miércoles, 25 de marzo de 2009

El Primer Ave



El aire nazareno se estremece con alas celestiales,
luz que envuelve el primer Ave.
Tú recibes la primera el Evangelio,
Virgen de Dios y Madre del Altísimo.
Dices "Ecce Ancilla" y el Señor
se complace en su escogida.

La sombra luminosa del Espíritu
fecunda numinosa tus entrañas puras,
y el Verbo Omnipotente se hace en ti
cuerpo, alma, hombre.
Sintiendo, sufriendo, amando,
tu corazón de madre acompasado al suyo.

+T.

Encarnación y des-encarnadas

El acontecimiento de los acontecimientos ha sido la Encarnación. Por eso se hinca la rodilla, al rezar el Credo, en el verso "...et incarnatus est...et homo factus est..." Y no se hace en el Crucifixus, ni el Resurrexit, sino en el Incarnatus. Y la Encarnación - que es realidad - necesitó como conditio sine qua non, una mujer. También se dice, entre el incarnatus y el homo factus: "...de Spíritu Sancto ex María Vírgine...". Nunca nadie ha estado tan cerca de Dios (Dios tan cerca de nadie) como en esos 9 meses de gestación de la Humanidad sacrosanta del Verbo, cuando Dios se contuvo hecho hombre en el seno de una mujer. Una mujer a la que mantuvo Virgen haciéndola Madre.

Lamentablemente, ahora las mujeres no quieren ser ni madres ni vírgenes. Me refiero a nuestras mujeres, post-modernas del siglo XXI. Prefieren ser cualquier cosa, desde chicas de pasarela a ministresas de cuota de partido. Hasta falsas y ridículas "clérigas". Pero madres y vírgenes no.

Recuerdo al venerable y sabio padre Antonio Orbe s.j. en la Gregoriana, en sus clases, magistrales siempre, que comentaba con su vocecilla de vejete sordete: - "Ya verán ustedes, que vivirán más, cómo el problema de la Iglesia en el siglo que viene no será el marxismo ni otras ideologías, que están cayendo o caerán. El gran problema para la Iglesia del siglo XXI será el de la mujer: Las mujeres serán el gran problema de la Iglesia".

Al cabo del tiempo, el padre Orbe (que en santa gloria estará) se me presenta como un perspicaz futurólogo. No es que diera de pleno en la diana, pero evidentemente veía largo y atinaba mucho. Reconozco que el "mundo de la mujer" no es el único ni el más grande, pero sí que es uno de los mayores conflictos para la Iglesia, que se enfrenta en tantos frentes a los problemas derivados de las "novedades" que han supuesto una re-interpretación de la mujer.

En el sentido de que la cultura post-moderna inventa y gestiona una ideología anti-femenina, desnaturalizadora de la mujer. Ya sea desde el agresivo e irracional feminismo militante o desde la aberrante ideología de género, esa "cultura", de hecho, se enfrenta a la mujer bombardeando su centro más íntimo que es la maternidad. Con la máscara de los "derechos" y la coartada de la "igualdad", pero con el efecto de un terrorismo constante que mina y aniquila su núcleo constitutivo.

Todo esto tiene como más grave consecuencia la descomposición de la familia, institución natural dependiente de la mujer y su maternidad, sine qua non. Y como segunda consecuencia que todo esto se discuta y resulten "discutibles" principios necesarios, de elemental fundamentación social. Un verdadero y letal absurdo. Absolutamente anti-femenino. Y el absurdo mayor que sean "ellas", las afectadas, las más inconscientes a la vez.

El día de la Encarnación se celebra en Sevilla con cultos a algunas imágenes de la Virgen veneradas bajo el título del Misterio, Anunciación y Encarnación. En la antigua iglesia conventual de los Terceros (una joya del barroco colonial andaluz) estaba el Domingo pasado en besamanos una de esas imágenes, la titular de una antigua congregación de esclavitud, la "Esclavitud de Ntrª Srª de la Encarnación", de la que fue último mayordomo y hermano el insigne y recordado historiador Don Antonio Domínguez Ortíz. Si les gusta la imaginería sacra sevillana, vean las fotos del besamanos en el blog FotosCofrades (un espléndido reportaje de Ricardo Villarrica).

La imagen es de las de candelero, para poder ser vestidas, pienso que del primer tercio del XVII, bastante cercana al estilo de Juan de Mesa. Representa una mujer-mujer, de tipo andaluz, morena, guapa, de talle garboso. Con los postizos de peluca y pestañas, se realzan los rasgos según el buscado cánon de una belleza pletórica, manifiestamente femenina. Sólo los atributos de ráfaga, cetro y corona la definen iconográficamente. No es una descolorida doncella de tabla flamenca, ni una grácil y delicada "madonna" florentina: Es una mujer figurada en plenitud, capaz para ser madre, con el realce de una virginidad reservada, escogida y ofrendada.

No es que yo imagine que Ella es así, pero sí me gusta esa representación de Ella así. Y otras también, acaso más que esta de la foto, muy distintas en concepto artístico o iconográfico. Pero esta me llama la atención por su encarnada feminidad, con tan remarcado realismo de femenina por femenina: Una Virgen-Madre que va a ser para siempre la Madre-Virgen, del Único y de muchos por Él. Con toda la consciencia de su virginidad y de su maternidad, tal como está en el Evangelio.

Evidentemente, nada que ver con las des-feminizadas, con déficit de feminidad sustancial y accidental, de identidad consciente y de vocación agente. Des-encarnadas, des-centradas, des-identificadas con lo que más les constiuye: Ser madres/ser vírgenes.

Alguna dirá que.

Yo digo sí.

Y tengo razón.

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