Señora mía,
luz de mi alma,
sol de mi día:
Tú que trajiste
al Santo Mesías,
Enmanuel Bendito,
Jesús, nuestra vida.
Reina gloriosa,
pura y piadosa,
dulce refugio,
de quien te implora:
consuela el llanto
de aquel que llora;
con tu ternura
cura el quebranto
del que se cubre
bajo tu manto.
Virgen y Madre,
zarza que arde
sin acabarse,
la puerta de tu Hijo
para nos abre.
Oye los ruegos,
para que salven
sus almas quienes
rezan tu Ave.
O Regina,
O Spes nostra,
Stella Maris,
Salve!!!
+T.
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