jueves, 1 de marzo de 2018

Illo témpore...


Suelo tener a mano un misal antiguo, de los de mano, de devoción, como complemento y auxiliar; de hecho, varios: en el despacho, en casa, en la sacristía, incluso alguno cerca del Altar, de socorro, por si algún imprevisto. De entre los que manejo le tengo especial querencia a uno muy gastado, de los que pululaban por mi casa y se salvaron de la aniquilación del derrumbe, encuadernado en piel, despellejado en el lomo alto, con las cintas quasi a punto de disolverse en hilachas, con alguna merma en las páginas primeras y últimas y por eso le falta el colofón que me impide ponerle fecha, pero se imprimió y publicó en Valencia, en 1941-43 (creo), antes de la reforma de la Semana Santa (¡ay!). La edición estuvo a cargo, con prólogo, notas y comentarios, del padre Vicente Molina S.J. En Cuaresma, trae unas sabrosas introducciones a la Misa del día, con mención referencial de la estación romana respectiva. Este es el comentario de la de hoy, Jueves/Feria Vª de la IIª Semana de Cuaresma:

"Jueves de la Segunda Semana de Cuaresma. Estación en Santa María al otro lado del Tíber.

- Este templo de la estación estaba rodeado de la barriada más opulenta de los judíos y, como es natural, allí abundarían los vicios y hasta el desprecio a Cristo. Muy oportuna es la lectura del Evangelio de hoy que nos narra la parábola del rico Epulón y el pobre Lázaro; el Epulón, tipo del pueblo judío, rico en dinero y depravado, y Lázaro, tipo de la Iglesia, rica en virtudes y escasa en dinero. Los reproches de Cristo al pueblo judío tenían allí una resonancia especial."

Ya sé que quienes me leen no son tontos, pero, aun así, destaco el 'como es natural' y el 'Epulón, tipo del pueblo judío, rico en dinero y depravado'. Pero no es menor el subrayado para el 'Lázaro, tipo de la Iglesia, rica en virtudes y escasa en dinero'. Admirable todo. Estupefaciente, también. Incluso le cabría a todo ello el calificativo de inocente, la inocencia de ese bendito padre Vicente Molina, que Dios tenga en su Gloria junto a los Santos Inocentes, los confesores, no los mártires. Porque no me imagino al buen reverendo en el infierno de los antisemitas o en el limbo de los bobos, simplemente infiero que eran cosas, mentalidades, pensamientos de la época, de aquella terrible época del cuarentitantos, cuando por el Trastévere y el Lungotévere las SS hacían estremecer los umbrales de los hijos de Judá en la Urbe.

De todas formas, hagámonos cargo de que se pensó así y se escribieron - piadosamente - cosas así, sin más malicia, pero como cito. Aunque me gustaría que no hubiera existido todo eso, ni lo pensado, ni lo escrito, ni lo dicho, ni lo hecho.

Considérese, pues, cuán astuto es el tentador, capaz de disimularse hasta en el comentario pío, entre las páginas de un misalito, tanquam fina y silente víbora, lista para picar y envenenar (¡Sancte Michael, divina virtute in inferno detrude!).

Por lo demás, para cerrar, diré que en mis años de Roma, cada Cuaresma, siempre que pude, hice las estaciones, que les tengo devoción desde que, cuando niño, leía en los misales eso de 'Estación en Santa María in Trastévere', verbigracia.





+T.