domingo, 16 de noviembre de 2014
Los talentos
Me inquietan las Parábolas que obligan a examinarse, son incómodas, nunca sé si me las aplico bien, si me juzgo con dureza o si peco por auto-indulgente. Tampoco entiendo algunos de sus pormenores.
Sobre la de los talentos me pregunto por qué no sale un cuarto personaje que hubiera perdido el talento entregado, una posibilidad que sucede continuamente en el mundo real, con hombres que lo perdieron todo y arruinaron su vida. ¿Es que esos talentos de la Parábola no se pueden perder, no los pierde ni el más incompetente, ni el más irresponsable, ni el más indolente?
¿Qué son los talentos? ¿Bienes, cualidades, oportunidades, medios, circunstancias...?
¿Cuál es el bien que no se pierde y que merece multiplicarse, crecer, para ser al fin devuelto incrementado, sin excusas?
Creo que ese talento sólo puede ser el amor de Dios: Se nos da y hay que devolverlo con creces, no es admisible que se devuelva lo mismo que se recibió.
También, en semejante sentido, la gracia y todos los dones que proceden de Dios: Sacramentos, virtudes, auxilios, perdón, vocación. No son cosas que se pierden como se malogran los bienes del mundo, aunque pueden quedar sin uso, sin aprovechamiento por nuestra parte.
Por eso es indigno excusarse por temor y acusar de implacable a Quien nos entrega su amor, el talento de su amor.
Que nadie olvide que el Amor merece amor y sólo se paga con amor.
+T.