lunes, 23 de enero de 2012
Neocatecumenado, un hecho consumado
Hace unos días fuí testigo casual de la movilización de los neocatecumenales para la audiencia del pasado Viernes 20 de Enero. Se sacaron muchos billetes de ida y vuelta para ese mismo día, llegar a Roma a primeras horas de la mañana, asistir a la audiencia del Papa en la Sala Nervi, y volver en avión aquella misma tarde-noche. Algunos (los que han podido) han prolongado la estancia hasta el Domingo, aprovechando el fin de semana. Era una ocasión importante y se buscó la mayor y mejor presencia posible de responsables locales/regionales y sacerdotes.
Las comunidades neocatecumenales, cuando comenzaron, aparecieron en las parroquias como uno más entre otros experimentos o iniciativas pastorales suscitadas por el entusiasmo inmoderado y las inquietudes excitadas del post-concilio; eran - tampoco se olvide - los años del '68 contestario y libertario que clamaba consignas ocurrentes contra todo y proponía la revolución y el cambio absoluto de todo.
La creatividad pastoral de las comunidades neocatecumenales no se agotó, sin embargo, en una explosión inicial seguida de una decadencia sin freno, sino que demostraron ser una opción relativamente eficaz para la renovación 'conciliar' de algunas parroquias. En pocos años, desarrollaron estructuras internas de catequesis, formación, vida comunitaria, y celebración/liturgia. No se improvisaba, sino que se iba creando y fijando a la vez que se expandían desde Madrid a toda España, y un poco más tarde a Roma e Italia. Así y todo, a fines de los '70 todavía eran un fenómeno pastoral poco conocido, aunque siempre impactante allí donde existían.
El salto al primer plano de la escena lo dieron cuando la primera visita de Juan Pablo II a España, en Noviembre de 1982. En todas las celebraciones aparecían los neocatecumenales con unas grandes pancartas, muy visibles, con el lema-salutación que habían escogido para la ocasión: '¿Y cómo es que la Madre del Señor viene a mí?', un extraño lema que, sin embargo, era bien conocido entre los miembros de las comunidades, porque es un verso de una canción de Kiko Argüello (una glosa de Lc 1 42-45, la escena de la Visitación), de las que se cantan durante las celebraciones comunitarias.
Desde entonces, las comunidades se incorporaron a la estela viajera de Juan Pablo II. Donde estuviera el Papa, allí aparecían los neocatecumenales, con sus pancartas, sus guitarras y sus cantos. Juan Pablo II los adoptó y favoreció, de igual manera (mutatis mutandis) que identificó/marcó su pontificado con otros movimientos o fundaciones, como el Opus Dei, los Legionarios de Cristo o los Focolari; las comunidades neocatecumenales de Kiko Argüello se integraron sólidamente en aquella estructura que ahora se denomina y reconoce como 'nueva evangelización'.
¿Se trataba de una simpatía por sintonía de ideas o formas? Pienso que se trataba de algo más pragmático y evidente: Las comunidades del Camino Neocatecumenal aportaban gente, familias, jóvenes, a una Iglesia que se desangraba y languidecía por toda Europa. Aunque no en toda Europa se acogieron a las comunidades de Kiko, de hecho, sólo en Italia y España (por este orden) cuentan con efectivos consignables en cifras dignas de mención. Y en Hispanoamérica, donde misionan y crecen de manera muy llamativa. Las estadísticas, a nivel mundial, dicen que están presentes en unas 900 diócesis, con un total de más o menos 40.000 comunidades en 6.000 parroquias, cada comunidad con una media de 20-30 miembros.
Son comunidades muy jerarquizadas, a cuyo frente no están los sacerdotes, sino los catequistas y responsable de cada comunidad, con estructuras de gobierno local y regional, siempre con laicos (hombres y mujeres) en los puestos de gestión y dirección. En la cumbre, Kiko Argüello y la co-fundadora Carmen Hernández, en un nivel de reconocimiento carismático próximo (si no de hecho) a la categoría de 'profetas'.
Un 'neo-profetismo' que encaja muy bien en los conceptos vetero-testamentarios que definen gran parte de la idiosincrasia de las comunidades neocatecumenales. Su propuesta pastoral-espiritual pretende un re-descubrimiento de la identidad cristiana desde una aproximación/inmersión en las fuentes cristianas del Antiguo y el Nuevo Testamento, como una especie de recorrido personalizado e interiorizado, pero vivido en un intenso ambiente comunitario, que se detiene en diversos estadios de la Historia de la Salvación, insistiendo en la identificación con el estilo de las primeras comunidades cristianas, las del tiempo apostólico, en torno al siglo Iº de la Era Cristiana.
De ahí el gusto (apropiación?) de algunos elementos o signos que más que del Viejo Testamento parecen extraídos, más propiamente, del judaísmo, por suponerse ambientados en las primitivas comunidades judeo-cristianas inmediatamente posteriores a la Ascensión y el Pentecostés. Aunque no se trata de un simple remedo de los capítulos referenciales de los Hechos de los Apóstoles y las Epístolas Apostólicas, sino que es una re-invención dependiente de la creatividad carismática de Kiko Argüello y los primeros miembros del Camino Neocatecumenal.
