lunes, 30 de abril de 2007

Creación y razón


En no sé qué sitio de los EEUU, han inaugurado un parque temático "creacionista"; "creacionismo" dicen allí a la hipótesis que postula la argumentación científica de la creación ex nihilo en cierta correspondencia con el relato del Génesis bíblico, concepto que encierra algo superado por la Iglesia desde el momento que la Teología reconoció que el mensaje de la Sagrada Escritura era Revelación para la Fe y no dato para la ciencia.

La paradoja se multiplica si se considera que es la cultura de la más tecnologizada vanguardia la que aporta medios materiales y humanos para ese "parque creacionista", pero a la vez se retrocede a una polémica del siglo XIX y a las enconadas pasiones de la Inglaterra de la Reina Victoria; si el empeño incluye el propósito de combatir y rendir a la ciencia desde verdades que no son científicas y extrapolando los ámbitos propios de ciencia y teología, la paradoja y la confusión se multiplican.

Lo que personalmente opino del caso, lo hago desde una profunda y firme fundamentación bíblica; claro que no en el sentido del fundamentalismo biblicista que confronta Biblia y ciencias naturales. Mi "fundamentalismo" tiene como premisa a Dios, su obra, sus medios y su fin, algo de lo que la Iglesia misma, aún siendo depositaria de la Divina Revelación, sabe muy poco: Apenas los enunciados del Credo y los pocos Dogmas que lo complementan, y casi nada más. Con todo ello, asumo también ese "development" que Tradición y Magisterio realizan constantemente, en aquel mismo sentido que el clarividente J.H. Newman explicaba por los mismos años en que Mr. Darwin sacaba conclusiones de sus cuadernos del Beagle.

Hubo un tiempo en que la emergente ciencia anduvo a la par de la teología; desde el siglo XV, la separación de los conocimientos fué una realidad y hasta una necesidad. Los conflictos y tráumas de aquella separación, sin embargo, no se han extinguido y, en ciertos casos, ni siquiera templado. No caeré en la vana ilusión de erigir la ciencia, tal y como se conforma desde aquellos dias hasta el presente, en única y exclusiva fuente del saber, que no soy tan necio como para eso. Pero tampoco sostendré el descabellado propósito de enseñar que la cronología del Génesis mosáico es la edad real que tiene el mundo, o que el relato de la Creación de Gn 1 y 2 es una crónica minuto a minuto. Y no es que pretenda desde esto que escribo un re-lanzamiento de la doble verdad, pués tomisteo con el De unitate intellectus contra averroistas (ay la escolástica aquella!) y soy siempre perenne escolar del Angélico.

Pero creo en Dios, muy seriamente. Creo en el Creador del Cielo y de la Tierra, de todo lo que se ve y de lo que existe y no vemos; creo que nos hizo a su imagen y semejanza...y creo en la vida del mundo futuro...donde nos enterarán de tantas cosas. Hasta entonces, con la debida distancia, me tomo muy en serio la ciencia y sus razones, que no son de fe, sino cuestiones científicas y razonables, siempre sujetas a ulteriores pruebas y descubrimientos, pero también abiertas a la comprensión desde la fe, que comparte con la ciencia, precisamente, la razonabilidad.

Creo y por eso mantengo lo que escribo. En el caso que comento, el escolástico lema "Fides quaerens intellectum" parece estar en crisis de postmodernidad por exceso - quién lo diria! - de (defectuosa) fe y escasez de (necesaria) razón. La distinción entre credulidad y creencia, entre ciencia y cientifismo, necesita una constante revisión, para que se mantegan los conceptos en su significado, sin tergiversaciones.

Pero esto sucede en los USA, esa extraña región "multicultural" donde casi todo puede tener su "parque temático".


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domingo, 29 de abril de 2007

Una Infanta


Me alegra que haya nacido una Infanta de España, que uno es de los que se alegran cuando nacen niños, gracias a Dios. El título pone un timbre casi insuperable de eufónica realeza, que aquí se conserva, también gracias a Dios. En Francia no nace un Delfín desde Luís Felipe, y - dónde va a parar!- un principe de las pocas Casas Reales que reinan no tiene punto de comparación con una Infanta de España, que suena a Marcha Real , Bandera roja y gualda y salvas de artillería.

Además la nacida es Borbón, y las Borbonas han caído simpáticas desde que llegaron a España; no digo que sean modélicas, digo que desde siempre han tenido buena empatía. Así como las de Habsburgo imponían envarado respeto, las de Borbón atraían con corona y todo. Si sale a sus reales bisabuelas y tatarabuelas borbonas, eso que llevará ganado la recién nacida; gracia que espero tenga también su hermana, la Infanta mayor que, si no nace Infante (y me temo que aunque naciera), será, Dios mediante, Princesa de Asturias.

Se han quedado definitivamente anticuados los partidarios de la Ley Sálica, tanto como la salida del General Castaños que dijo aquello de -"...Mala noche y parir hembra!" cuando Dª Isabel II tuvo en 1851 a la Infanta Isabel, la "Chata", que, a pesar de ser primogénita, por ser hembra no reinó. Y no digo que hubiera sido peor una Isabel III que el Alfonso XII que fué, lo que digo es que también eso pasó.

Con que la nueva Infanta saque la mitad de la prosapia castiza de una infanta borbona, ya tenemos infanta para distraernos en crónicas y cronicones. A mí, como Infante no se prevé que reine con dos Infantas por delante, me gustaría que, por lo menos, crecieran católicas a machamartillo, que las borbonas eso sí lo han tenido; no digo que hayan sido virtuosas, sino que han sido devotas. Hasta Pio Nono lo declaró en público de Dª Isabel II, de la que dijo que era -"...Leggera, leggera, ma molto, molto pietosa!...".

Después de todo, lo que pudieran haber perdido de sangre regia, lo han repuesto con sangre asturiana, solar germinal de la España profunda.

Así que viva la Infanta! Y que viva católica.

A ver si la dejan...


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viernes, 27 de abril de 2007

Vanidad con farolillos

Cuando Thackeray escribió su Vanity Fair, la Feria de Sevilla todavía no se había inventado, y es paradoja porque parece que se verbalizó el concepto avant la realidad.

