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jueves, 1 de mayo de 2014

Con flores



Con flores yo iba a María
y con rezo inocente decía
- 'Oh Señora mía, oh Madre mía,
yo me ofrezco del todo a Vos...'

Y cantábale coplas sencillas
de mi madre en mi casa aprendidas
- '...Salve, Salve, cantaban, María,
¿quién más pura que tú? ¡Sólo Dios!...'

Y cada año Mayo me envolvía
con salves y flores, con velas y vivas,
con voces de niños que blanco vestían
para su primera y feliz Comunión.

La flor de azucena, el libro de nácar,
la cruz, la cadena, el rosario de plata,
el beso, la estampa, la luz mañanera,
la mesa vestida con aquel mantel
que sólo sacaban los días de lujo,
la gente en la calle vestidos de fiesta
esperando al niño para ir con él
a Misa a la Iglesia, todos reunidos,
la familia entera, todos los de casa
creyendo tan firme como cree un chiquillo
sin dudar, sin miedo, con sencilla fe...

Ahora que vuelve el Mayo florido
con rosas y espinas del ayer que fue,
me conforta el alma el candor del niño
que sigue rezando, muy firme su fe,
lo mismo que entonces, la misma plegaria:

- 'Bajo tu amparo...graciosa belleza...
...alma, vida y corazón...
...no desoigas la oración...
...vida, dulzura, esperanza nuestra...
...Virgen sagrada María...
...llévanos, por tu Asunción...
...súbenos, oh Madre mía !!!

        **** **** ****

...Un día a verla iré
al Cielo, patria mía,
allí veré a María
al fin yo la veré...



Ex Voto

+T.

lunes, 6 de mayo de 2013

Flores de Mayo

 
El primer mes de Mayo que recuerdo aun me huele a aquellas flores, a rosas, a celindas, a azucenas, a geranios. Los geranios eran las flores más socorridas, porque eran las más abundantes, las más bravías, tan recias que una vez que agarraban en la maceta y el arriate se apañaban solos para crecer y florecer. Las rosas también son muy feraces en Mayo, florecían nuevas, todos los días, en los arriates del patio grande de mi casa, un quasi-jardín con macetones más grandes que yo.

Para el mes de Mayo nos cortaban unas cuántas rosas y nos formaban un ramillete atándolas con un hilo de cáñamo; mis hermanas las envolvían en un papelito de seda celeste, tapando el amarrijo y los tallos. Yo no tenía paciencia, y lo metía en la cartera del colegio, porque me daba vergüenza ir por la calle con el ramo en la mano, eso era de niñas. Yo tenía cinco o seis años. Y no me gustaba el mes de Mayo.

No me gustaban los rezos del mes de Mayo porque nos metían a todos los niños del colegio, chicos y grandes, en la capilla; los pequeños delante, los mayores detrás. Aunque todos éramos casi de la misma edad, porque las RR. MM. Teatinas sólo admitían niños (varones) hasta la primera comunión. A las niñas sí las dejaban estar hasta que empezaban el bachillerato, que entonces comenzaba sobre los 10 años. Conque las alumnas mayores eran niñas de 9 años, los niños mayores, chicos de 7, y los pequeños los que teníamos entre cuatro y seis primaveras. Recuerdo la enorme diferencia de todo (talla, ropa, zapatos; lectura, escritura, catecismo, dibujo, juegos...todo!!!) entre un pequeñajo como yo y un medio cadete de 7 años o una repipi señorita de nueve.

Yo era un peque de cinco años, o cuatro a punto de cumplir cinco. Yo tenía el pelo rubio, con un irreductible remolino en la coronilla Yo tenía dos incisivos paletones que me pisaban el labio de abajo. Yo tenía unas botas con plantillas ortopédicas que crujían cuando pisaba. Yo tenía unas gafas de hipermétrope-estrábico, las más grandes, súper grandes, las de cristal más gordo y montura más dura que vendían en la óptica. Para remate del cuadro óptico, me ponían un parche de goma negro para taparme el ojo, un día en uno y el siguiente en el otro, para que los ejercitara. Yo tenía todo lo que había que tener para no ser uno más, sino uno muy reconocido, con fama, encima, de estudioso y tímido. Un horror.

