El otro día, mientras se rezaba en la Misa el pasaje de San Pablo en el Areópago (Act 17, 16 ss.), pensaba que el escarceo de San Pablo con la élite cultural del momento inauguró una nueva tentación que ya no abandonaría a la Iglesia, o, más bien, a los hombres de iglesia, esa especie tan versátil y peligrosa para la Iglesia.
La tentación debe entenderse como atracción, cierta fascinación, más o menos intensa, por el mundo del pensamiento, las formas, la palabra. También hay que entender que tal fascinación pudiera esconder, envolver, disimular un cierto hastío, cansancio, decepción de la fe, por las cosas de la fe, o una disimulada displicencia por la gente común que, simplemente, tienen fe. Y por eso se siente intensamente el tirón del nivel, de la clase, surgiendo así el prurito de la inquietud evangelizadora de lo selecto-mundano. La filosofía, como en el episodio paulino del Areópago, presta una coartada excelente para ello.
Cuando se considera que vivimos, nos movemos y existimos bajo la quasi dictadura de textos como este:
"Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón. (...) La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del genero humano y de su historia."
Cuando se reflexiona, decía, sobre este programático leit motiv, tan alabado por todos los afectados (los de aquella generación contemporánea del texto, principalmente), se comprende en parte la inundación de elementos extraños que sufrimos, cada vez más anegados por las olas (y sucesivas oleadas; tsunamis, incluso) que los hombres de nuestro tiempo agitan y traen a nuestra puerta, siempre simpáticamente abierta a todos y a todo. Por eso pasan estas cosas, verbigracia:
La Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales a favor de que se mantenga la ley de uniones civiles que reconoce el 'matrimonio igualitario'
" Los obispos católicos de Inglaterra y Gales han dado su respaldo explícito a ley de uniones civiles entre personas del mismo sexo vigente en ese país ante la posibilidad de que esta figura legal acabe por suprimirse y quede solo el matrimonio. Todo ello ocurre al mismo tiempo que desde otros lugares llegan indicios de que persisten las actitudes de rechazo o incluso se refuerzan.
La petición de la Conferencia de Obispos Católicos de Inglaterra y Gales de que se mantenga la vigente ley de uniones civiles tras la aprobación del matrimonio igualitario. La petición forma parte de las respuestas a un cuestionario enviado por el gobierno británico a este respecto para valorar si es necesario que siga existiendo figura legal de las uniones civiles una vez el matrimonio ha quedado abierto a las parejas del mismo sexo (la ley británica de uniones civiles, recordemos, fue una ley creada específicamente para parejas del mismo sexo cuando a estas no se les permitía el matrimonio, y a ella no pueden acogerse las parejas heterosexuales). En caso de desaparición de esta figura, las personas que contrajeron unión civil verían estas convertidas automáticamente en matrimonios o han de poder seguir como unión civil.
La opinión de los obispos católicos es contraria a la desaparición de las uniones civiles. Según afirman, hay parejas del mismo sexo católicas que quieren seguir unidas civilmente porque creen que el matrimonio es entre un hombre y una mujer. 'Hemos recibido representaciones de algunas lesbianas y gays católicos que afirman no desear contraer matrimonio homosexual y que temen que sus derechos queden eliminados si se abolen las uniones civiles. Hay lesbianas y gays católicos que han contraído uniones civiles para garantizar unos derechos legales importantes y necesarios pero que no desean casarse ante los ojos del Estado ni tampoco ver su unión civil automáticamente ‘convertida’ en matrimonio. Retirar el derecho legal de estas parejas del mismo sexo que no desean 'casarse' a contraer una unión civil significaría retirarle derechos legales para estas personas en el futuro', argumentan."
La noticia es curiosa, porque parece moral pero incluye, como supuesto, una inmoralidad básica preliminar. ¿Lo distinguen Uds.? Como justificación, se recurrirá, supongo, al argumento del mal menor, que es aplicable, no lo discuto. Lo que discuto es que estamos afincándonos en el malminorismo como recurso ante todo y para todo, pudiendo suceder (quizá ya haya sucedido) que una acumulación de opciones malminoristas nos obstruya perniciosamente el circuito moral, con resultado colapsante-mortal.
Esta otra muestra también va de lo mismo, en Brasil:
La Iglesia brasileña, a favor de "un amparo legal" para las uniones gay
"(...) 'Es necesario dialogar sobre los derechos de vida común entre las personas del mismo sexo, que deciden vivir juntas, necesitan de un amparo legal en la sociedad', dijo el secretario general de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil, Leonardo Steiner, en una entrevista publicada el jueves por el portal de internet del diario O Globo.
Hace un año, la Iglesia se opuso a una decisión de la justicia brasileña de permitir que personas del mismo sexo puedan casarse ante un notario, tal como ocurre con los matrimonios civiles heterosexuales en Brasil, el país con más católicos del mundo.
