viernes, 27 de febrero de 2009

Aprovechando, que es Cuaresma: Por el donuts a la conversión!!!

Frente por frente a la fachada de mi parroquia hay un cartelón publicitario que reza: "DEJA QUE DIOS TE ECHE UNA MANO" . Representa una mano tendida, en escorzo directo desde el cartel al espectador. La gente que viene a la Iglesia lo ve y lo lee, no sé con qué impacto/efecto. Lo que no lee la gente (la mayoría, porque siempre hay un par de curiosos que lo leen todo) es la letra pequeña del cartelón publicitario que dice no se qué de una "iglesia" evangelista de no se cuántos quienes.

A mí, de entrada, me revuelve las tripas que en mi Sevilla de mi alma que quemaba gustosa y rumbosa a todo hereje que pillaba y olé, se vean ahora propagandas protestantes. Si tuvieran bemoles...¿A que no ponían el cartelón cuando Don Fernando de Valdés que gloria haya? Ah, ah, ah! Ahí les hubiera querido ver, con riesgo de chamusquina, ahí, ahí, a ver, a ver...

Total y puesto que no hay quemaderos funcionando (de herejes, que de muertos sí hay y son un bollante negocio), la urgencia ante el desafío se ingenia y remedia. Y resulta que mi cura se planta - los Domingos mayormente - en la puerta de la iglesia y aprovecha el cartel de los protestantes para estímulo católico. Y a uno le dice y a otro le comenta y al de más allá le recuerda y a otro que pasa le espeta lo del cartel de marras: "Deja que Dios te eche una mano, hombre!" (lo que mi cura lleva en mente y sugiere a cada quisque es, ni más ni menos que Confesión y Comunión, la mano que no echa Dios. Ita!).

Pues a eso voy y hago lo mismo a propósito de esta post-moderna propaganda fidei:

Un donut para la convesión, que es Cuaresma

¿Han leído el articulete? Está simpático, ¿no? (obviando las heterodoxias irrverentes, claro). Porque lo del donut para "catequizar" es publicidad protestante, caca, caca, eso no se toca, eso no se lee. A la basura! Casi como el donut, que es repostería basura con relleno de colesterol.

Pero háganse una traducción en católico, y aprovechen los recursos del adversario hereje-sectario-cismático para reafirmarse en católico, más católico. Sin miedo: Ultra-Católico!!! Bien, bien, bien!!!

Porque es verdad: Nuestro mundo sinvergüenza que inculca a los inocentes que todo hay que probarlo para saber de todo (y es - piénsenlo Uds. bien - la misma argucia de la serpiente tentadora a nuestros Primeros Padres en el Edén --> Gn 3, 1-7 y ss. ) pone todos los obstáculos (consciente e inconscientemente) para que el hombre no "pruebe" a Dios.

Claro que advierto que "probar" a Dios crea "dependencia"--> "...los que me comen tendrán más hambre, los que me beben tendrán más sed" Ecclo 24, 21 . Es la gracia, la gracia santa, que crea hábito y "engancha" para la virtud.

¿Y qué se come, que se bebe? Ah, hermanos mios, comensales invitados al más exquisito rectorio, la más alta mesa, el mejor de los banquetes: No el pan que comieron nuestros padres y murieron, no. Comemos y bebemos el Pan y el Vino de la Vida, que es su Cuerpo inmolado, que es su Sangre derramada.

El cap. VI del Evangelio de San Juan, que hay que leer y meditar con frecuencia, cuanta más mejor, como una aperitivo instructivo para apetecer la dieta de los Ángeles, el alimento de los viatores, los caminantes.

Bien. Pues ya está neutralizado el adversario y vuelto católico, que es la verdad de la Verdad.

Amén.






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jueves, 26 de febrero de 2009

homo-monjo

El horreur de los horrores:


Era cosa de más o menos tiempo que saliera uno así con una cosa así. No le dejarán ni pasará, 1º por contradicción metafísica (uno es lo que es y no es lo que no es) y 2º por impedimentos canónicos (que son tan razonables siempre). Y habrá que acalarárselo y hasta puede que denuncie discriminación por razones aberrantes. Y como hay leyes (y hasta ministresas), puede que tengamos hasta tribunal-es (no sé si Garzón se prestaría, lanzado como está). A ver.
¿Y si insiste? Hombre (perdón!), siempre le quedaría como recurso constituirse en secta y fundar orden de trans-loquesean. Y a perseverar en las virtudes y carismas propios de la institución (que ignoro cuales puedan ser (y no me atrevo a imaginar por cuales pudieran ser)). Y el tiempo dirá. Y ya se verá en el Juicio Final.

