martes, 29 de abril de 2008

Caterinato

La primera imagen que tengo de Siena es el perfil de la ciudad - el Duomo dominante - desde San Doménico. Y la segunda la bajada por una calle pendiente hasta la Fonte Branda. De San Doménico recuerdo más el interior, y especialmente la capilla con las pinturas del Sodoma, con escenas de la vida de la Santa. Y otra vez la Fonte Branda.


Fontebranda es su barrio, el de la Oca. A la Fonte Branda iba a recoger el agua; y en Fontebranda estaban también los lavaderos. En la Fonte Branda e dintorni siempre había gente, desde el amanecer hasta la noche. Por ir, hasta el demonio andaba por allí, y una lápida lo cita con verso del canto XXX del Inferno dantesco. Otro día, persiguó a Catherina, que rodó escalones abajo y por poco cae en la fuente. Pero Catherina salió indemne, y el demonio sin presa.


Siena es Catherina por los alrededores de San Doménico y Fontebranda. En el centro de la ciudad, Siena es más de San Bernardino y el Santo Nome di Gesú, que es el emblema que más se ve sobre las puertas humildes y los ventanales señoriales. La misma Piazza del Campo se sella y protege con el IHS encapsulado en su orla de rayos. Y el Comune lo luce en su Palazzo, porque entonces los hombres creían y temían, aunque pecaran.

Del Duomo bicolor, azul y blanco, recuerdo los mosáicos del pavimento, las pinturas del Pinturicchio con las escenas de Pio II Piccolomini, y la Madonna del Voto mirándome con los ojazos con que miró a Catherina y a Bernardino.


En San Doménico tienen la cabeza de la Santa, en un relicario sin enmascarar (la Santa, que nuca quiso parecer atractiva, estará feliz y conforme). El cuerpo está en la Minerva, en Roma, bajo el Altar Mayor, en un sarcófago de mármol policromado, precioso. Como es co-patrona de Italia junto con San Francesco, hoy, en la misa Mayor, una representación de autoridades fajados con la bandera italiana, ofrendan un cáliz en el ofertorio. Es un voto. Y lo cumplen.

De entre todas la Santas de la Edad Media, la hija de Mona Lapa y el tintor Benincassa, sobresale. Todavía no tiene quien se le empareje. Y no sé qué pensará ella, pero me parece que no exagero: Cuando - otra vez - la Iglesia se descomponía en la cúspide, el corazón del Cuerpo de Cristo latía santo y ardiente en el pecho de Caterina, tan amado Él y tan amante ella.

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domingo, 27 de abril de 2008

Suyo es el tiempo y la eternidad...

Hace dos semanas, celebraban los samaritanos la Pascua en el Monte Garizím. No llegan al millar, me parece. Deberían estar archi-protegidos, siendo una reliquia viva del Antiguo Testamento. Pero sólo son una minúscula nación sin tierra entre el Israel sionista y la Palestina quasi-terrorista; no son queridos ni por los musulmanes ni por los judíos. Si Dios no los guarda, Dios sabe cuánto tiempo podrán seguir existiendo y celebrando la Pascua en el Garizím.

Las ceremonias de la fiesta sagrada las preside el Sumo Sacerdote de los samaritanos, junto con los ancianos más venerables; los varones, vestidos de blanco, sacrifican los corderos y marcan con la sangre del sacrificio a los hombres, mujeres y niños. Entre el atardecer y la medianoche, allí mismo asan a fuego y comen finalmente la carne sacrificada, mientras rezan y cantan versos del libro del Éxodo.
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Siguen un calendario lunar, como el de los judíos, que celebraron su Pesah la semana pasada, en los dias en que Benedicto XVI estaba en los Estados Unidos. El Papa hizo referencia a la fiesta y terminaba citando los primeros versículos del Hallel, el salmo 118 (117 Vul.), que se reza en esa ocasión festiva:

«Dad gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel: eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón: eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor: eterna es su misericordia».

