En 1600, el escultor Stéfano Maderno realiza una de las imágenes más patéticas de la iconografía cristiana: La Santa Cecilia yacente para el altar de la Basílica de Stª Cecilia in Trastévere. La singular escultura no fue ocurrencia del maestro; simplemente se limitó a trasladar al mármol la figura del cuerpo de la joven Mártir, tal y como fué hallado en el cúbiculo a ras del suelo de una de las capillas de las Catacumbas de San Calixto.
El descubrimiento del cuerpo admirablente (milagrosamente) conservado causó enorme conmoción por la forma en que se presentaba: Reclinado sobre la superficie del nicho, vestido con una simple túnica, con la cabeza envuelta en un lienzo y girada, mostrando el tajo mortal en el cuello. Pero en la disposición del cuerpo, más que las huellas del martirio, resaltaba la peculiar disposición de las manos: La derecha con el pulgar, índice y corazón extendidos; la izquierda, con el índice sólo.
Era una forma cristiana de significar la fe en la Trinidad de Dios: Un Dios-Tres Personas. Un credo abreviado, tan plástico y comprensible como el lenguaje gestual de los mudos y los sordos, tan elocuente en la patética figura de Cecilia.
Por esa fe eran martirizados. A veces se escogia deliberadamente a los miembros más conspicuos, más selectos, más llamativos de la Iglesia de Roma. No fué la única doncella de familia señalada y relativamente conocida que acabó víctima de la persecución. Antes y después que ella otras más fueron conducidas al tribunal y al patíbulo, donde se confesaron cristianas, se conservaron vírgenes, y se entregaron mártires. Luego la Iglesia las honraria con una especialísima gloria, sabiéndolas el séquito del Cordero Inmaculado, Rey de las Vírgenes y Fuente de toda santa virginidad.
En todas se admira la misma fortaleza, virtud, ofrenda. En cada una destaca un particular detalle, que las perfila, que las resalta, firmes como torres sobre roca, puras como lirios sobre nieve.
El descubrimiento del cuerpo admirablente (milagrosamente) conservado causó enorme conmoción por la forma en que se presentaba: Reclinado sobre la superficie del nicho, vestido con una simple túnica, con la cabeza envuelta en un lienzo y girada, mostrando el tajo mortal en el cuello. Pero en la disposición del cuerpo, más que las huellas del martirio, resaltaba la peculiar disposición de las manos: La derecha con el pulgar, índice y corazón extendidos; la izquierda, con el índice sólo.
Era una forma cristiana de significar la fe en la Trinidad de Dios: Un Dios-Tres Personas. Un credo abreviado, tan plástico y comprensible como el lenguaje gestual de los mudos y los sordos, tan elocuente en la patética figura de Cecilia.
Por esa fe eran martirizados. A veces se escogia deliberadamente a los miembros más conspicuos, más selectos, más llamativos de la Iglesia de Roma. No fué la única doncella de familia señalada y relativamente conocida que acabó víctima de la persecución. Antes y después que ella otras más fueron conducidas al tribunal y al patíbulo, donde se confesaron cristianas, se conservaron vírgenes, y se entregaron mártires. Luego la Iglesia las honraria con una especialísima gloria, sabiéndolas el séquito del Cordero Inmaculado, Rey de las Vírgenes y Fuente de toda santa virginidad.
En todas se admira la misma fortaleza, virtud, ofrenda. En cada una destaca un particular detalle, que las perfila, que las resalta, firmes como torres sobre roca, puras como lirios sobre nieve.
.
Al poco de cesar las persecuciones, durante la devastadora crisis arriana, los falseadores de la Fe olvidaron que por Unus de Trinate qui passus est, habían sido inmolados vírgenes y mártires, sacerdotes y niños, madres con sus hijos, hombres con su familia: Por confesar y mantener la la verdad sobre Cristo, la fe transmitida por Pedro y Pablo, por los Apóstoles que fueron sus primeros y privilegiados testigos; la única fe que salva porque es la que confiesa al Cristo Jesús, el Enmanuel nacido de Vírgen, el Dios con nosotros, entre nosotros, por nosotros.
Cuando vuelven minimalismos de tufo arriano, cuando se parcializa y reduce al Verbo que se hizo Carne, que se hizo Hombre siendo Dios de Dios ab aeterno, las manos de Cecilia son un clamor.
Parece que fueran a pulsar notas en un arpa, en un salterio, en un órgano (sobre un corazón, en una mente, en el alma); dispuesta a entonar, a tocar una melodía de triples notas y un ritmo, de una voz con tres acordes, de tres registros de una única, sola, poderosa y eterna música que canta al Uno y le dice Trino con un Trisagio angélico: Ágios-Ágios-Ágios /Sanctus-Sanctus-Sanctus/Santo-Santo-Santo...!!!
Fragmento de la Oda a Stª Cecilia, de Henry Purcell.
&.
11 comentarios:
Las odas musicales dedicadas a Santa Cecilia deben ser una tradición musical. Se me ha venido a la cabeza la de Benjamin Britten.
Una tradición y muy inglesa, creo; Häendel tiene otra. En Roma, en Italia, también hay composiciones dedicadas a la Stª, claro.
Recuerdo que la primera vez que escuché en vivo el famoso Gloria de Vivaldi fue en una Misa de Stª Cecilia, tal dia como hoy, en el monasterio de San Clemente, con Luís Izquierdo dirigiendo un corito y una orquestina de cuerda con alumnos del conservatorio...Uff, hace la tira de años!
'
Quien es fiel a Dios hasta el final tiene todo mi respeto...
:[
La composición no la conocía...
Otro :[
Me quito el cráneo.
Su post me viene al pelo a una pregunta que le quería hacer, (pregunta regurgitada tras la lectura de la introducción a la Suma a los Gentiles): ¿fue Santo Tomás envenenado?.
¿Tuvo el Santo una visión beatífica de Dios que le llevó a tomar la decisión de no escribir más?.
Pasaba a saludar.
Un abrazo
"Nosotras mismas", me habeis colapsado la mañana a taconazo limpio: Ha sido un placer.
San Isidoro, te prometo - D.m.- una entrada para el día de San Nicolás contando el caso San Tommasso (aunque quizá merezca dos o tres entregas por capítulos).
'
Cuando ví esta figura en la semipenumbra de las catacumbas, sentí un escalofrio que aun hoy despues de tantos años lo recuerdo perfectamente, creo que muchos cantamañanas de los que hoy pululan por nuestro pais, deberian visitar lugares como estos, antes de hablar de la iglesia y sus martires.
Un saludo D. Terzio
Hermosa historia.
No recordaba haberla visto en las catacumbas.
Terzio, sin duda lo de Santo Tomás será interesante, pero el dia de San Nicolás... mejor la historia del rescate de las doncellas ¿si?
Y los tres niños en la tina del carnicero, también.
(porque de la consti nicolasa, mejor no hablar)
'
Tengo pendiente de leer un relato, creo que muy bueno, de Heinrich von Kleist, sobre Santa Cecilia.
La obra se llama "Die Heilige Cäcilie oder die Gewalt del Musik"( Santa Cecilia o el poder de la Música).
Hay una edición bilingüe en Planeta. Otra de Alianza, "la marquesa de O y otros cuentos".
Humildemente os la recomiendo
Recomendar a Kleist es una romántica exquisitez; Valdemar, la editorial, publica obras de ese estilo, muy atractivas y nada vulgares.
'
Publicar un comentario