Si no fuera por los toros...


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jueves, 26 de abril de 2007

Etimologías


La primera vez que leí las Etimologías, quedé sorprendido del sumario de cosas y de la forma tan sumaria de exponerlas. Si fué el libro más leído y copiado y difundido, amén de la Biblia, entre los siglos VII-XI en la Europa de la oscura Alta Edad Media, se entiende el bajón cultural de aquella época de crisis.

También me sorprende siempre que la Hispania visigoda fuerte y unida que conoce San Isidoro, sea la España invadida y vencida por los árabes menos de un siglo después. Pero todavía es más sorprendente que el eco de aquella España isidoriana haya llegado hasta nosotros, tan relativamente sonoro.

Mi primer acercamiento isidoriano, todavía de estudiante, fué un trabajo sobre el IIº Concilio Hispalense, en 619. Parece que estoy viendo el volumen del Tejada y Ramiro que me consiguió mi maestro, el P.Antonio García del Moral, dominico, al que tanto echo de menos para tantas cosas; sabía aconsejar, orientar, documentar, como un verdadero maestro. El trabajo resultó brillante. Entre insulsos temas "de actualidad" escogidos por mis compañeros de áula, este servidor expuso un "Breve estudio del florilegio patrístico del IIº Concilio Hispalense, bajo San Isidoro. Cuestiones Trinarias y Cristológicas", que conmocionó al profesor y al alumnado, que no sé si se enteraron siquiera de qué iba la cosa. Triunfante, así salí yo; y también isidoriano agradecido y de afición.

No me gusta, sin embargo, esa vocación politiquera que le quedó como herencia isidoriana (y leandrina) al episcopado español, tan proclive a meterse en fangos de este mundo, vicio del que no se han librado todavía y que, al parecer, viene con la mitra como el piojo en la liendre.

Pero mi afición isidoriana es más libresca que piadosa; quiero decir que le leo, le admiro, le rezo lo hay que rezar...pero no le tengo devoción-devoción. Quizá porque en Sevilla tampoco se le tiene demasiado apego, me parece. Tiene Parroquia dedicada, hay algunas reliquias suyas, sale en el Corpus en imponente imagen de plata de las del Altar-Monumento de Laureano de Pina, y el admirable retrato que le pintó, figurándoselo, Murillo (una de las mejores pinturas de obispos de todo el Arte Cristiano); hasta sale en los escudos de la Ciudad y del Sevilla F.C. Se le recuerda, se le cita, se le admira...pero devoción-devoción, no se le tiene, que yo sepa. No sé si en León se la tendrán, que allí es tradición que está su cuerpo.

Eso es otra cosa que me gusta contar del Santo: El episodio del descubrimiento-traslación de sus Reliquias de Sevilla a León. ¿Lo cuento?...Pués ahí va:

Resulta que al Rey Fernando I de León se le antojó, no sé por qué, tener reliquias de Santa Justa. Como hacía poco que había hecho tributario suyo al rey taifa de Sevilla Al-Mutandid (el padre del rey poeta Al-Mutamid, el de la Romayquiya), organizó una embajada para que buscaran y se trajeran de Sevilla las reliquias de la Santa (que tampoco sé por qué el empeño en Santa Justa y no también en su hermana Santa Rufina, cuando bien se sabe que estas dos siempre iban y van juntas y con la Giralda enmedio). La embajada la presidía el entonces obispo de León, un santo varón llamado Alvito (o Avito); con él iba también el obispo de Astorga, un tal Ordoño.

Llegados que fueron a Sevilla, el pobre Al-Mutandid se vió en el apuro de confesarles que allí no tenían ni remota idea de dónde pudieran estar y conseguirse las reliquias de Santa Justa, con lo que quedaron todos - incluídos el rey moro - desazonados y desconsolados. Pero...He aquí que aquella noche, estando dormido Don Alvito, vió aparecérsele - en sueño o en visión, a saber - a un imponente obispo con mitra y báculo que se le presentó como San Isidoro, y que dando tres golpetazos con el regatón del báculo le decía con solemne voz: - "Hic, hic, hic! corpus meum invenies!!!"(Aquí, aquí, aquí! mi cuerpo hallarás!!!).

Y así fué, porque repuesto del susto Don Alvito de León, los moros sevillanos y los cristianos leoneses se pusieron a buscar y encontraron las reliquias corporales del gran San Isidoro que, envueltas en ricas telas ofrendadas por Al-Mutandid, fueron llevadas desde Sevilla a León. Por cierto que en el viaje se murió Don Alvito, no se sabe si del susto o de la emoción, o de las dos cosas. Y allí que quedó San Isidoro, con Colegiata, Panteón de Reyes y magnífica arca de plata con Custodia y todo, en León, donde le tendrán la devoción que en Sevilla apenas se queda en memoria.
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Todo esto sucedió el año del Señor de 1063, que era cuando estas cosas pasaban, y aquellas Etimologías se copiaban y leían y admiraban. Si uds. dudan, no duden, que lo cuentan tres crónicas: La Silense (de Silos, de principios del siglo XII), la Najerense (de Nájera, segunda mitad del siglo XII), y la Historia de los Milagros de San Isidoro, de Lucas de Tuy (s.XIII).

Hace unos años hice solemne donación a una Hermandad vinculada a mi familia de una reliquia de San Isidoro, con su auténtica y todo, que tenía en casa. La Hermandad quedó honradísima y mandó labrar un rico relicario de plata, donde ha quedado expuesta la reliquia isidoriana, a los piés de la Virgen: A Esa sí que le tengo devoción... (Seguro que San Isidoro me comprende).


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miércoles, 25 de abril de 2007

Tan lejana proximidad


A veinte y pico años luz de la tierra, han descubierto un planeta (exo-planeta, precisa la noticia, pero yo no sé precisar qué sea la exo-planetidad) que, según sus científicos descubridores, reúne las condiciones para una eventual vida: Densidad de atmósfera, temperatura, gravedad, agua...

