sábado, 16 de abril de 2016
Nuestro iceberg
La REC es una de esas ocasiones/celebraciones que han estandarizado la aberración del des-catolicismo. Se entiende, pues siendo un congreso de colegios/centros de educación religiosos y estando estos, mayoritariamete, en manos y bajo la dirección de congregaciones religiosas, estando estas inmersas en la profunda crisis de des-identidad desde el post-concilio, hace 50 años, todo lo que gestionan sufre la degeneración que les transmiten sus directores.
Con repugnancia, temiendo ver cosas que indignan los sentimientos de cualquier católico consciente, suelo echar un vistazo a las grabaciones con las imágenes de algunos los actos de la REC, especialmente las de la celebración de clausura. Si Uds. quieren, vean el yutube:
https://www.youtube.com/watch?v=kbQyyGnZCKI
No comentaré en detalle, solo un par de particulares, muy concretos. Pero diré que toda la celebración me parece un gran abuso: El ambiente de espacio-luz-sonido es el de un espectáculo made in Hollywood; como aquello es California y aquel mundo existe allí mismo, supongo que se trata - consciente o inconscientemente - de un acto/ejemplo de inculturación. Allí las cosas se hacen así y la liturgia de la Misa se somete al estilo de allí. El resultado es esa especie de sensación de sala de espectáculos, con sonido, cantantes, música y danza, protagonistas/actores y espectadores sentados en sus asientos y que a veces co-protagonizan también. Vean algunos detalles:
- Extrañas danzantes
- Extraños ritos
- Extraños gestos de concelebración
- Extraños gestos de concelebración general (todos concelebran)
- Extrañas ostensiones
- Extrañas procesiones
En el minuto 1:07:40 comienza el ofertorio, con todas esas adaptaciones modernas que gustan tanto a los ceremonieros: Seglares vistiendo el altar, más seglares haciendo el oficio de los acólitos, mujeres que se acercan al altar, danzarinas que llevan los cirios, gente con trajes típicos que llevan las ofrendas...etc.
Me llaman especialmente la atención las grandes jarras de cristal con vino, cinco o seis o más (dos o dos y medio litros cada una?). Con ellas se van a transgredir un par de rúbricas del Misal Romano (novus ordo), una que prohíbe los vasos sagrados de cristal (por su transparencia y fragilidad (salvando, además, la consideración de la indignidad de unas jarras corrientes en vez de los cálices prescritos)). La segunda transgresión será la comunión con el Sanguis, que, según el vino presentado en el ofertorio, tuvo que ser numerosa, pero sin justificación dadas las restricciones que el Misal Romano (rito ordinario) pone a la concesión de la comunión de los laicos con el Sanguis. Como en la inconsciencia de los liturgistas responsables/preparadores de la celebración late la firme convicción de que el Misal Romano (novus ordo/rito ordinario) fue concebido para ser transgredido, ninguno de estos dos particulares que reseño resulta (para ellos) problemático. Aunque las rúbricas escritas no se cumplen, sí se observa 'el espíritu' del actual Misal Romano (postconciliar/novus ordo/rito ordinario) y la intención de sus autores/promotores.
El otro particular que me ha provocado es el de unos oferentes en particular, dos hombres que se acercan al arzobispo y al altar llevando con ellos a un niño de unos cuatro o cinco años (ver a partir del minuto 1:11:40 del yutube); en la grabación se ve al niño abrazando a sus dos ¿papás? Porque eso es lo que parece ser: Una aberrante pareja homo, con pseudo-hijo acompañante, llevan la ofrenda, que recibe el obispo y que ponen después sobre el altar - némine discrepante - abrazándose tierna y emotivamente cabe el altar. Lo más probable es que el tierno abrazo, como todo lo demás, estuviera previamente ensayado. El arzobispo, aunque se le vea con cierra cara de pena, se presta y celebra. y no es el lamentable Mahoney (que es uno de los concelebrantes), sino su sucesor, el receptor de una, como se ve, lamentable herencia que - como se ve igualmente - mantiene y no erradica.
Concluyendo, aprovechando la novedad del documento recién publicado, podríamos decir, resumiendo, que la Amoris Laetitia no es nada más que la punta de un catastrófico iceberg.
+T.