Todavía fresca la visita de Benedicto XVI a la sinagoga de Roma, la rueca sigue hilando porque hay lana para una buena madeja. Que sale muy enredada porque desde hace 20 siglos y pico se ha mantenido así. Si a entretenerse en el desenredo se le llama "diálogo", bien. Por lo menos dos manos dedicadas a esa labor no pueden darse bofetadas mientras tengan los dedos ocupados en la madeja, que sigue liándose porque hay abundante lana que hilar.
Por ejemplo esta nueva "aportación" del rabino Segni, el que sale en las fotos de la visita a la Sinagoga junto a Benedicto XVI. Merece la pena leer la entrevista porque matiza muy ponderadamente el "gesto". Y lo deja en casi nada a la vez que echa al ruedo un par de cuestiones, muy interesantes para aquel que sienta interés por el tema.
Hace poco comentaba en otro sitio que la reciente aproximación de la Iglesia Católica a la Sinagoga está marcada por la historia personal de los dos últimos pontífices, testigos en su juventud de la persecución nazi a los judíos en Polonia y Alemania. Hasta qué punto esto les haya podido marcar "traumáticamente" no puedo decirlo, porque lo desconozco. Pero es evidente que las vivencias personales de Karol Wojtyla y de Joseph Ratzinger se implican en su acercamiento al judaísmo. Que ya no es una mera simpatía individual sino algo que comprende a toda la Iglesia, desde el momento en que es el Papa quien promueve y protagoniza ese acercamiento.
Una aproximación cordial, llena de gestos de "buena voluntad" que, sin embargo, no son recibidos como se esperaba, porque se les entiende según otros "parámetros", en este caso muy profundos a la vez que sutilmente susceptibles y reticentes. No se trata del "diálogo" de dos vecinos que se han ignorado y que ahora se descubren. Se trata de una aproximación "atípica" con muchos siglos gravitando encima, porque las relaciones Iglesia-Sinagoga han sido ab orígine traumáticas ex sese. Y yo añadiría que et necesse.
La revelación del Nuevo Testamento supone el fin de las instituciones veterotestamentarias y la "disolución" sin solución de continuidad del Israel bíblico en la Iglesia. Esto es tan obvio que lo captan muy bien los rabinos, tal y como espeta Segni en la entrevista, argumentando con bastante solidez. Item más, descubre en una expresión de "buena voluntad" de Juan Pablo II un desprecio patente a Israel:
E: Como se dijo que la visita de Juan Pablo II el 13 de abril de 1986, los judíos son los "hermanos mayores"...
Segni: Esta definición es muy ambigua en términos de la teología, como los "hermanos mayores" en la Biblia - que mencioné en mi intervención - son los malos, los que pierden su derecho de nacimiento... Hablar de "hermanos mayores" desde el punto de vista teológico, es decir: Tú estabas allí, ahora no cuento más!
E: ¿Debido a que mencionó en su discurso cuatro ejemplos de hermanos, Caín y Abel, Isaac e Ismael, Jacob y Esaú, y finalmente recordó a José y sus hermanos?
Segni: Debo decir que mi discurso no fue ocurrencia de una noche. Dada la importancia del evento, consulté con otras personalidades rabínicas. Uno de ellos sugirió que hablara acerca de este problema, muy sugestivo, que representa efectivamente el sentido de las dificultades para proceder como "hermanos". Fue para mí una sorpresa ver que el argumento "tocó" al Papa que, dejando la actitud hierática del comienzo de la ceremonia, empezó demostrar un profundo interés. No sólo esto, al final de mi charla, durante nuestra conversación privada, me dijo que el tema era muy importante”.
Aparte la profundización sobre el particular (un "teologúmenon"?) que daría para varias interesantísimas tesis, es evidente que la exegética judía se toma muy en serio conceptos-palabras que la "moderna" (modernista?) exégesis católica parece pasar por alto.
De todas formas, desde la fe de la Iglesia, no es el rabino el "docente" sino que es Benedicto, sucesor de Pedro, el que enseña. La sintética sentencia agustiniana vige con toda su incisiva e inclusiva significación: Novum Testamentum in Vetere latet, Vetus Testamentum in Novo patet. Algo que, obviamente, la sinagoga rechaza absolutamente.
El problema es si el Magisterio docente se atreve o no a enseñar a quien no sabe/no quiere saber. Una novedad que en el vertiginoso curso de acontecimentos desde la Nostra Aetate a estas nuevas relaciones con "gestos" ha surgido inevitablemente. Por el momento, la insistencia en el "diálogo" parece evitar deliberadamente todo intento docente. Es decir, se habla de todo lo "común" pero se calla lo que no se "comparte"; es decir, se pone un tope que no pasa más allá del "antes de Cristo" y se veta cualquier alusión a Cristo y post-Christum; es decir, que el diálogo parece no tener más órbita que un circumloquio en torno a los Diez Mandamientos. Por lo pronto.
Después pudiera ser que se hable un poco más de más. Imagino que los Profetas ni abrirlos. Los Salmos tampoco. Ni otros "pormenores" passim, desde el Génesis a Malaquías (el último de los Profetas Menores, el último libro del Antiguo Testamento (en la ordenación de la Biblia Católica)).
Yo pienso que bueno está lo bueno. Que está muy bien. Pero que deberían parar ya, los gestos y las visitas y las estrechuras. Tan extrañas. No porque sienta "aversión" ni sea "anti" nada, bien los sabe Dios. Pero me resultan tan excesivas estas relaciones, estos "gestos".
