sábado, 13 de septiembre de 2008

Exaltación

He tenido que hacer un comentario a propósito de la fiesta de la Exaltación de la Stª Cruz. Como este año cae en Domingo, se celebra litúrgicamente en vez de la dominíca ordinaria. En el Misal de Pablo VI se eliminó la otra fiesta de la Cruz, la del 3 de Mayo, tan tradicional y popular en España (litúrgicamenete sólo se ha conservado en el propio de la diócesis de Granada, y me parece recordar que también en Perú; no sé si en algún sitio más). Sólo quedó esta fiesta del 14 de Septiembre. La Cruz de Mayo conmemoraba la "invención", el descubrimiento del Lignum Crucis por Stª Elena, la madre de Constantino. Esta de Septiembre también se relaciona con el Madero Santo, pues recuerda originalmente la triunfal devolución de la Cruz a Jerusalén.

En el transcurso de una de la guerras entre el Imperio (ya Bizancio) y los persas sasánidas, el año 614, Cosroes II entra en la Ciudad y rapta el Lignum Crucis, que lleva a su palacio de Ctesifonte. Allí permaneció hasta el 628-29, en que el emperador Heraclio vence a los persas y rescata la Cruz, que devuelve solemnemente a Jerusalén. Era un 14 de Septiembre.

Una antigua leyenda narra que estando de vuelta Heraclio en Constantinopla, aquel mismo año, recibió una misiva de un desconocido jeque de la Arabia, que se decía "profeta de Dios", y que pedía al Emperador que se uniera a la nueva fe que estaba predicando por encargo divino. En el 634, Omar, el segundo califa sucesor de Mahoma, avanza por Palestina; en el 636 sitia Jerusalén; en 638 Omar entra victorioso en la Ciudad, que se convierte en el tercer lugar santo del Islám tras La Meca y Medina.

Heraclio apenas reacciona, paralizado por la contundencia y celeridad de los hechos. Los persas sasánidas también han caído, junto con las provincias de Siria y Egipto. Los griegos piensan que es un castigo por el matrimonio incestuoso del Emperador con su sobrina Martina. Un Heraclio derrotista y abrumado se retiraba a Constantinopla, después de unas rogativas que mandó hacer en Antioquía. Cuentan algunos cronistas que al embarcar dijo: -"Adiós, un largo adiós a Siria". Hasta las Cruzadas, cuatro siglos después.

Impresiona todavía hoy la secuencia tan rápida de los acontecimientos, como si la historia se precipitara inexorable sobre los personajes con sus nuevos protagonistas. Diez años van de la Exaltación de la Santa Cruz a la toma de Jerusalén por los árabes, un hecho dificil de asumir para la conciencia cristiana de la época. Oriente no reaccionaría, casi perpetuamente conmocionado por el golpe funesto. Sólo Occidente, un Occidente regenerado cristiano y romano después de la desordenada crisis de los bárbaros, será el que re-emprenda aquel capítulo de la historia, también con el signo de la Cruz como móvil principal.

Lo que me preocupa respecto a nuestro presente, precisamente, es que Occidente ha perdido la Cruz, y no sé qué podrá hacer sin ella, ni cuántos siglos podrán seguir de "hiato" en una historia que desde hace 2000 años está ligada a la historia de aquella Cruz.

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viernes, 12 de septiembre de 2008

Super-majaderos en aceleración

No soy científico. Ni cientifista, of course. Respetando las ciencias (en cuanto sean respetables) y agradeciendo sus beneficios (en cuanto lo sean también), no me entusiasmo por los "avances científicos". En cierto sentido valoro más lo práctico que aportan (técnica?), pero soy quasi escéptico para casi todo lo demás.

Sobre los "hombres de ciencia", tengo que testar antes su compatibilidad respecto a lo que creo y pienso para que me merezcan más o menos consideración. De entrada, les tengo más bien antipatía con toda una buena carga de prejuicios de los que no me desprendo. Esta actitud personal es más o menos la misma que mantengo para con los políticos. Cuando se suman las dos circunstancias (científico+político) la prevención me crece proporcionalmente.

Lo que digo lo comento a propósito de lo del acelerador de partículas franco-suizo, que no sé lo que es pero de lo que me hago suficiente idea para saber de qué va. En suma, un juguete sofisticado como las maquinitas de los gabinetes científicos del XVII o el XVIII, pero más caro y complicado. Y peligroso, según algunos.

