«Puede haber más amor cristiano en una unión irregular que en una pareja casada por la Iglesia»
Eso ha dicho Nicolás (con la sombra de Martini revoloteándole por encima de la coronilla).
Siendo Nicolás el jesuita cabeza de la jesuitez, lleva en sus genes jesuíticos aquel perverso equívoco que afloró ya en Ricci y remató en de Melo, esa especie de pancristismo indiferentista que ve asimilable a Confucio, compatible a Brahma y cotangente al Shinto. Todo es digerible, traducible, intercambiable (siendo Cristo el sustituible/transferible).
Por eso pronuncia esa sentencia escandalizante que lleva implícita su lógica premisa: Al decir que en una unión pecaminosa puede haber virtud cristiana, dice también que en el Sacramento del Matrimonio podría no haber gracia. Ergo Nicolás está diciendo que quizá sea mejor un estado de pecado que una vida en gracia. Ergo ¿para qué sirve el Sacramento, si el fornicar de los enamorados es virtud?
Se permite Nicolás bromear recordando los problemas de San Ignacio con la Inquisición, como si él (o quizá estuviera pensando en otro más conspícuo) se equiparara en la actualidad, verbis operibusque, con el Santo de Loyola.
Cuando el otro dia PP Franciscus celebraba los 200 años de la restauración de la Compañía de Jesús, yo me preguntaba si no hubiera sido mejor haberla dejado extinta, tal y como quedó con el Papa Clemente XIV, sin la rehabilitación graciosa de Pio VII. Porque me preguntaba qué pesaba más, si el bien obrado por la Compañía a la Iglesia entre Pio VII y Pio XII o el daño infligido a la Iglesia por los jesuitas desde Juan XXIII al presente PP Franciscus.
Que el Cielo lo juzgue. Pero si al árbol bueno se le reconoce por sus frutos, los frutos del árbol contemporáneo-postconciliar de la S.I. son nocivos sin comparación.
La Iglesia sería hoy mejor sin la Compañía de Arrupe y de Nicolás (y demás).
+T.