jueves, 3 de noviembre de 2011

Otra historia macabra


Èl se llamaba Don Klaus Ranittër, y ella Doña Anna lo mismo. Eran los tios de una del pueblo que se casó con un muchacho de Hamburgo, que como estaban de viaje de vaciones por España, se pasaron por el pueblo porque traían unos regalos para la chacha Rosario y el chacho Arcario, los tíos de Rosarito, la que se casó con el muchacho aquel, el alemán.

Pues llegaron al pueblo, se presentaron en casa de Rosario la de Arcario; no se entendieron ni una palabra porque Don Klaus y Doña Anna no hablaban español ni el Arcario ni Rosario entendían el alemán, pero se dieron muchos besos y se rieron mucho los cuatro.

Y como la mesa une los cuerpos y las almas y las naciones se funden con el calor de una lumbre amable, aquella noche los recién conocidos se comieron un cocido de garbanzos con todos sus avíos, y media orza de manteca de lomo con pan de tahona, y unos pestiños recien enmelados, y unas batatas en almíbar, y dos botellas de tinto y media botella de Cazalla. Comieron y bebieron y se rieron y se fueron a acostar sin haberse entendido una pe ni una pa, pero la mar de contentos, como si se hubieran tratado de toda la vida.

El golpe ocurrió por la mañana, a eso de las 8 y media. La primera en enterarse fue Manuela, la de la vaquería, que acababa de ordeñar y estaba preparando las cántaras de leche para el reparto:

- ¡Ay Manuela, Manuela, ayyyy! ¡Ay Manuela de mi alma, que se me ha muerto, que se me ha muerto en mi casa! ¡Ay Manuela!

- ¡Ay qué desgracia, Rosario! ¡Ay tu Arcario, con lo bueno que estaba ayer mismo, que estuvo aquí con mi Rufino! ¡Ay el pobre Arcario!

- ¡Que no, mujer, que no, que mi Arcario esta mu güeno, gracias a Dios, no mientes ruina! ¡Que es el Don Klaus, el tio del marío de mi Rosarito, el alemán! Que han venío de visita y anoche se acostó tan bueno y no ha amanecío, Manuela, se ha quedado tieso el infelíz. ¡Qué desgracia, hija!

- ¡Qué desgracia, mujé!

Se pasaron la mañana avisando al médico para el certificado de defunción, al ayuntamiento para los papeles que había que mover, y llamando a Hamburgo, a la Rosarito y su marido, para contarles la tragedia y que se hicieran cargo de lo que hubiera que hacer.

Don Domingo, el cura, se presentó y rezó un responso, pero por lo visto Don Klaus y Doña Anna no eran catolicos (¡Nicht-Katholiken! ¡Lutheraner der lutherischen Kirche! o algo así, decía Doña Anna). Y el cura aconsejó que los funerales los organizaran en Hamburgo, cuando llegara el cadáver.

A Don Klaus tuvieron que embalsamarlo, meterlo en caja de zinc, otra caja de madera, y embalarlo para embarcarlo en avión. Después del embalsamamiento y la caja de zinc, tuvieron que esperar 24 horas, por no sé qué tramite del consulado. En aquellos años - eran los felices '70 - todavía no había tanatorios en Sevilla, y Rosario y Arcario no quisieron dejar a Don Klaus en el Depósito Anatómico Forense, y cómo no había nada en contra, se llevaron a Don Klaus al pueblo, a su casa, y le organizaron un velatorio como Dios manda.

Como el muerto era extranjero, el velatorio fue muy divertido, más de lo habitual. Se hicieron buñuelos, se sirvió chocolate y aguardiente, unas vecinas llevaron tortas, otras pestiños, y pasaron una noche muy agradable. Contaban luego que allí no suspiraba nadie, ni la viuda. Doña Anna, que no estaba acostumbrada al aguardiente serrano, agarró una melopea de anís El Clavel (seco) y tuvieron que acostarla. A Rosario el efecto del cazalla le dió por llorar (fue la única que lloró), y a las vecinas por reir.

El furgón fúnebre de la empresa funeraria del pueblo (Pompas Fúnebres San Sebastián) estaba contratado para llevarse a Don Klaus desde casa de Rosario la de Arcario hasta el aeropuerto; Doña Anna tenía pasaje en el mismo vuelo en que iría Don Klaus, ella en asiento de primera y él en la bodega, con el equipaje.



Cuando llegó el coche para llevarse a Don Klaus, Rosario hizo un aparte con Manolito, el de la funeraria:

- Manolito, ¿la caja del muerto es fuerte, va bien cerrada?
-¡Vamos! Una caja maciza y reforzada, con cerradura doble y tres cinchos, que eso no hay quien lo abra, Rosario.
- Pues mira, Manolito, vamos a echar a la gente del cuarto, antes de que cierres la caja, que hay que hacer una cosita, un capricho pa mi Rosarito, tu ya sabes que está esperando pa Julio y ha tenío un capricho, mira tú.
- Yo lo que usté quiera Rosario; total, al muerto le va a dar lo mismo.
- Eso digo yo, Manolito. Y ya que se lo llevan a Alemania, el pobrecito - ¡que en paz descanse, dichoso! - pues se aprovecha el viaje, ¿no es verdad, hijo?
- Eso mismo, Rosario.
- ¡Ea! Pues venga ya, antes que entre nadie y vea lo que no debe. ¡Arcarioooo, ven pacá a echá una mano, hombre!