No me queda claro si a 20 y pico años luz y con un telescopio desde Chile, se pueda precisar tanto; tampoco si el concepto de vida que se entiende es vida vegetal, animal o racional; incluso me cabe la duda de si se distinguen esos niveles de vida cuando la ciencia de hoy habla de vida. De todas formas, esa vida a 20 y pico años luz, sería - si ha sido, es o fuese - una vida extra-terrestre.

La vida extra-terrestre es, hasta ahora, una ficción en la que el hombre ha proyectado sus límites. Desde Verne hasta Asimov pasando por el cómic y el cine, el género de ciencia-ficción ha extrapolado a los mundos extraterrestres las miserias y veleidades terrenas, tal y como los griegos trasladaban al Olimpo y su Panteón inmortal las cosas más pedestres de su mundo heleno, desde las infidelidades domésticas, a los celos, las envidias y las venganzas de los mortales.

La sugestión de existir en un universo cerrado, es una de las fatalidades heredadas que la ciencia, el pensamiento y la ficción repiten atávicamente, sin poder liberarse de ella; quizá por el lastre que el mismo Universo material y su gravedad (sea lo que sea esa gravedad del Cosmos) impone sobre los que lo habitamos.

Cuando se olvida la profunda revelación de que "...en Él vivimos nos movemos y existimos...", hasta el mundo más remoto será el repetido escenario de un previsible hastío; para uno que espera Cielos nuevos y nueva Tierra, el exo-planeta de la estrella Gliese-581, es una tediosa vulgaridad...a veinte y pico años luz.

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martes, 24 de abril de 2007

Portada efímera-exportable


Sevilla ha sido desde siempre - desde siempre que fué Sevilla - maestra en "arquitecturas efímeras", que es algo así como los castillos en el aire, los castillos de arena, los castillos de náipes...pero un poco más real y con
cierta tectónica, aunque sea de cartón piedra.

Argumento de autoridad al canto:

Voto a Dios que me espanta esta grandeza/
y que diera un doblón por describilla;/
porque ¿a quién no sorprende y maravilla/
esta máquina insigne, esta riqueza?/


Por Jesucristo vivo, cada pieza/
vale más de un millón, y que es mancilla/
que esto no dure un siglo, ¡oh gran Sevilla!,/
Roma triunfante en ánimo y nobleza./


Apostaré que el ánima del muerto/
por gozar este sitio hoy ha dejado/
la gloria donde vive eternamente./

Esto oyó un valentón, y dijo: "Es cierto/
cuanto dice voacé, señor soldado./
Y el que dijere lo contrario, miente."


Y luego, incontinente,/
caló el chapeo, requirió la espada,/
miró al soslayo, fuese, y no hubo nada.


Es el célebre soneto de Cervantes al túmulo que en la Catedral de Sevilla se levantó para las honras fúnebres de Don Felipe II (que por disputas por prevalencias y puestos de honor entre las autoridades hispalenses, se tuvo que suspender y no se pudo celebrar hasta varios años después...pero esa es otra historia). Tampoco comento el soneto con su estrambote, tan agudo en captar el santo y seña de Sevilla, del barroco, y del momento aquel de la España que enterraba su efímera gloria con el Rey.

Esto viene ahora porque hace un ratito se encendía la portada de la Feria, la de este año 2007, que es la arquitectura efímera de más imponente máquina que se levanta en Sevilla; ayer por por un Rey, hoy por la Feria.

Un personaje llamado "El Perlo", ha sido desde hace años el ideísta de las portadas; las trazaba con tiza sobre el papel y los paneles, y luego se montaban sobre estructuras que antes eran de palos y madera y ahora son de tubos metálicos, además de vientos de alambre (antes) y cables tensores (ahora). Me parece que "El Perlo" - el hijo de "La Perla" - no idea ya las portadas, sino que son arquitectos que han tenido el buen gusto de seguir el estilo de aquellas portadas que se han copiado y plagiado y re-interpretado por toda Sevilla, su Provincia, Andalucía y España entera, con perdón.

Y es que Sevilla es creadora-creativa de formas, y las exportamos sin querer, porque no se inventan para los de fuera, pero como gustan, las toman y se las llevan. La Feria, por ejemplo, es algo tan sevillano para los sevillanos que ni siquiera congenia con todos los sevillanos, pero que encanta a los que vienen a Sevilla, que terminan haciéndose adictos o montando una feria a la sevillana cuando llegan a su pueblo, ciudad, o patria. Por eso las sevillanías o sus sucedáneos están rodando por el ancho mundo, y se bailan sevillanas hasta en el Japón, sin exageración.

Pero son tambien arquitecturas efímeras, como la portada de Feria con sus yo-no-sé-cuántas-mil- bombillas, farolillos aparte, que acaban de encender. Se ha montado para que dure una semana, de Lunes a Domingo, nada más; pero para el año que viene, si Dios quiere, otra.


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lunes, 23 de abril de 2007

El Señor San Jorge

Hoy se celebra todavía San Jorge...por un pelo: Por un providencial pelo.

Ya los bolandistas (les tengo cierta justificada manía a esta tropa) lo sometieron a una tala que dejó al frondoso árbol en escuálido plantón con rodrigón, pero el riesgo mayor le vino cuando la reforma litúrgica del Vaticano II, que a punto estuvo de expurgarlo del Martirologio. Fué desconsideradamente eliminado de las memorias obligatorias del Misal Romano, y apenas se toleró la supervivencia del culto porque razones de irremovible peso lo aconsejaban; esto es: Se temió la reacción de los cristianos de Rito Oriental, que desde Alejandría a Moscú pasando por el Athos y la Capadocia, le profesan ferviente devoción al Agios Georgios.

Hoy te garantizan poco más que el martirio de un cristiano - posiblemente militar, quizá en relación con el palacio imperial o la corte - en Nicomedia, la ciudad de residencia del pérfido Diocleciano, el gran perseguidor de la Iglesia y los Cristianos, a fines del siglo IIIº y comienzos del IVº; lo demás, dicen, leyenda.

Y a mí se me revuelven los centros cuando dicen "leyenda" como si dijeran prensa amarilla. Leyenda es y ha sido la más rica veta de literatura y arte que nos ha llegado desde que somos Historia, e incluso desde antes. Leyenda es la Legenda Áurea del Medievo, recompilada y escrita por Jacobo de la Vorágine (seu Btº Iácopo di Varazze), que te sumerge en la Edad Media con sólo hojearla, y que cuenta cosas maravillosas de San Jorge y sus hazañas.

