Forma de orar, extractado del Audi Filia
Preparación próxima
Buscar un lugar conveniente y apartado del bullicio, dedicado a contener libros e imágenes devotas, para la lección de cosas divinas y la oración continua: desocuparse de todos los negocios y de toda conversación.
Preparación inmediata
1. Lección: «Tomad primero algún libro de buena doctrina, en que, como en espejo, veáis vuestras faltas». Suplicar a Dios «que os hable en vuestro corazón con su viva voz, mediante aquellas palabras que de fuera leéis, y os dé el verdadero sentido de ellas». Atención y reverencia, «escuchando a Dios en aquellas palabras que de fuera leéis, como si a Él mismo oyérades predicar cuando en este mundo hablaba». Mediana y descansada atención «que no os captive ni impida la atención libre y levantada que al Señor habéis de tener». Arrepentimiento-confianza: «y daros ha nuestro Señor el vivo sentido de las palabras, que obre en vuestra ánima, unas veces arrepentimiento de vuestros pecados; otras, confianza de Él y en su perdón».
2. Oración: «Y algunas veces conviene interrumpir el leer, por pensar alguna cosa que del leer resultó, y después tornar a leer; y así se van ayudando la lección y la oración». «Y a este propósito hace que si estáis leyendo o rezando vocalmente y el Señor os visita con algún sentimiento debéis interrumpir lo que hacéis y deteneros en aquel beneficio para luego proseguir lo interrumpido».
3. Presencia de Dios: «Vuestras rodillas hincadas, pensaréis a cuán excelente y soberana Majestad vais a hablar».
4. Humillación del corazón: considerar la propia pequeñez, hacer una entrañable reverencia, y pedir licencia para hablarle a Dios.
5. Arrepentimiento: Rezar la confesión general y pedir perdón por los pecados del día. También ha de servir para esto, «mirando una imagen del Crucifijo, o acordándose de Él», pensar cómo y por quién padeció el Señor. «¡Yo Señor pequé, y pagarás vos!».
6. Rezo vocal de devociones: «Rezad algunas devociones que debéis tener por costumbre». Rezar por sí mismo, por aquellos por los que se tiene obligación, y por toda la Iglesia, «el cuidado de la cual habéis de tener muy fijado en el corazón», y también por los no creyentes. Dirigir estas oraciones a Nuestra Señora, «a la cual habéis de tener muy cordial amor y entera confianza que os será muy verdadera Madre en todas vuestras necesidades» y, «a la Pasión de Jesucristo, nuestro Señor, la cual también os ha de ser muy familiar refugio de vuestros trabajos, y esperanza única de vuestra salud».
Cuerpo de la oración
1. Introducirse en el corazón: callar «con la boca, y meteos en lo más dentro de vuestro corazón». Y «suplicad al Señor os envíe lumbre del Espíritu Santo».
2. Unión con Dios: «Y haced cuenta que estáis delante de la presencia de Dios, y que no hay más que de Él y de vos»; «haced cuenta que lo tenéis allí presente».
3. Con o sin representación imaginaria: «se puede hacer en una de dos maneras: o con representar a vuestra imaginación la figura corporal de nuestro Señor, o solamente pensar sin representación imaginaria»; «poned la imagen de aquel paso que quisiéredes pensar, dentro de vuestro corazón».
4. Consideraciones: pensar en la materia con «ejercicios de devotas consideraciones y habla interior». Discurrir por los beneficios de Dios, las bondades hechas, los bienes recibidos, lo malo de la propia conducta.
5. Afectos: sentir con la voluntad. «Este negocio más es de corazón que de cabeza». «Si con vuestro pensar sosegado el Señor os da lágrimas, compasión y otros sentimientos devotos», debéis tomarlos pero sin «ir mucho tras ellos», para evitar así perder «por seguirlas (los sentimientos o las lágrimas) aquel pensamiento o afección espiritual que las causó».
6. Aplicación: Presentar delante de Dios los pensamientos tenidos, pidiéndole que los «asiente en lo más dentro de vuestro corazón».
Conclusión
1. Ofrecimiento: de «sufrir con paciencia cualquier trabajo o desprecio que se os ofreciese», asumiendo con criterio práctico las conclusiones que fluyen de la materia considerada. «Y los propósitos buenos y fuertes que allí se cobran suelen ser sin comparación más vivos y salir más verdaderos que los que fuera de la oración se alcanzan».
2. Examen: ante Dios de lo malo y lo bueno que hay en nosotros.
Ex Voto
+T.
Muchas gracias por estas líneas. En el texto que nos enlazó ayer hay un párrafo que no acabo de entender. ¿lo podría explicar?
ResponderEliminar"El tercero sea que trabaje de confesar y comulgar a menudo, por imitar aquel santo tiempo de la primitiva Iglesia, cuando comulgaban de ocho a ocho días los fieles. De cuya memoria quedó agora el pan bendito que dan a los domingos con la paz, para que, cuando vea sacar aquel pan, se acuerde que la frialdad nuestra causó que se diese aquel pan bendito, y no el mismo Santísimo Sacramento, como antes daban, según parece por muchas historias."
Gracias.
Blanca
Una lección de hondo sentido común y muy alejada de los formalismos metódicos tan caros a San Ignacio y las demás escuelas que consigue llevar al fiel sencillo al meollo de la oración, que es lo que hace falta.
ResponderEliminarPues muchas gracias: por este resumen, y por los youtubes de los últimos post.
ResponderEliminarGracias a Uds. por leer y comentar.
ResponderEliminarA Blanca, para aclarar su pregunta:
Se refiere a las llamadas 'eulogias' o 'prósfora' o 'antidoron' o 'proscomidia', que eran trozos o partículas o piezas de pan que se bendecían por el sacerdote y se distribuían a los fieles al final de la Misa, en España la costumbre todavía duraba en la primera mitad del siglo XVI, cuando escribe San Juan de Ávila, pero tal uso desaparece poco después, cuando el Concilio de Trento promueve la renovación de la pastoral/recepción de los Sacramentos. De hecho, el conocido como 'pan bendito' fue en la devoción de los fieles un sustituto de la Comunión; los fieles no comulgaban por no atenerse a la disciplina de la confesión/penitencia y el ayuno eucarístico, por eso San Juan de Ávila estimula entre sus dirigidos-as la Comunión semanal, algo que en aquel tiempo no era frecuente ni siquiera entre las monjas de clausura o los frailes, ni siquiera entre los sacerdotes, que celebraban Misa sólo ocasionalmente o por estricta obligación canónica, siendo muy pocos los que celebraban Misa semanal, y todavía menos los que celebraban diariamente.
En las iglesias/ritos de tradición bizantina y oriental, sigue vigente la devoción de las eulogias, que se distribuyen como pan bendito a los fieles al final de la Misa. En algunos sitios de Francia la costumbre todavía duraba en siglo XIX, como se ve en este cuadro: Un monaguillo presenta un canasto con pan bendito para que los fieles lo vayan tomando y en esta otra foto un sacerdote y un acólito de rito oriental en el momento de comenzar la distribución del pan bendito
Espero haberte explicado la cuestión.
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Muchas gracias y muchas felicidades!
ResponderEliminarLe tomo la licencia para difundir el método de oración avilista.
No es mío, lo recogí de otro sitio, no sé quién lo redactó. Supongo que estará también entre las cosas publicadas por Martín Hernández, Sala Balust y otros estudiosos avilistas.
ResponderEliminarEl esquema es muy bueno, vale muy bien para exponerlo en ejercicios, retiros etc.
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