Por su parte, las RR. MM. Teatinas eran el horror horrorum; excepto Sor Bernardeta (mi preferida) y Sor Camino (una buenaza monja-tipo), las demás eran tremendas: La inflexible Sor Maravillas, la siniestra Sor Dulce, las torturadoras Sor Celia y Sor Nuria, la monstruosa Sor Jacinta, y la superiora, Sor Martina, un concentrado de todos los horrores.

Después del canto del 'Venid y vamos todos' se rezaban cinco Avemarías, luego una plegaria de ofrenda y a continuación pasábamos todos, niños y niñas, delante de la imagen de la Inmaculada y poníamos el ramillete de flores a los pies de la Virgen, en una especie de cuadrícula aparrillada que montaban las monjas. El máximum de tensión sucedía cuando, además de poner las flores, había que recitar algún verso, un poema o alguna letrilla de la Virgen: Pararse delante del altar, hacer reverencia, decir el verso y dejar las flores.

Algunas de las mayores recitaban unos versos preciosos, largos como un romance, pronunciando muy bien, muy redichas, con mucha entonación. Los pequeñajos aprendíamos alguna letrilla fácil para salir del apuro; la más socorrida y repetida era -'Virgen María, blanca paloma, si no tienes flores ¡toma mi corona!', la repetían, cada vez que tocaba ofrenda con versos, doce o catorce chiquillos. Otro recurso era tomar una estrofa de alguna conocida canción de la Virgen, por ejemplo 'El trece de Mayo' o 'Rendidos a tus plantas'. Sor Celia, con su cara de lechuza, nos asustaba y nos ponía nerviosos advirtiendo que había que decir el verso de memoria y del tirón, sin titubeos.

Mi tía Aguasantas me confortaba y me daba valor para mi fobia anti-teatinas. Y pensó que lo mejor era ensayarme un verso cortito, para el mes de Mayo, un verso que no fuera de los conocidos y repetidos, sino un verso de verdad, de poeta, y así, cuando lo aprendiera, como ningún otro niño (o niña) lo sabría, yo podría decirlo cada vez que me tocara, sin que sonara a repetido. Mi tía Aguasantas era lectora apasionada de Pemán, recortaba sus artículos del ABC y tenía los tomos de las Obras Completas de la editorial Escelicer, que se los regaló su cuñado, el tío Paco Villavicencio. Así que se puso a buscar un verso pemaniano de su gusto y me arregló para el mes de María el comienzo de aquel poema de la conformidad:

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

que, después del retoque de tia Aguasantas, quedó así:

¡Bendita seas, Madre mía,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

Un detallito, un pellizquito quitando al Señor y poniendo a su Madre, guardando la piedad del verso y dejándolo apto para las flores de Mayo. Total, que me aprendí el versito, lo ensayé discretamente con mi tía y cuando lo tuve bien aprendido, con su poquito de entonación y todo, me decidí a recitarlo la próxima vez que tocara flores con verso.




