“Una cosa es el principio de separación entre la vida pública y la vida privada y otra distinta las responsabilidades morales y éticas que tiene un gobernante en relación con la ley vigente. En un sistema jurídico como el nuestro, tiene que aplicarla, y si no la aplica tendrá que renunciar a su cargo. Hay que aplicarlo a las situaciones concretas, porque para un gobernante es una obligación, tiene la obligación del sistema jurídico vigente en una democracia de cumplir la ley. No está por encima de la ley. Otra cosa es qué hace con su conciencia ante una ley que es injusta. Eso es un problema que habría que ver en cada caso cómo se resuelve"
Yo le comenté a uno que parecía una especie de corolario de aquello que explicaban para justificarse los militares ejecutores de las represiones de cuando la dictadura de los generales en Argentina, que el presidente Raúl Alfonsín promulgaría como ley, la célebre Ley de Obediencia Debida. Pues lo de Rouco, mutatis mutandis, lo mismo. Es decir. Ustedes me entienden. Supongo.
A otro le comenté que si lo de Rouco iba en serio, con esas palabras le estaba dando martillazo mortal y estocada hasta la bola a un tema tan viejo para la Moral Cristiana que es un capítulo con entidad propia en la Historia de la Iglesia, que se podría rastrear perfectamente desde el tiempo de las Persecuciones hasta nuestros días, con momentos estelares como el de Thomas More, el santo ex-canciller y mártir inglés. Y con cabeceras tan fundamentalmente ilustrativas como la escena evangélica del Tributo del César, o la sentencia apostólica-petrina de que "...hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" Hch 5, 29. Palabras estas de especial valor en tanto dichas por Pedro justamente cuando emerge la Iglesia en la Historia, entrando, desde el primer momento de su ser sobrenatural, en conflicto con las leyes de los hombres y los hombres que hacen leyes.
El Cardenal debe conocer la explayación que sobre el particular aparece en el Catecismo:
2242 "El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. "Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios" (Mt 22,21). "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Ac 5,29)"
¿Distingue acaso, estaba distinguiendo, el Sr. Cardenal entre la obligación de conciencia del común de los ciudadanos-cristianos-católicos y otra especie de obligatoriedad sujeta a las circunstancias del cargo de gobierno y/o magistratura que eventualmente pudieran ostentar estos mismos? Sería tremendo. Sería terrible. Sería espantoso. Porque el que habla es un Emmº y Revmº Sr. Cardenal.
Todavía no sé qué decir. Ni qué querría realmente decir. Ni por qué lo dijo allí, entonces y en aquel sitio.
En ciertos medios se intentó cubrir con un capote y se corrió un tupido/estúpido velo. Sin ir más lejos, me comentaron que al director de la web de Infocatólica se le instó a que borrara un articulete sobre el tema (en Infocatólica dirige el director pero el que parte el bacalao y ordena y manda es otro, me parece). Total, que el dire de Infocatólica tuvo que tragarse lo que escribió, y lo colgó luego en un blog suyo personal. El articulete se titulaba Quo vadis Antonio Mª?. Muy propio.
A mí, naturalemente, me dejaron un mal regusto las palabritas del Cardenal-Arzobispo de Madrid, cabeza visible de la Iglesia Española (guste o no guste la cabeza). ¿Por qué las diría? ¿En qué o en quién pensaría cuando las dijo? Y ¿qué eco tendrían, a dónde llegarían, quiénes las comentarían?
Pocos días después, nuestro Cardenal curial más conspícuo, el Prefecto de Culto Divino y Sacramentos, hacía otras declaraciones, de muy distinto tono de las de Rouco:
"No existe verdadera justicia en un país que aprueba leyes que matan a inocentes. Cuando una ley legitima el aborto, deja de ser una ley civil moralmente vinculante"
En Religión Digital titulaban que Cañizares llama a la insumisión. Les faltó decir que tocaba a rebato para reclutar tiranicidas dispuestos a la carga. Muy característico del tremendismo de RD. Pero lo que dijo Cañizares, lo dijo. Y yo me pregunto si fué un cañazo de Cañizares a Rouco. ¿De parte del Vaticano, quizá? ¿O motu proprio, tal vez?
Y luego, durante su intervención en un acto progamado en un curso de verano de la universidad Juan Carlos I, el Cardenal Rouco hacía otras declaraciones que parecían matizar su bombazo. La prensa contó sumariamente la intervención del cardenal, y al final se aludía sucintamente a algo que dijo sobre la objeción de conciencia. Y poco más.
¿Fue una corrección del Cardenal, estilo "donde dije digo digo Diego"? Yo diría que no. No da esa impresión porque, de haber tenido este valor, debería haberse hecho de forma más explícita, con alguna explicación que diera un sentido suficiente a aquellas palabras tan sorprendentemente "legalistas". De todas formas, algo es algo. Y pudiera ser que esta intervención de Rouco en el curso de verano tuviera una intención correctora. Digamos.
Parloteando con unos com-padres, sin testigos, decía yo que con la agenda de este Otoño y la del próximo Verano, las cosas están para no tensar demasiado la cuerda, la híper-simpática cuerda del arpa CEE-Gobierno. Porque el Papa viene a España, y - Dios mediante - va a venir dos veces en menos de un año, en unos meses: En Noviembre a Santiago y a Barcelona, y en Agosto a Madrid. Dos viajes papales a una misma nación con un intervalo de 9 meses, es una rareza extraordinaria.
Maldita sea si se tratara de politiquear con la mala canalla nacionalista y conceder su "cuota" de Papa a Galicia (con la excusa del Jubileo Compostelano) y a Cataluña (con la aun peor excusa de la bendición/dedicación de la Sagrada Familia). Maldito sea el invento y malditos los inventores si están jugando también a costa del Papa, metiéndolo en el hediondo estercolero de los nacionalistas, nuestra vergonzosa perrera nacionalista.
Pero es lo que yo temo, precisamente, que esté detrás de la condescendecia contemporizante de Rouco y sus extrañas palabras. Viene el Papa, la cosa ya está arreglada, hasta con visita del infausto Zapatero al Vaticano y todo. Conque conviene no menear el caldero, no sea que rebose el cocimiento y nos pringuemos todos. Tengamos la fiesta en paz. Y pelillos a la mar.
¿Ha sido eso y por eso?
Al final, yo sigo sin saber qué decir. Ni de las palabritas, ni de Rouco que las dijo.
Digo que no sé porque es lo que se dice. Como Uds. podrán imaginar, sí digo. Y no se imaginan ustedes las cosas que digo (y las que no digo).
+T.