A lo peor tiene suerte y se encuentra con más de una vocación contenida y no cumplida, que de todo hay en la vida. Y vean, vean cómo el frívolo caso me contagia incontinente frivolidad hasta a mí: Me atrevo a pronosticar una marcada proclividad a los hábitos de diseño, pasarela, prêt-a-porter y todos los complementos fashion de temporada. ¿Y por qué no?

Porque ese es el argumento mayor de quasi todo quisque infra-opinante: "¿Y por qué no?". Y eso opina la èlite y eso opina el vulgo, tutti et tutte.

Yo no opino cosí, of course: Opino plus ultra, plus ultra.

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miércoles, 25 de febrero de 2009

Rotos del alma

El sermón de mi cura ha sido de Cuaresma total, mi cura es muy castizo. Ha empezado con una glosa del "...perdona a tu pueblo" Jl 2, 12-18, tremenda; y ha seguido con 2 Cor 5,20-6,2 "...no echar en saco roto la gracia de Dios". Y el alma.

Dice que se nos rompe el alma como los bolsillos cuando nos metemos sin cuidado las llaves y otros trastos. Un bolsillo roto es un peligro porque se te va por la pierna abajo lo que sea, sin darte cuenta, centimitos o medios euros o 1€ entero y hasta 2. Y si el bosillo es de chaqueta o abrigo, lo mismo. Mi cura decía en el sermón que con el alma pasa por el estilo: Nos metemos cosas, dejamos que entren cosas, que agujerean el alma o le descosen el fondo. Y la gracia que Dios nos manda se nos escapa.

La Gracia es fina, muy sutil. En la Biblia se la compara al rocío, al orvallo, una humedad suave casi imperceptible, pero que empapa la tierra y la ablanda. También la limpia. Y hay gracia para cada cosa y cada momento. Y si el alma tiene rotos, si está con descosidos...

Y así el sermón. Muy positivo porque decía también que los rotos se remiendan y los descosidos se zurcen. Se cosen con hilo y aguja de Cuaresma: Oración, limosna y ayuno. Y ya pueden venir gracias que no se perderán, que de eso no hay que dudar: Dios manda gracia y la Cuaresma es tiempo de gracias muy especiales y más abundantes. No porque Dios esté sujeto al tiempo y las fechas, sino porque la Iglesia sí que tiene sus tiempos, y Dios atiende los "tiempos de clamor".

Lo que me pasa - lo confieso - es que a mí la Cuaresma se me queda corta, y las cinco-seis semanas se me van volando. Y más en Sevilla, con el azahar a punto, y las cornetas y tambores ensayando para Semana Santa, que aquí es fiesta mayor, de tronío. Este año el nuevo Arzobispo (coadjutor) ha llamado la atención sobre el ayuno, porque el Sr. Cardenal lo dispensaba los dias que obliga, Miércoles de Ceniza, que es hoy, y Viernes Santo; una (mala) costumbre de tiempos del Cardenal Bueno Monreal, él sabría por qué, que yo no atino a explicármelo.

Por lo que pueda ser, un servidor ha procurado hacer el ayuno, tan católico. Prefiero no almorzar y cenar, que me da más resistencia, un poco como los moros en ramadán (que el Señor nos libre), pero more católico.

Así que me retiro a cenar de cuaresma, de vigilia, de abstinencia...y de ayuno. Aunque ahora, precisamente ahora, me acuerdo de un dicho, de un refrancillo que dice que "Hambre que espera hartura, no es hambre ninguna". Y es que los refranes se te vienen a la cabeza en el momento más indiscreto. En fin.

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Caballeros en Rodas

El interesantísimo blog de Diego Mallén ha publicado un trabajo precioso sobre un incunable que cuenta el sitio de Rodas: Obsidionis Rhodie . Merece la pena ir y leerlo. Delicioso.
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El libro cuenta el sitio de la isla de Rodas por los turcos, en 1.480, narrado por un testigo-participante-combatiente, el caballero Guillermo de Cauorsin, vicecanciller de la orden. En un comentario al estupendo artículo de Mallén he escrito que el repliegue de los Hospitalarios desde Tierra Santa a Chipre-Rodas-Malta por ese legendario Oltremar de los cruzados casi me parece una alegoría-profecía de la Cristiandad, entendida como concepto político-cultural, fuera del misterio de la Iglesia.

