No sé cuántos votos de los 217 electores aistentes a la Congregación General habrá obtenido, pero en estos casos suelen ser más de los estrictamente necesarios.
De entrada, extraña la edad, que es poco más o menos la misma que tiene Kolvenbach, el hasta hace dos semanas Prepósito General, que presentó su renuncia al Papa por motivos de edad-cansancio-salud. Supongo que, como tantas veces, en situaciones poco clarificadas, se opta por una salida de cierto compromiso: Un hombre mayor, al que se le prevé un mandato relativamente corto, a ver si mientras se despeja el horizonte.
Un particular a tener en cuenta es que, año más año menos, es de la misma generación que Benedicto XVI. Y también que por edad y por circunstancias, estará muy en sintonía con el estilo de la Compañía marcado por el p. Pedro Arrupe, prepósito post-conciliar, también español y también jesuíta muchos años en Japón.
Me reconozco simpatizante del padre Arrupe; fue por un libro suyo "Ese Japón increíble", una breve y entretenida autobiografía, especie de novela de género vocacional-misional, donde contaba su juventud estudiantil, el despertar de la vocación, los años de formación en la Compañía, y sus primeros apostolados en USA y Japón, donde vivió y sufrió en directo los preámbulos de la 2ª Guerra mundial, y hasta la terrible experiencia de la bomba de Hiroshima. Por eso la simpatía.
Pero las buenas empatías no quitan que reconozca la penosa trayectoria de la Compañía durante los años en que Arrupe fue su Prepósito General. Fueron los tiempos entusiastas del Concilio y su post-concilio, esos que vieron cómo degeneraban y se arruinaban tantas congregaciones religiosas por (todavía no sé bien por qué) una mala digestión/asimilación del Concilio (o lo que no era ni concilio, ni obra, ni doctrina del concilio).
Tengo la impresión de que el padre Arrupe fue la primera víctima del "espíritu arrupe", como el Vaticano II se corrompió por el "espíritu del vaticano segundo". El mismo Pablo VI tuvo que "amonestar" a la Compañía; a Juan Pablo I, no le dio tiempo de amonestar; y Juan Pablo II amonestó duramente, una de las intervenciones papales más severas que se recuerdan en la historia de la Compañía de Jesús. El episodio coincidió con un rápido declinar de Arrupe, enfermo, el nombramiento de un delegado personal del Papa (el jesuíta p. Paolo Dezza, luego cardenal) para regir ínterim la Compañía, y la convocatoria de la Congregación General en la que salió elegido el hasta ahora prepósito, Peter Hans Kolvenbach.
Me pilló en Roma la muerte del padre Arrupe. Sus últimos años fueron un silencioso y humilde declinar, muy sufrido, ascéticamente asumido y ofrecido; me consta. Murió en Febrero de 1991, una noche muy fría, que casi nevó, y amaneció la Plaza de San Pedro blanca de escarcha y aguanieve. Con unos amigos sacerdotes del Colegio Español, estuve en la capilla ardiente de Arrupe, en la la residencia de Borgo Santo Spírito; recuerdo su cadáver, consumido, color de cera, casi con la apariencia de esos cuerpos de santos que se veneran en las urnas sotto l'altare, tan frecuentes en Roma. El dia de su funeral en el Gesú, también pude estar en la Misa, celebrada según tradición por el P. Maestro General de los Dominicos. Recuerdo que Martini llegó retrasado, con la Misa empezada, sentándose en un sillón especialmente reservado para él, en el presbiterio. También me acuerdo del fervor espontáneo de cientos de personas que besaban, tocaban y pasaban estampas con la foto de Arrupe por su ferétro. Hace poco fué exhumado y trasladado a una cripta de una de las capillas del Gesú.
Si Arrupe cometió errores, hubo un Arrupe antes y un Arrupe después que son buenos garantes de la santidad y los méritos personales del Arrupe del libro que leí y del Arrupe que vi enterrar. Son uno y el mismo, con un peso en la balanza de mucha virtud entre notables desaciertos a la hora de regir la Compañía en tiempos tormentosos para la Iglesia.
Pero a este sucesor suyo, no sé si le dará tiempo para enderezar la derivación calamitosa de la Compañía. Y este padre Adolfo Nicolás no es Arrupe, aunque sea español y haya estado en Japón (lo que no sé cuánto ni cómo pueda obrar en su crédito o su descrédito)
En la actualidad, la Compañía está enredada en todas las "vanguardias" católicas que des-catolizan y afectan desfavorablemente a la Iglesia Católica, que en muchos sitios se ha desvirtuado a la par y al ritmo de la Compañía. Porque la Compañía de Jesús sigue siendo muy influyente en la Iglesia Católica, para la que se concibió y fundó por el gran Ignacio de Loyola, maestro en el "sentire cum Ecclesia".
Si el padre Adolfo Nicolás supiera cómo aportar la dosis necesaria de ese "sentir con la Iglesia" que la Compañía necesita para recuperarse y regenerarse como la Societas Iesu que San Ignacio puso al servicio de la Iglesia, bienvenido sea el padre Adolfo Nicolás. Pero si su generalato fuera una re-experiencia de los confusos y errados tiempos de Arrupe y su "espíritu", mejor que sus años sean breves y que ceda pronto el gobierno.
Algo así - me atrevo a decir - estará pensando aquel al que rinden un 4º voto "circa misiones", tan necesitado de misioneros fieles, inteligentes, activos y santos para la missio en este recien abierto primer siglo del Tercer Milenio .
La grandeza espiritual de la Compañía y su historia, es prueba de que pueden; si no pudieran, la Compañía no merece ser, porque significaría que no quieren (?), definiéndose contra la Iglesia y el alma de la propia Compañía.
Preghiamo!
+T.