No sé qué día del mes fue, ni el de la semana. Íbamos a la capilla para rezar el mes de Mayo media hora antes de salir, a las 5 de la tarde. Entramos en el oratorio y allí estaba la imponente Sor Celia, en la esquina del altar, como pájaro en la alcándara, malencarada, mirando de reojo, sin quitarnos la vista de encima. Aquella tarde tocaba verso y flor. Yo llevaba un manojito de rosas que olían riquísimas, un olor dulce de esos que se te pegan en la nariz. Yo no sabía que aquel olor dulce de las rosas era señal de que llevaban abiertas varios días, y tenían los pétalos sueltos, a punto de desprenderse. Cuando saqué el ramo de la cartera vi que en el fondo se quedaron varios pétalos grandes, blancos unos y otros rojos. Pero al entrar en la capilla, Paquito Daza me empujó, me agarré las gafas, me pinché una espina, se me cayó el ramo, y en el suelo quedó un montoncito disperso de pétalos de rosa. Sor Camino los recogió y me los metió en el bolsillo del babi: -Cuando digas el verso, coge los pétalos y se los echas a la Virgen, me dijo al oído. Pero yo iba en la fila con el alma abatida y el ramito de rosas sin pétalos, sólo con los tallos, las espinas y las cabezas de las flores peladas, una irrisión. Y alguno se rió, y yo me di cuenta. Y me tocaba ya decir el verso, ya tenía que decirlo...-¡¡¡Ya!!!, me dijo la apabullante Sor Celia. Y yo no decía nada, allí, paralizado con los rabos de las rosas en la mano y la boca cerrada, estático...Y sor Celia me golpeó en la cabeza con la libreta enrollada que tenía en la mano, y yo empecé a llorar, sin voz, sólo con los ojos, con las gafas empañadas, rojo de vergüenza, la cabeza agachada... Sor Celia me tiró del cuello del babi y me arrimó a la pared, para que los otros niños pudieran decir sus versos y poner sus flores.

Se me acercó Sor Camino, me acarició el pelo, se sacó el pañuelo y me limpió las gafas. -Venga, no llores, que la Virgen ha escuchado en el cielo el verso tan bonito que no le has dicho: Mira como te sonríe!

Y era verdad. La Virgen, con su corona de estrellas, con sus manos juntas, me miraba y me sonreía. Como siempre, como todos los días. Pero aquella tarde de desconsuelo me pareció más linda que otras veces, mirándome, tan bella.


Aquel mes de Mayo pasó. No olvidé el mal rato, ni el empujón de Paquito Daza, ni el papirotazo de Sor Celia, ni a la amable Sor Camino, ni la sonrisa de la Virgen. El verso sí lo olvidé. Pero un día, ya de estudiante, en la universidad, me encontré casualmente con aquellos versos de Pemán:


¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad;
porque pones con amor
sobre espinas de dolor
rosas de conformidad!.

¡Qué triste es mi caminar!...
Llevo en el pecho escondido
un gemido de pesar,
y en mis labios un cantar
para esconder mi gemido.

Tú sólo, Dios y Señor,
Tú, que por amor me hieres;
Tú, que con inmenso amor,
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres,

Tú sólo lo has de saber;
que sólo quiero contar
mi secreto padecer
a quien lo ha de comprender
y lo puede consolar.

¡Bendito seas, Señor,
por tu infinita bondad,
porque pones con amor,
sobre espinas de dolor,
rosas de conformidad!...

Será el dolor que viniere
en buena hora recibido.
Venga, pues que Dios lo quiere...
¿Qué me importa verme herido
si es mi Dios el que me hiere?.

Yo no me quejo, Señor;
yo sé que es goce el dolor
si se sufre por amar,
y el padecer es gozar
si se padece de amor.

Yo quiero sufrir, Señor;
quiero por amor gozar
la dulzura del dolor;
quiero hacer mi vida altar
de un sacrificio de amor.

Vivir sin penas de amores
es triste vivir sombrío,
como el del agua de un río
que, sin árboles ni flores,
va por un campo baldío.

Vida, la falsa alegría
yo no te envidio, que el día
que fuere mi vida así
temblando de horror diría:
¡Dios se ha olvidado de mí!.

No huyáis penas y dolores
con flaqueza de cobarde,
ni busquéis falsos amores,
que mueren, como las flores,
en el morir de la tarde.

Saber sufrir y tener
el alma recia y curtida
es lo que importa saber;
la ciencia de padecer,
es la ciencia de la vida.

Por eso, Dios y Señor,
porque por amor me hieres,
porque con inmenso amor
pruebas con mayor dolor
a las almas que más quieres;

porque sufrir es curar
las llagas del corazón;
porque sé que me has de dar
consuelo y resignación
a medida del pesar;

por tu bondad y tu amor,
porque lo mandas y quieres,
porque es tuyo mi dolor...,
¡bendita sea, Señor,
la mano con que me hieres!