Y se presentó el Arcario en la alcoba donde estaba Don Klaus de cuerpo presente, en su caja de zinc; por una ventanilla de cristal se le veía la cara, blanca como la pajuela, con un bigotillo y unas patillas rubias entrecanas. Como entre la caja de zinc y el ataúd de madera había espacio, metieron dentro dos sacos de naranjas, una fiambrera con manteca de lomo y otra con chicharrones, unas ristras de morcillas, dos chorizos, un queso, una ristra de ajos, una talega de garbanzos y otra de aceitunas gordales. Todo bien colocado, rellenando huecos, bien atado con guita fina. Sujeta a la ventanilla de cristal por la que se veía a Don Klaus, iba una carta de Rosario a su Rosarito:

Niña, Rosarito, por aquí todos buenos, menos el disgusto de Don Klaus, que ha sido un golpetazo, Dios lo tenga en su gloria y le de resignación a Doña Anna, la pobrecita. Niña, Rosarito, dice el tito Arcario que las naranjas son guachintonas, de las buenas, de la huerta de la Arquidía. Si no vas a aliñar las aceitunas todavía, déjalas en la talega, que ahí no se estropean. Un beso, mi alma, que te tengo en el pensamiento el día entero. Y muchos besos del tito Arcario, que está loquito de contento desde que se enteró de lo del niño, a ver si lo bautizamos cuando vengais en Agosto. Un beso mu grande de tu chacha. Rosario (rubricado).

A las dos semanas, recibieron Arcario y Rosario carta de Hamburgo, de la Rosarito:

"Queridos chacho y chacha, espero que esteis bien, aquí todos buenos, gracias a Dios. Las cosas llegaron estupendamente, como llevaron al tito Klaus a su casa, nadie se dio cuenta de nada, se sacó todo y ya después se llevaron al tito al cementerio, con la tita Anna que lloraba mucho, la pobre. Chacha, qué ricos los chorizos, y el queso y todo. Dile al chacho Arcario que todavía tengo naranjas, que me las estoy comiendo de una en una, pa que me duren más. Pero lo que más me ha gustao ha sido la manteca y los chicharrones. Las aceitunas, la mitad las puse en salmuera y la otra mitad para partirlas y aliñarlas con vinagre, a ver cómo me salen. Chacha, que dice la tia Anna que a ver si le mandais una botella del aguardiente que tenían ustedes, que dice que se acuerda mucho de lo bueno que estaba y que le sentó la mar de bien. Muchos besos, chacha, pa tí y pal chacho Arcario, que estoy deseandito que llegue Agosto, pa salí del parto y pal Bautizo, que dice mi marido que sí, que lo hacemos allí, si Dios quiere, en Agosto. Muchos besos, chacha, de tu Rosarito (rubricado) // Que no se te olvide el aguardiente para la tita Anna, que se acuerda la pobre mucho del tito Klaus // ".


Todo verídico. Doy fe.


&.

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Una historia de cementerio


Doña Enriqueta era de las pocas (dos o tres) beatas del pueblo que comulgaban todos los días. Pero Doña Enriqueta no era beata, que era señora, señora viuda del médico del pueblo y señorita de nacimiento, de las mejores familias de la villa, por parte de padre y de madre, ya se sabe, mucho apellido y pocos reales. Pero entonces todavía conservaba casa señorial, criadas y mozos, y unos cuantos olivares, un par de viñas y alguna finquita más, todo bien administrado. La decadencia final sucedió cuando Doña Enriqueta finó.

Con setenta y muchos años, todavía admiraba y encantaba, una belleza con canas como había sido una beldad con veinte. Hasta el luto le sentaba bien, hasta el velo negro le favorecía, no sabían decir qué tenía, pero cuando pasaba por delante del casino, los señores se quitaban el sombrero desde que la veían venir, y la seguían con la mirada hasta que desaparecía por la esquina del marmolillo.

Iba a Misa de alba, de vuelta a casa tomaba un desayuno ligero, con media copita de coñac, y volvía a salir calle arriba, para el cementerio. Iba sóla, no quería que la acompañase la tata porque renqueaba y le entorpecía el paso, que a su edad Doña Enriqueta todavía lo tenía ligero y seguro.

Iba al cementerio a diario, menos los Domingos y Fiestas, desde que murió su hijo pequeño, en el frente, un mes antes de acabar la Guerra, en Febrero del '39. Desde el día después del entierro se impuso esa devoción. Cuando murió Don Augusto, su marido, siguió con lo mismo, con doble motivación. Ella era de poco llanto, de lágrima contenida y suspiro para adentro, de las de pena honda e impasible el ademán. Ni perdió nunca la sonrisa, ni a nadie fastidió con su luto. Pero el camino del cementerio sonaba todos los días al compás de su medio tacón.

Aquella mañana Don Francisco, el párroco, celebró la Misa con el Pepe el sacristán, Doña Enriqueta y Rosarito la de Buela, porque amaneció con temporal, una ventolera y un aguacero que quitaba las ganas de salir hasta a las más pías de la parroquia, sólo las irreductibles fueron capaces de vencerse y salir. Cuando terminó la Misa había dejado de llover, pero el celaje estaba tormentoso y el viento soplaba de abajo, avisando más lluvia.

Doña Enriqueta decidió dejar el desayuno y aligerar la visita al cementerio, aprovechando el escampado. Cuando cruzó la cancela del cementerio, el cielo barruntaba tormenta; al llegar al panteón sonó el primer trueno, con un relámpago como un fogonazo. El cementerio sobrecogía, el cielo tan oscuro, todo el suelo encharcado, con un silencio extraño porque todavía no había empezado a llover, sólo tronaba.