Sin duda que la hazaña de las Cruzadas fue posible gracias a la pujanza de un Occidente Cristiano revitalizado con francos-normandos-germanos cristianizados y con conciencia cristiana. La misma conciencia que existía (y con más razón de ser y mejores consecuencias) en la España de la Reconquista. Precisamente, el "realismo" hispano hizo posible lo que la improvisación (?) entusiasta de los francos, normandos y germanos no logró en Palestina. El ardor sin constancia, tenacidad, medios y permanencia resulta nulo. Obvio el problema de un Mediterráneo y un mundo islámico a las espaldas, difíciles coordenadas para mantener fronteras estables. Pero también fueron barreras formidables los Pirineos, y el Estrecho un peligroso puente siempre franqueable para nuevos invasores. A pesar de todo, la Reconquista en España se pudo y se hizo.

No hace mucho insistía con un amigo en la tesis bizantinista de Runcyman en su Historia de las Cruzadas: El Reino de Jerusalén era inviable sin Bizancio apoyándolo, y Bizancio resultó afectada fatalmente por las Cruzadas, que hubieran debido emplearse en sostener a Bizancio. Pero la necesaria madurez política y una perspectiva geo-estratégica correspondiente eran impensables para aquellos cerrados caballeros, señores feudales que emprenden la Cruzada empeñados en trasplantar instituciones y modos del siglo XII europeo en el Oriente.

El sitio de Rodas en 1480 es un capítulo anejo a la caída de Constantinopla en 1453. Luego vendría el asedio definitivo de 1522, el abandono de Rodas y la re-ubicación de la Orden Hospitalaria en Malta. Una gracia concedida por nuestro Carlos V que, con muy inteligentes perspectivas, asegura el Mediterráneo contra el avance otomano atacando Túnez y Argelia, afianzando Céuta y Melilla como guardia del Estrecho, y apostando a los todavía formidables Hospitalarios en Malta y sus pequeñas islas. Poco más tarde, Lepanto culminaba y cerraba un capítulo peligroso que aseguró a Occidente una de sus fronteras frente al terror musulmán.

Como decía en el comentario, el declive de la cristiandad parece reflejarse en los avatares de la orden de Hospitalarios de Jerusalén-Rodas-Malta. En 1798, Napoleón toma la isla y expulsa a los caballeros, que se refugian donde pueden. Cuando Inglaterra se asienta en la isla, los caballeros ya no consiguieron retornar. Al final, se quedan con toda su heróica e impresionante historia y dos posesiones que son su territorio "oficial". Dos palacios en Roma, uno en la céntrica y aristocrática Via Condotti, y el de la Villa en la cumbre del Aventino, la colina de los antiguos patricios romanos.

Una sorpresa que los guías de Roma se reservan para los visitantes, es mostrarles la insospechada panorámica que se ve por el ojo de la cerradura del porton de la Villa di Malta: Pones el ojo n'el buco della serratura e si vede, spléndida, la cúpola bianca di San Pietro.


Permítaseme esta fácil y efectista acomodación, pero mírese por los agujeros de las puertas de nuestras instituciones de Occidente, y lo que se verá será lo mismo: Una perspectiva con el Cristianismo, la Iglesia y su Misterio al fondo.

Que no se quiera ver, es otra cosa.

Y estamos ahí. Y somos - aunque no lo acepten (?) - la esperanza mejor.

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martes, 24 de febrero de 2009

Retratos

Un tio de mis abuelos que hizo carrera en Madrid y arraigó en la capital con toda su familia sevillana, tuvo el gusto de hacerse pintar unas muy decorativas copias de algunas pinturas del Prado. Muy buenecitas, las copias firmadas por un tal J. Alarcón definían a mi tátara-tío: Un Felipe II de Pantoja de la Cruz, un Carlos V en Bolonia del Tiziano, la Dolorosa de las manos juntas del mismo, y la cabeza del "Retrato de un caballero anciano" del Greco. Todos están en casa de mis padres, adonde llegaron tras azarosas circunstancias, como si la pequeña historia buscara reposar en el lar original, la tierra patria. Mi pueblo y el de todos nosotros, quiero decir.