Hoy celebran la Pascua de Resurrección las comunidades ortodoxas orientales que se rigen por el Calendario Juliano y el desfase de un mes con la Semana Santa-Pascua de la Iglesia Católica, que corrigió en el pontificado de Gregorio XIII el defecto del cómputo juliano que iba alejando cada año la fecha de la celebración respecto al equinoccio de Primavera y la primera luna llena que le siga, que es el fenómeno que marca la fecha pascual: Es Domingo de Resurrección el Domingo siguiente al primer plenilunio de Primavera, la luna del mes hebreo de Nisán.

Ese desfase histórico-litúrgico, hace que el período pascual abarque, entre unos y otros, un arco temporal que incluye toda la primavera estacional, más o menos. Por ejemplo, en Sevilla han celebrado hoy la Pascua los emigrantes ucranianos, en la Parroquia de Stª Cruz, en la que a su vez se celebraba el Rito Católico correspondiente a la Domínica-Semana VI de Pascua, a pocos días ya de la Ascensión y el Pentecostés que culminan el ciclo de la Cuaresma-Semana Santa-Pascua. Unos empezándola y otros acabándola.

En la antigüedad, para la Iglesia de los primeros siglos de la Era Cristiana, fue un problema, muchas veces roto en polémica que lo volvían más irresoluble. Hasta el bendito San Policarpo se vió implicado en una de las discusiones en torno al calendario pascual con el Papa San Aniceto, sin que al fin se avinieran a la concordia de una fecha común para la Pascua. En Esmirna, Policarpo seguía la costumbre aprendida de San Juan Evangelista de celebrar la Pascua el mismo 14 de Nisán, cayera en el dia de la semana que cayera. Mientras en Roma la costumbre era celebrarla el Domingo siguiente, por guardar propiamente el dia de la semana de la Resurrección, también según tradición apostólica.

Al desaparecer poco a poco la práctica cuartodecimana (la de S.Policarpo y el 14 de Nisán), y definitivamente a partir del Concilio de Nicea, no hubo diferencias pascuales entre el Oriente y el Occidente hasta la reforma del Calendario Juliano (Julio César, en el 45 a.C) por el Papa Gregorio XIII en el 4-15 de Octubre de 1582, que los jerarcas de los Patriarcados del Oriente no aceptaron, salvo los que estaban unidos o se fueron uniendo a Roma, y aun así no todos.

Esta movilidad de kalendas y festividades se aviene mal con el almanaque moderno. Supongo que con el post-moderno, aun peor. Por no hablar del entripado que le provocará al laicismo anti-cristiano/anti-católico que, velit nolit, fecha sus laicidades según el Calendario Cristiano Católico Romano. Evidentemente, soñarán más de una vez y de dos y de dos docenas con el almanaque jacobino, aquel que empezaba el año en Otoño con el Vendimiario y lo terminaba en Verano con el Termidor y el Fructidor. Toda una ocurrencia que duró 14 años (1792-1806) entre la guillotina y Napoleón, que tuvo el sentido común de volver al Gregoriano.

Paradójicamente, la Rusia de los Zares se mantuvo juliana, y los que introdujeron el calendario papal, fueron los bolcheviques. Por supuesto, la Iglesia Rusa sigue con las fechas julianas y han celebrado hoy su Domingo de Pascua, a un mes y pico de distancia de la Pascua de Roma.
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Trento mandó (sesión XXIIIª cap.18º) que los seminaristas tenían que aprender el cómputo eclesiástico del tiempo, que, según Durando, es "la ciencia de conocer, medir y arreglar los dias, semanas, meses y años por los movimientos del Sol y de la Luna, según el uso de la Iglesia" cfr. Ration. Div. Offic. lib. 8.

La ciencia del cómputo eclesiástico incluía conocer y hacer cuentas con cosas tan peregrinas como el "áureo número", la "epacta", la "letra dominical" y sus respectivas tablas. Una diversión para los dotados de vis mathemática.