Al pasar, en la cuartelada de nichos que hacía pared con el panteón, había una sepultura abierta, un nicho de la segunda fila contando desde el suelo, la lápida estaba apoyada en la abertura, encajada de canto en uno de los extremos de la bovedilla. Doña Enriqueta se fijó en todo, echando una de esas miradas de paso, distraidas pero que ven todo lo que tienen que ver.


Cuando acabó el misterio del rosario que iba rezando, Doña Enriqueta añadió un responsorio, un Credo y el De profundis (ella sabía bien los latines de Misa, las Letanias, algunos salmos de carrerilla, y algunos responsorios también). No se entretuvo con más rezos, porque tronaba y tronaba, con los relámpagos y los truenos cada vez más cerca. Se dió la vuelta y, de pronto, se quedó petrificada, impávida, casi se le para el pulso: En el nicho de al lado, el que vió abierto y sin lápida, había algo, algo se movía, hacía ruído, como si se revolviera algo dentro, un ruído sordo, cada vez más. Horrorizada, tapándose la cara con el velo, vió como dos pies, dos botas, iban saliendo del nicho, luego dos piernas enfundadas en un pantalón mugriento, lleno de tierra y retazos de telarañas, y dos manos, dos manos que se agarraron al arquillo del nicho y, con un impulso torpe, arrastraron y dejaron caer fuera, sobre la tierra encharcada, un cuerpo, un cuerpo de hombre; la cara no se le veía porque la llevaba cubierta con un pañolón pardo, manchado. Cayó pesadamente en el suelo, se revolvió y se fue levantando apoyándose con las manos huesudas de uñas largas en el nicho de más abajo del que cayó. Y rompió a toser.

- ¡Ejeeem, ajuuummm, ajuuummm, ejeeem, jemmmm...!!!....¡Ay! ¡Doña Enriqueta dispense usted!
- ¡Jesús, por Dios! ¡Romualdo, hijo de mi alma! ¡Jesús, Jesús, Jesús!
- ¿Se ha asustado usted, Doña Enriqueta? Mire usted que yo no sabía que estaba usted aquí, si no no salgo.
- Pero Romulado, por Dios, ¿que hace usted dentro de un nicho?
- Las cosas, Doña Enriqueta, las cosas; que ayer me ajumé y me dieron aquí las tantas y cuando empezó a llover me lié en el capote y me metí en el nicho, y ahí he pasado toda la noche, que yo sé que no es sitio, pero las cosas, Doña Enriqueta ¿qué va hacer uno, si no tengo donde caerme muerto?
- ¿Que no? Para eso tienes el cementerio entero, Romualdo.
- Que no tengo donde recogerme, Doña Enriqueta, ni un mal chozo, quería decir, usted me entiende.
- Lo que entiendo es que por poco se me sale el corazón por la boca, Romualdo, que vaya susto...
-¡Ay Doña Enriqueta, que yo le juro por mis muertos que no había intención!
- No jures, no jures, que no hace falta. ¿Y eso lo haces mucho, lo de meterte en el nicho?
- Pues mire usted, Doña Enriqueta, ahora, con el mal tiempo, más de una noche me arrecojo en el nicho, en este que está bajito y alcanzo bien a meterme; como en esta cuartelá pega bien el sol, está mu sequito por dentro y no hay humedá, ni bichos. Y pa decirle a usté toa la verdá, en verano también me echo la siesta, que no sabe usté lo fresquito que se está dentro.
- Si hijo, sí, me lo figuro, la mar de a gusto que se estará, vivir para ver.
- Doña Enriqueta, no se lo diga usté a naide, que me busca usté un lío, que ya sabe usté que na más tengo la paguita de enterraó, que vivo de eso, Doña Enriqueta.
- Descuída, Romualdo. Toma, toma un duro y vaya usted a tomarse un aguardiente a la Ventilla, y entre usted en calor. Descuíde que no pasa nada, Romualdo.
- Ay, señorita Enriqueta Dios se lo pague a usté, que siempre tiene usté un detallito conmigo, Doña Enriqueta.
- Anda, anda...Ea, ahí se queda usted, Romulado, con Dios.
- Vaya usted con Dios, Doña Enriqueta, condió, condió...


Doña Enriqueta se entró en la ermita de la Soledad, junto al cementerio. Terminó el rosario; había empezado a llover, y le pidió a la santera que mandara recado a casa para que vinieran por ella. Al cuarto de hora llegó un coche a recogerla.

- Al ayuntamiento, Paco.
- Lo que usted mande, Doña Enriqueta.

- Buenos días, Doña Enriqueta, ¿necesita usted algo?
- Sí, Pepito, buenos días ¿está el alcalde?
- Sí señora, despachando con el Comandante de Puesto.
- Pues dile que quiero verle.
- Ahora mismo.

- Enriqueta ¿que traes?
- A sus órdenes, Doña Enriqueta.
- Usted siempre tan marcial, Sargento Cotán...
- Mira, Eduardo - siéntate, y usted también sargento -. Mira, Eduardo, me acaba de pasar lo que no te puedes figurar...

Y le contó al alcalde lo de Romulado el enterrador saliendo del nicho, con los truenos de fondo y el relámpago alumbrando la escena.

- ¡Jesús, Enriqueta! A mí me pasa eso y me muero allí mismo. Ahora mismo lo mando a llamar.
-¡Ni se te ocurra! Que el pobre se ha llevado tanto susto como yo al verme allí, creyendo que no había nadie. Déjalo y no le digas nada, que yo le he dicho que no lo iba a contar. Pero habrá que hacer algo, Eduardo, porque ese hombre no puede andar así, durmiendo en los nichos, que eso ni es cristiano ni es salubre.

