figuras grotescas de mujeres vestidas con mitras y atuendos clericales de colorines y "diseño". Cuando uno las ve no sabe bien si se trata de algo serio o de una escena sacada de un desfile del Gay Pride. Un horror del error, o viceversa.
Lo que sí nos está afectando ya es esa infecciosa contaminación "ecumenista", un fenómeno que ha perturbado a la Iglesia Católica del post-concilio, tan ilusa y temerariamente "ecuménica". El coste, que pagaremos a un alto precio, se traduce ya en esas predicadoras "desviadas" estilo la "hermana" Joan Chittister o la "sor" Forcades (por decir alguna, que hay más, desgraciadamente). Aunque no lo reconozcan, lo que tienen en mente es una mitra. Han malentendido el sacerdocio como un "poder" y lo reivindican como un "derecho".
Como nuestra Jerarquía no está (parece ser) por ponerlas en su sitio y callarlas, no sé (no quiero imaginar) cual pueda ser el panorama de las reivindicantes dentro de unos años. Una aspiración imposible, pero que no dejará de incordiar con todo el avispero feminista animando a las "aspirantes".
Evidentemente, pienso que es urgente la aplicación contundente de la sentencia paulina: "Mulieres in ecclesiis taceant..." etc. ICor 14,34.
Una urgencia, repito (con toda cortesía para las ladies, of course).
+T.
martes, 9 de junio de 2009
Chesterton, quoque ???

Mi arrimo a Chesterton no fue teledirigido, sino descubrimiento propio y natural. Tan natural que llegué al gordo y amable inglés por la via literaria y de ficción, como Dios manda. Porque lo primero fue aficionarme y hacerme adicto al Fr. Brown, of course. Después me leí - tenía quince años illo tempore, y sigue sin gustarme - El Hombre que fue Jueves, un enredo "metafísico", decía la contraportada. Prescindible, digo yo, digan lo que digan quienes lo digan. En mi biblioteca, el crítico soy yo y me pitorreo del criticuelo que discrepe, sea el que sea y de la "altura" que fuere. Si coinciden con mis gustos, buenos son; y si no, me merecen menos crédito que un sociata de academia y premio principés de la asturiana, pongo por ejemplo.
Después de los novelorios del Father Brown y la mortificación ascética del "Hombre J" vinieron las demás chestertonerías. Las fui comprando y leyendo de feria en feria, en los puestos de ferias de libros o en rebajas del cortinglés, tomos sueltos de la edición de las obras completas, en una edición muy buena de Plaza&Janés, en buen papel y bien encuadernada. Me parece que me falta algún tomo, o dos (agradecidísimo si alguien me los procura). Los tengo repartidos por ahí, en el piso-caverna que habito, y en casa de mi madre y algún otro cubículo, y los leo passim.
Porque la lectura de Chesterton, descubrí un día, debe ser como Chesterton, que se olvidaba de dónde iba y a qué hora, y tenía que llamar a casa, a su amable, enamorada y estupenda esposa, para preguntar en qué sitio debía estar y a qué hora le esperaban. Pues lo mismo: Se lee a Chesterton a-sistemáticamente, entre lectura y lectura, entre rato y rato, en verano, en invierno, en otoño o en Mayo, vale cualquier estación. Me refiero a sus ensayos y a sus escritos "apologéticos", por llamarlos de algún modo, y sus críticas literarias etc. Abras el libro por donde sea, la lectura se sigue perfectamente, sin sufrir síndrome de "desconexión" con lo anterior no leído ni síndrome de "ansiedad" por lo que sigue y que sabes que no vas a leer, porque no tienes tiempo y lo dejarás para la próxima vez. La próxima vez con Chesterton es siempre un encuentro feliz, como de manzanilla con aceitunas, o un té con pastitas, o un par de cervezas en la barra del pub. Una cosa así, siempre reconfortante, agradable que da gusto.

Bueno, pues resulta que también quieren beatificar al retotolludo Chesterton. ¿Por qué? ¿Why? ¿Et porquoí? ¿No es bastante bueno Chesterton siendo Chesterton? ¿Qué le falta, una vez muerto y sepultado, creyendo y esperando la carnis resurrectionem et vitam aeternam, como cualquier buen católico decente?
Se diría que estoy, ultimamente, maníaco con los santorales. Hipersensible y quasi hiper-escéptico-hagiológico. Yes. Porque me temo que es un pio pitorreo, o una anomalía de beateríos histéricos que no tienen un cura que los eche de la sacristía con un escobazo en los lomos.
A mí, por antojárseme Santos, por ejemplo, escogería a Don Felix Lope de Vega y Carpio antes que a mucho santito de altarcito y velas. La mitad y tres cuartas partes de los "escritos" de muchos místicones edulcorados y beatucas de miel y arrope no valen lo que un soneto, sólo un soneto, de las Rimas Sacras de Don Lope, que puteó con medio Madrid de los Austrias pero que se arrepentía como ninguno, amando a Cristo como un loco que sabe lo que es pasión de carne y sangre, y amar como ama un hombre-hombre, y no un beato de meato estrecho. Con dos (que son un par, quiero decir). Eso es un santo, y no un maniquí de sacristía para distracción de la camarilla de pazguatos, que no saben lo que vale un mea culpa de verdad, de los que cascan pecho.
Por nada me imagino a Lope de Vega con altarcito y velas, como Uds, supondrán. Ni me gustaría, tampoco. Me gusta así, macho y galán y arrepentido hasta el estrambote de un soneto. Un cura español del Siglo de Oro 100%, sin canonizar y sin coronita de latón.
Lo de "imponer santos a Dios" me parece cada vez más serio. Sobre todo cuando los "canonizables" vivieron y murieron sin una fama de santidad; repito: sin fama de santidad ninguna, salvo la común. Insisto. Qué poca piedad y qué poca teología tienen los nuevos devotos. Con una fe mejor formada sabrían distinguir qué es un santo, y que los santos no se "fuerzan" sino que ellos mismos se hacen notar. Sin postulacions ni postuladores, porque su causa, si es causa, la lleva Dios.

En casos así, siempre me acuerdo, para templarme, de la sentencia prudente del sabio Gamaliel: "...si lo que ellos intentan hacer viene de los hombres, se destruirá por sí mismo, pero si verdaderamente viene de Dios, ustedes no podrán destruirlos y correrán el riesgo de embarcarse en una lucha contra Dios". Hch 5, 35-39. Bueno. Vale. Eso siempre, y con más ponderación que Gamaliel, que al fin era sanedrita y más que profecía dijo sentencia circunspecta.
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Pero a pesar de Gamaliel y todo, me arrogo la libertad de hacer - otra vez - de Promotor Fidei sui generis. Conque permítanme Uds. que me tome a pitorreo lo de Chesterton, que me lo imagino inmensamente gordo, rebosando panza y carrillos, con greñas y bigotes, en una hornacina de altar con dos velitas y violetero. Y me hace tanta gracia y un poco más.
Pienso que a él también.
&.
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