miércoles, 13 de octubre de 2010
Populachos (de diestra y de siniestra)
Yo pensé que era una pitada de llegada y que luego habría una bronca de despedida, todo para él solito, para el infame. Pero mi estupor fue in crescendo cuando ví que el vocerío duraba cuando debería haber silencio. Una desagradable escena, muy molesta, de las que no se quieren ver, ni oir, ni estar en ella.
Pero allí estaban. Recordé un refrán muy sentencioso que dice: "El viejo desvergonzado hace al niño malhablado", pero referido a los circunstantes. Porque a ese populacho vociferante le han enseñado, precisamente, los desvergonzados a quienes pitaba. Ha sido la piara de la siniestra, la canalla marxista, la apestosa y apestante izquierda la que ha amaestrado a esa gente (casi gentuza ya).
Antes era la aristocracia, la élite, la noblesse, la que hacía y la plebe la que imitaba, remedaba. Las modas iban de arriba a bajo, y los modelos se iban degradando hasta ser, cuando llegaban abajo, una caricatura grotesca, burda y desgradable del original. Así en todo. Por ejemplo, una pintura magistral expuesta en una exclusiva galería se convertía en una cromolitografía de almanaque colgado en un clavo, o un vestido de dama en un sayo de aldeana, o un bastón señoril en una caña de chulo. Y así todo.
Desde no sé precisar bien cuándo, las tornas se volvieron, con avisos de decadencia y corrupción profunda. Verbigracia, antes, de la Revolución, fue un síntoma alarmante que la Reina Maria Antonia se divirtiera jugando a ser granjera en Versalles, instalando el impostado Hameau de la Reine como un apéndice rústico del Pètit Trianón. Y no quiero decir que la guillotina y el terror jacobino fueran una consecuencia de la granjita versallesca de juguete; lo que digo es que una reina travestida de aldeana barrunta fatal, sin precisar por dónde sonará el trueno ni en qué sitio caerá el rayo.
Más acá, en un clímax aberrante, se vio a una archi-grande de España jugando al rojerío y la siniestra depravada, terminando la historia en tragicomedia de títere de cachiporra, casi, superando la realidad al esperpento vallinclanesco y a la astracanada más disparatada. Pero así decaen los grandes, corroborando la sentecia antigua, tan moral y pesimista: Corruptio optimi, pessima. Verdaderamente.
En este caso, decía, el corruptor ha sido el rojerío izquierdoso marxistóide, y la corrompida ha resultado ser la plebe derechista, pro-franquista, anti-monárquica, españolista, catoliquera, madrileñera. El resultado, en vez de disgustar, debería agradar a la peña sociata, porque es un logro. Es un logro degradar hasta ese punto berreante a una clase que debería destacarse por virtudes, no por defecto.
Porque lo de ayer en Madrid fue una demostración de defectos, de todos los que les cabe a esa gente (casi gentuza) que chillaba y no paraba. Vulgar, ordinario, chabacano hasta el empacho. Se han ido ensayando y entusiasmando, probando-probando, en manifestaciones de HazteOir (ese engendro promotor de esa clase de gente (casi gentuza) y cosas de esas), estos últimos años, con pancartas, megáfonos, banderolas y pegatinas, familias enteras berreando por los madriles dos veces por temporada. O tres. Para nada. Para auto-complacencia. Para aprender a ser vulgo, populacho, plebe, piara.
Ya no son capaces de entender - de aceptar - que el Rey es la Monarquía, que la bandera es España, que la ofrenda a los caídos es memoria histórica (de verdad), que la celebración de un acto solemnemente simbólico en un día de fiesta nacional no es la ocasión de manifestarse. Eso es lo que hacen (hacían, han hecho) la repugnante tropa de descamisada, los sans-culottes de la fantochada post-marxista. Eso es de ellos.
Pero ahora las masas pperas son las que gruñen con altavoz, sea el Rey de España el que esté delante, sea la bandera de España la que luzca, sea el acto un homenaje a los caídos por España, sea el día de lo que sea, en donde sea, y como sea. A eso han llegado.
¿Lo que pueda pasar? Cualquier cosa. Que propongan a un putón para reina de una república de pécoras, o aplaudan a un travesti para presidente de gobierno. Total, con lo que hay, ya vamos camino de.
Cuando algo no gusta, cuando alguien disgusta, si alguna cosa irrita, no se va, no se le recibe, no se toma. Y si se va, en la condición de uno está el ser lo que uno es, mantenerse y atenerse, aunque la cosa no guste, o disgusten los que están, o irrite lo que haya. En eventualidades tales, se demuestra lo que se es.
Ayer, esa gente (casi gentuza), demostró ser de lo peor. Y lo peor es que no entendían ni querían entender. Un alarmante barrunto de no sé qué desagradable y plebeyo desenlace. Y los desparrames de la plebe siempre son tremendos; si la plebe es resultado de una degeneración, el efecto y las consecuencias son horrendas.
n.b. He dudado todo el tiempo si escribir 'pp-opulacho', o algo así.
p.s. Se me olvidaba: Los que tocan palmas y van de fiesta a una Misa (con Obispo, Cardenal, o Papa de Roma en carne mortal), son los mismos con lo mismo en una variante sobre lo mismo (una variante aberrante quasi-sacrílega, en ese caso; lo entiendan o no, lo acepten o no).
p.p.s. Qué decir - por contraste paradójico - de la que se armará en contra del Papa cuando venga, y de la reacción de populacho-contra-populacho (plebe ztapera contra plebe ppera). ¡¡¡Dantesco!!!
&.
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