viernes, 30 de marzo de 2012

Septenario, Stabat Mater, devociones y preludios de Semana Santa


Estoy predicando el Septenario de la Soledad; empezó el Viernes pasado y termina el Viernes de Dolores, con el Domingo de Pasión en medio. Se hace desde tiempo inmemorial. Yo recuerdo, hará cuarenta y tantos años, cuando el camino de la Soledad era una vereda ancha, con dos aceras amplias delante de dos filas de casas de tejados bajos, unas acacias de trama en tramo, y algunos bancos de hierro con el asiento de madera. Hoy es una avenida con mucho tráfico, que termina justo donde arranca la pendiente, como una rampa, que sube al porche donde se levanta el santuario de la Virgen.

Justo detrás de la antigua ermita, está el cementerio del pueblo, con la portada pegada al flanco de la nave de la iglesia, junto a la cabecera, por el lado del Evangelio, donde está la sacristía. Un día, uno que no era de del pueblo, me comentó que a quién se le ocurriría levantar el santuario de la Patrona junto al cementerio, le tuve que explicar que fue al revés, que pusimos el cementerio junto a la Virgen, para que amparara a nuestros difuntos y les abriera las puertas del Cielo. Incluso el muro del cementerio que se apoya sobre el paredón que cierra por detrás el camarín de la Virgen, era el lugar más 'deseado' del camposanto, donde están los nichos más antiguos. Mi familia utiliza uno de ellos como osario, justo detrás de la capilla de la Soledad.

Como me traen y llevan en coche, todas las tardes he recogido a mi tía, presumiendo de 86 años, con simpática vanidad senil, casi retando, cada vez que lo recuerda, a quienes todavía cumplimos la mitad, o un poco más. Dios dirá. Pero con el cementerio juntito, el memento mori y el curriculum vitae se vuelven especialmente inquietantes y actualmente congruentes, sobre todo cuando lee el sacristán la lista de los difuntos por los que se ofrece la Misa del septenario.

La gente agradece mucho a la Hermandad que tengan estos recuerdos. La Hermandad como se trata de la Patrona, se siente obligada a estos sufragios por todos los fallecidos durante el año, de cuaresma a cuaresma. Como el septenario es 'doloroso', la nostalgia por los ausentes parece que sintoniza con las preces a la Virgen de la Soledad, la gente asiste con la conformidad más cuajada y la resignación más templada. Llorar con la Virgen llorosa es una condolencia espiritual que ayuda a compenetrarse con el Misterio de la Pasión.

El sacristán canta tods las tardes las coplas de los Siete Dolores:

-"De Simeón la profecía
fue vuesto primer dolor,
cuando dijo que sería
perseguido el Redentor.

!Oh Madre desconsolada,
Madre llena de aflicción!
Ya que sois nuestra Abogada
alcanzadnos el perdón."

Y así una letrilla cada día, acompañando cada uno de los Dolores de Ntrª Srª. Para concluir las preces, justo antes de empezar la Misa, cantan un Stabat Mater popular:

"Está la Madre Dolorosa
al pie de la Cruz llorosa,
donde pende el Redentor.

Oh qué triste y afligida
fuíste, Reína esclarecida,
bendita Madre de Dios!"

El Stabat Mater es un canto compasionista: Contemplando el dolor de la Madre al pie de la Cruz, se le pide a la Virgen que nos asocie a su dolor, a sus lágrimas, a su pena, estrofa a estrofa. Hasta se va pasando de una intención más interior

"Sancta Mater, istud agas:
Crucifixi fige plagas
cordi meo válide"
 
(Madre Santa haz esto: fija las llagas del Crucificado en mi corazón efectivamente)

a otra más explícita, suplicando, casi, una estigmatización:

"...Fac me plagis vulnerari,
fac me Cruce inebriari
et cruore Filii..."

(hiéreme con las llagas (de Cristo), que me embriague en la Cruz y la cruenta sangre del Hijo)

El Stabat Mater es una oración sim-pática, un canto que busca compartir sentimientos, quiere asociarse al dolor de la Virgen Madre por el Hijo, reconociendo en su dolor maternal-virginal la mejor manera de poder sentir el efecto de la Pasión, la Cruz y la Muerte del Señor, interior y exteriormente, con contrición y con lágrimas, amando y doliéndose a la vez.