Me desentiendo del Sant Jordi, amariconado por los catalanes con la cursilería del capullo y el libro, allá ellos! y que se las entiendan con el Santo, que ha pasado de ser excelso Patrón a mero comparsa del dia de los capullitos de rosa y los libritos de temporada (ejemplo palmario de secularización, que los de la Ciudad Condal siempre han sido muy adelantados para los laicismos).

Pero rompo lanzas por el Agios Georgios de los iconos, desde la Tebaida al Tauro; por el San Giorgio in Velabro de Roma, dove sotto il suo Altare si trova il capo venerábile del Mártire; por el San Giorgio Maggiore veneziano; por el Saint George de la artúrica Anglia, también; y por el florentino de Paolo Ucello (envidia del cómic universal).

Y es que soy georgiano por alcurnia sevillana: Hermano de la Hermandad de la Santa Caridad, que tiene sede en su Iglesia del Señor San Jorge, aneja al Hospital fundado por el Venerable Don Miguel de Mañara, frente al Guadalquivir, en pleno Arenal de Sevilla y olé! Torre del Oro, donde los sevillanos corren los toros, un poco más allá.

Hasta escondo -ay!- una nostalgia georgiana-sevillana: Que la incultura de los políticos liberales (todos los políticos tienen esas liendres) derribaran el Castillo de San Jorge, en el Altozano de Triana, en la otra orilla del Rio, donde tuvo su sitio el Santo Tribunal de la Inquisición con sus legendarias cárceles de eximios huéspedes, desde San Juan de Ávila al Fidelio de Beethoven.

En Triana hoy sólo queda la calle San Jorge y un San Jorge espléndido en el Retablo del Altar Mayor de la Real Parroquia de Señora Santa Ana (Viva Señá Santa Santa!!), del pintor Pedro de Campaña, patriarca de la Escuela Sevillana, que nació en Flandes pero tuvo el talento de venirse a vivir, pintar y morir en Sevilla.

Otro San Jorge precioso, pero en talla del maestro Don Pedro Roldán, recibe culto en el Altar Mayor de su Iglesia, en la Stª Caridad; este no va a caballo, sino que como el florentino del Donatello está de pié, con coraza y escudo, pero con lanza y casco emplumado (en Sevilla, un casco que se precie tiene que tener plumero estilo Centuria Macarena, ya se sabe).

Total, que a pesar de los bolandistas, los liturgistas y las mariconadas de la rosita y el libro, San Jorge adest en el siglo XXI, con dragón y recatada princesa, que van en el lote completo (la princesa y el dragón) junto con el caballo (blanco, efectivamente, como el de Santiago, también caballero y caballista).

La memoria libre del Misal Romano tiene su colecta, que el que sepa de eucologios sabrá apreciar su remota antigüedad distinguible por la simple estructura y la profunda intención deprecativa:

Señor, alabamos tu poder y te rogamos que San Jorge,
fiel imitador de la Pasión de tu Hijo,
sea para nosotros protector generoso en nuestra debilidad.
Per Xtº. Ntrº. Sñºr. ...Amén.


Y me quedo con la sugestiva certeza de que tuvo que ser grande, muy grande ese Jorge para que la Iglesia de Xtº le recuerde así y pida así su protección; como la Princesa aquella ante el dragón aquel, hoy nosotros con los dragones postmodernos, pero San Jorge está de nuestra parte, gracias a Dios.

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sábado, 21 de abril de 2007

Caligrafías

He estado corrigiendo unos exámenes, de gente de mi edad, señoras cuarentonas, mayormente, con algunas de treintitantos; como otras veces, espontáneamente, he clasificado edades y educación por la caligrafía. Sin tener siquiera rudimentos de grafología, sólo observando, saco conclusiones con bastante aproximación a la realidad. Pero se padece una universal decadencia de la caligrafía, la buena y educada caligrafía que definía tantas cosas de la gente y era una nota de educación y de distinción.

Una vez mi padre acudió a un amigo suyo, excelente caligrafista, para rotular una dedicatoria en un libro de regalo; a él no le pareció bien su letra, y ya quisiera yo tener la letra de mi padre! Tan cabal, selectamente masculina, admirablemente legible y elegante, con cada letra tal y como debía ser, pero con el pulso y el trazo inconfudible de un abecedario personalizado en olografía.

De la letra de mi padre a la mía hay un bajón, que yo noté desde niño, cuando me gustaba leer las postales ocasionales que mi padre me escribía, o alguna de sus cartas, y comparaba admirado mi letra con la suya. Mi caligrafía, en cambio, es cursiva, de pata de araña y vírgulas de notario antiguo; pero sé que impresiona cuando me la leen (o intentan interpretarla/descifrarla) porque no es vulgar ni repetida, sin ser deliberadamente estudiada: Escribo así.

Mis hermanas escriben en redondilla, letra de niña, con un toque agarbanzado; mi hermano es tremendo, y sus renglones siempre me han dado repelús, los leo de prisa, enmarañándome la vista entre sus letrajos. Mi madre y mi tía Antoñita, tienen la misma letra, letras "de bastidor", lentas y con moñitos, como si las bordaran; las madres de algunos de mis amigos, que son de su misma edad, escriben casi igual y lo mismo, con cierta esclerosis gráfica por falta de práctica, ya que lo que más escriben es la firma, listas de compras, notas caseras y poco más.

Mis abuelas y mis tías usaban una exquisita letra inglesa, un poco conventual, porque la aprendieron en colegio de monjas. De entre todas, tía Aguasantas tenía letra de rancia nobleza, hasta en los márgenes y el espacio de la firma. Una belleza de letra aunque escribiera un pedido de tabaco (era viuda y con estanco, que era honroso negocio, sin desdoro para viudedades selectas de provincias).

Pero la que se llevaba palma del mérito era tía María Antonia, que hacía caridad escribiendo cartas. Yo no sé si fue idea propia u ocurrencia recomendada, pero en los años de la guerra y la posguerra le escribió cartas a casi todas las madres y novias "sin letras" del pueblo. Y tantas veces poniendo el papel, el sobre y hasta el sello; "...si no tenían para el puchero, cómo iban a gastar en cartas!...", decía.