Cuando lo de las pilas voltáicas aquellas, supongo que en caso de imprudente contacto del espectador con la pila, a lo sumo sufriría un calambrazo más o menos "tonificante". Y los cocimientos y destilados de alquitara, los matraces efervescentes y las retortas en ebullición, serían tan peligrosas para los circunstantes según y cómo fuera la prudente o imprudente destreza del químico o boticario de turno. Experimentos de rebotica y salón, que se podían montar en el velador de una tertulia para amenizar una soirée científico-musical-bailable con té, café y dulces. Cuando la ilustración, hasta que guillotinaron a Mr. de Lavoisier, estuvieron muy de moda.

Pero esos tiempos pasaron. Desde los experiementos "atómicos" en los desiertos de los EEUU ensayando las bombas nucleares, los grandes de la ciencia han supuesto un notabilísimo peligro para la ingénua humanidad, la que sobrevive a pesar de los riesgos de la ciencia (como no hay estadísticas, no se sabe en qué medida y proporciones; ni con qué efectos, irreparables o no).
Cuando estos dias leía lo de los "micro-agujeros negros" y las catastrofistas eventualidades del experimento del acelerador, reflexionaba cuán cerca estamos siempre de un final imprevisible, de esos de "in ictu óculi" y de "cuando menos lo penseis" o de "como un ladrón en la noche". O de una escenita apocalíptica con todos sus perejiles. Que el Señor nos libre!

Desde luego tuviera que ver que el finis gloriae mundi nos viniera por la majadería de una trupe de majaderos más alquimistas que sabios, de esos que cascan el huevo para ver qué tiene dentro y no son capaces de saber sin romper.

Por lo que llevo leído, al final se quedarán sin saber tanto como antes de las aceleraciones, independientemente de lo peligroso o no del experimento, particular este que les importa un pito, a saber. Pero menos me importa a mí lo que valgan semejantes averiguadores, y hasta disfrutaría si se llevaran un susto que les metiera miedo en el cuerpo para los restos. Y en adelante, los experimentos con gasesosa.
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Initium sapientiae timor Domini.



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jueves, 11 de septiembre de 2008

Fragmentos


Estos últimos dias he sufrido la agresión visual de dos o tres pseudo-artistas, de esos que traen los suplementos "culturales" de prensa, de los que salen en la sección de "cultura" de los diarios digitales y demás. Abominable es decir poco si hubiera que decir, porque el lenguaje sufre el desgaste por el abuso en estas circunstancias (en todas). No diré los nombres de los fantoches embaucadores, que bastante propaganda tendrán ya. Para estos casos reivindico y procuro practicar la profilaxis de la damnatio memoriae, tan sana. Tapar la boca y barrer basuras sin dejar rastro.

Algunos se han indignado porque las "obras" de uno de esos estafadores se han expuesto en Versalles. Seguramente que son algunos de los que hace unos años aplaudieron lo de la "pirámide" de aluminio y metacrilato en la cour de Le Louvre. Otra vez lodos hodiernos de polvos de ayer.

Una de las más desasosegantes pruebas del "fondo" cultural de nuestro Occidente es esa instalación profesional de las "vanguardias" en los "circuitos del arte"...y su mercado. Un mercado que merecería una peli de género "mafia", con sus capi di tutti capi y sus maniobras (de las "mamma" y hembras galeristas sólo diré que están a medio camino entre las Gorgonas y las muñecas de comic y graffiti, hechiceras de la mala casta de Circe, por lo menos. En España sufrimos unas cuantas dignas de exposición y museo de cera).

No recuerdo bien cuando descubrí el valor de lo fragmentario a la hora de medir la consistencia y la calidad de algo. Quizá cuando estudiaba bachillerato y me embebía las ilustraciones del Pijoan. El arte verdadero, el indiscutible, permance siempre en la obra hasta tal punto y con tanta intensidad que un fragmento te emociona a pesar de ser la parte restante de un todo muchas veces perdido y hasta desconocido. Un trozo de cerámica, el fragmento de mármol o bronce de una estatua, un retazo de pintura mural, de un fresco, de una tabla, de un mosaico...Todo eso que a pesar de ser un mínimo conserva y transmite toda la grandeza de lo que fue, concentrado en una partícula que es significativa y valiosa estética-artísticamente. Y el que sepa el arte, sabe lo que digo.