Según el sacerdote, la Iglesia está en cambio constante: 'Ella no es la misma a través de los tiempos. Teniendo el Evangelio como fuerza iluminadora de su actuar, la Iglesia busca respuestas para el tiempo presente`(...) La Iglesia siempre busca leer las señales de los tiempos, para ver lo que se debe o no cambiar. Las verdades de fe no cambian' (...)"
Se habrán estremecido Uds. con la cita del hereje-sacerdote ese: "...la Iglesia está en cambio constante y no es la misma a través de los tiempos...", justamente la sentencia contraria a la verdadera, aquella 'Semper eadem' que algunos piadosos prelados escogían como lema. Como el venerable Cardenal Alfredo Ottaviani, una de las mentes lúcidas que supo ver que el horizonte post-vaticanosecundista amagaba cataclísmico.
Para cerrar el cuadro, esta otra sorprendente noticia, de análogo signo:
El obispo maltés Charles Scicluna presente en un acto convocado por una asociación gay-católica
Scicluna, el mismo, el inquisidor vaticano de la pederastía criminal etc. etc. etc. El mismo:
Charles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, tras afirmar recientemente que las uniones entre personas del mismo sexo suponen un "acto moral muy grave", acudió este fin de semana a un evento realizado por la organización Dracma, un colectivo católico de personas LGTB, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.
"Charles Scicluna, obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta, ha sorprendido este fin de semana al acudir a un evento convocado por una organización de minorías sexuales del país europeo.
Scicluna acudió al acto convocado por la organización Dracma, un colectivo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales católicos, con motivo del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia.
El obispo acudió al acto contra la discriminación acompañado por un grupo de sacerdotes católicos, mostrando su respaldo al trabajo que llevan a cabo los activistas de la organización Dracma.
Scicluna, pese a mostrar públicamente que celebra el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, condenó recientemente el reconocimiento de los derechos de la diversidad sexual.
El obispo auxiliar de la Iglesia Católica en Malta manifestó que reconocer el derecho de las parejas homosexuales a unirse mediante uniones civiles supone un acto moral muy grave."
Allí estaba Scicluna, sin miedo a la contradicción manifiesta, manteniendo el non possumus pero yendo al acto de los gay-lesbis, no sé cómo y con qué cara.
Nos quieren hacer tragar que no hay conexión entre homosexualidad y pederastía, que no existe ilación entre reconocer la homosexualidad (reconocer la 'bondad' de la homosexualidad???), defender el derecho al respeto de lo homosexual, y los efectos que se derivan de la práctica homosexual (la pederastía que tanto afligió y aflige a la Iglesia, por ejemplo).
¿Qué hace Scicluna en un acto de esos? ¿Qué significa estar en contra de la 'homofobia', un concepto creado, promovido e impuesto por la militancia gay?
¿Qué es lo contrario de la homofobia? Por supuesto, la homofilia. Si se profesa la homofilia, en consecuencia se ha de defender la honestidad de la práctica homosexual. ¿No?
¿Qué hacía Scicluna en un acto de esos?
Perfectamente, Scicluna nos podría responder que estaba practicando la Gaudium et Spes.
Seguramente, probablemente, con la vocación y la determinación de Gaudium et Spes.
Con-fraternizando con nuestro mundo.
¿Pero Él no nos dijo que no éramos del mundo?
¿Pero Él no dejó dicho que su Reino no es de este mundo?
Oremus: Adveniat Regnum Tuum!
+T.
Sí, oremos, porque esto ya pasa de rosca.
Ven pronto Señor.
Isabel León.
Tranquilidad que estamos bajo Su amparo:
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=tn3BtNmtCyg
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ResponderEliminarA pesar de lo que Ud. dice, la doctrina del mal menor no es aplicable al caso inglés. Para que sea aplicable, el mal debe ser imposible de evitar de otro modo que por medio de otro mal. En este caso los obispos tendrían que haber exhortado a los homosexuales abarraganados a separarse para evitar el falso dilema haciendo el bien.
ResponderEliminarMariano Barthe Dupont
marianobarthe@yahoo.com.br
Es que yo no digo lo que usted dice que digo.
ResponderEliminar'
Yo también pienso que el tema del mal menor se está volviendo en sí mismo un mal mayor. Por la vía del mal menor se están consolidando en España toda una serie de políticas contrarias no sólo a la doctrina católica sino al más elemental sentido común. Ejemplo de lo que digo es el divorcio, ya completamente asumido; el aborto que con un grupo parlamentario con holgada mayoría absoluta podría haber desaparecido; la institucionalización de la homosexualidad y no esa tontería de que se llame de una forma o de otra; etc. Hay que apostar, pienso yo, por el bien y no escoger de forma tan generalizada por el llamado mal menor porque al final va convirtiéndose en una forma de instalar progresivamente el mal mayor que se pretendía evitar.
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