Hace unos años, me llevé una sorpresa de esas que te imponen corrección de prejuicios. Fue cuando iba a clases de filosofía en el Angelicum, y coincidí durante unos seminarios sobre Escolástica con gente de otros sitios, entre ellos un grupo de novicios y seminaristas africanos; hablaban en francés y asistían a las lecciones de una religiosa dominica francesa, Soeur Jacqueline L'Amoureux, una especialista en filosofía contemporánea con un bigotazo que la toca le resaltaba llamativamente. Después de una de las sesiones, me interesé por unas bibliografías y me dirigieron a Soeur L'Amoureux, que me las prometió para aquella tarde. Me las entregó en un folio a mano, con una preciosa caligrafía, tan bella que le comenté algo a propósito; ella, sonriendo con su bigotazo intonso, me dijo que no era su letra, y llamó y me presentó a Étiènne, un chico muy simpático, que hablaba un francés de la Sorbona y escribía como un experto pendolista; me contó que aprendió a escribir en su poblado del Congo, en la escuela que allí tenían unas monjas misioneras de la misma congregación que Soeur L'Amoureux.

Yo me alegré y di gracias a Dios, que hace las cosas tan bien y escribe vida con insuperables caligrafías, aunque hoy se vean pocas de calidad notable, y casi no tenga sentido ya la admonición escolar de -"Despacito, y buena letra", con la falta que hace.

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miércoles, 18 de abril de 2007

Sangre común

Todo el mundo civilizado se ha estremecido a causa de los treintitantos estudiantes asesinados por un demente en una universidad de los USA; desde el Lunes pasado, las fotos del suceso han estado en primera página de prensa, noticiarios e internet. Junto a las fotografías de los jóvenes tiroteados, la del presidente Bush jr, que se declaraba "horrorizado" por este nuevo crímen sin sentido, que no es el primero ocurrido en su país.

En otro plano de la actualidad, los muertos de hoy en Bagdad han sido más de 130, que no horrorizan ni al cretino envilecido que preside los EEUU, ni al mundo que se ha acostumbrado a los muertos de Bagdad.

Hasta que el mundo no vea sentados ante un tribunal a personajes tan poderosamente perversos, capaces de provocar una guerra amañada ante la opinión pública, el escándalo por las víctimas de un demente sólo será hipocresía teledirigida de una sociedad enferma que desvaría.

Siento casi un deber moral clamar por el horror de Oriente Medio y la guerra de Irak, para que conste. Y quizá recordarme a mí mismo que no existe una sangre con más derechos que otra para ser derramada en balde, sea el demente autor de la matanza un estudiante perturbado, o un degenerado político encumbrado a una poderosa e impune presidencia.


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martes, 17 de abril de 2007

Quién sería?

No semos náide, que decía aquel. Yo lo digo por el pobre Quevedo - q.s.G.h.- de cuyo polvo enamorado se han escrito por docenas cosas como la que yo escribí, y que luego de tanta semblanza y polvareda, resulta que sólo son 10 los huesos que se certifican como suyos. Que por otra parte es lo que se puede esperar que quede de una osamenta de mediados del XVII, que aunque se proclame enamorada, pulvis et cíneres son, y sanseacabó no tiene vigilia.

Esto de los restos mortales, es asunto cómico o trágico, depende. Yo me echo a temblar si me toca hacerme cargo de renovar nichos de la familia, a la que siento; pero me presto, si hace falta y sin tráuma, a enterrar muertos ajenos, que son otra cosa y que además se gana mérito porque es obra de misericordia. Si los restos son de uno del Siglo de Oro, la ocasión, si se presenta, es para no perdérsela. Yo fuí relativo testigo de uno de esos "descubrimientos", hará unos quince años, en Roma. La cosa no trascendió ni yo voy a pecar de indiscreto, pero algo voy a contar.
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Y fué que un gran prelado de aquí, a punto de llegarle la edad de presentar la renuncia a su Sede, quiso recuperar los restos de un predecesor suyo que por azarosos y penosos episodios de la Historia, finiquitó sus días en Roma, y en Roma se quedó. No es mal sitio Roma para esperar el Juicio y la Vita Venturi Saeculi, y de haber sido yo el muerto y sepultado, maldita la gracia que me hubiera hecho que después de cuatro siglos y medio me hubieran removido los huesos.

El difunto prelado en cuestión descansaba en la cripta de debajo del Altar Mayor de una de las más bellas, artísticas e históricas Iglesias de Roma, codeándose en su descanso con Santos, Beatos, Papas, artistas y prelados de primer rango (aunque él también lo era). El prelado que tuvo la ocurrencia de reintegrarlo a su sede hispana, usó de todas sus influencias para conseguir de las altas instancias de la Iglesia y el Estado que su deseo se viera cumplido, y lo consiguió. No sé si querría añadir un capítulo a la Historia a costa de no dejarla descansar, pero, aparentemente, lo intentaba.

Después del papeleo, lo último era recoger los restos y traérselos a España. Y llegada que fué la hora de esa emocionante operación, surgió el más insospechado de los obstáculos (para el prelado y los ejecutores de su capricho). Fué este que los muy cándidos pensaron que debajo de la losa, estaba el muerto; pero la lápida con su inscripción era una más entre las muchas del solemnísimo presbiterio, y debajo de la losa no estaba la sepultura individual; debajo de la losa estaba la amplia cripta del espacioso presbiterio con todas las sepulturas que se pueden imaginar.
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- "¿Y cual es?..."

- "¿Y cual será?.."

- " ¿Y cual sería?..."

Y como nadie sabía, ni en ningún papel rezaba, ni ningún documento lo contaba, se resolvió el dilema mortal con la más expeditiva circuspección por aproximación. Esto es: Miraron desde la cripta al techo de la bóveda, y calcularon la losa de arriba, y trazaron una perpendicular a tierra, y la sepultura que cayó debajo esa fué; recogieron los huesos, los pusieron en una caja ad hoc, se levantó acta solemne, y se trajeron el reverendo depósito al corazón de España.