No sólo me refiero a las artes plásticas, también digo lo mismo de la música o la literatura. Basta un fragmento para reconocer lo bueno, lo verdadero, lo bello. Un trozo de papiro escrito, una página de música con unos compases pautados, una hoja con unos versos corregidos y retocados. Un universo de belleza en un poco, un detalle.

Con los adefesios expuestos de esos dos timadores que decía, merecería hacer en público la "prueba del fragmento". Uno exponía un becerro embalsamado dentro de un cubo de metacrilato, con las pezuñas y los cuernos dorados con pan de oro: Que le corten una pezuña y que la pongan entre la basura, a ver quién es el mentecato que descubre "arte" y distingue el desperdicio corriente de la pezuña bovina del pseudo-artista. Otro expone figuras de goma y plástico hinchado, como globos de feria; que corten el invento y que dejen la goma o el plástico desinflado en una esquina, a ver quien recoge ese "arte" y se lo lleva a casa para "contemplar". El exámen del fragmento, como una prueba de dopping, un contraste de falsedad.

En Sevilla es legendaria la anécdota del "Bronce Carriazo". Una pieza de ese enigmático y poco estudiado "Arte Tartésico" que Don Juan de Mata Carriazo descubrió entre los cachivaches de un puesto del Jueves, en la calle Feria. El chamarilero se lo vendió creyendo que era el adorno suelto y oxidado de una cama vieja. El sabio supo distinguir un fragmento y su valor, casi como un personaje de una parábola evangélica.

Un mundo confuso y abyecto, donde faltan connaisseurs, sobran tunantes, y escasean las obras "fragmentables" de verdad, bondad y belleza, esas que resisten el exámen inexorable de una parte respecto al todo:

Lo magnífico y espléndido de verdad, es también toda su verdad en un fragmento reconocible.

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miércoles, 10 de septiembre de 2008

Cuando el destino nos alcance

Tendría 14 ó 15 años cuando la ví, y no la he vuelto a ver entera, pero es de esas pelis que te impresionan, que no son de tus favoritas pero que las recuerdas porque pasan cosas que son casi como las de la peli. O temes que pasen, porque las ves venir.

La peli se llamaba "Cuando el destino nos alcance" , del director Richard Fleischer, con Charlton Heston y Edward G. Robinson como protagonistas. Describe un mundo del futuro (a. 2022), con una super-población paupérrima, amontonada en una ciudad colapsada, sórdida. La gente come un producto que se llama "soylent". Una sociedad masificada, sin apenas resortes morales, se deja llevar a ningún sitio. A los que quieren, se les ofrece una "salida digna".

La escena más inquietante es la de E. G. Robinson preparado para su "suave tránsito", en una estancia impóluta, acostado en una camilla. Le inyectan un jeringazo letal, mientras en una pantalla aparecen imágenes idílicas de un mundo feliz y pasado, que ya no existe: La más atractiva naturaleza antes de ser degradada por la acción de los hombres, bellezas naturales, paisajes, mientras suena la Pastoral de Beethoven. El hombre llora emocionado y va cerrando los ojos; se duerme conmovido por lo que ve y lo que oye, muriéndose, todo a la vez. Luego, el cadáver es transportado en una cinta mecánica a la fábrica donde elaboran con despojos humanos el "soylent" que consume la población.

Algo así va a pasar. El primer "tránsito" a las nuevas formas de muerte ya existen. Los hospitales y la unidades de uvi y uci han acostumbrado a la gente a dejar la vida y la muerte propia y ajena en manos de médicos y enfermeros. Los tanatorios son la otra institución que releva a la familia y se encarga de la gestión funeraria. Que una institución más se sume a estas dos y ocupe ese "intermedio" fatal de forma tan expeditiva, cómoda y aséptica como estas dos, será cuestión de tiempo. Otra oferta más que tendrá éxito inmediato.

No nos educan bien para vivir, y nos educan aun peor para morir. Y esos "vacios" de vida y muerte se están ocupando por gentes e instituciones que degradarán aun más todo lo refernte al vivir y el morir.

Tengo claro que la gran apostasía de nuestro Occidente post-moderno está radical y culpablemente implicada en lo que se nos viene encima. Se vive sin Dios y contra Dios sin advertir (?) que a la postre todo se resuelve contra la vida y contra la muerte, sin sentido la una y la otra porque desde el principio se ha escogido en contra de la una y la otra, actuando contra lo que les da sentido, negando lo que sostiene vivir y morir.