- Dí que sí, Enriqueta, desde luego que no, que eso no puede seguir. ¿Qué quieres que haga?
- Venía pensando, Eduardo, que si no se podría arreglar la casilla de los trastos, la que está junto al osario viejo. Si tú das permiso, se le podría arreglar el techo y abrir una ventana, o dos, y echarle por medio un tabique y separarle un cuartillo con su alcoba y una cocinilla, y una puerta que de al costado de la ermita, para que no tenga que entrar y salir por el osario. Yo me hago cargo de lo que cueste la obra, pago el jornal de los albañiles y tú pones los materiales, ¿estamos?
-¡Y como no vamos a estar! Si tú cuando vienes no traes problemas sino remedios, Enriqueta. Así da gusto ser alcalde.
- ¡Anda, anda! Que a tí te gusta la alcaldía y el sillón como sea y con lo que sea, Eduardito, que eres alcalde profesional, como si hubieras estudiado la carrera. Bueno, ahí se quedan ustedes, que con lo del cementerio y el enterrador ya he perdido media mañana. Un beso, Eduardo. Sargento, que me alegro de saludarle, bien lo sabe usted.
- A sus órdenes, Doña Enriqueta.
- Con Dios, Con Dios...

- Su tia, Don Eduardo, es una señora. ¡Qué distinción, que simpatía!
- Mi tía, sargento, no es corriente. Y ademas de ser una señora es una santa, de las que no meten ruído y dejan buen olor por donde pasan.
- Usted que lo diga, Don Eduardo, una mujer sin par.

+T.

martes, 1 de noviembre de 2011

Inter Sanctos


'Ser santo, que todo lo demás es tiempo perdido'. Esta era una de las sentencias que más se repetían en las consideraciones habituales de la dirección espiritual. El sacerdote se la decía al dirigido, y se la recordaba muchas veces, entretejida con otros buenos consejos. Para muchos católicos, estas palabras se convertían en un programa, una regla de vida con la que examinarse cada día y medir cuánto tiempo se perdía por no haberlo empleado en cosas santas que edificaran la santidad. Para otros, la frustración de no conseguir nada o de ganarlo con mucho esfuerzo, aspirar a la santidad se volvía o una obsesión que tensaba toda la vida espiritual, o en un imposible que se pretería con enojo, un propósito que se olvidaba y que nunca se retomaba.

Y, sin embargo, es nuestro destino. Nos han llamado a la santidad, existimos porque nos han creado para ser santos. Es dificil hacerse cargo de esta verdad; asumirla serenamente es el primer grado de la santidad.

Se nos olvida, o quízá no se nos enseña bien, que el proceso de santificación no depende de nosotros como dependen otras cosas humanas, otros trabajos, o empeños o logros. Lo de la santidad y la santificación es otra cosa, pertenece a otro orden en el que el hombre queda insertado en el Misterio. Como la vid en el sarmiento, dice el Señor; y también, y en ese sentido, dice que sin Él no podemos hacer nada. Y con Él - es la continuación de ese silogismo de santidad -, con Él podemos hacerlo todo.

Alguna vez he comentado que me gusta especialmente el versículo del Salmo que reza "...Dios lo da a sus amigos mientras duermen":

"...Es inutil que madrugueis,
que comais el pan de vuestras fatigas:
Dios lo da a sus amigos mientras duermen"

Antes de dormir, suelo rezar esta bendición del Breviario:

"Ad societatem civium supernorum perducat nos Rex Angelorum"

¡Que el Rey de los Ángeles nos conduzca a la compañía de los ciudadanos celestiales!

Y después me duermo.

¡Sanctus nos fiat sancti!



(El Salmo 126 con música de Vivaldi y Philippe Jaroussky cantando el versículo "...lo da a sus escogidos mientras duermen...")

Y para reforzar, la letania de los santos según Guatavo Adolfo Bécquer (muy buena para los nervios):


Patriarcas que fuisteis la semilla
del árbol de la fe en siglos remotos,
al vencedor divino de la muerte
rogadle por nosotros.

Profetas que rasgasteis inspirados
del porvenir el velo misterioso,
al que sacó la luz de las tinieblas
rogadle por nosotros.

Almas cándidas, Santos Inocentes,
que aumentáis de los ángeles el coro,
al que llamó a los niños a su lado
rogadle por nosotros.

Apóstoles que echasteis en el mundo
de la Iglesia el cimiento poderoso,
al que es de la verdad depositario
rogadle por nosotros.

Mártires que ganasteis vuestra palma
en la arena del circo, en sangre rojo,
al que os dio fortaleza en los combates
rogadle por nosotros.

Vírgenes semejantes a azucenas,
que el verano vistió de nieve y oro,
al que es fuente de vida y hermosura
rogadle por nosotros.

Monjes que de la vida en el combate
pedisteis paz al claustro silencioso,
al que es iris de calma en las tormentas
rogadle por nosotros.

Doctores cuyas plumas nos legaron
de virtud y saber rico tesoro,
al que es caudal de ciencia inextinguible
rogadle por nosotros.

Soldados del Ejército de Cristo,
Santas y Santos todos,
rogadle que perdone nuestras culpas
a Aquel que vive y reina entre nosotros

Y la oración de la Solemnidad, para santificar la fiesta e impetrar la intercesión de los Santos, nuestros hermanos y modelos en Cristo:

Orémus
Omnipotens sempiterne Deus, qui nos omnium Sanctorum tuorum merita sub una tribuisti celebritate venerari: quaesumus; ut desideratam nobis tuae propitiationis abundantiam, multiplicatis intercessoribus largiaris.
Per Dóminum nostrum Iesum Christum, Filium tuum: qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti Deus, per ómnia sæcula sæculórum.
Amen.



