"... cuando asentó los cimientos de la Tierra,
yo estaba allí, como arquitecto,
y era yo todos los días su encanto,
jugando en su presencia todo el tiempo,
jugando con la bola de la Tierra..."
A algún inspirado, se le ocurrió representar al Hijo Niño, con esa bola de la tierra en su mano; una ocurrencia para una iconografía sacra que conjunta el poder, la gracia, la inocencia feliz y la humilde condición de la Sabiduría encarnada: La Omnipotencia del Hijo siendo un Niño con el Orbe en su mano, como un Chiquillo Divino con su pelota de la Tierra.
En el pueblo de mi familia hay un Niño de la Bola; para ser más completo y teológico, su nombre oficial es El Niño de la Misericordia, pero los chiquillos le decimos el Niño de la Bola, o el Niño de la Bolita, dependiendo de la edad, que se nota y va creciendo desde Bolita-Bola-Misericordia, como si madurara en concepto y gravedad.
Está todo el año en su Capilla de la Misericordia, una vieja Iglesia con culto ocasional, con santera que la abre todos los dias, y si no está abierta se entra por la casa de la santera. Sale una vez al año, por el Corpus.
La Víspera del Corpus por la tarde, los chiquillos del pueblo van a la Misericordia porque llevan al Niño en su pasito a la Parroquia, para salir al día siguiente en la Procesión del Corpus, unos cuántos tramos delante de la Custodia. Y era un sufrimiento el rato que estaba en la calle porque nos contaban que - "...Como se le caiga la bola al Niño, se acaba el mundo!..." Y era un sinvivir ver al Niño con las levantás y los meneos del paso de maniguetas, moviendo las enaguas y el manojillo de espigas y uvitas agraces que le colgaba de una mano temblequeando, y la bola en la otra mano... Para un chiquito de tres o cuatro años, que empieza a entender las cosas, la aprensión duraba hasta que se recogía la procesión. Después la cosa se iba aclarando, porque al llegar a casa preguntaba: - "Mamá ¿Y si se cae la bolita el mundo se acaba de pronto?!!..." Y Mamá te explicaba como un magistral, mejor que un teólogo, más sabia que un Padre de la Iglesia; y uno respiraba, y ya podía disfrutar de la procesión del Niño sin llevar el corazón encogido.
Ahora, cuando voy al pueblo y rezo ante el Niño de la Bola - para mí ya de la Misericordia - recuerdo, y medito, y me creo más que cuando era un chiquillo ese misterio de la bola que está en su mano, y que se mantiene porque su manita poderosa la sostiene.
&.