La Santidad es un atributo esencial de Dios, inseparable de su Ser. Desde Él se comunica a todo lo creado, hasta ese grado ínfimo de la criatura simple que participa algo de la santidad por ser, sencillamente. Pero en el hombre la santidad es una vocación, una expectación, un aliento de más ser; lo que busca el mortal a tientas y enmedio del desegaño insatisfecho de las cosas, el cristiano sabe que es la santidad: "Quemadmodum desiderat cervus ad fontes aquarum, ita desiderat anima mea ad te, Deus..." Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mio..." Sal 42, 1
Agustín dice lo mismo al comenzar las Confesiones: "Para Ti nos hiciste, Señor, y nuestro corazón deambulará inquieto hasta que en Ti repose...", casi proclamando la sentencia de que la santidad es el cánon del hombre, su proporción, su medida. El cánon de Protágoras es insuficiente: El hombre es la medida de todas las cosas...pero no para sí mismo.
Las palabras del Señor son la sentencia de esta ley: "Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto" Mt 5,48 / "Sed misericordiosos como vuestro Padre celestial es Misericordioso" Lc 6, 36 / "Sed santos porque yo, vuestro Dios, soy Santo" Lev 19, 2
Y cabe hacer la ilación consecutiva saltando de santidad a misericordia y de misericordia a perfección; y también desde la misericordia a la perfección concluyendo en la santidad; o variando la secuencia empezando por perfección con la misericordia enmedio y la santidad al final...
Son las variaciones sobre la santidad, tan ricas y matizadas como las policromías irisadas y traslúcidas de un vitral de un rosetón: Una misma, sóla y única Luz trasluciéndose inagotable y haciendo de luz lo que traspasa: "..No destruye la naturaleza, sino que la perfecciona y la eleva".
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