Son muy decorativos, y bien colocados darían bastante tono a cualquier ambiente. En el piso de mis padres no lucen bien porque están todos colgados en un espacio insuficiente, cuadro sobre cuadro. Pero son tan de casa que se notaría alarmantemente su falta. Dudo que mis hermanas puedan decir dos cosillas siquiera de Carlos V o de Felipe II, pero aun sin conocerlos, saben que son los dos señores de los cuadros que han visto desde que nacieron (ellas, mis hermanas). Mi hermano entiende un poco más. Mis sobrinos...mis sobrinos no se de qué entienden y me da miedo imaginar y no pregunto.

Decía que los cuadros esos no lucen en el piso. Además necesitan una arreglito: Limpiar la pintura, tensar los lienzos, refrescar con barniz nuevo, ajustar los marcos. Pero como han ido envejeciendo con la casa (que se tuvo que vender) y el piso y sus habitantes, su regular estado (el de los cuadros) no preocupa a nadie. Excepto a mi.

A veces he imaginado que ejercen su influencia sobre nosotros, modelándonos a su imagen. A ninguno se nos ha puesto cara de Felipe II, pero mi madre sí tuvo algunos días casi el perfil de la Dolorosa, se le parecía. Sería porque toda pena se asemeja, pero se parecía, hasta el color de los labios. Las manos no, porque la Dolorosa las tiene pintadas finas, muy suaves, y mi madre acabó con las coyunturas como nudos viejos.

Y el retrato del caballero anciano del Greco, ese sí que se pareció a mi padre. Mi padre se le fue pareciendo poco a poco, una metamorfosis de 4 años de derrumbe, de sombra. Menos la gorguera, todo se le fue volviendo como un reflejo de espejo. La mirada era esa misma, cansada pero amable, con más vida en un ojo que en otro, desanimada pero paciente, y la sonrisa fatigada que no sale porque no puede. Y las mejillas hundidas, y las orejas lacias, y el poco pelo mal peinado, la barba enfermiza. Tal cual, como un transporte de la vida al cuadro.

También hay en casa una Virgen de Belén, de cuando se casaron los abuelos de mis tatarabuelos. Una versión popular de un Murillo, de fines del XVIII. Y tengo un retrato de chico, con un año o poco menos, en brazos de mi madre. Yo no me parezco al Niño, pero mi madre sí se parece a Ella.

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domingo, 22 de febrero de 2009

La Santa Cátedra / La Santa Sede

La fiesta del 22 de Febrero aparece en el Misal antiguo como "In Cathedra Antiochena Sancti Petri", con la rúbrica de que todo se hiciera como en la fiesta del 18 de Enero "In Festo Cathedrae Sancti Petri, quae Romae primum sedit". Así, la fiesta actual reúne en una sóla esas dos celebraciones, tan significativas, las dos ligadas a la memoria de una sede petrina, una en Antioquía, la ciudad donde se llamó por vez primera "Cristianos" a los discípulos del Señor, y la otra referida a la Sede Romana en la Urbe, donde finalmente el Apóstol evangelizó y fué martirizado.

La Oración del antiguo Misal es muy bella, católico-romana neta:
Deus qui beato Petro Apostolo tuo collatis clavibus regni caelestis ligandi atque solvandi pontificium tradidisti: concede ut intercessionis eius auxilio, a peccatorum nostrorum nexibus liberemus. Qui vivis et regnas in saecula saeculorum. Amen.

La del nuevo Misal, es otra, también tomada del antiguo eucologio romano:

Praesta, quaesumus, omnipotens Deus, ut nullis nos permittas perturbationibus concuti, quos in apostolicae confessionis petra solidasti. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti, Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.

La primera recalca el poder de las llaves entregadas por Cristo a Pedro; la segunda la firmeza inconmovible de la roca apostólica, fundamento de la unidad de la Iglesia del Señor. Las dos fiestas celebran, además, el pontificado supremo del Apóstol primero en Oriente y luego en Occidente, en dos momentos sucesivos de su apostolado universal.

La fiesta de la Sede de Pedro aparece atestiguada ya en la Depositio Martyrum del 354, con lo que se le supone una memoria antiquísima de la Iglesia Romana. Desde la E.Media se vincula a la veneración de la reliquia de la Sede, que ha llegado a nuestros dias envuelta entre la tradición y la leyenda. De hecho es una cátedra de cierto estilo pre-románico, muy semejante a otras del periodo bizantino. Está adornada con placas de marfil grabado; la madera original de acacia de la primitiva sede ha sido embutida en otra estructura de roble. Con el tiempo se le fueron añadiendo refuerzos de hierro y unas argollas para facilitar su transporte, porque estuvo en uso durante siglos, como un elemento del mobiliario litúrgico para las ceremonias papales más solemnes.