+T.

lunes, 31 de octubre de 2011

La verdad que ayer se enseñaba y que hoy nadie se atreve (un ejemplo de, a propósito de la fecha)


Hoy han celebrado algunos grupos/sectas protestantes el comienzo del luteranismo, por la efemerides de las 95 tesis que el entonces todavía fraile agustino, fray Martín Lutero, clavó como un desafío en la puerta de la capilla palatina de Wittenberg; era el 31 de Octubre del año 1517. Una fecha para no olvidar por la serie de acontecimientos que incoaba, cuyas consecuencias afectarían traumáticamente a la Iglesia y al mundo. Con las 95 tesis se clavaba también la proclama que sentenciaba el fin de un mundo en el que Occidente profesó una misma fe y vivió en una sociedad que se proclamaba y reconocía cristiana, con Roma como cabeza y el orbe como frontera.

Pues ha sido que casualmente (existen las casualidades?), esta mañana, buscando un dato sobre nuestra Bula de la Santa Cruzada, me he encontrado con este interesante texto:


P. ¿Qué niega el protestantismo?
R. Niega la autoridad e infalibilidad de la Iglesia y admite sólo la Escritura interpretada a su capricho.


P. ¿Quién fue el fundador de esta herejía?
R. Un fraile apóstata, soberbio y corrompido llamado Lutero.


21. El Protestantismo es una herejía enseñada por Martín Lutero, religioso de genio díscolo, soberbio y jamás dominado a pesar de los muchos castigos. Entró en Religión asustado por un rayo y salió por su carácter indómito y su corazón corrompido.
Envidioso porque León X encargó la predicación de las indulgencias a los Dominicos, y no a los de su Orden que hasta entonces lo habían hecho, predicó contra las indulgencias y el Purgatorio y enseñó que basta la fe para salvarse. Condenado por el Papa, negó su autoridad e infalibilidad, y atacándole con textos de la Sagrada Escritura, defendió que cada cual puede interpretar la Escritura a su capricho.

El texto que cito es una pagina del libro



Explicación Literal del Catecismo de Ripalda,
con una Exposición y Refutación de los Errores Modernos
y la Explicación de la Bula de la Santa Cruzada,
por el P. Gabino Márquez S.I.
Madrid 1926.
Editorial Razón y Fe.
(segunda edición corregida y aumentada)



Eran aquellos tiempos en que las cosas estaban claras, la doctrina se mantenía prístina y se predicaba y enseñaba justa y cabalmente. Se reconocían los males que iban llegando en oleadas y se les combatía ('exposición y refutación de los errores modernos', dice - como ven Uds. - el título de la obra). Un mundo, por comparación, tan lejano al nuestro. Y no ha corrido un siglo, todavía.

Desde el post-concilio nuestra Iglesia ha venido padeciendo un cierto complejo a la hora de evaluar algunos temas de historia y doctrina. Todo ello es sintomático de la confusión de juicios que afecta a nuestros obispos y teólogos, siendo muy pocos los que se atreverían hoy a predicar y enseñar textos como los de la cita. Para nuestro mal, evidentemente, puesto que todos terminamos también afectados por el mismo fenómeno, incapaces para distinguir, saber y poder valorar temas y asuntos que interesan a la fe. La falta de una doctrina recta ha tenido como consecuencia una debilitación de la fe; una insuficiente formación ha conducido a una progresiva confusión. Todo ello agravado por el medio social-cultural del siglo, caracterizado por el pensiero débole y las tendecias de fusión indiscriminada de filosofías, religiones y espiritualidades.

En fin, quede esa pequeña y gustosa muestra del Ripalda comentado para estimularnos a mejor saber y defender la fe, obligación de todo buen cristiano que no quiera verse enredado, confundido y arrastrado a la herejía, como el impío Martín Lutero.

¡Que el Señor nos libre!


+T.

viernes, 28 de octubre de 2011

Agnósticos en la Porciúncula


El Asís 3º ha contado con la novedad de una comisión de agnósticos y ateos entre los invitados participantes del totum revolutum. Una nota de ciencia e inteligencia, de cultura y confirmación (nunca negación) de la actualidad, del presente histórico, de nuestra coyuntura, de nuestra propia realidad...Y todos esos conceptos que se dicen y que les gusta decir a marxistas, existencialistas, nihilistas y postmodernos de indefinida filiación, de cuyas aulas habrán salido esos conspicuos increyentes.

Que no sé yo - además de saludarse, ocupar el asiento y hacerse fotos - qué habrán hecho en Asís. Lástima de Asís, la patria chica del Poverello, donde el Señor, desde el Crocifisso de San Damiano, hablaba con Francesco:

Francesco va e ripara la mia Chiesa che, come vedi, è tutta in rovina

¿Por qué no hablará ahora - ¡ayer! - el Señor en Asís? O, mejor dicho, ¿por qué nadie escucha en Asís la voz del Crocifisso?

La respuesta es fácil, entiendo yo: Porque no hay (porque no había) ningún Francisco de Asís en Asís. Si el Señor habló y dijo algo, no hubo quién lo oyera porque no había un Francesco para recibir el encargo y hacerse cargo de él.

