Para una estrella, hermanos, ver
hay que mirar a lo alto,
y también hay que saber
que las estrellas relucen
más cuanto más oscuro es.
Así miraron al cielo
nocturno aquellos Tres
Magos que desde el Oriente
llegaron hasta Belén.
Una Estrella los movía
y el camino les marcaba
ni su vista les cansaba,
ni dudaron que era aquel
signo de santa alegría;
cuando desaparecía
de su vista alguna vez,
ellos seguían mirando
a lo alto hasta volver
a ver reluciente y bella
aquella celeste Estrella
señal de que nació el Rey
que los Profetas dijeron
que en Belén iba a nacer.
Ante María, la Virgen
y su esposo San José,
postrándose adoraron
en el pesebre a Enmanuel:
Oro, incienso y mirra
dejaron allí a sus pies,
y recibieron del Niño
tanta preciosa ciencia,
tanta paz y gozo que
sin más estrellas supieron
con sabios pasos volver
por otro nuevo camino:
De Belén a las estrellas
sube con los Magos quien
mirando a lo alto sabe
el mismo camino hacer.
Oh Virgen de la Epifanía,
Trono de la Sabiduría,
guarda nuestros pasos, mira
si el alma se nos desvía
y oriéntanos hasta Él.
+T,