Si no se conoce y confiesa a Dios (a Cristo) Señor de vivos y muertos, el señorío del vivir y el morir se sub-arrienda a un mundo y unas instituciones patéticamente abocadas a lo mismo de lo que se huye, en una vorágine de sin-razón demente.

Lo peor es comprobar que hay que hacer apología, que estamos ya tan afectados que nos vemos obligados a razonar con la sin-razón.

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martes, 9 de septiembre de 2008

Doña Matilde


Estoy convencido del carácter que el nombre impone al que lo lleva. Y muy particularmente distingo el fenómeno en las féminas. Así, una Concha es tremenda, y una Lola lo mismo. Las Pilares son generalas con mando en plaza, y las Cármenes hacen honor a su nombre con poderío de rompe y rasga. Hay excepciones. Pero la observación fenomenológica me confirma de manera irrefutable la impresión. De entre las más notables, las Matildes.
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Me gustaría ver y comentarme (me fatiga comentar a los otros pero me solaza comentarme ad intra) la exposición recien abierta en el Vaticano sobre la Condesa Matilde, muy señora mia a la que profeso admiración y simpatía, que lo cortés no quita lo valiente (ni viceversa). Desde la lejania del milenio que nos separa, Matilde de Canossa se me perfila como una Matilde con toda la idiosincrasia matildista, aumentada en este caso por la formidable entidad del personaje y su época. Los hechos lo confirman.

Tenía detrás, apenas cerrado, el terrible Siglo de Hierro, aquel que va entre el X y el XI, con sus flecos de años más o menos por uno y otro extremo. Se le llama así en la Historia de la Iglesia a aquel periodo del Pontificado Romano que conoció episodios tan increíbles como el Concilio Cadavérico y otras amenidades por el estilo. Durante aquellos años, emergieron algunas hembras sin parangón, como la célebre Marozia, de la casa de los Teofilacto, matriarca de Papas y árbitro de las circunstancias. Pudo con todo y con todos. Y lo chocante es que no se sepa más, porque con lo poco y casi siempre poco contrastado que se sabe (Liutprando scripsit), uno se queda con ganas de saber más sobre la dominadora Marozia y su simpar parentela.

Pues Matilde, un par de generaciones más allá, fue de esa misma o parecida laya, pero más piadosa y con mejores hombres y circunstancias que administrar, regir e influenciar. Ya no es el siglo de hierro de los Papas impuestos, substituidos, asesinados y/o repuestos, aquella Roma con Papas adolescentes, títeres de sus madres o sus abuelas o sus hermanas naturales o políticas (también sus amantes). A Matilde le cupo en suerte tener a su vera a un Hidebrando o a un Hugo de Cluny, por ejemplo. Cuando el severo Hildebrando llega a la Cátedra Petrina como Gregorio VII, donna Matilde se congratuló de haber elegido y mantenido bien sus simpatías y sus amistades. Pronto la probarían por lo uno y por lo otro.


De entre las lides y contiendas que siembran el Medievo, ninguna más definitiva que aquella que se conoce como "La Lucha de las Investiduras", pasión de todo un siglo más o menos resuelta con el Concordato de Worms (1122). Pero antes el feudalismo imperial - casi bárbaro, con frescura de sangre de germanos, francos y normandos - tuvo que medirse con la potencia recien renovada de una Iglesia Romana, que se recuperaba de la postración de un siglo aciago con el vigor y la pasión de reconocerse protagonista primera de la historia, señora y no súbdita, dadora de poder y no vasalla.

Enrique IV es el primero; después vendrían otros. Por ser el primero, le cupo más tensión y más tráuma, pero también más pasión y empeño. Si se figuró que el Papa Gregorio era como aquellos Obispos de Roma corregidos y amonestados por Otón el Grande o Enrique II, se equivocó. Los acontecimientos demostrarían que ni él era como aquellos imponentes Otones, ni siquiera uno de sus predecesores Salios; ni tampoco el nuevo Papa como los del siglo antes.



La humillación de Canossa es un hito histórico, irreversible marca de una Edad Media ya no bárbara, sino en conflicto ad intra, enfrentada consigo misma, como una de esas crisis de organismos jóvenes que entre fiebre y fiebre crecen y desarrollan sus miembros. Yo diría que es el primer paso de lo que ha devenido en nuestros dias Comunidad Europea, con todas sus tensas contradicciones.