La personalidad de Kiko se impone, no obstante, sobre todos, y, en principio, todo ha sido ideado por Kiko: Predicación, cantos, imaginería, material y ajuar litúrgico. En este sentido formal, existe una considerable 'homologación' de todas las comunidades, con elementos idénticos a la hora de orar, cantar, celebrar, disponer la distribución y decoración de los salones de reunión y celebración, horarios incluso. Hasta se compartía un cierto look de vestuario y apariencia: El catequista (o el neófito) con barbas intonsas, ropa sencilla y Biblia de Jerusalén debajo del brazo, como cierto estereotipo identificativo.
Las críticas al estilo, las formas, los procedimientos, los contenidos doctrinales y las novedades litúrgicas se topan, empero, con unos frutos patentes: El seguimiento del Camino Neocatecumenal ha recuperado o regenerado a muchos católicos extraviados o desalentados, tibios o desestructurados. En las comunidades neocatecumenales se dan verdaderas conversiones. Rezan mucho. Practican entre ellos una efectiva inter-comunicación de bienes. Son generosos, muy caritativos. Incluso han restablecido disciplinas practicamente perdidas o languidecientes, como la del ayuno.
En las parroquias donde están, se hacen responsables de su sostenimiento material, aunque al alto precio de monopolizar - o tender marcadamente a ello - toda la pastoral parroquial (aunque haya que reconocer que este mismo fenómeno de acaparación uniformista sucede igualmente en otras instituciones, movimientos y/o fundaciones católicas).
Los obispos, que fueron reacios al principio, en muchos casos, en muchos sitios, a las comunidades neocatecumenales, se fueron convenciendo a golpes de generosidad y de cantidad. Por una parte, las muy generosas ofrendas, colectas y contribuciones de los neocatecumenales a sus respectivas diócesis y sus obispos, resolviendo eficazmente muchos problemas y facilitando la salida de muchos apuros. Por otra parte, las asistencias.
Nuestros obispos sufren todos de un 'síndrome multitudinarista', una propensión quasi patológica a las multitudes; no resisten una Misa con cuatro fieles, sino que necesitan, perentoriamente, centenares, millares de fieles en torno, si es posible. Y si no es posible, donde no se puede, acuden las comunidades con sus neocatecumenales. Estas dos efectividades son dos firmes pilares del triunfo del Camino.
Cuando algunos medios indiscretos (anzuelo-trampa para incautos y desinformados ansiosos, mentideros de pazguatos y friki-católicos histéricos) anunciaron la semana pasada que sí y que no, que el Papa iba a aprobar y el Papa iba a desautorizar, todo junto y sin solución de continuidad, las liturgias, usos y formas de los neocatecumenales, la gente sensata y moderadamente informada opinábamos que ni una cosa ni la otra. Lo que se esperaba, lo lógico, era un justo reconocimento, con algunas instrucciones, oportunas ponderaciones y muchos parabienes. Que es lo que hubo el Viernes 20 de Enero en la Sala Nervi, cuando el Papa Benedicto recibió en amable audiencia a la plana mayor del Camino, con Kiko al frente y muchos, muchos sacerdotes españoles e italianos.
El Papa Benedicto, al contrario que su efusivo predecesor, no ha prodigado ninguna dilección reconocible o manifiesta a ningún movimiento, congregación, orden o institución. ¿Quizá porque durante los muchos años al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe supo, fué informado y conoció mucho de todo y de todos para entusiasmarse o encariñarse con nada de nadie? Quizá. Y eso explicaría en parte su circunspección y su discreta y prudente distancia.
Al fin y al cabo el Camino Neocatecumenal es una novedad, una inicitiva de apenas 50 años, que en los metros de la Iglesia son casi nada, un germen, una semilla que empieza a brotar.
Personalmente, no soy simpatizante, me chocan, nunca las he admitido ni alentado. Ocasionalmente les he asistido en algunas celebraciones penitenciales, ayudando a las confesiones. Dos veces (o tres?) les he celebrado la Eucaristía, por forzosos compromisos, con bastante reluctancia y un incómodo resultado para mí y para ellos, porque ni yo lo hice como querían ellos ni ellos actuaron como quería yo. De esto hace ya muchos años, más de diez. No obstante les reconozco las bondades que he ido señalando en este articulete, con reservas, pero con realismo.
¿Serán una energía para la la regeneración o son otra fuerza más para la disgregación? El tiempo dirá. Pienso, sin embargo, que si alguna vez se vieran preteridas por la Jerarquía, podrían actuar (luego de una aparente y obediente sumisión) de forma impredecible, pero temible. El momento/fase crucial ocurrirá cuando desparezcan los fundadores y se enfrenten a la etapa post-fundacional, siempre tan crítica para este tipo de instituciones. No aventuro más conjeturas.
