domingo, 28 de julio de 2013
En estado de 'JMJ'
Cuando el Señor dijo que fuéramos como niños no quiso decir que nos comportáramos como niños. Mucho menos como adolescentes. Y no dijo nunca que nos mantuviéramos jóvenes. Desear la juventud perpetua no es una aspiración cristiana, por el contrario, ese fue uno de los mitos antiguos del paganismo, uno de los más perdurables, que incluso llegó hasta el Medievo. Algunos de los valientes que emprendieron la conquista del Nuevo Mundo buscaban también la fuente de la eterna juventud; Ponce de León descubrió La Florida buscando aquella legendaria fuente.
En estos días de la JMJ hemos visto quasi realizada la ancestral aspiración de la vuelta a la juventud, contagiados por el ambiente juvenil de la muchachada católica internacional; ha sido fácil sentirse joven con los jóvenes, moverse entre ellos y con ellos expresar la fe en el Señor desde una Iglesia joven, de jóvenes y para jóvenes.
Pero en cuanto tengamos un poco despierta la (cada vez más necesaria) conciencia crítica, advertimos que algo falla, puesto que las proclamas junioristas sólo sirven, realmente, para los jóvenes participantes (presentes o conectados), sencillamente porque es engañoso extrapolarlas y alentar un estado permanente y general de JMJ en la Iglesia, que no es joven toda ella. En el fondo parece que se aceptara sin discusión una peligrosa confusión: La de identificar juventud con bien, la identificación de juventud como ideal, declarar que la santidad se identifica con la juventud (o viceversa). Esa, al menos, es la impresión, resultando la curiosa paradoja de que en la época más anti-dogmática de todos los tiempos surgen dogmas nuevos y absolutos, como este del juniorismo eclesial, vagamente definido pero quasi universalmente profesado.
Si hubiera que precisar en qué consiste, qué significa y aporta la juventud a la Iglesia, sería fácil y rápido hacer una relación de tópicos: Inconformismo, rebeldía, desprendimiento material, desinhibición, sinceridad, ausencia de prejuicios, altruismo, capacidad lúdica, etc. Una lista de 'méritos' de la juventud, en suma, tan relativamente real como revisable en cuanto a su justo valor. Una lista apreciable, en todo caso, siempre que incorporara ideales y virtudes cristianas, identificándose con ellas según el animoso, optimista y alegre espíritu juvenil.
El entusiasmo y el ambiente alegre es contagioso en las JMJs, es patente. Pero también la impresión de que esa 'movida' es más externa que interna; es decir, que el entusiasmo que se exterioriza no se corresponde con una conversión interior que luego de traduzca en una vida religiosa, devota y virtuosa. A la postre, la mayoría de los grupos juveniles pueden mantener luego en sus encuentros un entusiasmo formal, pero raramente un compromiso espiritual perseverante.
¿Puede haber culpa pastoral? ¿Se puede acusar a los pastores? Entiendo que sí, por dos razones:
1) por frívolo mimetismo con las formas
2) por ausencia de una formación doctrinal/espiritual/moral seria y exigente
Un comentarista de ExOrbe me mandó el yutube que he puesto de cabecera, una grabación que esta mañana ya corría por internet. En la escena que recoge la grabación, la imagen de nuestra Jerarquía es patética; pocas veces se habrá visto un escenario tan elocuente para ilustrar la crisis de identidad de un estamento sagrado que, hasta hace unos 50 años, se caracterizaba por la conciencia de una alta y sagrada dignidad, y hoy se desfigura identificándose con la insustancial frivolidad de un ambiente tópicamente 'juvenil'. Podrían corear con los chicos ensayados la cantinela de 'Esta es la juventud del Papa' cambiando la letra y diciendo, mientras bailan, 'Esta es la Jerarquía del Papa' o 'Somos los obispos del Papa'. Con todo ritmo. A toda marcha. Armando el lío.
Y todos contentos. Todos satisfechos, emborrachados de entusiasmo. Con la engañosa ilusión de que eso es y así se hace la 'nuevangelización'.
Nunca he estado en una JMJ. Comprendo que a algunos le sirva como excitante, una experiencia estimulante para los buenos (y equívoca para los incipientes). Esta mañana he llegado con retraso a la Misa de 9'30 porque ayer estuve hasta las 3 y pico de la madrugada siguiendo la vigilia de adoración de la JMJ, retransmitida en directo desde Copacabana. La celebración tuvo momentos emocionantes, con el Señor expuesto en la Custodia, centro de todo el acto. El Papa, con pocas palabras, señaló un claro esquema de vida: Oración, Sacramentos y obras de misericordia. Las cámaras ponían primeros planos de jóvenes llorando emocionados, rostros sinceros, recogidos, orantes. Se interpretaron algunas canciones, intercaladas entre los minutos de silencio y las preces; todos los cantantes estaban igualmente emocionados, todos cantaron arrodillados, hasta los que se acompañaron de la guitarra, nunca lo había visto antes. Sin gustar de ese tipo de celebraciones, tengo que reconocer que el ambiente de oración era muy atrayente. Se cantó el Tantum Ergo en portugués, con una melodía muy adecuada, el Papa incensó y dio la bendición con el Santísimo; después de la bendición se rezaron las preces de alabanza. El Sacramento, expuesto en una gran custodia, de diseño moderno, fue retirado en una pequeña procesión, portado en andas por cuatro diáconos con dalmáticas, acompañados por acólitos ceriferarios. Como conclusión, ante la imagen de Ntrª Srª Aparecida, se cantó la Salve Regina. Todo me pareció muy digno. Para muchos jóvenes participantes en las jmjs esos momentos son especialmente emotivos y muy recordados luego.
Pero son una especie de paréntesis en medio de un tono general bullicioso, agitado, donde lo contagioso no es el recogimiento sino el tono exaltado, ligero, quasi frívolo. Por ejemplo, esta foto que me han mandado y que no sabía si sacar, pero al final he decidido poner. Total, es una imagen, simpática, desinhibida, juvenil e ingenuamente descriptiva del ambiente sano y amable de las JMJs; disfruten Uds. de la instantánea:
Como se trata de un posado para una cámara, no hay sorpresa en la instantánea del conocido prelado, tan juvenil, así, con la chaqueta por la cabeza, como disfrazado de monja, con las manitas juntas, en piadosa estampa.
Lo que pasa es que viendo el pectoral y sabiendo que es obispo (y un obispo en circunstancias muy especiales), nos cuestionamos la personalidad y el peso de esta nuestra Jerarquía, que Dios guarde (y perfeccione).
Total son pequeñeces, detalles de esta gran movida de la JMJ, que vuelve adolescentes y bailones a los obispos. Justo lo que necesitamos para los males que afectan a la Iglesia.
+T.
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