La conversión es un suceso corriente en la Iglesia. Siempre es deseable, se ruega por ella, unas veces llega por gracia "tumbativa" de Dios, y otras no acaece a pesar de chaparrones de oraciones "pro conversione". También es un proceso contínuo, un iter con su finis no en esta vida, sino en los umbrales de la eterna. Es, en suma, un misterio dentro del Misterio.
Dicen que Bush jr. se convierte al catolicismo. Y habría que decirle que a buenas horas. Podría haberse convertido antes de la Guerra de Irak y haberle hecho caso al Papa, que quería paz y no una tarta con velitas. Era otro Papa entonces, el mismo que clamó contra la 1ª Guerra del Golfo que emprendió el papá del presunto convertible.
Entiendo que Bush 2º quiere lavarse la cara, las manos, la cabeza y los pies A este sí que le hace falta un lavabo integral, y seguro que no le dicen, como a San Pedro, que basta lavarse los pies. Se ha enfangado en todos los lodazares del universo mundo, y tiene manchas de sangre desde la frente al talón. Que se lave es una cuestión de higiene, moralidad y corrección política. Pero que le quiten lo matado; digo, lo bailado.
¿Cabe ilusionarse con la conversión de Bush jr.? Bueno, siempre hay almas santas, almas cándidas, que miran todo sub specie aeternitatis, y que se alegran con los Ángeles del Cielo por todo pecador que se arrepiente. Y hay también almas de cántaro que tocan palmas y dicen vivas a todo y por todo. Si ahora se apláuden hasta en los entierros, que se tiren cohetes por un converso presi de los USA, es natural.
¿Nos conviene? Yo diría que le conviene, sobre todo a él, al Bush 2º. A nosotros (a la Iglesia) nos resulta un converso incómodo, tanto como un Pinochet católico, verbigracia. También es verdad que la Iglesia es para los pecadores. Lo que pasa es que no sería de extrañar que nos acusarán de todas las fechorías de Bush, cargando las cuentas del presidente sobre la Iglesia si la Iglesia al fin lo acogiera. Se olvidarán, como siempre, que los peores entre los peores militan bajo la hoz y el martillo, la estrella roja, la svástica, el puño y la rosa, o la escuadra y el compás. Todos esos simbolitos han cobijado y cobijan a la canalla más canalla de las canallas todas. Por su parte, la Cruz de Cristo reúne y ampara a pecadores, o sea, arrepentidos que se han convertido y se están convirtiendo. De todas maneras, Bush no será una joya para enseñar con santo orgullo en la galería de los conversos y el muestrario de las conversiones.
¿Y el Papa? El Papa hace lo que debe hacer un Papa: Acoger, facilitar, y, si llegara el día, alegrarse. Sea como sea y lo que al fin sea, una conversión de estas es una rendición, en cierto sentido. Roma es muy experta en este tipo de rendiciones.
Por ilustrar con un ejemplo histórico, se me viene a la cabeza el caso de Cristina de Suecia, la reina. La dificil reina. Una reina ya liviana-casquivana, ya ilustrada avant la lettre, que aprendía matemáticas y dudas metódicas con Descartes; y que metía en su real alcoba a machos y hembras sin escrúpulos ni distinciones. Una real pieza. El caso es que dejó sus boreales realezas y el luteranismo en que se crió, y se vino a la máter Roma, conversa católica-apostólica-romana (1654-55). Una conmoción en Suecia, un bombazo en Europa, y un alegrón en Roma, que se festejó por todo lo alto, con acuñación de medallas y todo, siendo de las pocas alegrías que se llevó el bueno de Alejandro VII, que sufrió un purgativo pontificado acosado por su Cristianísima Majestad Louis XIV de la France. Y más faustos y más fiestas.
Cristina católica se quedó a vivir en Roma, y vivió la dolce vita, más "cálida" que la nórdica", con sus trajines y sus cosas, para incomodidad de los Papas que la tuvieron que llevar con paternal paciencia. Cuando murió la enterraron en San Pedro del Vaticano, siendo junto con Matilde de Canossa las dos únicas féminas sepultadas allí, con sus respectivos monumentos, entre muchos Papas y algún que otro cardenal.
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Pero no hubo más. Suecia siguió Suecia, y Europa Europa. Roma también siguió siendo Roma, gracias a Dios.
Si es verdad lo de Bush, sería el segundo grande entre los grandes que se convierte católico, después de Tony Blair. ¿Será posible que entre motete y motete palpite una conversión? A ver, a ver en qué queda el caso, si hay caso. Lo que si estoy seguro es que Benedicto XVI, tan discreto, sonreirá, bendecirá, y pedirá por los conversos y los que estén en trance de conversión, para que se arrepientan de sus yerros y perseveren en la gracia. Pero sin acuñar medallas ni hacerles monumentos en San Pedro.
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