viernes, 6 de enero de 2012
Un tríptico de Epifanía
Esta mañana puse en facebook un link a una imagen en alta resolución del Tríptico de la Adoración de los Magos, de El Bosco, una de las joyas de la colección escurialense de Felipe II que llegaron al Prado procedentes de la Colección Real, allá por 1839. Estuvo, hasta entonces, en una de las capillas de la iglesia del monasterio; se supone que era de las obras que estaban en el oratorio personal o la propia alcoba de Felipe II.
El raro, exquisito y sabio gusto artístico-pictórico de los Habsburgo es algo excepcional; a veces también sus dis-gustos. El mismo Felipe II que atesoraba los cuadros del Bosco y las pinturas del Tiziano, despreciaba las del Greco. No hay gusto perfecto. La fijación del austero monarca en las obras del fascinante maestro Hieronimus Bosch es un curioso particular, no sé si definitorio del carácter del personaje, pero, desde luego, muy sugerente.
Ver aquí en alta resolución
La escena representada es una Epifanía, la Adoración de los Magos: La Estrella, el portal-casa de Belén, la Virgen con el Niño en su regazo, los Tres Magos adorantes ofrendando oro, incienso y mirra. Todo lo demás, el resto de la composición, es original creativo del maestro Jerónimo, tan rico en imaginerías.
Las pinturas del Bosco son inagotables en figuras, anécdotas, detalles, paisajes, historietas, sugestiones, fábulas, mil y una circunstancias en torno a la escena central-mayor: El Misterio de Cristo y el mundo con sus pecados, locuras, bellezas y gracias, todo entorno.
Comento brevemente:
- Melchor (en primer plano, el mago calvo con capa roja) tiene a su lado la ofrenda de oro, ese objeto en el suelo, a la dchª del Mago (entre el palo del sombrajo y el manto azuloscuro de la Virgen) es una estatuilla dorada que representa el sacrificio de Isaac: Isaac lleva la leña para el holocausto, Abrahám levanta la espada para degollar al hijo de la promesa y el Ángel sujeta su brazo; detrás del altar está el carnero sustitutorio. Subiendo al plano referencial, la Virgen sostiene en su gremio al Cordero Inocente, sin defecto (desnudo, expuesto, en la debilidad de la carne asumida).
- El Mago Gaspar (en segundo plano, con capa azul) lleva bordada en la esclavina otra escena del A. Testamento: La Reina de Saba ante Salomón ofrenda dones al Rey Sabio. Se trata de un trasunto del propio Misterio de los Magos, que presentan dones ante la Sabiduría Increada, el Verbo Encarnado, postrados ante la Virgen Madre, la Sedes Sapientiae, que sostiene al Hijo con paño-lienzo-sudario-corporal (alusión a la Pasión y la Eucaristía); la orla de la esclavina de Gaspar también representa una escena de sacrificio (parace como un cordero en las brasas (¿alusión al sacrificio-cena pascual???).
- El tercer mago, Baltasar, el negro, lleva en el cuello y las mangas bordados de cardina (hierba amarga), y el pomo de mirra también representa una escena de ofrenda, que no distingo bien, pero debe ser también alguna referencia veterotestamentaria (¿o es José de Arimatea pidiendo a Pilato el Cuerpo del Señor???).
- Los que se asoman al portal por la puerta entreabierta, ventanucos, rendijas y vanos, son los príncipes de la gentilidad y el paganismo, que se acercan al Misterio, convocados por la Gracia de Dios, que se ha manifestado; los Magos son los primeros, después vendrán otros. También están los pecadores.
- La escena de San José, separado del grupo, como sorprendido por el ojo del pintor, tomando sopa bajo la cobacha del rincón, es característica del anecdotario iconográfico navideño de la época, siendo frecuente que San José aparezca como un personaje secundario, presente pero en cierta desconexión respecto a la escena central.
- Los paisajes son fantásticos, con perspectivas de vertigo y edificios inventados: Se acercan a Belén las huestes criminales de Herodes; en un bosquecillo (panel dchº) se esconde la Sgdª Familia que huye a Egipto.
- Las escenas menores son caprichosas, muy típicas del Bosco; en la hoja de la dchª unos lobos atacan a un pastor y una campesina; un jabalina corre con sus jabatos; en el panel de la izqdª unos campesinos danzan.