Unos amigos y yo, testigos cercanos del episodio, todavía nos preguntamos qué fraile sería el solemnemente trasladado, porque apenas cabe duda de que el buscado no fué el hallado ni el recibido. A saber.

Y es que quizá, como decía, el eximio prelado estaba ya acomodado en el humus de la Roma eterna, y se las apañó para no moverse...a estas alturas.


É vero, ma non so s' é ben trovato.

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Por un plato


Eran restos de viejas vajillas que se iban rompiendo en la mesa o el fregadero, y los impares sobrevivían a la suerte de la compañía; los desportillados, cascados, rajados y pegados, dependía de la gravedad de cada caso para concederles un efímero indulto.

Tuve un bisabuelo, coronel de caballería, que fué experto en la faena: Rara era la noche que no partía una sopera en la cena, bién asentándola con golpe seco sobre el salvamantel, bien dándole un marcial golpe de cazo o cucharón. Las soperas, fuentes, besugueras y salseras víctimas del abuelo Ricardo, eran legión.

Aparecían con dignidad cuando podían salir nones, sin el resto de la vajilla original; esto es, o en la mesa familiar de confianza, sin invitados, o cuando se mandaba un regalo guisado en casa - o postre o fruta o dulces - a casa de alguien. Pero no estaban para solemnidades.

Y eso que eran buenos: De la Cartuja, o con los bordes dorados y las iniciales del bisabuelo y la bisabuela también dorados; otros eran de nosequé fábrica de nosedonde sitio; de un viaje a Inglaterra, trajeron una vajilla completa, que también fué pereciendo plato a plato.

En mi familia siempre hemos tenido artistas domésticos, y con los platos sueltos hacían virguerías: Los pintaban, los adornaban, los doraban; al final se colgaban en el patio de dentro, entre las macetas de las paredes. De mi tío Antoñito que murió en el Frente de Extremadura, había toda una colección con motivos geométricos, otros con flores y algunos con perros y caballos. Originalísimas eran las creaciones de tía Aguasantas: Iba guardando los trozos rotos de platos, tazas, azucareros, y cuando tenía juntos un lote, los iba pegando con escayola forrando macetas, tinajas y orzas pequeñas que resultaban la mar de decorativas para adornar el patio o algunos rincones de casa.

Otros restos desportillados de vajillas, algunas veces volvían, no se sabe cómo, a la mesa, y eran toda una nostálgica evocación del tiempo que se fue rompiendo con los platos. Ayer tuve un reencuentro con uno de esos platos heroicos, y fue una emoción tomar la sopa sorbiendo recuerdos a cucharadas.


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domingo, 15 de abril de 2007

Una tarde limpia


Una tarde entre Abril y Mayo; muy clara de luz, pero nublada porque ha llovido y está el corralón mojado. Hace un poco de fresco, y nos han recogido en el comedor que da al patio grande. Mi madre y mi abuela están en el salón, con alguien que ha llegado de visita. Nosotros estamos jugando, haciendo un pasito con flores y velas sobre un cajón; hemos puesto una estampa grande de cartón, con una Virgen.

Mis tias entran en el comedor, con las tatas; han empezado a rezar el Rosario; los niños seguimos jugando.
Vuelve a llover; las tatas han recogido la ropa tendida del soberao y la ponen sobre las mimbres con los braseros encendidos, para terminarla de secar. Llaman desde la cancela del zaguán, y es tio Enrique, que nos trae un nido de tórtolas, con sus huevecitos de color.

Ya ha terminado el Rosario; de la cocina sale olor a café, para los mayores que lo van a tomar en el salón, con la abuela y mamá; nosotros merendamos en la cocina. Nos han llevado al salón; mi padre entra por la puerta del despacho, y se sienta junto al balcón de la cristalera, meciendo a la niña chica en las rodillas.

Empieza a tocar la torre, el primero para la Misa. Mis tias se ponen las gabardinas y los velos, y me llevan de la mano, por la calle recién llovida, a la Iglesia. Dan el segundo en la torre; también suena otra campana en el Reloj de la Villa; todavía es tarde clara.

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viernes, 13 de abril de 2007

Su polvo enamorado


Me reconozco cierta simpatía con lo fúnebre; no morbosa, sino religiosa/espiritual/cultural, si me explico y se me entiende. Bastante de lo funerario subsiste todavía entre nosotros, siendo parte de lo mejor que va quedando de nuestra vieja herencia cultural, la de toda la humanidad, tan necrófila desde siempre por inclinación connatural.
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Dudo que la terrorífica utilización de horrendas y desfiguradas calaveras de esas que se tatúan algunos y otros llevan en las camisetas, o como adornos, tenga que ver con la cultura ancestral que ha evocado el más allá desde la contemplación desengañada de lo caduco mortal; aquello es disfraz de moda comercial, y lo otro un ejercicio para el que no está capacitada la sesera de las tribus de la post-modernidad.
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Todo momento cultural tuvo su meditación sobre la muerte, desde el "Et in arcadia ego" parnasiano, al "Dies Irae" del medievo o el "Ubi sunt" re-topicado y renacentista. Pero en calidades fúnebres, el Barroco es relativamente insuperable; la captación y expresión conceptual, formal y estética, de lo efímero ligado a la muerte, es espléndida y dinámicamente expresiva.
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El Gran Bernini, tan vitalista en toda su obra y su genio, fué el gran tramoyista del tema de la muerte barroca. Roma entera y toda Europa después, se llenaron de tremendos monumentos El esqueleto dorado bajo el pesado paño enseñando guadaña y reloj de arena al Papa Alejandro VII orante, es el "Sancte Pater: Sic transit gloria mundi!" del ceremonial pontificio, con todo su traumático realismo pero en su más envolvente y fascinante belleza, hecho marmol y bronce.
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Nuestro catedrático barroco de la muerte es Quevedo, que regala al Siglo de Oro una indiscutible cima literaria, cenit al declinar un ocaso nunca tan bien cantado ni tan inteligentemente sentido "more hispano", tan gallardo, tan hidalgo, tan arrogante...
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"...Serán ceniza, más tendrán sentido; polvo serán, más polvo enamorado"
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Nadie ha dicho eso, ni de esa forma desafiante, que reconoce la muerte y llora lo que se lleva, pero afirmando la perdurabilidad del amor y de lo amado, en desafío de inmortalidad, en vena de esperanza.
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Hoy he leído que un equipo de investigadores de la Universidad Complutense han identificado los restos de Don Francisco de Quevedo y Villegas, en la cripta de la capilla de Stº Tomás de la Parroquia de Andrés Apóstol, en Villanueva de los Infantes.
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En esta aparente lejanía de cuatro siglos, me emociona la barroca actualidad de ese polvo enamorado, que aspiro también a ser: Non omnis moriar!
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miércoles, 11 de abril de 2007