Bien. Aquí quedó. Porque si no me temo que puedo enristrar con Clavius, y luego Baronio, y apurar la Pascua Católica y la Oriental, siguiendo con la perorata. Y no es plan, ¿verdad?
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Sin embargo me gusta testimoniar una profecía que se proclama cada año al bendecir y marcar el Cirio Pascual:
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" Cristo ayer y hoy,/principio y fin,/Alfa y Omega;/suyo es el tiempo/ y la eternidad./A Él la gloria y el poder/por los siglos de los siglos./Amén."
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sábado, 26 de abril de 2008

Isidorerías

El gran Isidoro de Sevilla es un gran olvidado de Sevilla. Hoy a penas ha sido celebrado en la liturgia de la Catedral - con rango litúrgico de solemnidad, evidentemente - y en las Misas mañaneras. Por no tener no tiene ni un monumento dedicado. Y tal y como está pujando el infame e inculto laicismo de la misérrima clase impolítica que desgobierna, no lo tendrá. Pero lo peor es que no lo tuvo antes, ni cuando gobernaban católicos a machamartillo. Así como a San Fernando le montamos un historicista monumentazo en la Plaza Nueva (que por cierto pusieron la primera piedra en tiempos de Isabel IIª y no se inauguró hasta mil novecientos veintitantos, con un cambio de dinastía, una república, una restauración, más Alfonso XII, la Regencia de María Crisitina y Alfonso XIII entre la primera piedra y la inauguración, que tiene miga), al gran San Isidoro no le cupo suerte. Ni siquiera en la lotería de la Expo Iberoamericana; ni tampoco en la tómbola de la Expo'92.

Bueno. Pero está la Parroquia, mudéjar sevillana con sus correspondientes aditamentos barrocos, tan bella a pesar de la pésima restauración y tortura neo-arquitectónica, con despojo y expolio de retablos incluso, como en los peores tiempos, que sufrió hace unos años y de la que todavía presume su perpetrador (sic!). Y también la calle San Ysidoro, que es de las más simpáticas del centro viejo, en perpendicular desde los aledaños de la Parroquia a Francos, donde desemboca en una de las más estrechas desembocaduras del viario sevillano. Un verdadero patrimonio inmueble urbano.

En la portada de la nave de la epístola de la Parroquia de San Vicente, también hay una antigua lápida, muy maltratada, que recuerda que allí murió el Santo. Y dentro, en un anejo entre la sacristia y el presbiterio, una cella recuerda el sitio del óbito del Santo. Un capillita olvidada, a la que no le hacen el menor caso, a pesar de su valor, si no histórico-documental, sí hagiográfico-devocional.

Y es que desde el traslado del cuerpo a León, la cosa no es lo mismo: Ojos que no ven, corazón que no siente! Quizá por eso quisieron remediarlo con dos grandes iconografías isidorianas: El San Isidoro de Murillo, en la Sacristía Mayor de la Catedral, y el San Isidoro repujado de Laureano de Pina, compañero con su hermano San Leandro para el monumental Altar de plata de nuestra Metropolitana. Pero nada de nada: Ni porque pusieran al de Murillo en los últimos billetes de mil pesetas del tiempo de Franco, ni porque saquen todos los años para el Corpus el de plata en un pasito muy ad casum que le adornan y aderezan los de la Hdad. Sacramental de las Tres Caídas, sita en la susodicha Parroquia. del Señor San Ysidoro, en el corazón de la Alfalfa y la Costanilla.


Después hay más isidoros menores, más chicos, menos notables, por todos sitios: Pinturas, retablos, grabados. Yo tenía uno muy gracioso con el Santo a caballo con mitra, pluvial y espada: San Ysidoro Matamoros. Porque sépase que son tres los Santos matamoros de España, aparecidos en las batallas del tiempo de la Reconquista como adalides auxiliadores celestiales de las huestes cristianas contra la morisma sarracena infiel; tres, a saber: Santiago el Mayor, San Ysidoro de Sevilla y San Millán de la Cogolla. Lo que ya no recuerdo en qué batalla metió baza cada uno (salvo la de Santiago, que fue en Clavijo. Y cierra, España!!!). Me parece recordar que en la Parroquia de San Isidoro tienen una buena pintura del San Isidoro matamoros.

Pero la más bella es la del retablo del altar Mayor: Una monumental pintura del maestro Juan de las Roelas que daría honra ella sola a cualquier gran museo que la tuviera. Representa la postrera comunión del Santo y su apacible muerte, en hábito de penitente, rodeado del clero sevillano. El Santo, muy anciano, con la faz dulce y sonriente, se desmaya con las manos juntas. Las cabezas de los otros figurantes se inclinan alrededor, con contenido dramatismo. Del cielo, entre un suave celaje irradiado, llueven flores, y un coro de ángeles mancebos tocan y cantan; en lo sumo, en Gloria, Cristo y la Virgen, con sendas coronas en sus manos, esperan el alma del Pontífice hispalense.


