Hablo de honorificencias de gallinero y prostituciones de clase, de esas que se ganan comprando-vendiendo-tratando-codeando-se. Es el pecaminoso prurito "social", tan versatil y omnímodo. No soporto con paciencia y detesto...hasta donde puedo disimularlo cuando me toca (que a veces me toca). Es como, digamos, en tantos sitios, pero me afecta más porque pasa aquí.
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Sevilla es experta en esa lid, que aparece en tantas sevillanerías desde la Semana Santa (ay! con tanta blasfema profanidad mechando lo más sacro) hasta la Feria (una quintaesencia alquitarada de sevillaneces).
Ayer hicieron de la Academia de Bellas Artes que hay en Sevilla a un torero inventado por los sevillanos, con más gacetilla que orejas y rabo en su haber. Hoy dice la prensa local que por la calle Abades no se cabía porque el "todosevilla" estaba allí, desde las más re-putadas noblezas al más refinado saraseo pasando por conspicuos cofrades profesionales y hasta algún clérigo postmoderno-erno, pregoneros (esta es una especie endémica autóctona) y la crème de la torería en potpourrí con la politiquería lugareña. Y mucha dama-dama y acompañantes de damas, que sin damas - y en estos tiempos menos que nunca - no hay aquelarre que valga.
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Porque estamos en Feria, Domingo de coches de caballos, con los farolillos puestos y el albero barrido y la Maestranza llenita hasta la bandera de sevillanos y madrileños. Y el gen sevillano se nos acelera y extrema y metemos en una provinciana Academia de Bellas Artes a un matador de toros que no es ni Cúchares, ni Pepe Hillo, ni Reverte, ni Belmonte, ni Joselito, que son los míticos. Sino a este, que es de la Sevilla auto re-inventada de la tercera modernización bajo - y nunca tan debajo - de un socialista que se llama Menteserrín, que es alcalde, y de otro que se llama Chaves, especie de virrey democráticamente votado por los mismos sumisos desde hace treinta años treinta.
Un capricho (tratado, negociado, avenido) de una Sevilla malcriada y caprichosa que se pone de volantes porque es Feria y olé!
Pero no hay más, como en el soneto de Cervantes, que nos caló tan bién:
Voto a Dios que me espanta esta grandeza
y que diera un doblón por describilla;
porque ¿a quién no sorprende y maravilla
esta máquina insigne, esta riqueza?
Por Jesucristo vivo, cada pieza
vale más de un millón, y que es mancilla
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,
Roma triunfante en ánimo y nobleza.
Apostaré que el ánima del muerto
por gozar este sitio hoy ha dejado
la gloria donde vive eternamente.
Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto
cuanto dice voacé, señor soldado.
Y el que dijere lo contrario, miente."
Y luego, incontinente,caló el chapeo,
requirió la espada,miró al soslayo,
fuese, y no hubo nada.
Pues eso: A pesar de tanto, nada.
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