Hace ya tiempo que por Mayo ofrezco a la Virgen rosas de conformidad, ramilletes de rositas de Pemán (también las llamo así). Algunos días es una rosa sola, una rosa de gran conformidad; otros llevo un manojo de florecitas, conformidades pequeñas en un ramito. También me acuerdo de mis lágrimas de niño de aquel día de Mayo, y las reúno con otras de ayer y de ahora, y hago otro ramito de flores, lagrimitas en flor, también para Ella.

Yo sé que son cosas que algunos no soportan, también sé que otros se reirán; no problem. A mí me sirven, yo sé que son buenas, que se las puedo llevar a la Virgen, que me las acepta. Y me sonríe.

Et quam pulchra est!!!


+T.

martes, 1 de mayo de 2012

Flor de las flores


Lirio hermoso del más sublime valle
frontero a los umbrales de los cielos,
rosa blanca radiante y rociada
con blandura escarchada de luceros,
nardo puro oliendo con decoro
de aroma angelical eterno y nuevo,
ramito de jazmín del paraíso
perfumado en el alba de los tiempos.

Si te pienso, Madre mía, todo es flor,
y olor de gloria con color de cielo.

Si te canto, Santa Madre de Dios,
todo me suena a luz, a amor inmenso.

Alegría de mi alma,
colmo del querer que anhelo.

+T.

viernes, 14 de mayo de 2010

Crónica de una mañana de Mayo


Se recuerda lo que se quiere, y se recuerda más lo que se quiere más. Esta mañana volví, con esas mecidas de la memoria que van y vienen, como olas pequeñas en la playa, una vez con un sonido, otra con una imagen, una mañana de Mayo, fresca, con aire limpio oliendo a día nuevo.

Me habían bañado y vestido casi de ceremonia, estrenando ropa desde la camiseta al calcetín y la camisa. Y el traje. El traje lo escogí yo. Mi abuela tenía pensado uno con chaquetilla de terciopelo negro, calzón blanco, zapatillas de charol con hebillas de plata y una gola de encaje al cuello. Pero, unos meses antes, abuela murió, y a mí se me metió en la cabeza que, como me vistiera como mi abuela dijo, me moría como mi abuela. Y yo no quería.

Mi madre, sin preguntarme nada, lo adivinó todo. Mi oposición al modelo de mi abuela era firme, decidida. Conque me llevaron a que viera y escogiera yo mismo. Y elegí de un golpe, sin titubeos. Vi el traje en cuanto entré en la tienda y dije: ¡Ese!

Aquel era el modelo más atractivo de la galería: Caballero de Santiago, con una cruz de Santiago bordada en el pecho de la guerrera, flanqueda por dos hileras de botones, también con la cruz santiaguista, y charreteras con otras dos cruces pequeñas en el centro. Y entorchados dobles cruzando el pecho, con crucifijo de nácar. Un figurón de grana sobre blanco con complementos en oro.

Como yo era entonces el afeñique mayor del reino, con la figura de un cerillo de fósforo, es decir, cabeza sobresaliente y cuerpecillo canijo-patilargo, el aparato de aquella vestimenta cubría y suplía lo que mi percha corporal no tenía, y cuando me probé el rutilante uniforme resultó muy favorecedor, impresión que complugo a mamá, a tita, a las titas mayores y a las titas jóvenes, que se quedaron encantadas con el efecto. Un éxito.

...A no ser por las gafas, mis monumentales gafas de hipermétrope un punto estrábico, formidable artefacto compañero de mis dias desde la ternísima edad de año y medio (dieciocho meses decía mamá (mi madre nunca lo olvidaba)). Por las gafas, mis gafas, aquel uniforme santiaguista, quasi de opereta vienesa, no llegaba a rematar todo su brillante efecto. Mi tia Antoñita, experta estilista salvalotodo, con un bote de fijador Lucky y mucho peine, arregló y perfiló el conjunto y me dejó pulido, brillante y tieso como el muñeco que remataba la tarta.