- En una y otra puertezuela, en primer plano preferente, los donantes son presentados en la escena por sus Santos Patronos: San Pedro al caballero y Santa Inés (hay un cordero cerca de ella) a la dama; detrás de cada uno, los blasones respectivos.
Y, como dije, mil detallitos más. Las pinturas de este género son para verlas y re-verlas, de cerca, en la intimidad familiar, como una distraída historia-revista-imaginarium.
Tuvo que ser una delicia para el Rey Prudente entretener sus agobios y tensiones contemplando las fascinantes figuraciones del Bosco.
Algunos dicen que estaba loco, que fue un artista alucinado que pintaba lo que lucubraba su mente extraviada. Necio el que lo piense: Un loco no pinta así.
Se nota, además que era un sincero creyente: Toda la extravagancia de sus inteligentes ocurrencias-referencias se vuelve ternura y piedad cuando representa al Señor y a la Virgen, con una cuidada reverencia, como con pudor, destacando la suave belleza de la Santidad por contraste con un fondo abigarrado donde se muestra y demuestra al mundo, a los hombres y sus cosas.
Sic apparuit Misterium.
+T.
Precioso. Gracias por la explicación. Ya lo tengo de fondo de escritorio.
ResponderEliminarSublime...hasta coincidiríamos si no fuera porque no le gusta el SDLA..la película.
ResponderEliminarUn saludo.
Las fascinantes figuraciones, como usted lo llama con toda la razón, del genial pintor, mejor no se pueden describir. Me ha llegado al alma.
ResponderEliminarLa pintura es deliciosa.
¡Muy feliz día de Reyes!
Yo tuve la suerte de conocer a un santo sacerdote que por razón de edad no llegó a familiarizarse con la informática (mejor para él), pero por su «profesión» tenía un gran conocimiento de todo lo humano. Y predicaba así, tonante: «¡Ay, el intenné, el intenné! ¡Me gustaría tener unas tijeras con las que cortar todos los cables del intenné ese!».
ResponderEliminarPues si hubiera vivido un poco más, no me cabe duda que también habría clamado como un Savonarola: ¡Ay, el feisbu, el feisbu...!
Seguro que en siglo XV, ca. 1450, cuando Don Johannes Gutenberg inventó la imprenta, también algún buen clérigo, timorato y sentencioso, refunfuñaría ¡ay la imprenta, ay la imprenta!
ResponderEliminarY hasta puede que tuviera razón.
Aunque yo retrotraería el quid y diría: ¡Ay el hombre, ay los hombres!
Incluso daría un paso más atrás, pudiendo clamar: ¡Ay la Creación, hay la Creación!
Y no sigo, porque con lo dicho ya rozo la blasfemia.
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Realmente delicioso. Lástima que no lo comente Vd. más despacio.
ResponderEliminarTerrible la escena del hombre devorado por el lobo.
Al estar el Niño en el gremio de la Virgen, no aparece el pesebre. Pero el heno, motivo muy caro al Bosco, pasa al techo de la casa, y a su interior, pues es un pajar.
A la dcha. del vértice del tejado, un arriero tira de una bestia que parece ser una llama, cabalgada por un mono. ¿Aludirá a que la Redención alcanza a los confines más exóticos?
A la izquierda, un joven matrimonio, amartelado, mira por encima de una tapia o terraplén hacia una casita, cuya parte superior es un palomar. Símbolo del matrimonio cristiano, él es Tobías, como indica a su lado el bordón con calabaza, y más a la izda. el perrito blanco. Desde la esquina de la tapia, un mal tipo les espía furtivamente, representando tal vez a la lujuria.
Sobre el tema de los signos que manifestaron el Nacimiento de Cristo a los gentiles -entre los que estrella sería uno más- léase esto.
Ya digo que son mil fascinantes promenores. Y discutibles: A mí me parece que la "llama" es una mula; sería intresante saber si la guadralpa que la cubre lleva las armas de algún noble o caballero.
ResponderEliminarOtro detallito es el alminar coronado con la media luna, posible eco de las noticias de la apariencia de Belén en el siglo XV-XVI, que traerían los peregrinos de Tierra Santa.
Y muchos más.
De las Sibilas de las que trata en su artículo, muy bueno, yo añadiría que se incorporaron a las para-liturgias que acompañaban a las celebraciones de la Navidad, como es el caso de nuestro precioso Cant de la Sibila, una joya de la tradición popular católica milagrosamente conservada por le folklore mallorquín.
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