La primera vez que leí las Etimologías, quedé sorprendido del sumario de cosas y de la forma tan sumaria de exponerlas. Si fué el libro más leído y copiado y difundido, amén de la Biblia, entre los siglos VII-XI en la Europa de la oscura Alta Edad Media, se entiende el bajón cultural de aquella época de crisis.
También me sorprende siempre que la Hispania visigoda fuerte y unida que conoce San Isidoro, sea la España invadida y vencida por los árabes menos de un siglo después. Pero todavía es más sorprendente que el eco de aquella España isidoriana haya llegado hasta nosotros, tan relativamente sonoro.
Mi primer acercamiento isidoriano, todavía de estudiante, fué un trabajo sobre el IIº Concilio Hispalense, en 619. Parece que estoy viendo el volumen del Tejada y Ramiro que me consiguió mi maestro, el P.Antonio García del Moral, dominico, al que tanto echo de menos para tantas cosas; sabía aconsejar, orientar, documentar, como un verdadero maestro. El trabajo resultó brillante. Entre insulsos temas "de actualidad" escogidos por mis compañeros de áula, este servidor expuso un "Breve estudio del florilegio patrístico del IIº Concilio Hispalense, bajo San Isidoro. Cuestiones Trinarias y Cristológicas", que conmocionó al profesor y al alumnado, que no sé si se enteraron siquiera de qué iba la cosa. Triunfante, así salí yo; y también isidoriano agradecido y de afición.
No me gusta, sin embargo, esa vocación politiquera que le quedó como herencia isidoriana (y leandrina) al episcopado español, tan proclive a meterse en fangos de este mundo, vicio del que no se han librado todavía y que, al parecer, viene con la mitra como el piojo en la liendre.
Pero mi afición isidoriana es más libresca que piadosa; quiero decir que le leo, le admiro, le rezo lo hay que rezar...pero no le tengo devoción-devoción. Quizá porque en Sevilla tampoco se le tiene demasiado apego, me parece. Tiene Parroquia dedicada, hay algunas reliquias suyas, sale en el Corpus en imponente imagen de plata de las del Altar-Monumento de Laureano de Pina, y el admirable retrato que le pintó, figurándoselo, Murillo (una de las mejores pinturas de obispos de todo el Arte Cristiano); hasta sale en los escudos de la Ciudad y del Sevilla F.C. Se le recuerda, se le cita, se le admira...pero devoción-devoción, no se le tiene, que yo sepa. No sé si en León se la tendrán, que allí es tradición que está su cuerpo.
Eso es otra cosa que me gusta contar del Santo: El episodio del descubrimiento-traslación de sus Reliquias de Sevilla a León. ¿Lo cuento?...Pués ahí va:
Resulta que al Rey Fernando I de León se le antojó, no sé por qué, tener reliquias de Santa Justa. Como hacía poco que había hecho tributario suyo al rey taifa de Sevilla Al-Mutandid (el padre del rey poeta Al-Mutamid, el de la Romayquiya), organizó una embajada para que buscaran y se trajeran de Sevilla las reliquias de la Santa (que tampoco sé por qué el empeño en Santa Justa y no también en su hermana Santa Rufina, cuando bien se sabe que estas dos siempre iban y van juntas y con la Giralda enmedio). La embajada la presidía el entonces obispo de León, un santo varón llamado Alvito (o Avito); con él iba también el obispo de Astorga, un tal Ordoño.
Llegados que fueron a Sevilla, el pobre Al-Mutandid se vió en el apuro de confesarles que allí no tenían ni remota idea de dónde pudieran estar y conseguirse las reliquias de Santa Justa, con lo que quedaron todos - incluídos el rey moro - desazonados y desconsolados. Pero...He aquí que aquella noche, estando dormido Don Alvito, vió aparecérsele - en sueño o en visión, a saber - a un imponente obispo con mitra y báculo que se le presentó como San Isidoro, y que dando tres golpetazos con el regatón del báculo le decía con solemne voz: - "Hic, hic, hic! corpus meum invenies!!!"(Aquí, aquí, aquí! mi cuerpo hallarás!!!).
Y así fué, porque repuesto del susto Don Alvito de León, los moros sevillanos y los cristianos leoneses se pusieron a buscar y encontraron las reliquias corporales del gran San Isidoro que, envueltas en ricas telas ofrendadas por Al-Mutandid, fueron llevadas desde Sevilla a León. Por cierto que en el viaje se murió Don Alvito, no se sabe si del susto o de la emoción, o de las dos cosas. Y allí que quedó San Isidoro, con Colegiata, Panteón de Reyes y magnífica arca de plata con Custodia y todo, en León, donde le tendrán la devoción que en Sevilla apenas se queda en memoria.
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Todo esto sucedió el año del Señor de 1063, que era cuando estas cosas pasaban, y aquellas Etimologías se copiaban y leían y admiraban. Si uds. dudan, no duden, que lo cuentan tres crónicas: La Silense (de Silos, de principios del siglo XII), la Najerense (de Nájera, segunda mitad del siglo XII), y la Historia de los Milagros de San Isidoro, de Lucas de Tuy (s.XIII).
Hace unos años hice solemne donación a una Hermandad vinculada a mi familia de una reliquia de San Isidoro, con su auténtica y todo, que tenía en casa. La Hermandad quedó honradísima y mandó labrar un rico relicario de plata, donde ha quedado expuesta la reliquia isidoriana, a los piés de la Virgen: A Esa sí que le tengo devoción... (Seguro que San Isidoro me comprende).
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Supongo, querido Terzio, que el traslado de la reliquia de tu casa a la Hermandad nada tendría que envidiar a la del cuerpo de San Isidoro de Sevilla a Toledo. En este caso tu mismo serías una especie de trasunto de Don Alvito, así que me congratula que hayas podido sobrevivir para contarlo.
ResponderEliminarUna versión novelada de esta última traslación se la leí al alemán Frank Bauer en "El puente de Alcántara"
No, porque no soy obispo ni sufrí la aparición de ninguno, gracias a Dios.
ResponderEliminarAdemás, no hubo moros por medio...que, por si no te lo has imaginado, por ahí debe andar el busilis de ese enigma.
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Yo soy más Fernandino, la verdad.
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