Durante la traumática restauración de su Parroquia, el cuadro de Roelas estuvo colgado en el tránsito de la monumental escalera del Palacio Arzobispal, dominando aquel espacio barroco, tan luminoso. De vuelta a su retablo en el presbiterio del templo, es una de las más gloriosas pinturas de toda Sevilla.
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p.s. Que se entere el Santo que yo sí le memento...y que me mande una mejoría graciosa. Amén.
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viernes, 25 de abril de 2008

Pax Tibi Marce

La primera vez que estuve en Venezia me pregunté si los venezianos saldrían alguna vez voluntariamente de su ciudad. Porque yo, si fuera de Venezia y allí viviera, sabría y procuraría no alejarme de ella usque ad mortem. Y después que me enterraran presso San Giorgio.

Había nevado, y en las callejuelas cortadas por los puentes sobre los canales todavía quedaba nieve. Nos hospedaron en una palazzina que era una residencia regentada por las monjas de un convento anejo. Todo tan netamente veneziano, más que una novela, más que una película.

Existen cosas leídas, imaginadas, que te golpean desencantantes con su realidad sin letras, cuando las ves fuera del cuadro o el grabado o la página donde las aprendiste mentalmente. También están, por gracia de Dios, las realidades que parecen trasladadas del mundo ideal, tal cuales, universales de óntica y sustancial existencia. Son tan verdaderas que mejoran cualquier imaginación que tengas hecha.

Fueron tres días de un Febrero memorable. Apenas había turismo, porque la primera Guerra del Golfo había espantado a la gente. Íbamos y veníamos por los campi, por los canali, en el vaporetto, porque las góndolas eran caras y nosotros no éramos novios en luna de miel. Yo llevaba una capa negra, española, que me habían regalado por Navidad y que entonaba con el aire frio y el sol brillante de aquellos dias.

En Piazza San Marco me retrataron en la esquina de la Catedral-Basílica que da al Palazzo del Dux, sentado sobre la base de los Tetrarcas de pórfido, entronizado sobre y entre la Historia. El que me hizo la foto (que no sé si sabría quiénes eran y cómo se llamaban los cuatro que posaron conmigo), quedó tan satisfecho que nunca me la dio, ni me mandó copia. Es digna de poner en un álbum, pero no la tengo.

Era 1er.Domingo de Cuaresma. Dentro de la Basílica habían desplegado sobre el Altar la Pala d'Oro. No estaban los caballos de la quádriga de Constantinopla en la fachada, porque los estaban restaurando, pero vimos uno expuesto en una sala del museo del Duomo, tan imponente y regio como el del Marco Aurelio del Capitolio, pero sin jinete.

En Santa María Gloriosa dei Frari, tuvieron que mandar a un chierichetto a pedirme que me quitara, que iba a empezar la Misa, porque me instalé en el ábside, frente a la Assunta del Tiziano, estático, y estuve no sé cuánto tiempo sin moverme, absorto. Oh!

La tarde la tengo recordada mil veces en la piazza de delante de SS. Giovanni e Paolo, al pie del Colleone, a la hora del tramonto, todavía con luz en el cielo.

Anduve por calles, plazas, puentes, junto a los canales, como si fuera de allí, sin sentirme extraño, como si conociera todo.

Hoy que es San Marco, he querido regalarme este recuerdo.

Venezia ha sido una víctima de Europa. Las potencias la odiaron, porque era Soberana y no podían poseerla, pero todos los poderes de Occidente sintieron la fascinación por Venezia.

Su declinar decadente en el XVIII fue triunfal con Vivaldi, Albinoni, Tiépolo, Longhi, Canaletto, Goldoni...Hasta el vano y leggero Casanova decoró un ocaso, ese que nos ha llegado y dura, como un lento adagio inmerecido.

