martes, 25 de julio de 2017

Poca ofrenda


No recuerdo - apenas alguna borrosa imagen del NO~DO - cómo eran las ofrendas ante el Apóstol en tiempos de Franco; supongo que serían adecuadas al régimen, con las florituras del discurso de entonces. Desde el '76, el tono cambió, fue cambiando poco a poco, hasta convertirse en la pantomima política representada en el súper-deslumbrante escenario religioso que es hoy: Un discursito con un florilegio de tópicos políticos de la actualidad, en forma moderada, sin estridencias, políticamente correcto y sin piedad apenas. Si el oferente se dirige en algún momento al Señor Santiago, lo que dice suena a quasi una referencia de estilo, incluso parece la invocación de algún mítico personaje de obligada mención ad casum, pero ignorado en cuanto no creído por no existente; Santiago es el celebrado solamente nombrado, por costumbre inmemorial y tradición aún vigente, pero vacía de sentido, intención y emoción.

La segunda parte de la ofrenda es aún más insostenible, porque el actuante, el Arzobispo de Compostela, asume el papel de una autoridad mayor, de rango espiritual, que recoge y responde la perorata del político de turno con amable y docta condescendencia, homilético en el modo y político en el fondo. Tampoco trasluce el prelado convicción religiosa, ni devoción acendrada al Apóstol, sólo parece un figurón ceremonial más, como el Botafumeiro, pero con mitra, báculo y (poquita) voz.



Me gustan las ceremonias bien cumplidas. La de la Ofrenda al Apóstol cumple, se realiza dentro de esos protocolos que, por repetidos y sabidos, suelen salir bien, sin ocurrencias. Pero cada vez se nota más el despego de la auténtica, antigua y venerable devoción al Apóstol, que es el celebrado (et soli Deo gloriam). Todo parece, además de languideciente, desanimado, sin espíritu, sin fervor. Al fín, el único que está a la altura de la ocasión es el Botafumeiro, tan sincero en su función.

*** *** *** ***

p.s. Cierro con una nota lamentable: Al rezar la oración colecta en la Misa del Apóstol, me he encontrado con que en el nuevo Misal, el publicado este año por la Conferencia Episcopal Española (IIIª edición española del Misal Romano), la mención de España ha sido cambiada por 'pueblos de España'. Significa, ni más ni menos, que en la mente de nuestros jerarcas ya se ha perdido el concepto de unidad-identidad nacional y se prefiere, en sintonía con ciertas formulaciones políticas, el deconstructivo 'pueblos de'.

Así era la oración:

Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago, haz que, por su martirio, sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


y así ha quedado ahora en el Misal re-editado:

Dios todopoderoso y eterno, que consagraste los primeros trabajos de tus Apóstoles con la sangre de Santiago, haz que tu Iglesia, reconfortada constantemente por su patrocinio, sea fortalecida por su testimonio, y que los pueblos de España se mantengan fieles a Cristo hasta el final de los tiempos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Ecce !!!

Orémus.
Esto, Dómine, plebi tuæ sanctificátor et custos: ut, Apóstoli tui Iacóbi muníta præsídiis, et conversatióne Tibi pláceat, et secúra mente desérviat. Per Dominum nostrum Iesum Christum, Filium tuum, qui Tecum vivit et regnat in unitate Spiritus Sancti Deus, per omnia saecula saeculorum. Amen.


+T.

viernes, 14 de julio de 2017

Francisquismo desacreditador.

 
La noticia de la causa del Estado Vaticano contra los gestores del Hospedale Bambino Gesú, el presidente de la fundación del hospital, Giuseppe Profiti, y el tesorero, Massimo Spina - sin deslindar otros significados - es, de hecho, un bofetón en el rostro del Emmo. Cardenal Bertone, beneficiario de los dineros desviados desde la fundación hospitalaria para sufragar los gastos de su suntuoso apartamento. Aunque Bertone haya sido uno de los personajes menos brillantes de la curia de Benedicto XVI, no por eso deja de haber sido Cardenal Secretario de Estado con Benedicto XVI, que más de una vez le demostró y le mantuvo su confianza y su aprecio, salvas todas las consideraciones (también la mala opinión que se fue creando en torno a Bertone). Eran otros tiempos y también eran otras las formas vaticanas bajo el muy respetuoso y fino estilo ratzingeriano.

Por todo eso, resulta en extremo escandaloso y dañoso para la Iglesia y sus representantes el haber dado curso y llevar a los tribunales unos hechos que deberían haberse investigado y sancionado con la discreción que un caso así merece, pues afecta a la Santa Sede. El Papa puede muy bien amonestar severamente a Bertone y despedir con deshonor a esos dos malos administradores, quedando tachados como tales. Todo esto se ha sabido hacer en otras ocasiones sin alarmar a nadie ni airear nada en los medios.

Pero al darle notoriedad, se vuelve a ejecutar una de las acciones más constantes e implacables del francisquismo: Desacreditar el pontificado anterior. Habiendo sido Bertone el Secretario de Estado del Papa Ratzinger, cuando cargan contra él la herida última se le inflige a Benedicto XVI, que, tantas veces y de tantas formas, es la diana contra la que van los dardos francisquistas.

Desde su primera aparición en el balcón, el estilo y la vestimenta, los discursos y la residencia, la doctrina y los hechos, los modos y las formas, todo es una desacreditación, explícita o implícita, de su Predecesor.

Quién no lo vea, es que no ve.


+T.