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Pablo VI celebra la primera Misa en italiano, el 7 de Marzo de 1965, en la parroquia romana de Ognisanti |
Con lamentable, vulgar, torpe y desafortunada expresión, PP Franciscus ha celebrado los cincuenta años de la primera Misa "
en la lengua de la gente". A pesar de la frecuencia e insistencia, no me acostumbro, no nos acostumbraremos a la imperfectísima locución
francisquista. Si fuera por incapacidad de otra expresión mejor, no dejaría, empero, de ser preocupante; mas lo verdaderamente inquietante es que tales expresiones no sean efecto de la limitación de su pobre idioma, sino de su deliberada intención. Por extensión referencial concomitante, '
gente', en este caso, viene a ser como el '
conejos' de hace poco.
Afortunadamente, no me considero nominado en el colectivo '
gente'. Desde que tengo uso de razón he huido de esa y otras uniformidades genéricas. De todas formas,
Franciscus, iterum, dixit.
De la efemérides en sí, rebélome si considéranla digna de celebración, siendo el hito de la degeneración y el derrumbe que nos afecta y estraga. Se celebran los faustos, no las calamidades, aunque sean dignas de recordación, pero no festiva.
De lo mucho que se podría decir, limítome a comentar un detalle de la foto que hoy han publicado muchos medios, esa instantánea en blanco y negro en la que se ve a Paulo VI celebrando aquella primera Misa en italiano:
El altar, aquel primer altar para la Misa
en el idioma de la gente, es un altar tipo que inaugura también el minimalismo litúrgico galopante y su tropel de abusos. Un altar improvisado, cuasi un tablero sobre cuatro débiles patas. Sin frontal. Con un Crucifijo pequeño,
quasi insignificante-insignificativo. Con micrófonos, cables y libretos encima. Lo único verdaderamente digno son (todavía) los manteles.
La pregunta emergente en la mente inquieta de muchos que vieran entonces la foto sería -'Si esta es la Misa del Papa, ¿cómo serán las Misas de los curas simples y corrientes?'.
La respuesta a aquella inquietante sospecha se repetía por doquier en aquellos mismos días. En Sevilla, como recordaba hoy la prensa local, incluso un mes antes, el 10 de Febrero de aquel 1965, en otra
'primera Misa en lenguaje de la gente', en español, claro; en la Universidad, en el aula magna de la Facultad de Ciencias, una improvisada capilla, sobre un improvisado altar que se adelanta al minimalista de Pablo VI en Ognisanti de Roma y supera su minimalismo deconstructivo litúrgico, ejemplarizando otros
usos-abusos que se harán comunes, universales: En el altar de la
neo-misa de Sevilla, el Crucifijo ya no está en el centro, sino desplazado en la esquina, entre dos someros candeleros (con velas rojas? o moradas?); en el centro está el celebrante (un célebre celebrante, por cierto), vuelto a la grey estudiantil del aula magna universitaria, siendo testigo cualificado de la celebración con sus pormenores un obispo presente en carne mortal, el entonces auxiliar de Sevilla (también muy célebre más tarde, cuando vascoñeó e ikurriñizó).
Vean la noticia con foto aquí (aumenten la foto-pdf para ver mejor los detalles).
Desde aquellos inicios, todo estaba ya en germen de degeneración. Yo me pregunto si habría instrucciones previas, circulares de curia con orientaciones sobre cómo descentrar crucifijos y desmontar solemnidades.
De notar y subrayar es que
'la gente' de 1965, estaba con todo aquello encantada.
Ya se sabe que el vulgo se solaza con/en la vulgaridad, cuanta más mejor. Como la cerda de la IIª epístola de San Pedro -
"...cerda lavada, en el fango se revuelca" IIª Pe 2,22.
Huelga también decir lo revolcada que está
'la gente' cincuenta años después de los primeros revolcones.
Tanto, que ya no distinguen (no saben) lo que se perdió. La mugre les impide apreciar lo impoluto.
+T.