martes, 20 de enero de 2009

Show de neos

Nunca me cayó en gracia, pero cada vez me gusta menos. Con esa pinta de negrito de "El Cantor de Jazz", que sólo le falta el canotier de paja y el bastón de bambú para componer una figura tópica de tablado de music-hall sureño. Si tiene más sustancia el Obama, yo no se la veo (y no es ironía ni escondo segundas intenciones de nada, nada, nada...).
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Cualquier cosa - ya se sabe - puede llegar a presi de los USA. Y cualquiera mejor que el fantoche degenerado y enfangado en vicios que se retira por la puerta hedionda de la cochiquera de la historia, con la afrenta del zapatazo del moro como su anécdota final. Pero así y todo, ¿no tienen nada más que ofrecer? ¿nada que valga más en los EEUU?

Si digo que los considero cierto "cenit" y resumen-concentrado de nuestra civilización occidental, no sé si me creerán. Pero lo digo en serio, muy en serio. Hace unas semanas le recomendaba a un amiguete que se escapó un par de semanitas a New York (y yo no hice preguntas indiscretas de con quién?) , le recomendé que se sacara un ticket abono y no saliera del Metropolitan Museum, y, a ser posible, de The Cloisters. Todo lo demás (salvo otros museos), no merecía la pena ver porque se ve mejor en la pelis.

No tienen las grandes obras de las obras, pero sí una excelente colección-muestra (de lo mejor entre lo mejor, en algunos casos). Históricamente, sólo cuentan (de historia para la Historia) con su provinciana Guerra de Secesión (valió la pena por Gone Wind the Wind, por lo menos) y las dos Guerras Mundiales (que son europeas, realmente, como cualquier guerra que merezca la pena contarse). Pero apenas nada más (salvo vulgaridades contemporáneas como sindicatos, técnica, mercado y medios de comunicación). Un poco de literatura, mucho periodismo, y Cine (esto sí, con mayúscula). Y poco más.

La música, una vulgaridad prescindible (salvo unos pocos "clásicos", que son Europa). Lo que podría quedar de lo otro y lo otro y todo lo demás, un horror que me mejor no hubiera sido/pasado (Warhol y otras desmejorías decadentes, devastadoras infecciones de lo peor para lo peor).

¿Qué tienen entonces, qué les hace "grandes"? Sobre todo - opino - que son una sociedad y una nación "auto-definida", diría yo. Con una notable identidad y un altísimo grado de auto-reconocimiento y re-afirmación. Valores que son muy necesarios - su reciente historia lo demuestra - para ubicarse con ventaja en el siglo XX que fue y el XXI que empieza. En el clímax de su capacidad, han conseguido que el mundo que es y que está viniendo sea como los EEUU, por lo menos "globalmente", con bastantes semejanzas (incluídos vicios y perversiones del sistema) y otras tantas desemejanzas (tocante principalmente a las "virtudes" de lo mismo, relativamente difíciles de exportar, según y cómo).

Todo eso se re-presenta en el show presidencial. Que, para nuestra vergüenza, ocupa las pantallas y las primeras páginas en esta España zpera del fantoche que un dia no levantó el culo (desafiante!) del asiento cuando desfilaban las barras y las estrellas yanquis y luego lleva cinco años haciendo el caricato para que le den la mano los "americanos$americanos$os$ saludamos$con$alegría$". Vivir para ver.


Con una invencible repugnancia por lo que veo, más una apreciable sensación de vergüenza ajena, siento cierta convicción sobre la "nobleza" de las instituciones que han perdurado, pese a todo, en nuestra Europa. Será por tanta historia y tanta cultura (sin duda "la Historia y "la Cultura"), pero la aclamación de un Rey de España en las Cortes, la coronación de un monarca de la Gran Bretaña en Westminster, o el balcón de San Pedro abierto Urbi et Orbi, dejan en tamaña ridiculez de nuevos ricos tópicamente americanos lo de Obama y su jura presidencial.
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Entre la Piazza de Dódici Apóstoli y Trevi, en un rincón de una via romana, al lado de una papelería-copistería, está la capellina de la Madonna del'Archetto. Casi siempre tiene delante, haciendo fotos, a un grupo de americanos, porque todas las guias informan que el interior de la pequeñísima capilla fue decorado por Constantino Brumidi, el mismo artista que pintó los frescos del Capitolio en Washington.

Pues eso, más o menos (por comparación).

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