domingo, 12 de julio de 2009

Pudores, vestidos, sudores


Siempre he sido muy pudoroso, cosas de educación (buena educación). Por ejemplo, los pies no se enseñan. Me parece algo tan evidente que no necesita demostración: No. Y lo demás, todo lo demás, poco más o menos, lo mismo. Ahora estoy en una fase púdica que me da pudor hasta enseñar los codos. Yes.

Cuando más joven, de mocito, yo vestía manga corta en verano, fredperrys, lacostes y camisas, of course. Pero hace ya años (lo menos ventitantos) que las camisas de verano las uso de manga larga, con el puño remangado dos vueltas, cuatro dedos por debajo del codo. Ahora, con una cintura in crescendo voluminante grosso modo, me parece un atentado contra mi propia estética no cubrir mis aumentativos. Y llevo chaqueta. En verano, una chaqueta ligera, sea de lino, de algodón o del tejido que sea, hace el mismo efecto que una manta zamorana. Porque el Sur, de Despeñaperros a Tarifa, es el Sur, con las calores, nuestras extremas calores del Valle del Guadalquivir.

Un abanico siempre es un recurso. No me refiero al abanico de señora, todo un mundo; hablo del abanico de señorito, de caballero. Recuerdo a mis tios abuelos, tio Pepe y tio Eduardo, que lo llevaban en el bolsillo del pecho de la chaqueta, un abaniquillo que conjuntaba con el sombrero panamá y el bastón de bambú. Parece que los estoy viendo, con el purito en la boca, las cartas o el dominó, el cafelito y la palomita de anís. Y el abaniquillo. Yo no uso panamá, ni voy al casino, ni juego al dominó, pero sí tengo abaniquillo, tan socorrido.

Con lo que voy diciendo, comprenderán usteds que no soporte ciertas cosas, degeneraciones. Por ejemplo, no soporto a un sujeto medio en cueros por la calle, en "atuendo" playero. Una ordinariez proletaria que achabacana al mismo rey de España y sus degeneraciones filiales y yernos consortes; no digo ya cuando el impúdico que enseña piernas, pecho y barriga es un sans-culotte. El plebeyo lo extrema todo, sea un anillo o unas calzonas. Si lleva anillo, es un promontorio de kilates king-size estilo Cassus Clay; y si se pone bermudas, son escandalosas por color, forma o deforma. Y encima enseñan los pies (unas "chanclas" son un constitutivo formal de "paria de famélica legión", y cosas peores).

Cuando es un viejo provecto el que sale a la calle en calzones de verano, enseñando la caña pelada de la pantorrilla acartonada, el vellón cano del pecho desabrochado, y los dos juanetes retocados de callista, entonces el efecto es tal que se hunde la reputación de una vecindad según el porcentaje de viejo impúdico por manzana cuadrada.

Las viejas con gafas de sol y pareo en el mercado, son otro extremo horrendo. Una niña quinceañera en pololos y sostén es una sinvergüenza; una casada con trapos cortos es una indecente; pero una vieja deshabillé con look playero urbano, es una visión dantesca, un fifty-fifty entre pintura negra de Goya y escena popular de Solana.

Por eso me cubro. Entiendo cada vez más que es un signo de distinción -  vive la difference ! - Siempre ha habido clases. Unos nos vestimos (y sudamos) y otros enseñan vergüenzas (y sudan también).

Me hago la reflexión de que en la España del Greco los 40º a la sombra se sudaban con gorguera, jubón y media capa, greguescos y calzas negras. Entonces un señor era un caballero de mano en pecho, que no perdía la compostura con los calores. Y salía a la calle como tal, sabiendo comportarse aunque insolara inclemente la canícula.

Lo que reconozco problemático- tengo mis dudas - es el tema del desodorante en el Siglo de Oro.

&.