Newman - no recuerdo si lo he contado alguna vez - fue una de mis intuiciones de chiquillo: Me captó, me gustó por un retrato que venía en la página de uno de los tomos de una enciclopedia temática que nos compró mi padre (y que sólo leía yo). Retuve la imagen, el texto, y desde entonces me hice newmaniano por simple simpatía. El tiempo me fue confirmando la buena elección.
No soy erudito de nada, pero mantengo gustos y afectos, no me desprendo de ellos, sino que los incremento, complemento. Siento la afinidad por Newman como cierta amistad realizada extra-circunstancialmente y, más que penetrarle el pensamiento, me gustaría hablar con Newman, escucharle, escribirme con él y que él me escribiera cartas. Me gustaría rezar con él el Breviario, el Rosario, la estación al Santísimo Sacramento, el Ángelus. Convivir sacerdotalmente.
Hoy, entre las cosas que he leído, he retenido este fragmento de un sermón suyo de 1836, nueve años antes de su conversión, en el que medita sobre el ministerio del predicador y lo ejerce, muy provocativamente:
"...A los ministros de Cristo se nos permite predicar con todas libertad mientras nos limitamos a afirmar verdades generales. Pero en el momento en que los oyentes se sienten implicados en lo que decimos, en cuanto ven que hay que ponerlo en práctica, entonces se paran en seco, se cierran, inician una especie de retirada, y dicen que no ven esto o no admiten aquello; no son capaces de decir por qué estas conclusiones no se derivan de lo que sí aceptan – lo que se les ha mostrado - , pero insisten en que lo uno no se sigue de lo otro, se afanan en buscar excusas y dicen que llevamos las cosas demasiado lejos, que somos extravagantes, que tenemos que condicionar o modificar lo que afirmamos, que no tenemos en cuenta los tiempos en que vivimos y otras observaciones por el estilo (...)~ ~ ~ + ~ ~ ~
¿Quién no admite que la fe consiste en aceptar riesgos sin ver el futuro, fiados sólo en la palabra de Cristo? Sin embargo, pongo muy en duda que los bautizados – incluidos los mejores – arriesguen algo por la Verdad cristiana... ¿qué hemos arriesgado por Cristo? ¿Qué le hemos dado por el hecho de creer en sus promesas? (...)
Da miedo pensar lo que pasaría si nos examináramos con toda sinceridad: descubriríamos que no tomamos ninguna decisión, no hacemos nada, ni dejamos de hacer nada, ni evitamos nada, ni elegimos nada, ni abandonamos nada, ni perseguimos nada, que no decidiríamos, haríamos, dejaríamos de hacer, evitaríamos, elegiríamos o abandonaríamos si Cristo no hubiese muerto y no se nos hubiera prometido el cielo (...) Realmente asusta pensar que la mayoría de los que se llaman cristianos – no importa lo que digan o crean sentir, el entendimiento y el amor que profesen tener -, harían exactamente lo mismo que hacen, ni mucho mejor ni mucho peor, si pensaran que el Cristianismo es pura fábula. (...)
¿Cómo es posible que nos contentemos con el actual estado de cosas; que nos empeñemos en vivir para nosotros y disfrutar de esta vida? ¿Cómo es posible que nos pongamos tantas excusas cuando alguien nos descubre la necesidad de algo mejor y nos urge el deber de llevar la Cruz del Señor, si resulta que podemos ganar su Corona? Repito la pregunta: ¿qué riesgos, qué inseguridades hemos aceptado por la palabra de Cristo? Porque Él dice expresamente: “Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna. Y muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros” ( Mt 19, 29-30)
cfr. Parochial and Plain Sermons IV, n° 20. (21 de Febrero de 1836)
Estimulante, ¿verdad? Pues cierro con la oración del Beato Newman, rogándole interceda eficazmente para que las buenas intenciones que sus palabras puedan suscitarnos sean, finalmente, buenas obras cumplidas, con mérito, para gloria de Dios y santificación nuestra:
Oh Dios que diste al Beato John Henry Newman, sacerdote, la gracia de seguir tu amable luz y hallar la paz en tu Iglesia; concédenos, por su intercesión y ejemplo, que podamos pasar de las sombras y las imágenes a la plenitud de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, por lo siglos de los siglos. Amen
+T.