No cesan de aparecer noticias sobre la proximidad de una solución canónica del contencioso Roma-FSSPX, señal de que las cosas avanzan y el final deseado por los buenos parece vislumbrarse, gracias a Dios.
Gracias a Dios pero no gracias a los hombres que - se supone - son de Dios y hacen (o deben hacer) el trabajo de Dios. Por ejemplo estos que han preparado y publicado este video que rezuma malquerencia y mala predisposición, vean:
Si, como se ha dicho por algunos sitios, esta agencia de RomeReports está gestionada (directa o indirectamente) por un muy conocido grupo eclesial, sorprende que hayan olvidado sus propias referencias, aquellos orígenes, sus años primeros, cuando probaron lo que era ser malconceptuados, malcomprendidos, malmirados, malqueridos. Todo eso que en la historia de la espiritualidad se conoce como "la contradicción de los buenos", un particular que ha hecho reflexionar a más de uno, concluyéndose que, en muchos casos, esta contradicción de los buenos, la persecución ejercida por los buenos, sería uno de los signos que acompañarían a las buenas instituciones, buenas iniciativas, buenas renovaciones, buenas fundaciones, buenas obras de los santos; no de todos pero sí de muchos.
Echando un vistazo a la Historia de la Iglesia y al Santoral, se podría hacer un interesante florilegio bastante bien ilustrado con ejemplos de contradicción de los buenos sufridos por los (más) buenos. Sin ir más lejos, cuando el Papa Benedicto XVI proclame dentro de poco - Deo volente - a nuestro San Juan de Ávila Doctor de la Iglesia, estará confirmando solemnemente la vida y obra de un sacerdote denunciado por los buenos, cuya denuncia pagó con un penoso, deshonroso y desacreditante presidio de tres años y pico en las cárceles de la Santa Inquisición, en el Castillo de San Jorge, en Sevilla: Tres años preso, sin fama y vilipendiado como sacerdote y como católico, acusado de hereje y señalado como enemigo de la fe y de la Iglesia.
O, si se prefiere un episodio más cercano en el tiempo, piénsese en el caso de San Pio de Pietralcina, denunciado y perseguido por hombres buenos, por eminentes hombre de iglesia, algún Papa incluso. Además está profetizado:
"...El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebu, ¡cuánto más a los de su casa!" Mt 10, 24, ss.
A final, se entiende todo como dentro de los planes regidos por la Divina Providencia, como una purificación querida por Dios que los hombres virtuosos cumplen contra los Santos (sin saber que lo son). Como, por otra parte, no dudamos de la bondad de estos grupos de Iglesia que mantienen su antipatía contra los buenos (y la difunden, además, como se prueba en ese youtube de RomeReport), como , iba diciendo, nos consta la virtud de estos persecutores, valoramos mucho más esta descarnada aversión, estas estocadas tan bien dirigidas, con una punzante ironía que escuece ahora tanto como les tuvo que doler a ellos mismos cuando les tocó ser la diana de todos los dardos. Lo que nos extraña es que no se hagan esta misma reflexión, que no caigan en la cuenta de estar cumpliendo, sin advertirlo, esa antipática misión.
Pero he aquí que la diana parece estar en el campo, ya está puesta y bien fijada. Iba a decir que como un San Sebastían atado al laurel de Apolo, esperando en el jardín del Palatino las saetas de los nubios:
Ecce FSSPX! Carguen, apunten, ¡¡fuego!!
Y me parece que no me equivoco si preveo que el cañoneo va a ser formidable. Del estilo de eso que los avezados llaman 'fuego amigo'. Para echarse a temblar. Pero, como canta el himno, ya vienen, ya avanzan, ya tremolan las banderas, los estandartes, las enseñas del Rey. Y las portan quienes las portan, y no otros. Los otros están cargando la cañonería, la artillería de los amigos.
De estrambote, he dejado para el final el comentario sobre los comentarios que escupe el periodista. No sé quién será ese pelagatos que aparece subtitulado como periodista de La Croix; deberían haberle puesto, mejor, 'sicario de La Croix', porque el mameluco escupe vitriolo cada vez que abre sa bouche. Pero incluso en este reptiliforme intencional se descubre que es el resentimiento, no otra cosa, lo que falsea los hechos.
¿Tan despreciable, tan insignificante, tan risible es la FSSPX? ¿Entonces por qué el empeño del Papa? ¿Por qué las conversaciones a dos bandas? ¿Por qué el revuelo en el mundo eclesial, en Roma y fuera de la Urbe? ¿Por qué todo eso que desbarra el vipérido periodista galo? Dice:
"...En Francia tienen unos 100.000 miembros, muy poco respecto a los 5 millones de católicos franceses que van a Misa los domingos. También tienen unos 215 sacerdotes, más o menos el 2% del clero francés. Así que es un movimiento muy pequeño y muy típico de Francia."
Habría que responderle que no es cuestión de cantidad, sino de cualidad: Cómparense los 215 sacerdotes de la FSSPX con el resto del clero francés, obispos incluídos, y conclúyase.
Lo más chocante, sin embargo, es el final del reportaje, una especie de concentrado de tristitia boni alieni, de lo más repugnante y reactivo:
"...Según varios observadores, aunque el superior de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X acepte la oferta del Papa, es probable que otros líderes lefebvrianos se opongan. Lo que levantará nuevos vientos de cisma. Eso sí, un cisma dentro del movimiento tradicionalista: Un cisma entre quienes quieren volver a Roma y quienes siguen pensando que son ellos y no el Papa los que deciden qué es auténticamente católico y qué no lo es."
Y al punto, he recordado, incontinenti, el Salmo 2, aquel versículo:
"...quare fremuerunt gentes et populi meditati sunt inania / por qué se amotínan las naciones y los pueblos planean un fracaso..."
El discernimiento espiritual es un gran don, una de las gracias que derivan de los 7 Dones. Cuando veo y oigo cosas como las que salen en ese youtube, me pregunto si tan afectados estamos, si es tan grave nuestro estado, que no tenemos ni sentido para apreciar quiénes son los buenos y quiénes los malos, quiénes los sanos y quiénes los enfermos, quiénes los ciegos y quiénes los que han conservado la vista sana.
Tu autem, Dómine, miserere nobis!
+T.