Cordero Pascual

Algunas de las más felices mañanas de nuestra infancia, las vivimos mis hermanos y yo cada Domingo de Resurrección: Era como una mañana de Reyes, pero con borrego.

A eso de las siete y media o las ocho, pegaban en el portón de la calle y dejaban en el zaguán un corderito atado, regalo de Pascua de un amigo de mi padre, ganadero, que cada año tenía ese detalle con nosotros.

En teoría, el borrego era para engordarlo y matarlo en verano, para la Virgen; pero mientras llegaba su día, se convertía durante cuatro o cinco meses en la mascota de la casa. Ya la mañana de Resurrección, recién llegado, se le ponía al cuello un lazo colorado con un cencerrito. Que era la admiración y la envidia de los chiquillos de la calle y alrededores, ni que decirlo. Sacar a pasear al borreguito, era un alarde, una distinción, una admiración.

Éramos cinco y un borrego: Mi hermano, mis tres hermanas y yo con el animalito, tan blanco, tan blando, tan bueno...

Así hasta que al mes, empezaba a trompar. Primero hacía gracia; luego era un espectáculo y organizábamos corridas de toros con el borrego, que embestía como un miura; una de mis tias casi se magulló una cadera con una trompada que le arreó el morueco en potencia.

Cuando apuntaban los cuernecillos, era un acontecimiento, algo así como cuando a los bebés les asoma el primer diente: - "Mamá, que el borrego ya tiene cuernoooooooo..." Y cuando mi padre llegaba a casa, cinco niños se le echaban encima contándole la novedad de los cuernos del borrego. (Mi padre disfrutaba con el borrego más que nosotros, por nosotros, no por el borrego).

El tráuma ocurría a mediados de Agosto, con las vísperas de la Virgen y la sentencia del borrego. Avisaban a un carnicero, para que matara al animal. Nosotros cinco, acobardados, en el corral, observando todo a prudente distancia, con el miedo y la fascinación que un sacrificio impone a cualquier morbosa mente infantil.

En mi casa, las catequesis eran al natural y en directo: Si se mataba un pollo, nos enseñaban la hiel verde - "...como la que le dieron al Señor en una caña..."; y a propósito del borrego, todos los años nos daba la compunción cuando nos recordaban que -"...era como el Señor, que no se quejaba en la Pasión: Mira, mira el animalito, que ni berrea el pobrecito..."

Después de la catequesis y el shock traumático del degüello, despellejo y descuartizamiento, ¡a ver quién se comia el cordero! De niño, no miento si aseguro que nunca comí cordero.

Ahora de mayor, sí que lo como con gusto, casi un lujo ritual cuando pasa Semana Santa y llega Pascua. Hoy mismo he almorzado unas chuletitas de cordero; mordiendo carne ternísima y royendo frágiles huesos, me he sentido un voraz Cromagnon y un israelita del Éxodo, todo en uno y sin solución de continuidad.

...Pero, sobre todo, me he acordado de nuestro Cordero Pascual, ¡ quién lo tuviera!

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martes, 10 de abril de 2007

High Church/Low Church

Las circunstancias históricas que condicionaron los orígenes y la posterior evolución de la Iglesia anglicana, la definen con una irrepetible personalidad, tan apropiada al carácter de la misma Inglaterra y sus gentes.
Todavía en pleno siglo XIX, con el Movimiento de Oxford y los tractarianos revolucionando el stablishmen de la Iglesia Inglesa, los más “sólidos” de aquella clerecía victoriana se complacían en reconocerse como la “vía media” entre el Catolicismo Romano y las Confesiones Protestantes surgidas de la crisis de la Reforma Protestante; el mismo John Henry Newman, antes de su conversión a Roma, imaginaba a su querida Iglesia en esa intermedia posición.

Fue en el siglo XVIII con sus crisis parlamentarias, las difíciles y polémicas sucesiones de los Estuardos (católicos o filo-católicos) y la entronización de la nueva dinastía de los Hannover, luterana por su procedencia germana, cuando se defínen dos tendencias que, con el tiempo, convivirán en relativa armonía dentro del anglicanismo, pero manteniendo perfiles marcadamente distintos:

Una llamada “High Church” (Iglesia alta), aferrada a la antigua tradición eduardiana (e incluso recurriendo en algunos casos a la memoria del “status eclesiástico” de los años de Enrique VIII y las primeras y originales concepciones de la “Iglesia en Inglaterra”); iglesia con un más o menos confesado aprecio por la liturgia y la tradición romana, que se complacerá en la “restauración” de todos los elementos católicos que se puedan incorporar a la liturgia reformada; identificada con el trono y de tendencias conservadoras en política; con una reconocida presencia en los ambientes de las elitistas universidades inglesas, fué, en cierto sentido, la creadora de aquel “ambiente” del que surgiría el Movimiento de Oxford.

Y junto a ella, una “Low Church” (Iglesia baja), más cercana a las confesiones Reformadas del Continente, simpatizante del luteranismo de los Países Bajos, Dinamarca y los Principados Alemanes; en sintonía con el parlamentarismo más reivindicativo; anti-ritualista y anti-romanista, con una liturgia de púlpito, no de altar; favorecedora del sentimentalismo/emocionalismo de la “experiencia” y la “conversión”; ambientadora, por su parte, de las nuevas corrientes que derivarían en nuevas confesiones que se separarían de la Confesión Anglicana.