Esta tarde, he escrito este comentario en el facebook:

Una peregrina ocurrencia, pienso yo. El agnóstico, ufano de ser invitado a tan selecto encuentro, sentado entre la crème de la crème de la religiosidad mundial, alternando con patriarcas, cardenales, obispos y arzobispos, imanes, rabinos, lamas, chamanes, hechiceros y brujos se sentirá tan orgulloso de su opción y tan firme en su escéptica postura que se reafirmará en ella, animado por la acogida y el aplauso de los creyentes concurrentes, todo ello patrocinado, presidido y alentado, nada más y nada menos (¡quién lo iba a decir! ¡quién lo iba a pensar!) por el mismísimo Papa de Roma en carne mortal. Del ateo, digo lo mismo, por lo mismo, con las matizaciones que quepan (que caben pocas). Concluyendo: Que gracias a la ocurrencia del Papa, nunca jamás agnósticos y ateos se vieron y sintieron ni más valorados ni más encumbrados. ¡Qué bien y qué bonito! ¡Asís-Asís-Asís! (Dios nos ibre de un 4º Asís!!!).

El comentario lo hacía a propósito de una afirmación ponderativa, suscitada, a su vez, por este titular:

El Papa reivindica a los agnósticos

Considero un absurdo 'reivindicar' un vacio, que es lo que - entiendo yo - podría definir en cierta forma el concepto religioso de un agnóstico. Sobre todo si esa reivindicación se le achaca al Papa. Aunque haya sido - parece ser - voluntad de Benedicto XVI invitar a esa inane representacion agnóstico-atea al encuentro de Asís. Como la mens del Papa no me está franqueada, me expongo a incurrir en juicio temerario, pero es que el caso se presta a ser enjuciable, aun a costa de temeridad.

Si la coartada es la paz, ni la paz es el bien supremo, ni el ministerio sagrado más alto que existe en el mundo debe empeñarse en compartir un concepto subdividido en comprensiones religiosas, agnósticas y ateas cuyas ideas sobre el particular difieren tanto como diferentes son unos de otros. Un absurdo (que no por ser 'pontificio' deja de ser absurdo).


Todo lo de Asís - y lo digo con pena - me resulta patético. La foto del Papa y sus convocados pacifistas con las lamparillas de aceite en las manos, esperando que se las enciendan, me parece quasi una alegoría del desconcierto; pacífico, pacifista, pacificador, muy bien; pero desconcierto. Imagino que los agnósticos y los ateos también tendrían su lampara, que dejarían allí como testimonio de su no-fe/no-luz.

El comentario del facebook que me provocó el re-comentario ponderaba algo así como la gran inteligencia y sagacidad del Papa, precisamente por convocar y atraerse a esos inteligentes (e influyentes) agnósticos y ateos. Recordé aquel Evangelio, uno de mis fragmentos sacros preferidos, que rezo bastantes veces:

"...Te doy gracias, Padre, Señor de Cielo y Tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí Padre, así te ha parecido mejor..."
Mt 11, 25 ss.


+T.

jueves, 27 de octubre de 2011

Asís 3


Los católicos conscientes padecemos estos días como un eco reverberante que, sin ser una audición sensible, nos trae, se lleva y nos vuelve a soplar citas como esta:

"...Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión."

Es un párrafo muy conocido (por quienes conocen estos textos) que se ha vuelto muy sentido (para quienes sentimos estas doctrinas) dados los tiempos contradictorios que nos ha tocado vivir, cuyas contradicciones nos afectan y nos confunden, dejándonos muchas veces bloqueados, como impedidos para discurrir por la via recta que - se ha supuesto siempre - hemos de transitar iluminados por la Fe.

La cita es de la encíclica Mortalium Animos, de Pio XI, publicada en 1928. El párrafo anterior está entresacado de este otro fragmento, de la misma encíclica:

"...Convencidos de que son rarísimos los hombres privados de todo sentimiento religioso, parecen haber visto en ello esperanza de que no será difícil que los pueblos, aunque disientan unos de otros en materia de religión, convengan fraternalmente en la profesión de algunas doctrinas que sean como fundamento común de la vida espiritual. Con tal fin suelen estos mismos organizar congresos, reuniones y conferencias, con no escaso número de oyentes e invitar a discutir allí promiscuamente a todos, a infieles de todo género, de cristianos y hasta a aquellos que apostataron miserablemente de Cristo o con obstinada pertinacia niegan la divinidad de su Persona o misión.

Tales tentativas no pueden, de ninguna manera obtener la aprobación de los católicos, puesto que están fundadas en la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.

Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios."
(aquí el texto completo, en español, de la Mortalium Animos)

La importante encíclica de Pio XI aparece en plena efervescencia del movimiento ecuménico, alentado desde la primera década del siglo por algunas personalidades y grupos protestantes europeos, principalmente. Con la 1ª Guerra Mundial, la traumática experiencia de los contendientes animó todavía más las tendencias pan-cristianas que aspiraban a superar desuniones históricas e iniciar una nueva época bajo el signo de la comunión deseada. Se imponía una confraternización por encima de las barreras (¡trincheras!). Sonaba la campana de la convergencia, se cerraba el capítulo de las divergencia y las rupturas.

En 1928, los líderes del movimiento ecuménico podían dar ya cuenta de esperanzadores logros, más allá del simple entusiasmo inicial. Quizá para las confesiones nacidas durante la crisis de la Reforma Protestante la coincidencia en la fe y el culto de sus respectivas comunidades era un relativamente fácil común denominador, bastante posible de alcanzar. A pesar de todo, esta gran movilización ecumenista da la impresión de ser algo que estaba sólo en la intención de una cierta élite promotora, lejos de las expectativas comunes de las confesiones a las que ni siquiera podría decirse que representaban oficialmente, dada la multi-fragmentación y sectarización de las confesiones reformadas, con sus muchas peculiaridades.

