sábado, 1 de septiembre de 2007

Atletismo


Son de las pocas retransmisiones deportivas que veo con gusto y atención: Las pruebas de Atletismo de las Olimpiadas y los Mundiales.

Es deporte-deporte, quizá el más genuino y clásico, con tantas referencias a auténticos pilares de nuestra Cultura Occidental. Siendo estudiante universitario escuché una conferencia de uno de mis profesores en la que comentó que la punta de la evolución antropológica de la especie humana se mide y se celebra en las Olimpiadas, especialmente en esas pruebas de atletismo donde se realiza el ideal-lema citius, altius, fortius.

Me pregunto a propósito si la gente, tan moldeada por la propaganda temática impuesta desde los medios y los convencionalismos sociales y políticos en curso, advierte que cuestiones tan actuales como la igualdad de sexos y de razas - temas tabú de nuestra civilización postmoderna - resultan en franca evidencia durante estas competiciones donde hombres y mujeres compiten por separado, y en las que es facil apreciar la competencia y adaptabilidad física de los indivíduos de las diferentes razas para según qué tipo de pruebas.
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Indiscutible también la superioridad de los deportistas en paralelo a la fuerza política-económica-cultural de los respectivos países. En este sentido, las competiciones de convocatoria mundial se convierten en una galería de naciones demostrando qué y cuánto son.

Lo mismo sobre algunos logros de los pasados regímenes comunistas, que supieron formar y mantener todavía una excelente élite deportista, no digo ya en la China colosal, sino en los restos de las repúblicas desmembradas de la antigua federación soviética, o en la aislada Cuba caribeña.

Otro particular admirable: Los progresos de las transmisiones, puesta en escena, técnicas de imagen, cámara, pormenores, comentaristas. Todo un alarde de la mejor televisión, con una calidad indiscutible sólo superable por la siguiente ocasión, en la que todo será más y mejor.

A pesar de todas estas excelencias no es un espectáculo de masas, sino de élites, tanto de los que lo protagonizan activamente como atletas, como de aquellos que lo disfrutamos como aficionados y espectadores. Quizá también por eso es de las pocos eventos deportivos que espero y disfruto.

Me agrada pensar que no estamos tan lejos de la antigua Olimpia, a pesar de que el histórico recinto haya estado a pique de arder entre los olivos y laureles del Peloponeso en llamas. Y para dentro de dos veranos - D. m. - más atletismo y en Olimpiadas (aunque sean en ese descomunal reducto comunista de la China).


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