No se repuso del despótico golpe napoleónico, tampoco pudo reconstituirse después de la tiranía de Austria, ni la mediocridad de los Saboya y la ópera del Risorgimento la quisieron ver nunca más Reina del Adriático. De haber renacido, podría haber sido una rica república o principado, una Suiza o un Lienchtenstein o un Mónaco o una Andorra (sin comparación posible en metros de belleza, historia y arte). Aunque también hubiera podido sucumbir como tantas bellezas perdidas en el capitalista y liberal y progresista y militarista y revolucionario y devastador XIX-XX europeo.


Quizá San Marcos la custodió celoso, con su león alado y una armada de Dogos en bucentáuros de espejos de azogue, batiendo reflejos de oro y brocados, disimulándola, disfrazándola, enmascarándola: Tornasoles en celosias de aire, de mar, casi sin tierra, dorada en un atardecer de arreboles sin fin, perpetuamente declinante en el rincón más fascinantemente decadente de Occidente.
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Sí, Venezia me afecta. Tanto como da fe el párrafo de más arriba. Se me ocurren más cosas, pero mejor no excederse. De todas formas era por y a propósito de San Marcos, que es hoy.
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miércoles, 23 de abril de 2008

Refectorio milagroso

A uno de mis sobrinos le pusieron Hugo, que no es nombre de mi familia. Me tocó buscarle Santo en el Santoral y yo, que entonces estaba muy estudiado y leído en Historia Eclesiástica, le escogí el Hugo que me sonaba más notable, el Abad de Cluny, San Hugo el Grande, que se celebra el 29 de Abril. Lo chocante fue que no me acordara del San Hugo más cercano y tratado, que era el de Grenoble, tan sevillano a pesar de. Aunque su fiesta me parece que es el 1 de Abril, ayer aparecía en el calendario particular de no me acuerdo dónde, y hoy lo traigo yo al blog.

Pero su sitio es el refectorio, el refectorio de la Grande Chartreuse. Como él donó a San Bruno y sus seis confratres los terrenos para la edificación, era una especie de padrino de la Cartuja recién nacida. La visitaba con frecuencia y hasta cuentan que con gusto se hubiera quedado con los monjes del silencio, porque era de los pocos obispos que fueron obispos forzados a ser obispos, que ya es una rareza extraordinaria. El Papa lo obligó y él se resignó a ser el santo Obispo de Grenoble contra su voluntad (no de santidad, sino de episcopeo). En este caso resultó patente que el obediente siempre acierta. Y en este caso también que el mandante atinó de pleno, algo muy digno de destacar porque los ordenantes se equivocan regularmente. Pero el Papa conocía bien que Hugo era bueno para lo que le mandó.
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Un día, como acostumbraba, mandó alimentos a los recien estrenados cartujos, Bruno y sus seis (que son las Siete Estrellas del escudo cartujano). Como los obispos de entonces tenían buena despensa (los de ahora normalita tirando a malucha, doy fe; no digo que sea virtud, pero doy fe de que es regularcilla y hasta malucha, meramente soportable); iba diciendo que les mandó provisiones, y entre lo que les regaló, iban unas buenas tajadas de carne que el refitolero cartujano guisó y sirvió.

Que la carne fue bien recibida lo prueba que se guisó y se sirvió, que ya lo he dicho. Pero los primeros pasos de toda santidad son dubitantes, inquisidores, hasta escrupulosos. Y fue que guisada y servida, la carne no fue probada porque San Bruno y sus seis luceros discutieron, con la mesa puesta y la carne expuesta, si no sería mejor comer sin carne y hacer abstinencia perpetua y reglar.

Y vino el sueño. O el éxtasis. O el arrebato absorto. O la suspensión del cuerpo y el alma. O el ensimismado recogimiento de lo externo en lo interno. O la aprensión del hilo temporal en un hilván de eternidad.

Cuarenta y pico dias así.

Y así los captó el flash de Zurbarán: Cuando San Hugo de Grenoble por saber qué les pasaba, va a la Chartreuse y se los encuentra extático-durmientes en el refectorio, empezando algunos a salir del trance y la carne de las escudillas deshaciéndose en cenizas.

Zurbarán es un arcano que pinta mística y ascética, que son dos cosas muy dificil de pintar porque no se dejan. Pero Zurbarán sí sabe. No sólo sabe, sino que convence con lo que pinta y, cuando se ve el cuadro, hasta el más impío y vulgar agnóstico entiende en un repente que Zurbarán tiene razón, y Dios también.

