Después de las horas de clavos y espinas,
de lienzo y sepulcro sellado,
después de la Cruz...
Desolada el alma, triste y temerosa,
se alejan del sitio con pena,
los ojos sin luz.
Van por el camino, andado en silencio,
recuerdos de muerte y dolores.
Y apareces Tú.
Tu paso se hace al de los caminantes,
que avivan el suyo contigo;
no saben Quién es.
Tú tampoco dices quien eres y hablas,
y haces que cuenten, que digan
aquello que fue.
Y escuchas la historia de tu Cruz contada,
amarga aprensión de derrota,
por primera vez.
!Qué torpes y necios, que poco sapientes
de salmos y de profecías,
que hablan de Ti!
Te oían, y ardían sus almas al don de tu voz
que despabilaba latidos
de un eco feliz.
Llegados al fin a la aldea te piden:
"¡Detente, vente con nosotros
y párate aquí!"
La mesa - Altar y Calvario -
el lienzo - sudario y mantel -
el cáliz - el agua y la sangre -
el pan bendecido y partido
al fin, Señor, te hacen ver.
!Emaús de los caminantes,
que en mesas y altares
se encienden de amores Contigo
cada atardecer!
+T.