La crisis arriana fue formidable, más temible para la Iglesia, más trágica, que la época de las Persecuciones. Estuvo en peligro la fe esencial de la Iglesia, la doctrina fundamental del Cristianismo. La clarividencia creyente, la fidelidad abnegada, el sacrificio valeroso de Atanasio de Alejandría fueron gracias excepcionales en un hombre providencial.
Pero nuestra crisis, la de la Iglesia postvaticanosecundista, es mayor, más profunda, porque no se trata ahora de una herejía identificada sino de muchas heterodoxias diversificadas, con más grados de semi-heterodoxia y ortodoxia parcial que los que cupieron en el agitado siglo post-niceno. La Iglesia del siglo XXI ha arribado al tercer milenio profundamente afectada por la confusión doctrinal, la corrupción litúrgica y la degradación moral.
La vida y obra de San Atanasio no son triunfalistas, sino un ejemplo patente de combate y penitencia. De entre todos los años que duró su batalla por la fe, destacan los seis o siete que transcurrieron en la Tebaida, en el desierto donde los primeros anacoretas se iban reuniendo en torno al proto-abad San Antonio para aprender a vivir en oración y penitencia. Atanasio conoció todo aquel mundo: El de las persecuciones que acababa con gloria, el de las herejias que emergían con violencia diabólica, y el del monacato que se estrenaba con energías santas en el desierto más áspero.
El desierto es un referente recurrente, para el Viejo Testamento y para el Nuevo. Si los profetas clamaban una vuelta al desierto, la Iglesia, a lo largo de sus veinte siglos de historia, ha conocido la persecución interna y cómo los mejores se han retirado al desierto.
No entiendo, me es incomprensible, una Iglesia en crisis, gravemente herida, como la actual, montada en la noria del juanpablismo, las jmjs y la nuevangelizacion que oculta la enfermedad con fuegos artificiales de un pentecostés artificial.
Verdaderamente necesitamos un Atanasio (o varios, o muchos) que vean claro, combatan firmen y reanimen con signos de vida efectiva en espíritu y verdad.
Tu auten, Dómine, miserere nobis!
Orémus
Exaudi quaesumus Domine preces nostras, quas in beati Athanasii Confessoris tui atque Pontificis solemnitate deferimus: et qui tibi digne meruit famulari, eius intercedentibus meritis ab omnibus nos absolve peccatis.
Per Dóminum nostrum, Iesum Christum...Amen.
Oratio
Omnípotens sempitérne Deus, qui beátum Athanásium epíscopum divinitátis Fílii tui propugnatórem exímium suscitásti, concéde propítius, ut, eius doctrína et protectióne gaudéntes, in tui cognitióne et amóre sine intermissióne crescámus. Per Dóminum nostrum, Iesum Christum...Amen.
Oración
Dios todopoderoso y eterno, que suscitaste a san Atanasio como preclaro defensor de la divinidad de tu Hijo, haz que nosotros, iluminados por sus enseñanzas y ayudados por sus ejemplos, crezcamos en tu conocimiento y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Ex Voto
+T.