Canossa es un Papa perseguido, pero consciente de su razón y su doble fuerza que viene del Cielo pero se ejerce en la Tierra. Y un Emperador que quiere imperar libre de la ligadura eclesiástica y que el poderío terrenal de lo espiritual también sea de su dominio. La historia, tan dramático-política, tiene más capitulos. Son hombres y mujeres sus protagonistas, más allá de los rígidos y áridos conceptos de gobierno del mundo. También había pasiones, tan fuertes y arrebatadoras como los vientos de aquella edad, a dos páginas de los bárbaros.

Érase un Papa apasionado eclesiástico. Y érase un emperador y rey apasionado. Y érase una Matilde, señora de casi media Italia, esposa de un Godofredo el Jorobado que la dejó viuda y más poderosa, luego de cuatro breves años de casorio y jorobaciones. Y estos son los tres de Canossa: El Papa perseguido ha excomulgado a Enrique y se ha refugiado en casa de Matilde. Enrique el perseguidor es ahora un excomulgado, en entredicho, abandonado por los suyos; ha bajado desde Alemania y quiere reconciliarse. Matilde tiene de huésped a Gregorio y trata y promedia con Enrique, con el Papa dentro del castillo y el emperador fuera, en el portón de la muralla, vistiendo sayal de penitente, descalzo y descubierto. Y era Enero. Y hacía un frío medieval.

Oh! aquelos tiempos en que una excomunión estremecía a un imperio y descabalgaba a un emperador. Porque lo emocionante no era que se creyera, sino que todos creían, incluso el emperador excomulgado. Hoy la increencia afecta hasta al excomulgante, que me daba yo con un canto en los dientes si existieran dos obispos 2 que creyeran en los efectos de la excomunión. Y no los hay. Y por eso no hay humillaciones como la de Canossa (tan sanas, terapéuticas y profilácticas) , porque los gestores primeros están en crisis contra su propia esencia y conciencia. Y así nos luce el pelo.
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Un asunto intra-canossiano que discuto, porque no tengo claro el detalle pese a las fuentes, es el siguiente: ¿Quién dejó a Enrique a la intemperie, Gregorio o Matilde? Porque no sé por qué sospecho que fue cosa de ella. Son armas de hembra, me parece. Por muy tremendo que fuera el Hildebrando cluniacense, dejar a un tio en calzones expuesto al frio de Enero, con sus tiritonas, no me cuadra en la mente de un monje por muy Gregorio VII que fuera. Pero en una Donna, en una Contessina, en una Matilde...Ahí sí que cabe imaginarse tamaña crueldad, sabiendo como se reblandece una voluntad a medida que se congelan las glándulas etc. Y seguro que habría humo de chimenea, y luces de candelas, y aromas de asado y olla torturando al soberbio Enrique. Todo dispuesto por Matilde. Seguro.

Canossa venció. Y hubo reconciliación con levantamiento de excomunión, y buenas intencioes, y pelillos a la mar que aquí no ha pasado nada. Pero sí que había pasado. A Enrique, por ejemplo, el enfriamiento de Canossa se le hizo crónico. Al poco, ya estaba otra vez correteando al Papa Gregorio por toda Italia. ¿Y quién salvo esta vez a Gregorio? Un normando, casi un vikingo todavía, un apuesto y rubio Roberto Guiscardo, que rescató al Papa del feroz tedesco y con su gesta protectora civilizó con nobleza a la montuna tribu normanda, que al poco entraría por la puerta grande de la Historia haciendo de los nietos de los vikungos héroes de la Cruzada.

Epílogo. El ocaso de los protagonistas fue distinto: Gregorio, aparentemente vencido, pero vencedor, murió santamente en Salerno, fuera de Roma, en Mayo del 1085. Enrique, vencedor ante el mundo, pero vencido, contradicho hasta por los de su propia sangre, muere en Lieja, en 1106. Matilde, la Gran Condesa, muere en 1115, sin herederos naturales directos, dejando a la Santa Sede como única heredera de su extenso y rico patrimonio en Italia, el célebre Patrimonium Petri que devendrá poco después en los Estados Pontificios, capital de peligrosa y azarosa gestión, a la vez salvavidas y ruína del Papado, según cuándo cómo se mire.