Están demostrando ser válidamente resistentes al espectro de la secularización y el agresivo anti-cristianismo de la post-modernidad, creando una muy eficaz conciencia renovadora de la familia, con estrechos apoyos de las comunidades. Algunas de sus inicitaivas como la de las familias misioneras, muchas veces pioneras, en enclaves muy difíciles, son admirables (no digo que perfectas).
Por otra parte, demuestran estar muy lejos de la conciencia católica demolida en el post-concilio, muy perdida, en cuanto tal conciencia católica, en las comunidades neocatecumenales que son, como otros grupos, secuela genuina del Vaticano II y el 'espíritu del concilio'.
¿Es ahora su momento? Ahora es el momento en que están pisando fuerte, y consiguen arrancar de la prudente expectación del discreto Benedicto las aprobaciones y el ánimo necesarios para seguir.
Con una Iglesia al borde de la multi-fractura pastoral-institucional, los movimientos inter-nacionales que se definen fieles a la Santa Sede y disponibles para la misión de la 'nueva evangelización' son instrumentos valiosísimos, muy apreciables. Pero si prestan cohesión a la misión general de la Iglesia, es a costa del reconocimiento de su vocación y carisma particular, tal como se definen ellos mismos en el Camino Neocatecumenal. Su vinculación a Roma, favorece a Roma, pero Roma ha tenido que prestarles una aprobación, una validación.
Como he dicho más arriba, la simpatía del beato JP2 por el Camino neocatecumenal fue muy significativa. El Papa Wojtyla, de hecho, no sólo reconoció a las comunidades neocatecumenales sino que les aprobó todo, si no formalmente, sí de facto. Con esa hipoteca juanpablista, era ya dificil corregir nada sustancial ni dar marcha atrás. Los estatutos (muy urgidos y recomendados por Juan Pablo II) sellaron la aprobación definitiva. Algunos matices, algunas reticencias, algunos detalles, se insinuaban o se obviaban, pero la aceptación era real.
En este mismo sentido que acabo de decir entiendo lo del pasado 20 de Enero. Con medias palabras que hay que intepretar, comentar y explicar, se les dice sí con un poco de pero. Una especie de trato cerrado en serio, con flecos sueltos, rubricado con apretón de manos y un coloquial 'no se hable más' seguido de efusivos (y sinceros) abrazos (y besos, que los neocatecumenales son muy osculantes).
Se repite el pragmatismo. Se reducen obstáculos. Se asume la praxis de hechos consumados.
La Iglesia del post-concilio no se atreve a más: Ni la contundencia de una desaprobación radical, ni el magisterio de una corrección fundamental, ni la negativa, ni la censura, ni la explícita limitación.
La conclusión resultante es esa tácita y semi-pautada aprobación de la neo-liturgia neocatecumenal que, se reconozca o no, es un rito, propiamente. No un rito secular, producto de una maduración teológica-espiritual-liturgica de siglos, sino una novedad creada a voluntad de los fundadores del camino, tan reciente como las mismas comunidades, fruto muy particular del experimentalismo reformista propiciado por el V2º.
Tan importante (y grave) como la aprobación fáctica del neo-rito, fue la concesión - también juanpablista - de los seminarios para el clero neocatecumenal. Con la aprobación de los seminarios Redemptoris Mater se adelantaba lo que ahora se explicita. Fundar seminarios donde los candidatos al sacerdocio se forman cotidianamente en la celebración del neo-rito es aprobar todo aunque luego parezca que no todo. Huelgan explicaciones post eventum si antes se posibilita lo que luego se pretende apostillar. Si me explico.
El futuro inmediato es favorable a las comunidades, a su expansión. En España, próximamente, habrá un nuevo seminario neocatecumenal, que con los ya existentes de Madrid, Castellón, Córdoba, Granada, Murcia, León, Pamplona y Burgos, será el noveno de la serie. Los sacerdotes que salen de estos centros, después de dos o tres años (no más) de ministerio pastoral en la diócesis donde se ubica el seminario, pasan luego a formar parte del equipo de misioneros que apoyan a las comunidades de nueva creación, en Hispanoamérica, EEUU, Asia (se está preparando una gran misión en China) o cualquier otro sitio donde se requiera su ministerio, siempre supeditado a los criterios y planes de los superiores/directores del Camino Neocatecumenal.
Se da, así, la paradoja de la existencia de una jerarquía sacerdotal sometida a otra pseudo-jerarquía seglar formada por los responsables-jefes del Camino Neocatecumenal, con una inserción-incardinación diocesana meramente nominal, en tanto que efectivamente dependen del organigrama del Camino Neocatecumenal, no del diocesano. Todo esto con la aprobación condescendiente de los respectivos obispos, que dan su placet tanto a los seminarios neocatecumenales como a su forma de proceder. Una forma - otra vez - de facto, pero discutiblemente canónica.
Concluyo repitiendo lo que digo en el titulillo del articulete: Estamos asistiendo a la aprobación-reconocimiento de un hecho consumado. El futuro, repito también, queda abierto a eventuales cambios y/o rectificaciones, pero también a confirmaciones en el sentido que se está marcando.
+T.
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