Popularmente, hoy, Viernes de Dolores, comienza la Semana Santa, con la expectación ansiosa de las vísperas que inauguran las fiestas adelantándolas, con prisa por gozarlas. En Sevilla ya están las Sagradas Imágenes del Señor y la Virgen Santísima en sus pasos, preparados para cumplir la estación penitencial, cubriendo todas las horas de todos los días de la Semana Mayor. Esta tarde ya saldrán algunas hermandades por los barrios de la periferia sevillana, y en algunos pueblos próximos.

Omnia parata sunt!

A mí, sin embargo, la devoción de Semana Santa se me ha ido volviendo más intimista, año tras año. Prefiero el breviario y el rosario, el viacrucis y la corona dolorosa, los Evangelios de la Pasión y lecturas piadosas sobre lo mismo. Quizá porque prefiero imaginar, representarme las escenas interiormente, en el recogimiento que me dan las pobres luces de la piedad personal. A estas alturas, con cincuenta años de vida y veinticinco de sacerdote, me atrae más un Sagrario, el Monumento del Jueves Santo, que todos los pasos juntos de toda de la Semana Santa de Sevilla.

Alguna vez me pregunto si no será por cierta comodidad que huye del ruído, de la gente, de las complicaciones y lo que gusta a todo el mundo. Conste que no me veo monje en una celda, pero también tengo bien probado cuánto me aturde la multitud.

Ahora, por Semana Santa, suelo rematar el rosario o la corona con el Stabat Mater; hace ya muchos años que me lo aprendí. Es una de mis oraciones predilectas, quizá por su mucha intimidad, por la piedad sincera que le pide a la Madre Dolorosa el dolor santo que a nosotros nos falta, la sabiduría de la Cruz que no tenemos:



Stabat Mater Dolorosa
iuxta Crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius

Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
pertransivit gladius.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta,
mater Unigeniti!

Quae maerebat et dolebat,
pia Mater, dum videbat
nati poenas inclyti

Quis est homo qui non fleret,
matrem Christi si videret
in tanto supplicio?

Quis non posset contristari
Christi Matrem contemplari
dolentem cum Filio?

Pro peccatis suae gentis
vidit Iesum in tormentis,
et flagellis subditum.

Vidit suum dulcem Natum
moriendo desolatum,
dum emisit spiritum.

Eia, Mater, fons amoris
me sentire vim doloris
fac, ut tecum lugeam.

Fac, ut ardeat cor meum
in amando Christum Deum
ut sibi complaceam.

Sancta Mater, istud agas,
crucifixi fige plagas
cordi meo valide.

Tui Nati vulnerati,
tam dignati pro me pati,
poenas mecum divide.

Fac me tecum pie flere,
crucifixo condolere,
donec ego vixero.

Iuxta Crucem tecum stare,
et me tibi sociare
in planctu desidero.

Virgo virginum praeclara,
mihi iam non sis amara,
fac me tecum plangere.

Fac, ut portem Christi mortem,
passionis fac consortem,
et plagas recolere.

Fac me plagis vulnerari,
fac me Cruce inebriari,
et cruore Filii.

Flammis ne urar succensus,
per te, Virgo, sim defensus
in die iudicii.

Christe, cum sit hinc exire,
da per Matrem me venire
ad palmam victoriae.

Quando corpus morietur,
fac, ut animae donetur
paradisi gloria.

Amen.
 
(aquí otras versiones y glosas en español)

Le tengo devoción a ese cuadro que he puesto de imagen de cabecera, una copia de la Dolorosa del Tiziano, del Museo del Prado. En mi casa tenemos dos, esa de la foto, que tengo yo, y otra que está en el pueblo. La mía tiene unos pocos desperfectos en la superficie del lienzo, que tengo que mandar restaurar, a ver cuándo; la que está en casa de mi madre está muy oscurecida, y habría que limpiar la pintura. No sé quién las mandaría pintar, o si se compraron a la vez a algún copista del Prado, sobre 1850-70, calculo yo, en tiempo de mis bisabuelos; son dos copias muy buenas.

Cuando imagino a la Virgen subiendo al Calvario, acercándose al Señor crucificado, me la represento así, como esta Dolorosa del Tiziano: La mirada concentrada, fija, amorosa, llorando intensa pero mansamente, con un dolor interiorizado, profundo como ninguno, inteligente, contemplando el Misterio y meditándolo en su corazón, traspasado de dolor, cumpliendo y entendiendo la profecía de Simeón:
"...et tuam ipsius animam pertransiet gladius //...y a tí, una espada te traspasará el alma" Lc 2,35

...Y yo sé que en esa espada estoy yo, clavado en su corazón, con dolor y con amor.

+T.