Dios que anda entre los pucheros - la Santa dixit - se refleja en la mesa, en las tallas de agua, en el mantel planchado, en los panes, en los hábitos, en las escudillas, en las servilletas y el tazón. Nunca las naturalezas muertas que dicen, estarán más vivas que cuando Zurbarán las pintaba y las dejaba estar en sus lienzos, latiendo extática vida interior.

Cada vez que veo el cuadro, añoro la Cartuja de la que salió, la sevillana de Stª María de las Cuevas, execrada y desamortizada. Cuando hace unos meses me regalaron los dvds de El Gran Silencio, con gusto hubiera mandado a la Chartreuse nuestro Refectorio con San Hugo y el Milagro del Santo Voto. Si pudiera, que no puedo.

Todavía no sé quién es el pajecillo oligofrénico y desproporcionado que hace reverencia a San Hugo. San Hugo es el artrítico del bastón y muceta gris sobre roquete almidonado y sotana gris, el de perfil que señala, a la derecha. San Bruno debe ser el del centro, más venerable, tan concentrado y frontal, casi luminoso el rostro, flanqueado por sus seis estelares, unos con la capucha y otros descubiertos. Comparénse y veáse que se parecen a los cartujos del dvd, como si una misteriosa genética cartujana les transmitiera parecidos córpore et ánima.

Todo es luz sevillana. No es luz del Grenoble alpino, sino de mediodía, tercia quasi sexta cabe el Guadalquivir. Por eso yo lo mandaba gustosamente a la Grande Chartreuse, que tendría luz y calor vivos y reales, sicut Zurbarán faciebat Hispali, ca. 1655.

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martes, 22 de abril de 2008

No es de este mundo


La política y el gobierno han atraído desde siempre a los eclesiásticos. Quizá porque el munus regendi, que va incluído en el carácter sacramental, les hace proclives a la fascinación de trocar el oficio pastoral por una más natural competencia, relegando la sobrenatural. Sería una perversión con su específica y previa tentación. Sucumben bastantes.

La Historia está bien sembrada de clérigos de ordeno y mando. Algunos ejercieron sin incompatibilidad en lo eclesiástico y lo civil, incluso hasta en lo militar. Otros tuvieron que escoger y abandonar la clerecía por el poderío. Los ha habido ejemplares, venales, irreprochables, acertados, mentecatos, mediocres, magnos, santos y canallescos. Un Cisneros y un Alberoni en España. Un Richelieu y un Talleyrand en Francia. Un Becket y un Wolsey made in England.

Cada uno fue hombre de su tiempo y sus circunstancias. Pero no todos supieron mantener la primacía de la Civitas Dei. O no pudieron. O no quisieron.

El nuevo presidente del Paraguay, Fernando Lugo, obispo católico suspenso a divinis, no sé cómo será. La impresión primera es la de un bienintencionado-entusiasmado ideologizado y politizado hasta el extremo de auto-postularse presidente, como si no hubiera aspirantes competentes en el Paraguay que no reúnan la gracia de ser políticos siendo obispos. Seguro que hay gente, a pesar del régimen caciquil de ese partido colorado, demasiado asentado y experimentado.

¿Qué pasará? ¿Cómo será? Si, como la gracia, el arte y el éxito político también suponen la naturaleza, será un presidente paraguayo con los límites que lo paraguayo impone a la presidencia. Ni un Cisneros, ni un Richelieu, ni siquiera un Wolsey. Si se mantiene el mandato completo sin desmejorar, ya sería relativo éxito. Si no se escora al populismo ni se corrompe financieramente, será quasi milagroso. Si sobrevive a la experiencia idemne de cuerpo y alma, milagro patente. De todas formas, habrá que rezar para que sus errores no caigan sobre la Iglesia ni sus aciertos sean ni contra ni a costa de la Iglesia. Amén.