La Iglesia Católica contaba por entonces con una experiencia muy distinta, todavía activa, fresca en el tiempo, que le proporcionaba un concepto muy desmarcado del que animaba a los ecumenistas protestantes. Con un sentido sinceramente original, el Movimiento de Oxford había iniciado algo que, sin llamarse propiamente 'ecumenismo' ni ser reconocido como tal, respondía a las expectativas que la Iglesia Católica pudiera tener sobre el particular. Si los activistas del movimento ecuménico insistían en conceptos como encuentro/diálogo/comunión, Roma sabe y mantiene que la clave sine qua non estriba en la conversión, justamente lo que había sucedido en el Oxford de Newman, entre aquellos anglicanos inquietos, inconformistas y conscientes, que fueron después críticos tractarianos, y concluyeron su tendencia convirtiéndose en católicos romanos. Roma estaba donde siempre había estado, y la reintegración de la unidad perdida tenía un sólo camino con meta en Roma, cabe la Sede de Pedro.

En este sentido, la contundencia de la Mortalium Animos es sólo clarividencia magisterial, sin ambages; un documento en concordancia con la tradición de la Iglesia, un verdadero texto con palabras proféticas, tristemente realizadas luego en un sentido que el Papa Pio XI jamás llegaría a concebir.

¿Qué ha sucedido en la Iglesia para que, a menos de un siglo de este magisterio, se hayan publicado textos y promovido actos que parecen contradecirlo? ¿Cual ha sido el motivo que ha deparado semejante divergencia doctrinal?

En cierto sentido, el ecumenismo católico comienza con un complejo, el del desnivel que estiman los promotores católicos que existía entre las versátiles propuestas unionistas protestantes y el monolitismo de la doctrina católica, sólidamente anclada porque se definía como roca firme, piedra de referencia universal. Los católicos que sentían la inquietud ecuménica, por encontrase con los 'hermanos' que se fueron, estaban dispuestos a dejar, a perder el sólido cimiento y cambiarlo por la movilidad ubícua del fascinante ecumenismo. Mejor caminar que llegar, se diría más tarde; mejor ser compañeros de viaje que hijos en la misma casa y la misma mesa.

Esta tendencia ecumenista se confundía muchas veces con el modernismo doctrinal, siendo dificil deslindar lo que podría ser compatible con la ortodoxia tradicional y lo que era una re-conceptuación neo-eclesiológica incompatible con la doctrina católica. En sentido ortodoxo habría que interpretar todas las iniciativas que culminaron durante las sesiones del Vaticano II; en el proemio del decreto conciliar Unitatis Redintegratio, la declaración de intenciones es tan clara como solemne: "Promover la restauración de la unidad entre todos los cristianos es uno de los fines principales que se ha propuesto el Sacrosanto Concilio Vaticano II...". Este mismo texto, el mismo párrafo, utiliza expresiones ambiguas, confusas, imprecisas, diciendo, seguidamente, que "... única es la Iglesia fundada por Cristo Señor, aun cuando son muchas las comuniones cristianas que se presentan a los hombres como la herencia de Jesucristo."

Desde textos como este, sin la claridad de documentos magisteriales anteriores - verbigracia la encíclica Mortalium Ánimos - se fue practicando el ecumenismo católico del post-concilio. Entre sus metas se introdujo una confusión más, alentada también por otro documento conciliar, la declaración Nostra Aetate en la que el Concilio exponía de forma novedosa el pensamiento y la voluntad de la Iglesia respecto al judaísmo, el islam y las religiones del mundo. La integración de las declaraciones de Nostra Aetate entre las intenciones ecumenícas fue un paso que se dió en la espontaneidad de la confusión ambiental generada y mantenidad passim, en un ambiente signado por la buena voluntad de quienes se referían al muy indefinido pero versatilísimo 'espíritu del vaticanosegundo'.

El gran consumador de todo este proceso fue Juan Pablo II; la convocatoria de Asís en 1986 marcaba un punto referencial. La Iglesia Católica escenificaba y ritualizaba, prácticamente, algo que ya estaba presente entre las instituciones del ecumenismo protestante (cfr. The Gifford Lectures / Conferencias de Gifford ): Una tendencia pan-religiosa que se deslizaba desde el punto original de una mínima confesión cristiana (un credo elementalmente cristológico-trinitario) a consideraciones meramente teístas y a un naturalismo teológico compatible con la postulación de un concepto minimalista del hecho religioso, reducido a cierta experiencia espiritual extrapolable a cualquier forma religiosa en cuanto abierta a una reconocida (pero indefinida) trascendencia. Parecía como si el encuentro de Asís aportara, finalemente, una forma celebrativa pública y universal a estas iniciativas de las élites ecumenistas, un marco solemne para la presentación del común religioso universal. La paz era el pretexto.

Ayer tarde, casi a la manera de unas vísperas litúrgicas, se rezó en la Plaza de San Pedro por el tercer encuentro de Asís; estas fueron las oraciones (no las comento, pero son - entiendo - significativas).

A este tercer encuentro de Asís se le concede tanta importancia que en la página de la Santa Sede aparece hoy un enlace para seguir en directo los actos principales de la jornada. Ahora mismo, mientras escribo esto, estoy conectado oyendo y viendo lo que ocurre en el escenario instalado dentro de la Basílica de Ntrª Srª de los Ángeles, delante de la capillita de la Porciuncula. Si quieren Uds. aquí pueden conectarse, pulsando sobre la pantallita en color (no sé si la conexión estará activa todo el día, o sólo en para algunos actos).