Durante las obras de enriquecimiento y decoración del interior de San Pedro encargadas por Urbano VIII al maestro Gian Lorenzo Bernini, el papa decidió reservar definitivamente la reliquia para su sóla exposición-veneración, y el gran genio del barroco idea el Altar de la Cátedra, una imponente mácchina de bronces, mármol y estuco que centra el ábside de la Basílica Vaticana, en la perspectiva axial de las Puertas de Bronce, la nave, el Altar de la Confessio con su baldaquino y, en el fondo, la Cátedra con su fastuoso rompimiento de gloria. El espectáculo visual-emocional es inigualable e insuperado.

Pero lo material estético es sólo un trasunto representativo de la doctrina y la fe que se enseña y confiesa. Durante los pontificales romanos, cuando todavía el minimalismo litúrgico de los ceremonieri post-vaticanistas no habían arramblado con las solemnidades de las venerables liturgias papales, el Pontífice se sentaba debajo justamente de la Cátedra de la Gloria. Casi en un manifiesto pontificio, la sede del Papa en la tierra tenía por encima la Cátedra Petrina fundamento del Pontificado Romano, y sobre esta lucía el resplandor del Espíritu Santo representado en el vitral barroco que proyecta su luz dorada desde el fondo a toda la Basílica. Como un auto sacramental romano, la cátedra berniniana efigia a los Santos Padres de Oriente y Occidente, colosales figuras de bronce que sostienen la Silla de Pedro, como un dosel de fondo de la sede del Papa que rige a la Iglesia urbe et orbe. Eclesiología en imagen viva.


Las innovaciones de los liturgistas del post-Vaticano II fueron ya notables durante el pontificado de Pablo VI. Poco a poco fueron desapareciendo rituales, elementos, signos que marcaban el perfil tradicional del papado. Juan Pablo I, en su efímero pontificado, marcó un hito desafortunado al prescindir de la Tiara en la ceremonia de su coronación, precedente que asumió luego Juan Pablo II y que parece haber finiquitado Benedicto XVI de forma más terminante al dejar de representar la tradicional insignia papal incluso en su stemma-escudo. Una lamentable decisión que parece remediarse porque desde poco tiempo después de aparecer el escudo oficial de Benedicto XVI timbrado con la simple mitra episcopal, también fueron apareciendo en las fachadas de algunas iglesias y basílicas romanas el escudo del Papa Ratzinger con su correspondiente Tiara. Esperemos que se imponga y alguna vez apareza así en los sellos oficiales.

Lo que parece que tiene más dificil retorno es la sedia gestatoria. Hasta Pablo VI se usó habitualmente y, siguiendo la costumbre, el Papa entraba en las audiencias a los peregrinos, en la Sala Nervi, portado en la gestatoria. Todo el mundo le veía y le aclamaba. Los breves días de Juan Pablo I se utilizó la sedia, casi impuesta por los romanos que recibieron al Papa cuando fue a tomar posesión de su catedral de Letrán con la gestatoria dispuesta, y Juan Pablo I, al menos en esa ocasión, fue digna y solemnemente llevado procesionalmente a la manera de sus Predecesores. De Juan Pablo II se pueden y deben admirar muchas cosas, otras no. De entre los patentes desaciertos del Papa Wojtyla quizá uno de los más llamativos fue el estilo tan poco concorde con la tradicional solemnidad romana que se impuso en los ceremoniales de su largo pontificado. Paradójicamente, la sedia gestatoria nunca tuvo más razones que justificaran su uso que en los últimos años del quasi valetudinario Pontífice. A pesar de todo, la sedia no se recuperó.
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Que el Papa no es un primus inter pares jerárquico es dogma. Que lo que es supera en entidad, grado y dignidad a cualquier potestad eclesiástica, es claro y sólo lo dudan quienes son extraños en y para la Iglesia. En concordancia con estas verdades/realidades, los signos pontificios no deben ser, no pueden ser los mismos que los identificativos de la jerarquía común. La venerabilidad de un sacerdote u obispo se encumbra de manera sin par cuando se refiere y toca al Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Cabeza visible de la Iglesia.

