miércoles, 16 de mayo de 2007

Infierno sensual


Hace poco insistí a un amigo para que le echara un vistazo detenido al tríptico de El Bosco. A pesar de ser una de las obras más atractivas de todo el Prado, la sala en la que se expone suele estar relativamente tranquila; además es de las que consigue el efecto de comunicar obra y espectador. La dimensión de la saleta y la excelente colocación del tríptico te lo presentan tal y como pudiera haber sido disfrutado por Felipe II en sus aposentos de El Escorial, y hasta quizá mejor.

De entre todos los pintores del fascinante siglo XV-XVI, Hieronimus Bosch es de los más sugestivos; la crítica mejor documentada dejará sin agotar los motivos e inéditas inspiraciones del raro maestro. La tabla más obsesionante de las tres de El Jardín de las Delicias, es el tercer panel, el de la hoja derecha del espectador. La primera, es la conocida escena de la Creación en el Edén, casi ingénua; la tabla central es el luminoso y divertido jardín, con sus arquitecturas-naturalezas imposibles y ese relato ilustrado de ocurrencias y desviaciones entre el juego y el pecado, tan sensual y aún con un eco de la ingenuidad de la tabla precedente. No se distingue bien si pinta el placer, el vicio, o el pecado; parece que lo representado estuviera en un grado elemental de malicia, pero con una extraña sensación degenerante que se expande voluptuosamente irónica por toda la escena. Hay una diferencia notable con la primera hoja: No está el Creador; sólo hay hombres y mujeres, una abigarrada, sensual, impúdica y frívola humanidad que retoza entre una naturaleza dinámica que es su escenario.

El tercer panel rompe terminante la relativa continuidad estilística de los otros dos, incluso en la concepción formal de la pintura; tan distinto en color, composición, motivo, podría ser atribuído a otro pintor sin que resultara extraña la suposición. Si los dos primeros pueden "gustar" y hasta "distraer" o "divertir", este tercero está pensado para aterrar, y prueba que El Bosco consigue mejor este efecto. Es una evocación de lo desconocido a través de las formas inquietantes que emergen en pesadillas y delirios, febriles lucubraciones, sombríos presagios, locas obsesiones. Si existe una ilación temática, la lectura de creación-pecado-castigo es congruente, casi en el sentido de la Epístola a los Romanos y su "...todos pecaron..." (Rm 3, 23; 5, 12), en una sucesión tri-escénica con cada tabla como ilustración.



El infierno tiene instrumentos musicales, que sirven de materia para formas de tormento y espanto; parece que el pintor hubiera querido introducir la estridencia disarmónica de los aparatos musicales como un especial medio de castigo para los sentidos de los condenados, tan lejos ahora del turbión de placeres de la tabla anterior. Llama la atención la asociación del castigo con la representación de funciones orgánicas de digestión y deshecho: El sentido del olfato atormentado, castigado y representado en el escenario infernal; la tabla de El Bosco no suena ni huele, pero en su realidad meta-representativa, ese averno tiene sonido y olor. Y el tacto y el gusto están también incuídos en la horrenda secuencia de las penas. Todo lo sensualmente gozado en desorden con su infernal y respectiva pena de sentido.


Es un tríptico.

&

8 comentarios:

  1. Yo tuve la suerte de verlo "en persona", y es terrorífico. No es como eso que nos quieren vender ahora como terrorífico, de cuchillos, niños con cabellos largos y negros y sangre. Es el terror de lo repugnante, lo feo, lo atroz, lo desproporcionado, la absoluta falta de armonía. Buaj.

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  2. Y sin embargo es "concebible", "imaginable" y hasta "representable".

    Terrible, ¿no?

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  3. Yo también lo vi en el Prado y es muy impresionante, porque llama mucho la atención el contraste entre las dos primeras hojas y la última. No sé si es que el pintor se esmeró mucho más en ella o es la atracción morbosa por las desgracias que expone, pero lo cierto es que te detienes más tiempo contemplándola.

    A todo esto, el cuadro no me gusta, donde esté Liechtenstein...

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  4. El cuadro gana mucho con tu retórica descripción. Y me atrevo a asegurar que hasta te daría tema para una tremenda meditación.

    Que te conozco!

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  5. Y a tí te vendría la mar de bien esa meditación, Tente mio; hasta la "personalizaría" en tu honor y provecho.

    Lo del Liechtenstein de Josan, no lo pillo...¿Algún cuadrito de la colección de los Principes? A ver si lo aclara.

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  6. Se me ha colado la "e", quería decir Lichtenstein, mi pintor favorito.

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  7. Pero ese es uno que dibuja comics, ¿no?

    Mira, mira...Y yo que te tenía por persona formal y formada..

    Oh!

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  8. No: es el colorista Roy Linchestein, padre del Pop Art. Pero no provoquemos a nuestro querido Terzio, ni hagamos sufrir su pobre corazón.

    El de los comics es Ibañez: Mortadelo, Sacarino...

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