
Tuve un maestro, un sabio dominico, que nos enseñó cómo se pude rastrear en el Antiguo y el Nuevo Testamento una "teología de la piedra", un cierto tema que toma la piedra como elemento de discurso-reflexión teológica; el binomio Pedro-piedra no es una casualidad.
Cuando viene a cuento, en algunas meditaciones de retiros, ejercicios, prédicas etc. comento que las piedras de lapidar sentenciados a muerte, el Señor las ha cambiado en piedras para edificar su Iglesia. El Evangelio de la adúltera (Jn 8, 1-11) es un ejemplo; y por supuesto toda la perífrasis petrina (IPe 2, 4ss.), tan elocuente: Si San Pablo prefiere hablar de la Iglesia como un cuerpo organizado, San Pedro prefiere la imagen de un edificio edificado con piedras, piedras vivas.
Todo lo cual se me ha venido más de una vez a la cabeza esta semana pasada, con la arremetida de la prensa contra el Papa, la Santa Sede y la Iglesia por los pederasteantes (y los pederasteados). Imaginaba que podría resumirse, compararse, describirse, como un "episodio de piedras" que tipifica dos actitudes perennes en la vida y las circunstancias de la Iglesia: Unos tiran piedras, otros las recogen; unas son pedradas de muerte y otras son piedras para edificar. Depende de cada cual, personas e intenciones, pero esas piedras definen muy bien a los que las llevan/las tiran/las recogen/las utilizan.
De Santa Teresa recuerdo (más o menos) una de esas anécdotas de similar circunstancia, que fue la de aquel señor airado contra ella, la monja fundadora, de la que públicamente dijo que merecía que le dieran palos, y la Santa vivaz y simpática que le respondió - "¿Y cuántos palos estaría dispuesto a darme su merced? Porque ando falta de maderos para techar un convento para mis monjas y me vendrían muy esos palos, si me los diera caridad..." etc. Y consiguió Stª Teresa los palos para su convento (y dejó "edificado" al presunto apaleador).
Ayer, Domingo de Ramos, en la lectura del Evangelio de la Entrada en Jerusalén, el Señor hacía otra re-versión del tema de la piedras:
"...et quidam Pharisaeorum de turbis dixerunt ad illum magister increpa discipulos tuos quibus ipse ait dico vobis quia si hii tacuerint lapides clamabunt." Lc 19, 39-40 ¡Si estos callaran, clamarán las piedras!

Las piedras agresivas que algunos tiran para herir y matar, también pueden ser gritos vivos que aclamen al Señor. Depende de las actitudes, de las intenciones, de la voluntad de cada cual. Y de Cristo, que puede hacer clamar a las piedras.
Si en el Éxodo Moisés sacaba agua de la roca del desierto, la Iglesia también puede sacar gracia de un corazón de piedra. Y de una pedrada, también.
Y si no, nosotros mismos, con gracia de Dios (insisto: CON GRACIA DE DIOS (con mucha gracia)) recogiendo las piedras que nos tiran podemos edificar la Iglesia, fortalecerla, reparar brechas y reforzar muros y paredes. O empedrar un camino limpio y firme para que pase el Señor y caminen los que predican su Evangelio.
A los que nos tiran piedras, esta operación de aprovechar las piedras con gracia de Dios (con mucha gracia) les va a hacer muy poca gracia. Estoy seguro.
+T.