Ninguno se ha sentido cómodo en la Sedia, ninguno ha llevado con agrado la tiara. Aunque el semblante aparezca recogido y el gesto sereno, cualquiera adivina la molesta mortificación de sentarse en la sedia gestaoria o de llevar la tiara en la cabeza. Pero es el "officium", y también un "ministrare": Servir de símoblo de la Iglesia y prestarse a ser venerado en cuanto figura y suma representación terrena de la Iglesia. Y la Iglesia necesita y quiere esa imagen.


Cuando me confieso "más papista que el Papa" me reconozco como uno de esos que enseñan lo que el Papa es y estarían dispuestos a recordarle al Papa lo que es. Al contrario de tantos que no entienden, no comprenden...o no quieren. Un síntoma doloroso para la Iglesia y para los creyentes católicos conscientes de nuestra catolicidad.

Y es triste ver que un mundo que vive tanto de signos se niegue a asumir los signos más propios de su identidad...a no ser que quiera desentenderse o apostatar de esa identidad.

El Estado de la Ciudad del Vaticano que celebra los 80 años de los Pactos de Letrán es una institución histórica, humana, pero no de hombres en cuanto representación de la Iglesia de Cristo y su Vicario. Por eso es más que un estado, por eso es Santa Sede. La que hoy se celebra y venera en la Liturgia Romana, no como reliquia del pasado sino como misterio de y en nuestro presente.
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Oremus!
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+T.

Es Carnaval

En casa contaban que el Carnaval se dejó de celebrar "antes del Movimiento". Esa datación cronológica era recurrente y salía a menudo en las conversaciones de mesa camilla y brasero, cuando mis tías, entre rosario y rosario, nos contaban cosas de su época feliz. Decían "antes del Movimiento" como una elipsis para no decir la Guerra, por no refrescar dolores ni evocar fantasmas. Así y todo, siempre se escapaban unos suspiros delatores, como brisas del alma y del tiempo que pasó pero dejando reserva de suspiros para los restos. Hasta el último suspiro.

Una cosa tuve clara: Que el Carnaval no era virtuoso, sino crapuloso. También concluí que hubo carnavales de distinto grado, de varia intensidad y efectos. Los que mis tías gozaron tuvieron que ser poco más o menos como una fiesta de cumpleaños de ahora, de esas que los padres hacen para sus crios, como una especie de ensayo de relaciones sociales. Fueron aquellos carnavales de casa decente, con buñuelos, chocolate, anís y ponche. Y mucho rigodón y sevillanas. Y a las doce de vuelta, como la Cenicienta.

Después supe más de carnavales, leyendo. En Cadiz por Carnavales nunca estuve. He estado antes y después del Carnaval, la semana antes o ya en Cuaresma, con rastros de papelillos y serpentinas por las calles y un tablado medio desmontado en la Plaza de San Antonio. El Carnaval de Cadiz es la sublimación de la pocavergüenza y el summum de la ordinariez más exquisita, chabacanería que se vuelve risa contagiosa irreprimible en cuanto se escucha el pito de una chirigota, como una carcajada guasona y socarrona a lo Pemán, gloria de "La eternamente vencedora".

De Jerez, al ladito de Cádiz pero en otro mundo, es el padre Coloma, que en Pequeñeces plantea un drama con presentación-nudo-desenlace entre Carnaval y Cuaresma, se puede decir. A mí me gusta leer Pequeñeces por Carnaval, porque leí el novelorio un año por carnavales, yo estudiante todavía. Y me hice adicto. Otra novela de Coloma se llama casi igual, "Solaces de un estudiante", y también sale el Carnaval. Y en una lectura recreativa, "El primer baile", también. Y en "La Gorriona", y unas estampas de Carnaval y Domingo de Piñata deliciosas en "Por un piojo". Tengo 2 obras completas del p. Coloma, una para leer yo y otra para prestar; pero no la presto por miedo a perderla; la otra, la primera que tuve y leí, es en casi una obrita que Coloma hubiera escrito con gusto (y no tiene final todavía, a saber), pero esto ya lo he contado, otro año, casi lo mismo.

De otros carnavales también tengo semblanza literaria, de lectura, que soy sujeto de mucho libro y poco mundo. Y como el carnaval es mundano, sospecho que soy quasi analfabeto carnavalista, a pesar de lo leído.

De Cuaresma se más.

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