Además, el entendimiento es muy equívoco porque ¿a quién se dirige, con quién es el "gesto"? ¿Con el "Pueblo Judío"? ¿Con la "sinagoga"? ¿Con "Israel"? Cada una de estas cosas siendo de lo mismo no son lo mismo, pero se confunden; muchos confunden y suman todo esto, o no distinguen suficientemente. No me refiero al Papa. Pero es patente que se suscitan equívocos. Tantos y de parecido orden y sustancia como el del Rabino Segni (y otros rabinos) que entienden el "hermano mayor" con que les definía y acogía Juan Pablo II como una exclusión despectiva y descalificante.
Son sensibilidades muy distintas. Vuelvo a decir que demasiado marcadas por el tráuma de la generación testigo a la que pertenecen nuestros últimos Papas. Pero también la generación herida a la que pertenece Simon Peres que decía ayer que pende sobre Israel el peligro de una nueva shoah.
El pueblo judío víctima de la shoah de hace sesenta años no es el Israel actual; hay que insistir en el error de identificar "pueblo judío" con "estado de Israel". Tocante a este, el estado de Israel, la víctima (con la que se dentifica) se ha convertido en agresor, una conflictiva nación establecida a costa de la libertad y los derechos de los palestinos de Palestina.
Israel es un estado muy versátil, con habilidad y recursos para armarse con poderosos medios militares-diplomáticos-publicitarios y argumentarse ante la opinión internacional como víctima, sin asumir su perfil violento. No se puede volver insistentemente a la página de la shoah cuando se trata de explicar y escribir (y corregir) el presente. La historia vale para entender la actualidad, pero no la justifica. Cuando Israel agrede y oprime y priva de derechos en el presente, Israel no puede abusar de la historia ("su" historia?) sacando de la Caja de Pandora de la crónica del siglo XX la shoah; o de la del XIX los progromos; o de la del XVI la Inquisición. La Historia sirve para entender el presente, pero los crímenes de la Historia que fue no valen para dejar impune/justificar/tapar los crímenes actuales. No es honrado desenfocar el presente y enfocar el pasado. Mucho menos cuando da la impresión de ser una estudiada "técnica apologética", ad casum.
La "opinión judía", suele reaccionar armándose y abriendo frentes de confrontación en cuanto se les rozan estas "extremidades" hiper-sensibles. En la última semana, en estos días, no pueden ser coincidencias fortuitas las declaraciones de Segni, la reaparición del caso Williamson con el requerimiento de comparecencia formal del obispo de la FSSPX ante un tribunal de Ratisbona, o el discurso alarmista de Simon Peres. Con el estrambote del obispo polaco Tadeusz Pieronek que ha dicho, en suma, que Auschwitz no es un "monopolio" judío.
Al obispo polaco lo han silenciado pronto, casi obligado a desdecirse, con esa torpe excusación que le hace parecer a uno culpable del delito de lesa humanidad en cuanto transgrede la línea de la opinión correcta dictada a gusto de los interesados. Pero el obispo tiene razón; y no porque sea obispo, porque parece como si fueran sólo los católicos, curas-obispos-papas, los que, de vez en cuando, interpretan por libre la forzada mono-sintonía de una partitura muy bien orquestada que no permite variaciones libre sobre el tema. O, por lo menos, será que sólo a curas-obispos-papas se les pone en el candelero/la picota. Y a otros no. Por las razones que sean (que no serán tan razonables cuando no aparecen ni se explican, habitualmente).
¿Quizá no están las sensibilidades maduras para asumir verdades como mundos? ¿O son otros los motivos que impiden un debate-exposición sin la traba de la "opinión correcta"?
La tesis es básica:
No se puede reducir la enorme tragedia de la 2ª Guerra Mundial a la shoah.
Y tampoco se terminó la tragedia con la desaparición del nazismo, sino que el crímen siguió y la maldad se perpetuó en cada una de las naciones atormentadas y oprimidas por el comunismo marxista.
Si no se plantan estas verdades y se alzan con el mismo relieve que otras, la parcialidad injusta seguirá causando tantas victimas como grande sea el silencio y el olvido que se les imponga.
La Iglesia Católica debe sacudirse hasta la última mota de polvo de una historia que no es suya. No podemos soportar más tiempo la incriminación calumniosa que falsea la historia y la re-elabora según el sesgo de un mono-protagonismo injusto e injustificado.
Al final, los "gestos" se interpretan como "disculpas" asociadas a hechos que parecen imputarse a quienes van con buena voluntad de "reconciliación" y "diálogo" y se encuentran con una despectiva reticencia quejosa y reluctante. Comprensible, en cierto sentido; pero insatisfactoria, dadas las expectativas de las intenciones.
Dice el rabino Segni aludiendo al encuentro-diálogo Iglesia-Sinagoga que se trata de "...un camino atormentado, esperamos que irreversible". Yo me pregunto si se desea, verdaderamente, esa irreversibilidad o se quiere, más bien, entretener una confrontación a disgusto con una parte amargamente reticente y otra ilusamente entusiasmada.
Desde Nostra Aetate los pasos de ese camino "atormentado" los ha andado la Iglesia, con los Papas como especiales protagonistas. Los rabinos, por su parte, más que acercarse, apenas se han dejado alcanzar. Y una vez despedido el visitante, han hablado de la visita con medida y fría circunspección, casi displicencia.
Quizá mereciera la pena enfriar también el ardor y templar ese extraño termómetro que señala bajo cero por un extremo mientras el otro marca grados ardorosos en su punta.
p.s. Por cierto, y como apéndice, echen un vistazo a esta página: MASHÍAJ . La he encontrado casualmente, buscando fotos. Y ha sido una verdadera sorpresa, lo confieso.
+T.