miércoles, 11 de febrero de 2015
In Memoriam
Hace dos años ya de aquella mañana de la alocución a los Cardenales, cuando anunció que dejaba vacante la Santa Sede, leyendo suavemente, con discreta voz, el documento en latín que - ¡ay! - pocos de los presentes entendieron.
Fue como si se hubiera auto-fulminado, él sabrá por qué. Cada vez es más obvio que se vio sometido a presiones internas y externas, de propios y extraños, indignos todos del Benedicto a quien asediaron.
No fue indefectible, pero de su calidad cada día somos más conscientes.
Se le añora a cada momento. No por nostalgia, sino por forzosa comparación con la penosa realidad, esa que aplauden los necios poco-católicos del des-catolicismo.
El tiempo, como a todos los grandes, le hará justicia a su memoria.
Su renuncia fue una herida que aun sangra y duele.
+T.
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