Después de treinta y pico años de celebrante del Jueves Santo, en cada Monumento que recuerdo veo lo mismo, los mismos olores, los mismos cirios encendidos, los mismos sonidos, las mismas horas, incluso el sueño y las cabezadas somnolientas de los fieles adorantes, que son como un eco heredado de Getsemaní, presente en todos los Monumentos, todos los Jueves Santos.
Todo porque es el mismo Señor en cada Monumento, y se repiten los signos del memorial de su Sacrificio y el deseo de su Comunión.
Y yo quisiera lo que rezan aquellas oraciones antiguas: Adorarle en cada Monumento, ofrecerme, consagrarme, rezando por todos y por todo, para que los hombres crean, amen y esperen al Cristo que les amó hasta el extremo. Para que el mundo no desprecie la Sangre derramada por su salvación.
...Y como a la Hermana Esperanza de la Cruz, cada Monumento, cada Jueves Santo, se me hace tan corto, tan breve...
+T.