El nombre de la escena es "agonía". Y es justo, porque es el combate interior de nuestro Cristo. Pero también fue ansiedad dolorosa. Recuerdo una Semana Santa que me decía mi director espiritual que Getsemaní fue la Pasión del Corazón del Señor. No sé si era una apreciación suya o si la habría oído él mismo en alguna plática. Era jesuíta y entendía de los Misterios tal y como se exponen para las meditaciones de las 4 semanas de los Ejercicios. Echo mucho de menos a mi padre Lecaroz, por estas cosas que me decía, que me servían tanto.
Es cierto que la Oración de Cristo en Getsemaní es una formidable tensión. Después de la explayación afectiva en el Cenáculo (que es, todo a la vez, Institución y Amor, Rito y Testamento), Jesús se entrega a la Pasión absolutamente, "sabiendo todo lo que se le venía encima", dice el Evangelio. La certeza de la Pasión, tan dificil de asumir por los Apóstoles ignorantes, es en Cristo una vocación consciente. Y se vive con toda su descarnada intensidad desde el Huerto de los Olivos.
Tengo la convicción de que ora en voz alta para que los Apóstoles, aquellos tres, Pedro, Santiago y Juan, escuchen y aprendan esa forma de orar en ese momento de su Vida que un día ellos participarán en sus vidas, y necesitarán hacer ese tipo de oración, la única posible cuando "llega la hora". Es una oración que empieza pidiendo y termina ofrendándose. Las oraciones "cristianas", a la manera de Cristo e inspiradas y movidas por su Espíritu, son así: Piden primero y después se entregan. El Padrenuestro es así, y Getsemaní es el Padrenuestro hecho carne, vida y pasión de Cristo. Es una excelente e iluminadora oración meditar el Padrenuestro, palabra a palabra, recreándolo haciendo composición de lugar de Getesemaní, cuando la Oración del Huerto de Nuestro Señor.
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Acaba la oración y la escena, sin solución de continuidad, sigue con la llegada de la hueste de sayones y soldados, la traición de Judas y el prendimiento del Señor.
Antes están esas llamadas a la oración con Él, para que oraran y velaran con él. Y los Apóstoles, aquellos tres, se dormían, incapaces de sostener con su vigilia la intensa, agonizante, ansiosa oración de su Maestro: La oración del Redentor, con súplicas y con lágrimas, hasta con sudor de sangre que empapó la tierra de Getsemaní.
La primera sangre de la Pasión fué sangre de oración, con angustia, agonía y ansiedad. Y los hombres soñolientos no pudieron acompasarse al rezo del Señor, que valía por el clamor de todos los hombres y suplía la oración de todos, dormidos para la gracia que estaba latiendo en el pecho agonizante, ansioso y orante de Jesús.
Cor Iesu orans, miserere!
+T.