La tarta fue otra obra maestra, casera, con siete bizcochos, uno sobre otro, en gradación de diámetro y espesor, de mayor a menor, cada uno con relleno diferente: Pasas, cidra, batata, miel con piñones, chocolate, natillas, y ron con almíbar el de arriba del todo. Y coronando el zigurat, un muñeco de azúcar. El muñeco era yo.

Mi tia le pintó al muñeco en el pecho una cruz de santiago, para más detalle identificativo, y hasta le hizo unas gafitas con papelillo dorado. Y el conjunto de los siete estratos tarteros se adornó con merengue y guindas coloradas, todo entonadísimo.

La tarde del Viernes pasó por casa toda la vecindad, las boticarias, el barbero de enfrente, la peluquera, el de la relojería, el cabo de los municipales, el de la guardia civil, el alcalde, el juez, el cura, el coadjutor y el sacristán. Y para mi temor y temblor, también el practicante y la matrona.

El practicante era uno de mis más odiados sujetos, porque ponía inyecciones a todo el mundo, un horror, que además era maestro de escuela y profesor de gimnasia, un summum integral de todos los monstruos de mi infancia. La matrona era otra horrenda monstruosidad, con trajecito de chaqueta y un bolsito que yo imaginaba que era una caja de Pandora peor que la original del mito; también ponía inyecciones, y hablaba con un acento del norte, con "eses" que se clavaban en los oídos como las agujitas de sus jeringuillas.

El Viernes por la tarde ya estaba todo puesto, el salón con la mesa larga para el almuerzo, y el estrado con la camilla grande para el desayuno, y otras dos mesas más en el comedor, todas con sus manteles blancos, servilletas plegadas, platos, tazas, vasos, copas, cubiertos, bandejas, salvillas, fruteros, jarras y botellas. Y dos gatos rondando, amenzando armar una zapatiesta. Tia Rosario los espantó al patio con un par de escobazos, pero aquella noche se dejaron bien cerradas las ventanas y las puertas del comedor y la cocina, por los gatos. Y mi tia Rosario contó luego que se pasó toda la noche soñando con los dos gatos bailando encima de las mesas y rompiéndolo todo.

No sé a qué hora se levantaron los mayores, pero cuando terminaron de vestirme y arreglarme estaban ya todos compuestos. Las tías mayores guardaban el luto de la abuela y fueron a Misa temprana, así pudieron quedarse con mis hermanos más pequeños. En ayunas, porque había que guardar el ayuno, salimos de casa en una lucida comitiva, yo delante, y detrás papá, mamá, las tias, mis hermanas con mi hermano, y más tias.

Ya en la iglesia, se armó un revuelo cuando entró el Cardenal, con los curas detrás, y el alcalde y las autoridades. Mi padre no salió a recibirlo porque se quedó con mamá en el sitio reservado, junto al banco donde estaba yo. El Cardenal venía porque aquel año se celebraba el Congreso Eucarístico Nacional, y se organizaron algunas Primeras Comuniones dentro de los actos de la semana preparatoria del Congreso. Mi tia me sacó del banco y me puso delante del Cardenal para que le besara el anillo, quitando de un empujón al sacristán, que vigilaba para que los niños no rompiéramos el orden.


Por fín empezó la Misa, que no recuerdo cual fue. Sí recuerdo que mis tias llevaban una temporada con las hojillas a dos tintas que traían impresas las oraciones de la Misa nueva, en español, porque mis tias, como buenas beatas, se sabían los rezos de la Misa en latín, pero en español no. Sospecho que la Misa tuvo que ser una componenda entre el Misal antiguo y las nuevas directrices litúrgicas, que se practicaban por entonces "ad experimentum", con los fieles como especie de ratones de laboratorio litúrgico. Las "gracias" del post-concilio (que todavía no han terminado los experimentos y las novelerías, ¡ay!). A pesar de las primeras reticencias y resistencias, mis tías también reconocían que la Misa en español era más cómoda, porque se entendía todo mejor. Al fin, hasta las torres más sólidas se rendían.