Por eso la enterraron en San Pedro, en pleno barroco, con todos los honores y en tumba del Bernini, como si fuera un Papa, a ella que dejó bien asegurada la tiara de y para tantos Papas:

« Corde pio flagrans Mathildis lucida lampas. Arma voluntatem, famulos, gazam proprianque, excitat, expendit, instigat, proelia gessit. Singula si fingam, quae fecit nobilis ista, carmina sic crescens, sunt ut numero sine stelle. » Vita Mathildis II prolog 2º.


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sábado, 6 de septiembre de 2008

Cine-malevolencias


Tenía intención de hacer una píccola crítica de tres pelis que no he visto y que no pienso ver. Porque son malas, porque van cargadas de prejuicios, porque están hechas con la intención de atacar cosas que para mí valen más que todas las pelis del mundo y el invento de los Lumière.

La primera crítica me la ahorro porque ya la ha criticado un amiguete virtual. Pero diré-le que no entiendo-le cómo ha sido capaz de ver-se el engendro. También le discuto su ponderado artículo, que reconce ciertas gracias a la peli y su autor. Yo opino que cuando prima la malevolencia, huelgan consideraciones favorables. Ponderar la gracia sutil del movimiento de la víbora no es conveniente. Por los riesgos.

La otra peli mala se recrea en un invento de no sé quién que fantasea con dos o tres historietas de vencidos resentidos. El dire es otro resentido más, otro de los traumatizados con abuelete al estilo del fantoche de la z y la p. Los del reparto son los colocados afiliados a la teta del ministerio, los Goya, y las familias de la mafia cinematográfica hispana. Tiran con metralla dura contra los curas, los católicos y la gente de orden y de bien. El héroe es un cagón escondido en una alacena, de esos que temían porque tenían que temer y que si hubieran estado sueltos y vencedores habrían hecho a los otros lo que ellos temían que les pasara a ellos. La peli es cutre en todo, como todo"nuestro cine" más reciente, tan característico hasta en el color de los fotogramas (si pegaran todas las pelis de género "guerra civil-posguerra" filmadas desde los '80, se verían sin sentir el paso de una otra).

La tercera se llama "La conjura del Escorial". Una - dicen- "superproducción". Otra - digo - como el Alatriste, que resultó ser la caca cacarum más cara filmada en España. Historicista pero en la era Zp, es a la España de Felipe II lo que la serie adoctrinante "Cuéntame etc." a la España de Franco: Todo parecido con la realidad es mera coincidencia.

No quiero ni pensar cómo quedarán Felipe II, la Santa Inquisición y la España en cuyos dominios no se ponía el Sol. Por lo pronto, lo que se ve en el trailer de la tele (reafirmo mi tesis de que la propaganda de una peli en Tv es inversamente proporcional a su calidad) son escenas tópicas de la peor leyenda negra reciclada. Tremenda (de mala) tiene que ser.

p.s. Si algún impertinente insensato me replicara que cómo machaco si no las he visto, le contaría que una de mis abuelas jamás comió cierta fruta porque supo que la detestaba desde el mismo momento que se la nombraron: Una intuitiva estimativa que en ciertos casos para ciertas cosas también tiene su nieto.

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viernes, 5 de septiembre de 2008

Capa imperial

La conocí cuando todavía estaba en la sala de la Sacramental, en la Parroquia de Santiago. Era una de esas cosas que se guardan con misterio, que se enseñan con misterio, y que desencantan sin misterio. Cuando la ví, ví que no era más que una capa de coro, de las que sacan para las procesiones los canónigos: Paño de brocado con capillo y orifrés bordados en imaginería. Estaba incapaz. Desde los tiempos del Emperador llevaba a cuestas muchas posturas. Las últimas en tiempo de Muñoz y Pabón y su tío, que la sacaban para la procesión de Su Majestad, por Pascua. Ya por entonces dejó de sacarse, y desde que la Parroquia quedó sin cura y agregada a la de San Ildefonso, la Sacramental la guardaba como uno de esos tesoros de sacristía.
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Han echado dos años en restaurarla, y ha costado un pico. Ya está expuesta en la Catedral, y hoy la han "presentado". La consejera de curtura de la Junta (la curtura es más hembra de un tiempo a esta parte) ha dicho lo que le han dicho, que es lo que luego han repetido todas las agencias de noticias: Que es la capa de la Coronación de Aquisgrán (1520) y que llegó a Sevilla en 1526, cuando la boda del Emperador, y desde entonces está en Sevilla.
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No atino a recordar dónde ni quién ni cuándo, pero yo tenía entendido que fue regalo de Don Carlos a uno de sus nobles , un caballero de cámara, y que después uno de sus descendientes fue el que la legó a la Sacramental de Santiago. Y no sé si deliro, pero recuerdo que me dijeron hasta el nombre del fulanito y todo. Pero que averigüe Vargas, o que la consejera pague beca a un pupilo del partidito y publique tesis. (Y si me paso por exceso de recuerdo que no fue, mejor para mí y mis historias. Además, tuvo que ser así, de todas formas).