Yo he rezado, sobre todo, para que se aclare lo de Asís y para que lo de Asís termine, para que no se repita más y se olvide. Sé que la historia no tiene marcha atrás, pero también sé que los errores son corregibles.

Recalco el magisterio de la Mortalium Ánimos y me afianzo en su doctrina, mientras sufro la tensión de enfrentarme con un magisterio y unos actos que contradicen al Magisterio. Una extraña y absurda confrontación que no se justifica, pero que existe y es una de las llagas de la Iglesia post-conciliar.

Cierro repitiendo el texto que más arriba cité:

"...piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, pues, aunque de distinto modo, todas nos demuestran y significan igualmente el ingénito y nativo sentimiento con que somos llevados hacia Dios y reconocemos obedientemente su imperio.

Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial, y poco a poco vienen a parar al naturalismo y ateísmo; de donde claramente se sigue que, cuantos se adhieren a tales opiniones y tentativas, se apartan totalmente de la religión revelada por Dios."



Texto del discurso del Papa Bnedicto XVI, Asís 27 de Octubre 2011

Sancti Spiritus gratia, rogamus ac petimus ut in fide recta confirmemus et sanctificemus nos. Amen.


+T.

martes, 25 de octubre de 2011

Asís 3º: Un aperitivo servido por el 'cocinero' del 1er.Asís



El 'cocinero' del 1er. Asis inter-religioso, ese es el mote que se le adjudica al Cardenal Roger Etchegaray en este yoyube de Rome-news. Cocinero, dicen, y digo yo por qué no gurú, brujo, hechicero, medium, chamán o rabino o imán o lama, y así se queda más poli-perfilado en su multi-cromatismo espiritualista pan-religioso, menos reducido a su simple, estrecha (y enojosa?) dignidad sagrada de obispo católico y cardenal romano.

Escuchar esas declaraciones pronunciadas por un anciano que debería demostrarse venerable y sabio sacerdote produce una desasosegante inquietud, puesto que un católico no espera oir de uno de sus más encumbrados representantes tales afirmaciones, tan reñidas con la fe y la doctrina mantenidas tradicionalmente por la Iglesia.

Una fe que, por otra parte, según se extracta de lo que dice Etchegaray, queda tan indefinida como vagas son las estructuras que dejan entrever las palabras del eminentísimo prelado.

¿En qué se sostuvo aquel Asís primero, el del Beato JP2º, cuales fueron sus fundamentos? Por mi parte no sé todavía qué responder, a pesar de las reflexiones que me hago sobre aquella lamentable ocasión. ¿Diré que todo fue un conato de buena voluntad, una corriente de buenvoluntarismo generosamente (temerariamente?) conciliador/conciliarista? No sé. Sí tengo claro que fue - más que nada - obra de la tenaz ('terca', he estado a punto de escribir) voluntad del entonces Pontífice: Un fuerte voluntarismo unido a un marcado personalismo, muy determinados en la decisión y peligrosamente indefinidos en la intención y la valoración de sus consecuencias. Podré equivocarme en algo, pero estimo que intuyo bien.

Insistir en aquello (se insitió en Asís-2 y ahora una tercera vez) me parece un error, la confirmación de una desacertada iniciativa preñada de confusionismo e indiferentismo.

Precisamente, hace unos días, leí con estupor la referencia de un artículo de Monseñor Nicola Bux, en concreto su reflexión a propósito de la inscripción en bronce conmemorativa del Asís 1º:

"...Es emblemático, al respecto, el ejemplo asombroso del cual habla: “una placa de bronce en el pórtico frente a la basílica inferior de San Francisco de Asís dice: «Joannes Paulus II cunctis in orbis Dei cultoribus in spiritu et veritate convocatis…» (Juan Pablo II con todos los que en el mundo rinden culto a Dios en espíritu y verdad...); pensaba que conmemoraba una reunión mundial de cristianos. El culto «en espíritu y en verdad» debería ser el que está fundado en el reconocimiento de Jesucristo, el Hijo en el cual Dios se ha revelado plenamente, ha hecho conocer su rostro… En cambio, la placa de Asís no se refiere a los cristianos sino a los representantes de las religiones reunidos en el 2002 para la oración por la paz. Algo ha cambiado. Esa placa muestra una opinión muy difundida (hoy día) entre los católicos: que todas las religiones reconocen, en el fondo, al mismo Dios, y lo adoran en espíritu y en verdad".
(aquí el original, en italiano ; y aquí en español)

Esta equívoca y generalizada impresión - grabada en bronce - que critica Mons. Bux aparece, sin embargo, implícita en las palabras del Cardenal Etchegaray, tan confusas al respecto como puedan estarlo las de cualquier católico influenciado por la confusa recepción del significado de aquel Asís 1º y sus sucesivas reediciones.

Todos los católicos conscientes estamos en preocupada expectación: ¿Corregirá Benedicto XVI, de forma patente y definitiva, la deriva indiferentista del Asís juanpablista? ¿Se cerrará definitivamente con Asís 3º la serie de estos confusos encuentros? ¿Por lo menos, el Papa se desentenderá/desmarcará de ellos?

Aunque vamos asumiendo todos estos 'avisos' pre-assisinos (el youtube de Etchegaray es una estupenda piedra de molino para quienes dispongan de tragaderas capaces), aun mantenemos un puñadito de buena esperanza.

El Jueves - D. m. - veremos en qué paran nuestras expectativas.

Oremus!


+T.