Lo que recuerdo muy bien, no se me olvida, es el momento de la Comunión. El Cardenal me levantó la barbilla con los dedos de la mano a la vez que me daba la Sagrada Hostia. Volví a mi sitio y me arrodillé en el reclinatorio y empecé a pedir al Señor por muchas cosas, por mucha gente. No sé cuánto tiempo estuve, pero mi madre tuvo que acercarse a decirme que me sentara, no fuera a marearme. Y seguí rezando.

Algunas veces, cuando comulgo, le digo a Él que soy aquel mismo de aquella mañana de Primera Comunión, que no se olvide.

...Y que no me olvide yo.

+T.

sábado, 1 de mayo de 2010

Entrada de Mayo, con Jeremías


M e gusta la fiesta de San José Obrero, por San José (¡¡viva!!). Pero también me gusta otra fiesta, otra memoria, que cae el 1 de Mayo, olvidada, desgraciadamente. Porque el calendario litúrgico moderno celebra a San José Artesano (mejor que "obrero"), el tradicional a los SS. Apóstoles Felipe y Santiago (minor), y nadie se acuerda del Santo Profeta Jeremías, tan profeta que es uno de los cuatro mayores.

A San Jeremías lo celebramos los católicos y los ortodoxos, porque los otros cristianos (herejes) no dan culto a los Santos; y los judíos, menos. Conque sólo quedamos los fieles cabales, que damos culto a los Santos que otros tienen proscritos de sus devociones.

El mejor Jeremías de los Jeremías está en el Vaticano, en la Sixtina, el imponente Jeremías de la bóveda magistral del Buonarrotti, tan parecido al Moisés de San Pietro in Víncoli, como si el modelo del Michelángelo se hubiera pasado del mármol al temple cambiado de postura, casi la misma figura, una, la de il Mosé, quasi tonante, y esta del hijo de Helcías, pateticamente reconcentrado en su melancólico dolor de profeta. Es el Jeremías por antonomasia, iconográficamente hablando.

También es muy católica la Chiesa di San Geremía, en Venezia, muy retratada por estar al ladito de la estación de trenes, al borde del canal, donde se toma el vaporetto. Y más venerada que por San Geremía, por Santa Lucía, cuyo cuerpo se venera allí, en una urna regularcilla para una Santa tan especial, que tuvo iglesia propia, illo témpore, pero los liberales del XIX la derribaron, y tuvieron que trasladar las reliquias de Stª Lucía a San Geremía, donde sigue. 

Por cierto que es la única ciudad que conozco, Venezia, que no sólo tiene dedicada una iglesia al Profeta Jeremías, sino que tiene otra consagrada a San Moisés, más bella todavía, una preciosidad veneziana por fuera y por dentro. Y otra al Profeta Samuel, más discreta, junto al Palazzo Grassi, cerca del Palazzo Malipiero. En San Samuele, para delectación devota de los píos católicos, están las reliquias del Santo Profeta Samuel. Los venezianos arramblaron con todas las reliquias del viejo Oriente, y Venezia es un joyel, una Pala d'Oro con reliquias engastadas entre palazzi, chiese, campi e canali. Cuando Wagner escogió Venezia para morir, sabía lo que hacía; y Thomas Mann lo mismo, para su novela. Los alemanes disimulan, pero siempre se rinden -los que son sabios- ante la autenticidad.

Dice el Martirologio del 1 de Mayo:

"...San Jeremías profeta, el cual murió apedreado por el pueblo en Tapnas, en Egipto, donde fue enterrado; a su sepulcro, según refiere San Epifanio, acostumbraban a ir los fieles a hacer oración y a recoger aquel polvo, que cura las mordeduras de los áspides."

Encuentro muy apropiado celebrar a San Jeremías Profeta el 1 de Mayo. Me pregunta mi fiel e impertinente Tente que será por la tragedia económica y el paro creciente, por lo que me gusta Jeremías como patrón del primero de Mayo. Yo le digo que sí, que eso mismo, para callar y contentar a mi Tente imprudente.