La foto con la que encabezo este articulillo, es de Talleyrand, Charles-Maurice, ex-obispo de Autun, excomulgado de hecho y derecho (y no sabría decir ni enumerar cuántas penas canónicas pudo haber acumulado sobre su deshonrada tonsura). Un personaje. Maestro en el arte del vivir y el sobrevivir, vivió bien toda su vida, ya bajo Luis XV o Luis XVI, durante la Revolución y el Imperio, y siguió bon-vivant con la Restauración y duró hasta Luis Felipe. Y todo el tiempo aspirando, tramando, urdiendo y politiqueando. Hizo mucho mal, y salió bien librado de todos los apuros propios y ajenos.

En ese retrato de apenas dos o tres años antes de su muerte, se refleja el semblante con el que se mostró al mundo en su postrer declive. La impronta y las huellas son elocuentes. En muchos rostros enfermos y ancianos, las marcas del dolor no ocultan cierto reflejo de santidad, bondad o felicidad. En ese retrato del declinado Talleyrand, ni siquiera su amplio y fascinante decurso como protagonista de la Historia tapan el reheleo de un desengaño fatigado.

Si el mundo paga con mundo a sus servidores, ¡qué mala es la paga de la última hora!
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viernes, 18 de abril de 2008

Peligrosa igualdad (y en peligrosas manos)

. Lo digo por ese ministerio de igualdad y su neo-ministra (cualquier cosa vale para el oficio). La neo - me parece, que tampoco estoy muy enterado - es de por aquí abajo, honra de la Bética que recientemente donó a la España desmembrada joyas tan señaladas cual la incurta de Cabra y la Malena fomentada: Este trío de ellas, de aquí salió; y un poco antes la ppera Villalobos, también una alhaja de muestrario. Todas prendas de valor.

Será que para la novedad del igualitario ministerio, se acude a la cantera de las probadas y exitosas hembras del Sur, que son tan resultonas y dan mucho juego, y rellenan estupendamente la cuota sexual: Hoy más ministras que ayer, pero menos que mañana.

Si es por igualar, se podía estrenar suprimiendo el sexismo deportivo que separa machos de hembras, categorizando las competiciones: Que haya una sóla y que compitan juntos, en igualdad.

¿A que no? Pues eso: Que sobra la ministra y el ministerio.

Es de temer que como el cretino talantero no corrige ni se enmienda, al final de estos otros cuatro años de castigo por nuestros pecados, el ministerio habrá causado estragos y todo será menos igual, más desigual, y peor, mucho peor.

Por igualar, que igualen la Giralda con la Tour Eiffel, la Maestranza con Trafalgar Square, y el Puente de Triana con el Golden Gate. Total, perrerías más grandes se hacen y se pagan para que se hagan.

A mí, el caso de la minis de la egalité (que eso es lo que colea en el fondo: El gorro frigio, la tricolor...y la guillotina), no sé por qué, me ha recordado un chiste (con lo poco chistoso que soy yo, y los pocos chistes que recuerdo).

El chiste cuenta que llegó un forastero a Sevilla (o a Cadiz); se bajó del tren y, al salir de la estación, escucha a uno que grita: - "El tresgüevos !!! el tresgüevos!!!..." Y todo el mundo echó a correr, espantaítos todos, las calles aterrorizadas. Y la gente gritaba - "El tresgüevos!!!...el tresguevos!!!!..." Y el forastero alarmado, coge del brazo al primero que pasa corriendo y le pregunta: - "Pero dígame ud. ¿quién es el tresgüevos? Y el otro azorado le dice: - "Un loco que se ha escapado del manicomio y a tó el que tiene tresgüevos, se los corta!. Y dice el forastero: - "!Ah! pues yo tranquilo, porque sólo tengo dos". Y el otro, echando a correr, le dice: - "Sí, como yo. Pero es que primero te los corta y luego los cuenta!!!" .

Pues eso: Como la neo ministra se ponga a igualar sin preguntar, vamos listos. Porque si el criterio de igualdad es el del talante, seremos todos igualmente cretinos: Igualitos.

¡Que el Señor (que nos creó sabiamente desiguales) nos libre!


p.s. Pensándolo bien, el chiste debe ser gaditano y ocurrir en Cadiz, porque en Sevilla no tenemos tanta gracia (verbigracia un servidor mismo).
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p.p.s. Y por favor: Que no se repita lo del chiste, que este blog es muy serio, señores!
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p.p.p.s. Señoras, no: No admitimos igualdades. Faltaría más!

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