No la he visto expuesta, pero por las fotos se ve que ha quedado muy aparente. Hago salvedad de la "ubicación", porque la han puesto en medio de la nave, metida en la urna iluminada. Yo que me aprendí la Catedral cuando todo estaba recogido, en su sitio y al uso, abomino de las modernidades espaciales neo-museísticas. Desde el fatídico '92, desarmaron las sacristías y los roperos y han dejado las naves y las capillas sembradas de cubos de metacrilato y otras abominaciones.

.Me gusta recrear escenas (mis novelas históricas me las monto yo), y la coronación 1ª. la de Aquisgrán, con esa capa sevillana, tuvo que ser como la representan algunos grabados, con todas las limitaciones de la xilografía del momento, pero algo así: Los Príncipes Electores, el estrado con el trono bajo dosel, y Don Carlos con la media melena y la boca abierta. A Don Carlos le duró la boca abierta hasta que llegó a Sevilla y vió a su Doña Isabel de Portugal. Cuando llegaron a Granada, ya no era el mismo: Perdió la pinta de borgoñón y embarneció español, enamoradísimo de su bella prima y señora esposa. Todavía se ven por las librerías de viejo ejemplares del delicioso opúsculo de Mata Carriazo con las cosas de aquella boda imperial en Sevilla y sus tornabodas en Granada. Quizá (y sin quizá) las semanas mejores de la vida del Emperador.

Que no sé si echaría de menos la capa que dejó en Sevilla cuando tuvo que ponerse otra de esas capas clericales para la otra coronación, más solemne. Porque Carlos V se coronó Emperador dos veces: En Aquisgrán primero, y otra vez en Bolonia. En Alemania, el arzobispo de Colonia le puso la corona de Carlomagno, y le aclamaron Rey de Romanos; y en Bolonia, en San Petronio, diez años después, recibió la Corona Férrea de los Longobardos y fué consagrado Emperador del Sacro Imperio por el Papa Clemente VII Médici, el mismo que sufrió tres años antes el terrible Sacco di Roma. Con la coronación se arreglo más o menos el desencuentro entre Papado e Imperio, y pareció que la Cristiandad se reconciliaba en sus cabezas sacro-temporales, cosa tan necesaria habida cuenta de cómo estaba el siglo.


De esa coronación en San Petronio tengo la semblanza tan bien figurada por Múgica Láinez en su Bomarzo. Y casi me veo en la plaza, entre los Grandes de España y el Imperio entrando en procesión; y junto al fascinante Pier Francesco Orsini, llevando torpe y cojeando la vara del palio imperial. .
Lo que no sé si dudar de la competencia de los competentes: Decían en la noticias de prensa que tras mucha averiguación había identificado a los Santos del orifrés, y que uno de ellos era...Santa Juana de Arco!!! Mon Dieu!!! ¿Se imaginan Uds. a la Queen de Inglaterra yendo a coronarse llevando una pegatina de Hitler en el armiño del manto de coronación? Pues algo así hubiera sido que un nieto de María de Borgoña, de Isabel de Castilla, de Maximiliano de Habsburgo y de Fernando de Aragón llevara de adorno en su capa a una francesa valedora de los Valois y quemada por bruja en la hoguera (y cuando todavía faltaban 400 años para que la Doncella de Orleáns fuera canonizada).

Yo no sé si poner en entredicho la sensatez de los investigadores-restauradores o la formación (o el buen oído) de los periodistas, pero alguno-a ha metido la pata hasta el corvejón. Es para sospechar, ¿no es verdad?.

Pues todo eso y más fantasías que me guardo, a propósito de una capa con tanta historia.

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