Pero por dentro, sin que lo oiga, me digo - '...Y por la Iglesia, Tente, tan desoladita, tan decadente quasi la Jerusalén de Jeremías, aquella en la que "...tanto el sacerdote como el profeta vagan sin sentido..."

oculi mei lacrimam per noctem et diem et non taceant
quoniam contritione magna contrita est
virgo filia populi mei plaga pessima vehementer
si egressus fuero ad agros ecce occisi gladio
et si introiero in civitatem ecce adtenuati fame
propheta quoque et sacerdos abierunt in terram quam ignorabant Jer 14, 17ss.


¿Exagero? Pero ahí está el Profeta, profetizando penas y sorbiendo lágrimas, tan reales como el dolor que las excita.

 Cierro Con Flores a María, que corresponde:




En mi Parroquia, el cura ya la ha cantado esta mañana, y así se lleva hasta que acaba Mayo. Él dice que es una copla muy buena para los nervios, que entona mucho y rejuvenece. Algo de razón tiene, porque esta mañana, nada más empezó con el "Venid y vamos todos..." me dió un golpe de esos que te trasportan en un micro-segundo al parvulario, con cuatro años, el uniforme de corbatita con elástico y el babero de popelín, una rosa en la mano, delante del altarcillo de la Virgen, cantando "...con flores a porfía".

Yo he conocido un mundo mejor, más bueno, más feliz, cuando el primero de Mayo de San José Obrero era el día que comenzaba el Mes de María, por encima de todo. Entonces yo no pensaba en los llantos de Jeremías, no tenia edad, y lloraba sólo por cosas tan reales como una espina de rosa, de esas que llevábamos en un ramito para el Mes de María.

+T.

lunes, 18 de mayo de 2009

Sevilla en Mayo


Entre la Feria y el Rocío, Sevilla es más Sevilla que nunca. Y así hasta el Corpus. Mayo en Sevilla es algo muy especial, y para los sevillanos, only. Con el derecho de admisión reservado, que esto es muy sevillano y, bien mirado, Sevilla tiene reservado el derecho de admisión siempre y para todo. Aunque no lo parezca.

Las tardes de Mayo salen por toda Sevilla Cruces de Mayo, hasta con ensayos de costaleros sub-15, que es una edad buenísima para costalear, y las Cruces de Mayo han ganado mucho con el Movimiento Costalero. Aunque - y es obligado decirlo - la perfección formal de una Cruz de Mayo es la imperfección costalera. Porque el sumum de la gracia es una Cruz de Mayo con mono-costalero y trabajadera única, un capataz delante con "mi arma" en la boca, su tambor detrás (y si es de lata el detalle raya el clasicismo más neto) y el de la alcancía (que ahora con los centimitos de €' han afinado mucho el soniquete).
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Los fines de Semana, Sábado y Domingo, son palabras mayores, de Gloria. Ayer mismo fue de Pregón, y el Corazón de Jesús con medio Nervión atrás fue a la Catedral, para el pregón. Y esta tarde iba de vuelta, a su Nervión. Y ayer una de las Pastoras, y esta tarde la Alegría de San Bartolomé, que tiene que ver.
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La Virgen de la Alegría sale por su barrio de San Bartolomé que es la judería más auténtica. Cuando va por las calles de alrededor de la Parroquia, el paso coge la calle entera, y desde los balcones, si quisieran, le podrían dar besos al Niño. Y la Virgen muy gustosa, que para eso sale, para darle un paseito de tarde de Mayo a su Niño. Y lucirlo.

Como ya hace temperatura, aunque refresque un poquito de noche, es un regalo darse un paseo y ver la jacarandas floridas con sus copas poniendo volantes de lila y morado por toda Sevilla. Tuvo un gusto especial el que plantó las jacarandas.

Pero se han perdido las Cruces de Mayo, las de las casas, las de los patios, las familiares. Se han perdido como se han perdido tantas cosas que eran "de familia". Y mira que eran cosas baratas de hacer y con mucho disfrute. Pero si ya no hay ni casas ni patios, se entiende que no hayan Cruces de patio y en casa. Yo no sé si volverán, pero me despierta nostalgias del Mayo que fue ver estampas como la del youtube este, con Gracia de Triana cantando el pasodoble de Font de Anta.





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