viernes, 25 de noviembre de 2011

Una Santa Catalina de Alejandría (reparando una incorrecta identificación)


Recuerdo el cuadro de Santa Catalina colgado en el muro encalado, el del lado de la casa del santero (que ya no existe), el de la nave de la Virgen del Consuelo. Allí está todavía, con esa fijación inmemorial que vuelve a poner las cosas en el sitio de siempre, su sitio, como piezas que encajan en sus micro-coordenadas, donde estuvieron siempre.

Un catálogo-inventario que hicieron dos animosos iletrados define así el cuadro:

Tipología: Pintura.


Denominación: Judit.


Autor: Desconocido.


Firma: No.


Cronología: s. XVII.


Estilo: Barroco.


Escuela: Sevillana.


Descripción: Representa a una joven de pie, adelanta la pierna izquierda mientras se sostiene con la derecha. Viste ricos ropajes en tonos tierras, beige y rojo; sobre su vientre lleva un cíngulo decorado en la parte central por un broche. Su brazo izquierdo lo cubre con un manto en tonos pardos con adornos vegetales. Lleva sandalias. Su rostro es ovalado, con nariz y boca pequeña, sus cabellos son castaños, sobre su cabeza lleva una diadema, su mirada la dirige al espectador. Con la mano izquierda sostiene una palma y con la derecha una espada que clava en la barba de una cabeza cortada que se ubica a sus pies. En el ángulo inferior derecha aparece una escena envuelta en nubes y luminosidad, donde aparece una mujer sentada con un niño pequeño en su regazo y al mismo personaje central del cuadro, arrodillada ante dicha aparición. En el ángulo superior derecho aparecen dos cabezas de ángeles, uno de ellos porta una corana con flores, mientras otro sujeta la parte superior de la palma.


El fondo esta realizado a base de ocres y tierras.


Posee marco en color pardo.


Iconografía: El libro cuenta la historia de una viuda hebrea, Judit hija de Merari, en plena guerra de Israel contra el ejército asirio. De bellas facciones, alta educación y enorme piedad, celo religioso y pasión patriótica, Judit descubre que el general invasor, Holofernes, se ha prendado de ella. Acompañada de su criada, la viuda desciende de su ciudad amurallada y sitiada por el ejército extranjero -Betulia- y, engañando al militar para hacerle creer que está enamorada de él, consigue ingresar a su tienda de campaña. Una vez allí, en lugar de ceder a sus reclamos galantes, lo embriaga. Cuando Holofernes cae dormido, Judit le corta la cabeza, sembrando la confusión en el ejército de Asiría y obteniendo de este modo la victoria para Israel.


Medidas: 162cm. x 105cm.
 
Los muy indoctos parece que desconocían la tradicional, popularísima y muy difundida iconografía de Santa Catalina de Alejandría, y, cual si fueran bíblicistas luteranos muy leídos, incurren en el imperdonable error de confundir a la valiente viuda veterotestamentaria, heroína de Betulia, con la íntegra virgen, docta doncella y entregada mártir Sancta Catharina Alexandriae, que es la representada en el cuadro.

Intuyo - sospecho - que la confusión vino por la cabeza, que es de filósofo vencido por la palabra inspirada de la virgen alexandrina, y no la del Holofernes seducido y decapitado por la Judith bíblica. Como la cabeza (un monumental cabezón con turbante (las alusiones de la iconografía hispana a la morisma vencida no son sutiles, todo lo contrario)); como la cabeza - iba diciendo - es lo que más se ve, los ignorantes catalogadores hicieron de ella la premisa equívoca que les llevó a la errónea identificación.

Por razón de la cabeza, también me figuro que los muy agudos autores del inventario estarían en un tris de haber escrito que la gruesa testa era la de Goliat, y la Stª Catalina era el mozo David, con talar en vez de pellico y con palma en vez de honda (la espada, obviamente, era para despistar).

En fin, que ese es el error y así aparece todavía en el catálogo inventario del patrimonio mueble e inmueble de la antigua Ermita de San Bartolomé.

Conque, para remediar la confusión, y siendo hoy el día de la Gloriosa Santa de Alejandría, enmiendo aquello que malescribieron los de marras y digo que:

El cuadro representa a Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir, estante, con la cabeza alegórica del filósofo pagano vencido a sus pies. La figura de la Santa lleva veste larga (color pardo-rosado) y sobreveste corta (color jacinto-carmesí; el brazo dchº asoma enfundado en camisa blanca de puño ceñido); sobre el hombro izquierdo, lleva un manto de brocado, plegado al brazo. Un ángel parece estar dándole la palma simbólica del martirio, que la santa toma y porta en su mano izquierda; otro ángel pone sobre su cabeza una corona de rosas blancas, símbolo de su virginidad; la Santa porta una espada, instrumento final de su martirio, en la mano diestra, con cuya punta hiere en la lengua al sofista pagano vencido.