Todavía hoy, a pesar de la decadencia de la Iglesia Anglicana, se pueden reconocer esas dos “iglesias” alta y baja, con sus clérigos y sus simpatías/proclividades respectivas. En sus extremos, lo que creen y lo que celebran conserva un mínimo de reconocible identidad. En la Confesión anglicana conviven hoy realidades tan dispares como las mujeres admitidas al ministerio pastoral ordenado-jerárquico, los clérigos gay-homosex, una variadísima gama de tendencias pastorales y litúrgicas y una parte notable cada vez más cerca de Roma y más despegada del anglicanismo.

Viene este excursus por la semejanza que encuentro entre aquellas dos “iglesias” y la actualidad en nuestra Iglesia Católica: Una parte de la Iglesia en comunión y fidelidad con Roma, y otra parte definiéndose, más o menos explícitamente, en contra de la doctrina, la liturgia y la moral de Roma.

Digo esto con todas las salvedades, excepciones y matices que caben en consideración al tratar un fenómeno con tantas particularidades; pero me atrevería a mantener la tesis en este sentido de la separación/división de hecho, y más o menos generalizada, dentro de la Iglesia Católica.

El problema es, ante todo, “de clérigos”, en cuanto que de las actitudes y actuaciones de los pastores han derivado luego las situaciones que se han hecho corrientes, y que se han aceptado o tolerado sin apenas oposición por parte de los últimos responsables de la Jerarquía.

No se me ocultan las dificultades de los Obispos para mantener una necesaria evangelización amplia, al día, y abierta a los retos que plantea el presente y el futuro próximo; pero a la vez constato cómo tantas veces la opción por la evangelización se ha favorecido a costa de la pérdida u olvido de valores y fundamentos sin los que no puede existir una auténtica y responsable pastoral católica.

Existe un clero, en este sentido, “irrecuperable”. Una parte notable de nuestros sacerdotes apenas encajan en el perfil sacerdotal católico-romano; el mito de la “iglesia del concilio” ha causado estragos; la confusión por deficiente e incompleta formación y la “contaminación” por ideologías ajenas e incluso adversas, han hecho lo demás.

El caso reciente de la parroquia madrileña de San Carlos en Entrevías, y algunos más de aproximada gravedad en otros puntos de la geografía pastoral española, más o menos conocidos, evidencian una triste realidad: Junto a una Iglesia Católica con sacerdotes y fieles católicos, convive otra que ni cree, ni enseña, ni celebra lo que la Iglesia Católica Romana, con la que mantiene una aparente comunión, en cuyas estructuras pastorales se comprende, pero de la que dista hasta el punto en el que no se le puede reconocer como parte de esa misma Iglesia Católica. Me alarma ver cómo se afianzan creencias/comportamientos que no son católicos y que apenas se pueden definir siquiera como cristianos.

En la Iglesia católica ha sido una constante histórica la pluriforme manifestación de liturgias, espiritualidades, pastorales, etc. todo conformando el riquísimo mosaico de la catolicidad eclesial apostólica. Nada más distinto que la reclusión y el silencio cartujano de San Bruno comparado con el activismo misional y de vanguardia practicado por la Compañía de Jesús, tal y como la concibió San Ignacio; ni liturgias de formas tan distintas como la de Roma al lado de las de tradición Oriental. Y sin embargo todas estas cosas han convivido sin oposición ni contradicción dentro de la misma Iglesia Católica desde sus orígenes.

Hoy apenas es reconocible lo católico en grupos “de base” que improvisan liturgias, practican éticas o reivindican formas incompatibles y opuestas a la fe católica. Las señas de identidad de estas “comunidades” incluyen las nuevas tendencias y las derivaciones de las "teologías modernas" desde la “teología de la liberación”a las extravagancias de la “teología inclusiva” de las feministas, etc.

Si ha llegado la hora inexcusable de decantar actitudes y actuar en consecuencia, Dios lo sabe; pero nuestros pastores no pueden mantenerse en ese “laissez faire” que ha causado y está causando estragos, escándalos y confusión en un medio ya suficientemente estragado, escandalizado y confundido en el que las distancias de credos, celebraciones y formas separan y conforman "iglesias altas y bajas" a la anglicana...y a veces ni eso siquiera.

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domingo, 8 de abril de 2007

Miróforas


Cuando leo los Evangelios, sin más profundidades, me impresiona el acertado realismo de lo que cuentan, aunque se esté narrando lo que excede, por sobrenatural, las cosas humanas. Aún en el Misterio, se impone la humanidad de sus participantes.

Por ejemplo, las escenas en las que salen mujeres: Siempre son mujeres, muy mujeres, comportándose con las formas más naturales y espontáneas de cualquier mujer: Ya sean Marta acelerada y hospedera, ya María absorta, o Magdalena obsequiosa y emocionada, o la Samaritana, conversadora, o la Hemorroísa tímida y decidida; o la Madre, tan madre siempre desde Belén al Calvario pasando por Caná...Hasta la Verónica de la VIª estación del Viacrucis, o la mujer de Pilato - Cláudia Prócula - ; todas son mujeres de verdad, sin figuraciones.

En la Pasión las mujeres aparecen siguiendo al Señor y lamentándose por Él; luego a distancia del Calvario, para terminar estando - aquellas Tres Marías - junto a la Madre del Señor y el Evangelista, al pié de la Cruz.

Después siguen hasta el Sepulcro, y son las últimas en retirarse; también las primeras que en la alborada, apenas despunta el Día Primero, van con los bálsamos perfumados, con la intención de completar lo que se debía hacer.

La conversación de las Tres Marías caminantes, son palabras de mujer : "...Quién nos moverá la piedra de la entrada del Sepulcro?..."

Los cristianos ortodoxos llaman al Domingo de Resurrección el Domingo de las Miróforas (las que portan el "myron", el especioso bálsamo de olor para ungir el Cuerpo del Señor).

Las veo en la Iglesia, en nuestras Iglesias, hoy como entonces: Las últimas que se van, las que preparan todo, las que están pendientes de lo que falta, las primeras que llegan, las que esperan a que la Iglesia se abra...

...como las Miróforas: Creen y esperan y aman intensamente - mujeres - a su Señor Muerto y Resucitado!

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