En un plano menor, en la esquina inferior izquierda del cuadro, abierto en un claro de celaje/gloria, se representa la escena de los Deposorios Místicos, también característica de la iconografía caterinista: El Niño Jesús, entronizado en el gremio de su Madre, Reina Vírgen las Vírgenes, coloca el anillo del místico esponsal a Catalina, arrodillada, reverente y extasiada. El detalle iconográfico se inspira en un modelo murillesco muy reconocible (la pequeña figura de la Virgen y el Niño, inconfundible).

La imagen estante de la Stª Catalina parece más de gusto zurbaranesco, por su solemne apostura y el volumen del ropaje; incluso se podría decir que el anónimo pintor conoce y mantiene la iconografía más arcaica y preceptista de Francisco Pacheco (el detalle de la vestimenta, por ejemplo, corresponde a los dictados del viejo maestro hispalense), cuyos prototipos quedaron muy arraigados en la escuela sevillana. Con cierto efecto buscado, la imagen conecta su mirada con la del espectador, un recurso muy usado en los modelos de 3/4 de perfil, típico en las representaciones retratísticas.

Los ángeles, son de inspiración también murillesca (dos cabezas de querubines incorpóreos en el ángulo superior izqdº, y en el derecho los otros dos susodichos).

Las joyas del ceñidor, collar y diadema corresponden a la dignidad principesca que algunas tradiciones (la Leyenda Áurea la considera hija del rey Costo) atribuyen a la Santa alejandrina. Su atributo principal, la rueda dentada rota (la usaron en el tormento aplicado a la Mártir), sin embargo, queda poco sobresaliente, apenas se ve asomando por debajo del vuelo de la túnica, en el ángulo inferior derecho del cuadro.

La pintura es claramente devocional, muy del estilo de las obras demandadas por la piedad popular, prolijas a la hora de buscar y acumular en las figuras del Santoral todos los elementos identificativos del icono.

Conque valga esta pequeña corrección como ofrenda a Santa Catalina de Alejandría, patrona de los filósofos católicos - et in Arcadia ego! -, a la que le tengo y mantengo devoción por lo que me toca.

Y porque fue una de las expurgadas del Misal de Pablo VI, que en las nuevas ediciones, gracias a Dios, ha reaparecido. Aunque le han variado (¡cómo no!) su antigua oración, tan bella, que es la que yo rezo, y la que pongo aquí:

Orémus
Deus, qui dedisti legem Moysi in summitate montis Sinai, et in eodem loco per sanctos Angelos tuos corpus beatae Catharinae Virginis et Martyris tuae mirabiliter collocasti: praesta, quaesumus: ut eius meritis et intercessione, ad montem, qui Christus est, pervenire valeamus:
Qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus per ómnia sǽcula sæculórum.
R. Amen.

Ex Voto


+T.

Arqui-torturas impías ejemplares


De la misma siniestra mano y atrabiliaria mente que engendró el monstruo de Vaciamadrid, es esta otra estupefaciente iglesia (con perdón) que desmejora el paisaje urbano de Córdoba la sultana.

Con exquisito ojo, el innovador arqui-tuerto ha sabido escoger el efecto de la blanca y reluciente cal, tan popular y tradicional en el Sur; los naranjitos de la calle también son un detalle muy fino Lo demás, todo lo demás, lo mismo podia haberse edificado en Argelia, que en Singapur, que en Finlandia, que en Ottawa; lo mismo da porque lo feo es feo tanto en la Córdoba de España como en la Córdoba de Argentina, valga la redundancia.

Redundancia que me recuerda - ustedes disimulen - el eructo repetido que reclama remedio, una cucharadita de bicarbonato, que es lo que me parece
este engendro cordobés: Una caja de bicarbonato en polvo, para los ardores. Ardores de estomágo y malas digestiones que padecerá el sufrido cura que se vea obligado a celebrar en ese marco, tan estéticamente indigestante.

Por aprovechar el gasto, se podría revender para sala de instituto anatómico-forense, o para depedencia de tanatorio, u otro estimulante negocio por el estilo.

También para escenario de peli o serie o corto de ciencia in-ficción, con extraterrestres, marcianos y alienígenas. Recuerdo una escena de la serie Star War en la que salía un horror por el estilo.

Intuyo que el socio numerario autor de la cosa sufriría en los días en que concibió aquello un bajón espiritual que le dejó a -0º, en temperatura glacial, frígida la vis spiritalis, y por eso le salió esa especie de sala frigorífica, con el crucifijo enjuto como una mojama, colgando congelado de ese gélido muro.

Me imagino una Misa de 9'30 de la mañana, en Enero, dentro de ese deforme contra-paralelepípedo de in-diseño re-vanguardista, y me dan escalofríos y estornudos con moco acuoso.

Pero eso es lo que hay.

Repito que si así están las sensibilidades de los más conspicuos socios de allí, no quiero ni pensar cómo estarán las realidades de los ínfimos parroquianos de acá.

Nunca imaginé que algo que esteticamente empezó y se desarrolló bastante bien terminara criando semejantes especies contra-pulchrum. Espero que sea un indivíduo aislado; pero no entiendo cómo no lo aislan del todo, en celda sellada.

Sin embargo cada vez tiene más escenario, el infausto.

Claro que, tal y como está el escenario, se comprende que surjan y pululen los espectros y los ectoplasmas.


+T.